lunes, 27 de noviembre de 2006

El premio para Rigo

Acabo de leer que, por fin, Rigo Paredes aceptó el Premio Nacional de Literatura. Y digo "aceptó" porque al poeta Paredes se lo han ofrecido en más de una ocasión, y lo rechazó en cada una de esas ocasiones, no sin antes sugerir que se le otorgara a tal o cual poeta mayor, y amigo, injustamente olvidado o relegado. Y así se le hizo justicia a Castelar y a otros.Y es que Rigo, salvo contadas excepciones, siempre ha tenido la suerte de que se le reconozcan sus incuestionables méritos y, además, ha contado entre sus huestes con varios amigos poderosos, bien ubicados en la esfera burocrática (y es que vivir en la culta capital tiene sus ventajas); aunque también hay que aclarar (por aquello de las cochinas dudas) que el poeta Paredes no ha practicado la adulación ni la lambisconería, como si han hecho otros que a veces se sientan a su siniestra en ese olimpo vernáculo llamado Paradiso. Tiene enemigos, claro está, como cualquier escritor que se precie de serlo, algunos gratuitos y otros menos, pero se mantienen alejados y a la sombra, quizás conscientes de que el poeta triniteco les saca dos o más cabezas de ventaja (físicas y mentales, en la mayoría de los casos).Pero, resumiendo porque aquí la brevedad cuenta, quiero concluir reiterando que me alegra que por fin Rigo haya aceptado el premio, lo que le otorga dignidad a nuestra maltratada palabra literaria y aleja, al menos por 365 días más, la amenaza de que se le adjudique a más de algún mentecato que desde hace varios años cabildea y sonsaca y adula a cuanto burócrata encuentra a su paso en su desesperada e indigna carrera por conseguir el "Ramón Rosa".

sábado, 25 de noviembre de 2006

Cámara de Escritura para Desocupados

Cámara de Escritura para Desocupados
Para Vila-Matas se trata "del mal endémico de las letras contemporáneas": la pulsión negativa o la atracción por la nada que sufrieron exponentes tan ilustres como Rulfo, Rimabud, Salinger. La paradoja es que este impulso negativo le ha bastado al buen Enrique para escribir al menos tres novelas inspiradas -unas más, otras menos- en el mismo tema: Bartleby y compañía, El mal de Montano y Doctor Pasavento. Y vale decir que la segunda obtuvo el prestigiado Premio Herralde, dicho sea de paso uno de los pocos que aun distinguen la calidad por encima de otras cosas (nótese que escribo cosas, no valores ni virtudes ni aciertos). Reflexionando sobre este tema de la literatura del no (negarse a escribir o dejar de escribir) me he puesto a pensar en el terruño, y en su gente (quizás debiera corregir por "mi gente", por aquella de la popularidad o de su búsqueda empecinada, como hacen algunos "escritores"), y en la gente que escribe (o que dice que o que piensa que) y no puedo menos que desear -y lo afirmo luego de una cuidadosa evaluación- que este mal por fin llegue a estas tierras y contribuya a combatir otra plaga: la de la incontinencia plúmífera y editorial que desde hace algunos lustros se ensaña en algunos trasnochados que afirman, entre otras cosas, ser los únicos abanderados de la narrativa catracha o, lo que tal vez sea peor, que llevan sobre sus hombros a la poesía vernácula. Pero no quiero cansarlos, y no sólo de este tema se trata este blog, pero les prometo seguir reflexionando sobre esta y otras plagas, a la vez que -y para retribuir su atención- me atreveré a deslizar algún comentario sobre nuestra "vida cultural". Así que espero sus comentarios para integrarlos a esta "Cámara de Escritura para Desocupados".

