Fue un texto del francés Jan Claude Pelletier, publicado en la revista madrileña Estudios Literarios, lo que me remitió por primera vez a la obra de Benno von Archimboldi (Alemania, 1920). El texto correspondía a una ponencia que el crítico leyó en un congreso dedicado a la obra del escritor alemán y celebrado en la ciudad de Maastricht en 1991. Se titulaba “Heine y Archimboldi: caminos convergentes” y trataba, por supuesto, sobre la estrecha relación que el autor había descubierto entre la obra del poeta alemán Heinrich Heine (1797-1856) y este narrador hasta ese momento desconocido para mí: Benno von Archimboldi. Me sorprendió primeramente que Archimboldi fuera un escritor alemán con apellido que sonaba a italiano. En ese momento sólo alcancé a relacionarlo con el pintor manierista italiano Giuseppe Arcimboldo, que me gusta mucho por sus retratos compuestos por frutas, animales, flores u otros objetos, pero entonces me dejé llevar por lo que el francés decía del alemán. Hablaba de las convergencias del mal, de la locura y sus manicomios, del concepto de novela como un puzzle que había que desarmar y rearmar constantemente. Hablaba de cementerios futuros y de un párpado muerto, de la literatura como un oficio peligroso y de meter la cabeza en la mierda y por si fuera poco abrir los ojos. Este feliz descubrimiento ocurrió el 2005, y a partir de entonces empezó la búsqueda exhaustiva.
A la fecha, casi tres años después, he encontrado –y leído- casi todas las novelas de Benno von Archimboldi y acabo de terminar Los bajos fondos de Berlín, su único libro de cuentos. De toda su obra me ha gustado especialmente la trilogía conformada por El jardín, de tema inglés, La máscara de cuero, de tema polaco, y D’arsonval, de tema francés. Hay en estas tres novelas, aparte de su evidente continuidad temática y punto de vista, unos rasgos muy particulares que convierten a Archimboldi en un escritor fuera de serie. Aquí el alemán satisface plenamente a los lectores ávidos de historias, de acontecimientos; pero estos acontecimientos tienen la particularidad de no conducirnos, en apariencia, a ninguna parte. Cada una de las tres novelas es una explosión de múltiples historias, contadas a un ritmo vertiginoso y desprovistas de alardes retóricos. A mi parecer, en ellas consolida Archimboldi el estilo que habría de llamar la atención de Manuel Espinoza, Jan Claude Pelletier, Piero Morini y Liz Norton, los cuatro críticos que le descubrieron en la década de los ochenta, cuando parecía que sus libros no saldrían nunca de las lúgubres bibliotecas en que se encontraban confinados.
Les dejo a continuación la bibliografía –quizá incompleta- de Archimboldi para que continúen con la búsqueda:
La trilogía compuesta por El jardín, de tema inglés, La máscara de cuero, de tema polaco, y D’Arsonval, de tema francés. Ríos de Europa, publicada en 1971, Herencia, una novela de más de quinientas páginas, en 1973, y La perfección ferroviaria en 1975. Antes se había publicado, en 1964, la selección de cuentos titulada Los bajos fondos de Berlín. También están Letea, una novela de apariencia erótica, Bitzius, una novelita de menos de cien páginas, El vendedor de lotería, que narra la vida de un lisiado alemán que vende lotería en Nueva York, y El padre, en la que un hijo rememora las actividades de su padre como psicópata asesino. Otras novelas son El tesoro de Mitzi, Santo Tomás, La ciega, La rosa ilimitada y Bifurcaria bifurcata.