En su decimosegunda edición en diario La Prensa, mimalapalabra presenta a otro de los escritores imprescindibles de la literatura hispanoamericana contemporánea. En esta entrevista, el escritor argentino César Aira no sólo vapulea al autor de Rayuela al dar cuenta de sus preferencias en la literatura argentina.
Le cae a Sábato, a Piglia, a Saer y a todo aquel que "pose de escritor serio".
Cuenta que todos sus libros son experimentos, habla de su trabajo con la
escritura y dice que su trío tutelar se integra con Manuel Puig, Alejandra
Pizarnik y Osvaldo Lamborghini.
¿La puesta en cuestión de lo verosímil es el núcleo de su literatura?
Sí. Diría que el verosímil es el centro de todas mis preocupaciones. Buscarlo, lograr un verosímil que sirva para lo que estoy haciendo. Eso viene con mi método de escritura: escribo mis novelas casi como diarios íntimos. Empiezo a partir de una historia, de algo que surge y me parece atractivo, sugerente, o por lo menos potable, y arranco a ciegas, no sé muy bien hacia dónde va a ir el texto, porque las ideas son siempre de una escena de comienzo, apenas de una posibilidad. Y después, voy escribiendo. Como soy muy metódico, escribo todos los días una paginita a media mañana en algún café de mi barrio. Me abro a lo que me ha pasado ese día, el día anterior, a cosas que veo por la televisión, a programas frívolos, a algunas de esas comedias costumbristas. Por supuesto, también están las lecturas, el cine, las charlas con la familia y con los amigos. Y el barrio, la gente, las calles. De modo que entran muchas cosas, y las más raras van directamente a mis novelas. Van, pero la realidad es imprevisible y lo que puede pasar no lo puedo calcular.
¿Es justo que lo consideren un escritor posmoderno?
Bueno, posmoderno es una palabra, y yo siempre digo que las palabras deben servirnos a nosotros y no nosotros a las palabras. Es decir que cada cual puede definirla como quiera y usarla conmigo o con quien quiera. Pero yo no me considero posmoderno en tanto creo haber seguido fiel a la preceptiva modernista en la que me formé. Mi lema sigue siendo el famoso verso de Baudelaire: "Ir hacia delante y siempre en busca de lo nuevo." Y sacrificarlo todo por lo nuevo, ¿no? Y esta actitud no es posmoderna. Creo que el posmodernismo deshace esa línea hacia delante para erigir una especie de estantería de supermercado donde está toda la cultura de antes, la de ahora, la de después, y entonces procede con ellas a formular combinaciones al azar. No es lo mío.
¿Cómo se siente ante la figura todopoderosa de Borges?
Evidentemente, Borges fue casi demasiado grande para la Argentina, y fue una especie de sombra paterna que ocupó la literatura de todo el siglo XX. De hecho, creo que mi primera lectura seria, a los 12 o 13 años, fue la de sus cuentos. Cuando oí hablar por primera vez de Borges, hacia 1961 o 1962, todavía él no había empezado su gran carrera de fama internacional, pero ya era un clásico argentino y salían sus libros en una serie que se llamaba Obras Completas, que publicaba Emecé. Como yo insistía en leerlos, mis padres me los compraron y los leí. No sé si yo era un chico inteligente o Borges tiene algo que también sabe atrapar a la juventud. Yo era jovencísimo, pero aun así sentí toda la grandeza, la elegancia, la exquisitez de sus textos, eso que es casi un veneno porque nos mal acostumbra y después todo lo demás en literatura parece no estar a su altura. Claro que, como todos los escritores en Argentina he tenido mis altibajos en relación con Borges. Tuve una etapa militantemente antiborgeana, en la que me pasé a la vereda de Rimbaud: la vida, la vida que entra y se funde con la literatura. Borges es otra cosa: es frío, es ese Everest de inteligencia, de lucidez; no se contamina con la realidad... Pero he hecho las paces con Borges y me siento contento de ello.
Algunos críticos lo sitúan a usted junto a Juan José Saer y Ricardo Piglia como referente de la literatura argentina del último cuarto de siglo. ¿Cuál es su opinión sobre los otros dos escritores? Si debiera proponer un terceto distinto, ¿a quiénes nombraría?
¡Uf qué pregunta difícil! En primer lugar debo aclarar que Saer y Piglia son diez años mayores que yo y pertenecen a otra generación, otra atmósfera, otro mundo. De hecho, yo los leía de jovencito (bueno, a Saer; a Piglia prácticamente no lo he leído). Piglia es un escritor serio, un intelectual muy apreciado como profesor... en fin. A Saer sí lo leí mucho y lo aprecié mucho; es casi un clásico moderno argentino. Después, me fui apartando de su poética, y sé que él no aprecia mucho la mía. Saer también es un escritor serio... pero yo he buscado otros modelos. Saer ya no me atrae; con el tiempo me he ido alejando de esa postura seria, responsable hacia la sociedad y hacia la historia.