Caribe Cocaine

Caribe Cocaine Primero, debo confesar que he disfrutado con la mayoría de los relatos que Ernesto Bondy había publicado con anterioridad, incluso encontré en algunos la huella de un narrador que se negaba a limitarse a la esfera de lo cotidiano nacional para instalarse en la vecindad de los universales. Por eso cuando Armando Rivera (editor de Letra Negra, para más señas) depositó sobre mi escritorio un grueso volumen con el título Caribe Cocaine, me sentí empujado a leerlo sin mayor dilación. Y así, sin más preámbulo, la decepción fue invadiendo mi espíritu apenas avanzaba en la lectura de sus páginas. No porque esté mal escrito, como ocurre con algunos presuntos narradores nacionales, que apenas en la décima línea de la primera página ya han incurrido en unos cuantos idiotismos y su falta de concordancia es evidente. No es éste el caso de Caribe Cocaine, que se deja leer con facilidad, que está redactada con propiedad y corrección. El problema es más profundo y tiene que ver con los personajes acartonados y faltos de sustancia (de los protagonistas Michel Schiller y Labella Proaño, o sus contrapartes de la DEA, Tony Orellana y Maribel Izaguirre, para abajo), con su intriga anémica, con la trama esquemática y pobre, llena de clichés y lugares comunes, que ni la desopilada invención de un grupo llamado CCC consigue darle fuerza. Y qué decir de sus episodios eróticos, que parecen surgir de la trasnochada imaginación de un añejo marido que se dedica -a escondidas de su mujer- a ver películas Serie B a altas horas de la noche. En resumen, de la servil aplicación de recetas bestselleristas, de tanto paperback gringo regurgitado, de tanta trivialidad disfrazada de intriga internacional no podía salir nada bueno.
Tampoco puedo dejar de pensar que en el supuesto clímax de la novela, cuando debería haber alcanzado su intensidad más alta -en el momento que el misil ha impactado en el avión donde viaja "el magistrado" y todos los "eventos" se precipitan a su final- antes que pensar en la evidente correspondencia con los inciertos acontecimientos que rodearon la "desaparición" de cierto personaje de la política hondureña,\n la asociación más directa que se nos viene a la mente es con un anacrónico edificio que se viene abajo, metáfora de la implosión narrativa que sufre esta "novela", cuya endeble arquitectura cae cual modesto castillo de naipes ante la visión desencantada del lector.
Mario Gallardo, SPS, noviembre, 2006.

