sábado, 18 de junio de 2011

Borgianas


Perlitas de Borges que encuentro a través del blog Moleskine Literario:
Traducciones
Otra pregunta repetida es si todo lo que escribo lo hago primero en inglés y luego lo traduzco al español. Yo les digo que sí, que, por ejemplo, los versos: “Siempre el coraje es mejor, / nunca la esperanza es vana, / vaya pues esta milonga, / para Jacinto Chiclana” se ve en seguida que han sido pensados en inglés; se notan, inclusive, las vacilaciones del traductor.

Estupidez
Alicia Jurado: Usted, Borges, siempre se ha enamorado de mujeres un poco tontas.
Borges: Es que la inteligencia es siempre comprensible, pero en la estupidez hay un misterio que resulta atrayente.

Decimales
Cuando muere la madre de Borges, doña Leonor Acevedo, a los noventa y nueve años, llevaba ya tiempo tullida y postrada en la cama. Sus ayes se oían por toda la casa. Una persona sin imaginación, al darle el pésame a Borges, le dijo que era una pena que no hubiera podido llegar a los cien años. Y entonces Borges le contestó: “Me parece que usted exagera los encantos del sistema decimal”.

Inventos
Borges espera el ascensor en la Biblioteca Nacional. Después de un largo rato, impaciente, le dice a la persona que lo acompañaba: “¿No prefiere que subamos por la escalera, que ya está totalmente inventada?”

Jodernos
¿Qué tipo de Estado desearía?
­Un Estado mínimo, que no se notara. Viví en Suiza cinco años y allí nadie sabía cómo se llama el presidente.
­La abolición del Estado que usted propone tiene mucho que ver con el anarquismo.
Sí, exacto, con el anarquismo de Spencer, por ejemplo. Pero no sé si somos lo bastante civilizados para llegar a eso.
­¿Piensa seriamente que tal Estado es factible?
Por supuesto. Eso sí, es cuestión de esperar doscientos o trescientos años.
¿Y mientras tanto?
Mientras tanto, jodernos.
(Revista Siete Días, Buenos Aires, 1973.)

Estratagema
Luis, su sobrino (hijo de su hermana Norah y de Guillermo de Torre), anuncia su casamiento. Y entonces se resfría fuertemente y tiene que guardar cama. Borges lo comenta de este modo: “Será una estratagema para no casarse… Qué raro, elegir la inmovilidad como una forma de fuga”.

Borges hooligan
Cierta vez me preguntaron qué cuadro prefería y yo pensé que se referían a telas o a óleos y les expliqué que como no veía bien, la pintura no me interesaba demasiado. Pero parece que se referían a cuadros de fútbol. Entonces les dije que no entendía absolutamente nada de fútbol. Ellos contestaron que ya que estábamos en ese barrio, San Juan y Boedo, yo tenía que decir que era de San Lorenzo de Almagro. Me aprendí de memoria esa contestación y cuando me preguntaban yo decía que era de San Lorenzo de Almagro. Pero pronto noté que San Lorenzo casi nunca ganaba. Entonces hablé con ellos y dijeron que eso no tenía importancia, que lo de ganar o perder era secundario ­en lo que tenían razón­ pero que San Lorenzo era el que jugaba un fútbol más “científico”. Al parecer, no ganaban, pero lo hacían metódicamente.
(Contado por Emilio Gutiérrez.)

Metaforicidio
Borges me contó que en cierta ocasión, en un banco, una empleada le dijo: “Aunque conozco su saldo, lo verificaré porque no me gusta decirle una cosa por otra”. Y me comentó: “Esa señorita acababa de dar muerte a la metáfora”.

Sabato
Qué pena, Alifano, que llega tarde; acaba de marcharse un periodista norteamericano que vino a hacerme una entrevista. Me dijo: “Usted es el segundo escritor argentino que voy a entrevistar; ayer estuve con el primero: Ernesto Sótano. Supongo que lo conoce ¿verdad?” Yo me di cuenta de quién se trataba y le respondí: “Pero claro, por supuesto, señor. Es un autor que escribe sobre túneles, tumbas y cosas así. ¡Cómo no voy a conocer a Ernesto Sótano!” (Contado por Roberto Alifano.)
Fragmentos extraídos del libro “El otro Borges” de Mario Paoletti. Emecé 2011.