¿Si tuviera que proponer otro trío de referentes?
No tienen por qué ser tres, no seamos tan hegelianos. Yo tuve el privilegio de estar cerca, o en algún caso de ser muy amigo, de tres escritores que existieron en la Argentina en estos 25 o 30 últimos largos años: Manuel Puig, Alejandra Pizarnik y Osvaldo Lamborghini. A los tres los encontré geniales y fueron modelos para mí, por motivos distintos, como modelos de vida, modelos de actitud... A veces uno toma un modelo y después hace todo lo contrario de él, pero el modelo sigue actuando, como contraste tal vez. Los tres han muerto jóvenes, los tres han dejado su mito, su leyenda, y los tres me acompañaron siempre. Si buscamos un trío, entonces, propongo ese. Es mi trío tutelar.
¿Podría describir las líneas esenciales de la literatura argentina de los últimos 50 años?
No creo que vaya a decir algo muy original. Está la línea de Borges-Bioy Casares-Silvina Ocampo, por un lado. Ellos promovieron esa literatura más intelectual (se la ha calificado como fantástica), de enigma policial, de tramas bien construidas, de huida de lo que llamaron "el fárrago psicológico" y metían en él, con increíble injusticia, nada menos que a Proust, aunque creo que después Bioy se retractó de eso. Eso marcó mucho, de allí salió toda una vertiente literaria, sin ir más lejos, Cortázar. Aquí podría yo parafrasear a Oliverio Girondo y decir que el mejor Cortázar es un mal Borges.
¡Qué duro!
No puedo evitarlo. Bueno, y está la famosa polémica de la década de 1920 entre los grupos de Boedo y Florida. Este último era el grupo de los escritores de la clase alta, afrancesados o anglófilos, y Boedo representaba la literatura de combate, que no dio buenos exponentes pero sí constituyó una línea que tuvo también su clara descendencia. Así, en la segunda mitad del siglo XX siguió existiendo la novela llamada realista, que toma los hechos de la historia. Finalmente, creo que se repiten los paradigmas: la derecha y la izquierda existen en todas partes.
Pero también hay líneas intermedias, como la que representa Roberto Arlt.
Arlt para mí es un grande. Bueno, habría que decir uno de los dos grandes: el otro, claro, es Borges. Tan distintos y tan parecidos, ¿no?
¿Con qué corriente cree que entronca su obra?
Mi literatura viene de esa línea intelectual, borgeana, pero con unos vigorosos afluentes arltianos. De Arlt he tomado el expresionismo, esa cosa que a Borges lo horrorizaría. Aunque a él le gustaban las viejas películas expresionistas alemanas, pero casi como una aberración intelectualmente interesante. Arlt es el escritor que sin saber nada del expresionismo es un expresionista nato, deformador a ultranza. La imaginación de Arlt funciona por contigüidades químicas que lo deforman todo, y su mundo está hecho de sombras que se desplazan y de seres que empiezan a fundirse ante nuestros ojos, de monstruos...
¿Y Sábato y Cortázar?
Bueno, a Sábato no lo hemos tomado nunca muy en serio. Y sorprende un poco que alguien se lo pueda tomar en serio. Es un señor que tiene aristas muy risibles: esa vanidad, el malditismo... Malditismo que no condice con su personalidad. Es un señor perfectamente racional que juega al maldito. Así, se ve obligado a escribir constantemente en sus textos la palabra angustia, la palabra dolor... y claro, eso no funciona.
¿Y Cortázar?
Cortázar es un caso especial para los argentinos, y no sólo para los argentinos, también para los latinoamericanos y quizás para los españoles, porque es el escritor de la iniciación, el de los adolescentes que se inician en la literatura y encuentran en él —y yo también lo encontré en su momento— el placer de la invención. Pero con el tiempo se me fue cayendo. Hay algunos cuentos que están bien. El de los cuentos es el mejor Cortázar. O sea, un mal Borges, o mediano. A propósito de una de las cosas más feas que hizo Cortázar en su vida, el prólogo para la edición de la Biblioteca Ayacucho de los cuentos de Felisberto Hernández, un prólogo paternalista, condescendiente, en el que prácticamente viene a decir que el mayor mérito del escritor uruguayo fue anunciarlo a él, cuando en verdad Felisberto es un escritor genial al que Cortázar no podría aspirar siquiera a lustrarle los zapatos. Sus cuentos son buenas artesanías, algunas extraordinariamente logradas, como “Casa tomada”, pero son cuentos que persiguen siempre el efecto inmediato. Y luego, el resto de la carrera literaria de Cortázar es auténticamente deplorable.