viernes, 24 de noviembre de 2006

De los pedos como mitos

El siguiente es un texto dirigido al colectivo de poetas "Paíspoesible" de Tegucigalpa, que circuló de mano en mano a principios de 2005, causando la risa de algunos y la ira de otros. Aquí se los dejamos, en este blog mimalapalabresco, para que se diviertan.
De los pedos como mitos
Un tanto divertidos, un grupo de amigos, aquí en San Pedro Sula, hemos alcanzado a escuchar, brisa fétida mediante, que allá en la culta Tepas se nos vincula erróneamente, o mejor dicho, vinculan nuestra postura en pro del arte y nada más que del arte, con Mario Gallardo, profesor de la carrera de Letras del CURN.
Ante tan antojadizo intento de vínculo, que, dicho sea de paso afecta directamente nuestro derecho a la originalidad, nos pronunciamos ahora, de manera solemne, como es uso frecuente en los actuales círculos seudo literarios capitalinos, negando categóricamente cualquier influencia o apadrinamiento en nuestras ideas, y reivindicando como únicas influencias, al menos en el orden de la entonación de nuestras voces hacia lo que hemos detectado como simple mediocridad, las que derivan únicamente de las lecturas (1) atentas a los buenos libros y del consiguiente buen gusto desarrollado por nuestro paladar de lectores macho.
Considerando la resonancia mítica que cualquier ventosidad emitida por alguno de nuestros antisolemnes culos alcanza en Tegucigalpa, particularmente en el cóctel social-poético, la cual nos permite a nosotros, simples lectores con buen gusto, erigirnos como los antihéroes de esta pobre sociedad tan falta de “talentos” que expresen con afán esa búsqueda perenne de la “identidad nacional”; nos pronunciamos esta vez, una de tantas muchas que vendrán después, dado que nunca se podrá acabar absolutamente con la peste de los parodiadores del arte que ha venido a sitiar la verdadera conciencia de creador, con una sola voz (seguramente mítica) que no pretende más que causarles a éstos una nueva indigestión o alterarles por una rato más el color rosa de su inspiración.
Advertimos que la lectura de este documento es seriamente dañina, en especial a los espíritus susceptibles a la verdad irrefutable, por lo cual recomendamos su lectura en grupos de no menos de doce personas (llámense poetas, poetisas, bardos, vates, versolibristas, pequeños dioses o espías de Dios), para evitar que las peligrosas recaídas no pasen inadvertidas y pueda brindárseles a las víctimas el socorro inmediato y necesario.
Hecho el debido paréntesis que la ley de la solidaridad nos exige, continuamos nuestro pronunciamiento con la obligada cautela para no herir demasiado sus tiernos corazoncitos poéticos, y reabordamos ahora el motivo del mismo. Recalcamos la no injerencia de Mario Gallardo en nuestro criterio acerca de la calidad, o mejor dicho, la falta de calidad de la casi total poesía capitalina de los últimos años. Si acaso haya que buscarse una relación entre nuestras ideas y las suyas, éstas se fundamentan precisamente en la común indignación por los ridículos productos literarios de los verseros en mención. Además, hay que señalar que si de patrocinios literarios hablamos, quienes están a la vanguardia no somos precisamente nosotros (2) . Pero nosotros, sí, nosotros, los mismos, nos preguntamos en qué otra cosa podrían ocupar mejor su valioso tiempo los no tan valiosos poetas de los que hablamos, si no es en el acucioso examen de nuestras ligeras líneas, dado que quizá las cómicas reuniones que sostienen para tratar de encontrar el pathos de la poesía no los conducen favorablemente a ese objetivo. Frases como: “Las valoraciones estéticas al final valen verga” (3), “Octavio Paz está condenado al olvido” (4), “¿Qué es poesía?” (5), son una pequeña muestra captada en un solo día durante el encuentro Paíspoesible de que su resquemor por nuestra suave arremetida contra su quehacer poético es infundado e insostenible.
Finalmente una pregunta: ¿tendrán algo que ver con la literatura -porque es la literatura la que nos compete y no la sociología- los conceptos de solidaridad, amistad, bohemia o camaradería? ¿Acaso hay que reverenciar ahora a todo aquel que publique un libro de versos sólo porque es una buena persona, porque tiene una conducta intachable en sociedad, porque es injusto herir sus sentimientos, porque tiene buenas intenciones, porque es una persona preocupada por la paz mundial? Contra todos esos sociólogos, que no poetas, no, definitivamente no poetas, nos pronunciamos. Contra su insensata manía de querer siempre socializar la literatura, contra su inmaculada estupidez de ebrios despechados.
Por eso y sólo por eso nos comprometemos a mantener en pie nuestra fábrica de carcajadas, que no de escándalos, contra sus rostros neorrománticos al borde siempre del suicidio, contra sus ofensivos y disparatados ataques al verdadero sentido del arte, contra su anacrónica indumentaria de hippie allenginsbergiana, contra su económico discurso sobre derechos humanos. Llámennos “insolidarios”, “fanfarrones”, “insensibles”, “egoístas”, “soberbios”, “desconsiderados”, “intrascendentes ” (6), o aquel término que ustedes consideran despectivo: “estetas”, para calificar nuestra actitud. Pero una cosa suplicamos, apelando a su espíritu comprensivo y solidario, y es que ya no se derrame una lágrima más. No more tears, no more tears, please, no more tears. Peace and love.
Advertencia: Este documento de ninguna manera constituye un manifiesto, ya que consideramos innecesario gastar pólvora en zopilotes.
Notas
1. Entiéndase “Lecturas” a la actividad seria de analizar y comprender un texto más allá del simple paseo de la vista sobre la página y del prejuicio sociopasional
2. Véase, no necesariamente léase, los diversos prólogos a los todavía más diversos “libros de poesía” publicados masivamente en Tegus.
3. Madrid, Salvador. Mis juicios erróneos. Tegus. Edit. Levemente ebrios. 2004. Pág. Olvidada. 4. Echenique, Nelson. Mis complejos y el inconsciente. Tegus. Edit. Levemente majes. 2004. Pág. Olvidada.
5. Becerra, Roberto. Historia universal de la ignorancia. Tegus. Edit. Poesía eres tú. 2004. Pág. Olvidada.
6. Leonardo Henríquez, Fausto. Trascendentes e intrascendentes. San Pedro Sula. Edit. Oh, Dios mío. 2004. Pág. Olvidada.