domingo, 12 de junio de 2011

Libros sobre libros


Tal vez algún día se escriba una novela de intriga alrededor de un Kindle perdido...
Nuestro corresponsal de Bogotá, ahora radicado en Suecia, nos remite este nuevo artículo de Juan Gabriel Vásquez publicado en El Espectador, en el que habla de los libros como objetos de la ficción:
A propósito de su estupenda Soldados de Salamina, Javier Cercas dijo una vez que era "una novela de aventuras sobre la aventura de escribir novelas".
Eso debió ser en el año 2002, más o menos, y tres años después, cuando por fin leí el libro —para mi gran provecho y rabia por no haberlo leído antes—, ya se habían publicado varias otras novelas en que de alguna manera se ponía en escena a un escritor, otras novelas que de alguna manera contaban esa aventura de escribir novelas. A veces la aventura era escribir poesía u otros géneros (como en los libros de Roberto Bolaño). Muchas veces los libros usaban la estrategia de Cercas, cuyo narrador se llama Javier Cercas y es novelista. Pero no siempre sucedía así: a veces el escritor se escondía detrás de un nombre ficticio, pero sus circunstancias hacían pensar misteriosamente en las del autor (como en El proyecto Lázaro, de Aleksander Hemon). Muchas veces, por otra parte, los libros eran novelas convencionales, pero cuyo tema o personaje era un novelista tratando de escribir. En fin: libros sobre escritores de libros.
Así sucedió que se publicaron dos novelas casi simultáneamente sobre Henry James, una extraordinaria de Colm Toibin y una más ligera y divertida de David Lodge. Rodrigo Fresán publicó Jardines de Kensington, un raro libro —raro por ser tan bello como duro, tan conmovedor como inteligente— sobre James Matthew Barrie, el autor de Peter Pan. Y como si fuera poco este repentino frenesí de las novelas sobre escritores, comenzaron también a publicarse libros cuyo protagonista era un libro, o bien cuyos protagonistas buscaban un libro y su vida dependía de alguna manera de encontrarlo. Ya hacía unos años se había publicado El club Dumas, de Pérez Reverte, y por esos días se hablaba mucho del muy inferior La sombra del viento, de Ruiz Zafón, y en poco tiempo se publicaría la bellísima La historia del amor, de Nicole Krauss: tres libros sobre gente que busca libros. Y no se me olvida La noche del oráculo, de Paul Auster, en la cual un escritor compra un cuaderno para escribir.
Unos cuantos años han pasado desde esa coincidencia o acumulación en el tiempo de tantos libros montados sobre el libro mismo (el objeto o su escritura), y ahora, con la perspectiva, uno tiene que preguntarse si aquello no tenía una cierta relación con la preocupación que ahora mismo anda en boca de todos: la desaparición del libro. No tendría nada de sorprendente, desde luego, porque la ficción siempre ha dado constancia —voluntariamente o no— de las cosas que preocupan a la gente. El libro electrónico estaba surgiendo, se comenzaba a hablar del libro en papel como de un artefacto muerto, ya como está muerto el Betamax, digamos. Y recuerdo que alguien me dijo esto que no se me ha salido de la cabeza: ¿No habrá sido todas esas novelas sobre escritores o sobre libros una especie de canto de cisne de la era Gutenberg? Y no lo sé, pero sí sé una cosa: que todos estos libros se vendieron mucho y se leyeron aún más. Y se siguen vendiendo y leyendo, esos libros sobre libros.
Claro, ahora se leen en libros electrónicos. Tal vez algún día se escriba una novela de intriga alrededor de un Kindle perdido. O la novela de un joven desorientado que desentraña el misterio detrás de un E-book. Cosas más raras se han visto.

Eduardo Bähr: "Sosa entendía a la perfección los vaivenes de la condición humana"