De su vida y obra
Nació en Coronel Pringles, Argentina, en 1949. Desde 1967 vive en Buenos Aires. Es traductor, novelista, dramaturgo y ensayista. Ha publicado las novelas Una novela china (1987), Cómo me hice monja (1993), Las curas milagrosas del Dr. Aira (1998), El congreso de literatura (1999), Parménides (2006), La cena (2006),
entre otras.
Con mucho respeto por la opinión del Sr. Aira, considero que Cortázar además de ser un maestro del cuento del siglo XX debe ser valorado también por su búsqueda de ese "algo más" que nace de lo cotidiano. Sin acudir a recursos intelectualmente rebuscados (como si hace Borges), Cortázar abre la pequeña ventanita de ese "otro lado" (también llamado por el autor "el sentimiento de lo fantástico") que existe y que puede venir a nuestro encuentro sin que lo busquemos, tal y como pasa a Johny en "El perseguidor".
ResponderEliminarNo estoy de acuerdo con el escritor Aira, Cortázar es predominantemente una iniciación y una madurez para los jóvenes, por lo menos para esta epoca, es mucho más fácil para un joven interesarse por Cortázar que por Borgues. Por lo menos fue mi caso, Cortázar y sus geniales cuentos (que realmente es el estilo que más intensamente se le acomoda) dierón en mi una espectación tal que me di cuenta de la posibilidad de darle a lo cotidiano algo poderoso, deformado y magico.
ResponderEliminarEl gran Borgues es otro estilo, otro ambito sin duda, me interese en leerlo despues de conocer a Cortázar, su estetica literaria y sus recursos son implacables, lo que le podemos criticar al profesor, es su afán de dejar en todas sus obras la búsqueda de algo, la creación de un mundo paralelo, aquello más inmenso que llega alejarse de los normales problemas de un mortal, si ¡borgues es espacial!, dentro de ese aspecto, el mejor cortázar, que seria la historia más real, es el peor Borgues, intentando dar una historia muy real.
Buen blog, lo visitare cuando pueda, te invito al mio Los cataros sobre posee un esayo sobre Borgues y su cuento más representativo para muchos, "Tlon, Uqbar, Orbis tertius"
No estoy de acuerdo con el escritor Aira. Me parece que ene stos tiempos es más loable para la juventud tener una iniciación y una maduración con Cortázar.
ResponderEliminarCortázar en sus cuentos logra darle a lo real, un desdoblamiento, una cualidad extraordinaria siempre sin dejar de lado una caracteristica netamente humana.
Para mi Borgues dentro de toda su magnificencia, no logra plasmar problemas cotidianos y reales, y aboga por un mundo en sus cuentos, misticos, metafisicos, problemas universales, una preocupación menos egoísta si se quiere ver así.
Desde ese punto de vista, sí, el mejor cortazar, el más real, es el peor Borgues, el que intenta ser más real.
Buen blog, lo visitarew con frecuencia, te invito al mio, en el de los cataros, e subido un ensayo sobre borgues y el posmodernismo
Me gusta mucho Aira, pero los cuentos de Cortazar y su novela Rayuela son obras que lindan con la genialidad.
ResponderEliminarLlegué a este blog porque alguien me pronunció la frase que da título a la nota. El buscador me derivó aquí (ya tendré oportunidad de inspeccionar), y es imposible no opinar al respecto.
ResponderEliminarNo leí nada de Aira, desconozco su calidad como autor, y sin embargo puedo afirmar que es un estúpido. Alguien que se atreve a decir que la carrera literaria de Cortázar es deplorable, es un auténtico estúpido. Es más que aceptable preferir a Borges (un escritor y pensador excepcional), pero juzgar a otro grande (Cortázar) con semejante desdén y ese dejo de superioridad, me resulta increíble.
Me hace suponer que el señor Aira andaba mal con la venta de libros y necesitaba fama.
Somos hormigas en el universo; intelectuales, aspirantes, o nada de eso, perecemos por igual. Y el señor Aira tuvo semejante necesidad de menospreciar una obra extraordinaria... ¿habrá pensado en su inmortalidad?
Gracias César por no tener miedo de demoler ídolos. El mejor Cortázar un mal Borges? Che, Borges nunca llegó a ser TAN malo.
ResponderEliminarAndrés
ResponderEliminarCoincido plenamente con Aira. Cortazar fue un escritor simplista que buscaba un "truco de efecto" en el final de los cuentos....sirve mucho como iniciación a la literatura de los jóvenes y poco más. Lo más rescatable es "Final del Juego" y "Bestiario"...promediando su carrera se volvió más y más mediocre. Lo último de Cortazar es paupérrimo, realmente patético. Pero al principio brilló un poco aunque sea.