Roberto Sosa, durante su última visita a SPS el año pasado. Foto: Gerardo Torres.
El escritor Eduardo Bähr, uno de los amigos más cercanos del poeta Roberto Sosa, fallecido hace algunas semanas en Tegucigalpa, aceptó responder unas cuantas preguntas de mimalapalabra respecto a esta sentida partida para los hondureños. Desde los primeros años de esa amistad hasta hasta las razones por las que cree que Sosa hizo grande su nombre en H, por ahí van sus respuestas:
¿Cuántos años de amistad con el poeta Sosa?
Conocí por primera vez a Sosa hacia 1965, en compañía del español Andrés Morris, quien era nuestro maestro de Literatura en la vieja Escuela Superior del Profesorado de Tegucigalpa, donde RS hacía intentos por permanecer constantemente. Allí comenzó una amistad sin altibajos.
¿Lo tomó por sorpresa la noticia de su fallecimiento?
Absolutamente… Desde hacía unos tres años habíamos regularizado unas tres o cuatro pláticas por semana –a veces telefónicas- y nos veíamos a menudo. Su contextura cercana a la condición leptosomática, delgado y fuerte, pese a sus ochenta y un años no hacía sospechar mal alguno. La familia me llamó cuando lo llevaban para el hospital… llegué a las tres de la madrugada, quince minutos después de su fallecimiento.
¿Cuáles eran los rasgos que mejor lo definían?
De su seriedad al discurrir en una plática se desprendía siempre un deje huraño. Yo sabía desde hacía tiempo que esa desconfianza era parte de su personalidad, puesto que él entendía a la perfección los vaivenes de la condición humana, su propensión al individualismo y a la traición… En alguna ocasión me contó que cuando llegó desde Yoro hasta Tegucigalpa y mostró por primera vez sus poemas a los consagrados de alguna manera éstos se burlaron… Lo enviaban "a traer cigarrillos a la esquina" mientras le decían que iban a leer sus poemas. Morris fue la primera persona que descubrió al "ángel" oculto en las sombras de sus versos. Fue antológica su manera de manejar la ironía y el sarcasmo risueño entre plática y plática. Podía, perfectamente, descubrir la mediocridad con sólo verla, no digamos leerla… Por eso fue odiado constantemente, sobre todo por los hacedores de versos.
¿Es cierto que era muy bueno para poner apodos?
Al principio creímos que éste era un mecanismo de defensa… Luego supimos que era una arista de la alegría y de su optimismo.
Según su opinión, ¿cuáles son los poemas más memorables del poeta Sosa?
Algunos poemas memorables lo son por el gusto personal que los identifica. En realidad, lo memorable de todos ellos está en la manera sutil de enmarcar la “otredad” metafórica y hacer que esto pareciera normal en la construcción formal. Personalmente me gustaron, entre muchos, Canción para un gato negro, Malignos bailarines sin cabeza, La Casa de la Justicia, Las sales enigmáticas y La hierba cortada por los campesinos…
¿Se sabe en los círculos cercanos del poeta de algún libro que pudiera ser publicado de manera póstuma?
La familia tiene en sus manos varios proyectos que él estaba terminando.
¿Cuáles cree que son los mayores aportes de Roberto Sosa a la literatura hondureña?
Fundamentalmente, el haber logrado con méritos propios y sostenidos el reconocimiento poético universal, sin los expedientes contenidos en el malabarismo criollo: el auto elogio, la utilización de la ignorancia circundante para introducir nombres y autores, el chantaje y la envidia. El haber escogido temas de difícil concreción poética y haberlo logrado: ¿A quién le interesan los pobres como elemento literaturizable? ¿Cómo introducir en el formato de la poesía en verso asuntos políticos e ideológicos sin retratarse con la pancarta? ¿Cómo pasar reclamos populares y multitudinarios hasta el reducido cartel de los intereses individualistas de la sociedad?... Finalmente: el haber logrado una absoluta congruencia entre lo escrito, lo hablado y lo vivido…
¿Por qué un poeta de gran importancia como él nunca vio publicado un libro suyo en la colección Visor de poesía, que reúne a los mejores poetas latinoamericanos?
Estructuralmente Centroamérica encierra en su pequeñez el olvido histórico del continente. Así ha sido también en el ámbito literario. Recuérdese que, después de Darío, Asturias, Dalton y otros pocos a los demás se les construye una escalera empinada para llegar a otras dimensiones; el caso de Sergio Ramírez, por ejemplo. No es por la calidad del autor o autora, es por la cualidad mezquina de los intereses prioritarios: política y economía clasistas.
¿Se organizarán en la Biblioteca Nacional algunas actividades relacionadas con su obra?
Pese a que nuestra magra biblioteca no tiene presupuesto y a que hay que pedir permiso para toda actividad vamos a hacer un homenaje pensado sin prisa y con humildad, para que no se parezca a lo que Julio Escoto reclama en un artículo reciente: “Una vez en el ataúd todo es homenaje y panegírico, exaltación y dolor social: ha partido un grande al que no pudimos ayudar en vida a vivir -y crear- mejor”… Por lo pronto pediremos a las autoridades de la Dirección General del Libro y el Documento que la nuestra sala mayor (exposiciones, presentaciones, cátedras, cine, etc.) lleve su nombre.