Edilberto Cardona Bulnes y la torre trunca A quien haya leído fragmentos de la obra de Edilberto Cardona Bulnes no le parecerá imposible la historia de un Samuel Beckett enviándole una tarjeta postal desde París a su Comayagua, después que leyera Los Interiores, editado en España en 1973 al obtener el Premio Café Marfil. La duda y el mito es su primer monumento. Al desaparecimiento de Jonás, publicado en Costa Rica en 1980 por EDUCA, y que ha sido motivo de tanta chismografía seudoliteraria, se suma el insólito egoísmo de personas que presumen de ser afortunados poseedores de sendas versiones completas y que no emprenden el trabajo de edición y difusión de esta obra excepcional. Así que, después de la extenuante búsqueda de este complejo monumento estético, poético y filosófico, mimalapalabra lo ha conseguido, y en esta vigecimotercera entrega nos complace haberles arrebatado el fuego a esos seres intrascendentes para dárselo a ustedes los lectores. Lo que sigue es una muestra de este libro mítico, para que después de su lectura coincidan con nosotros en que Edilberto Cardona Bulnes es lo más cercano que tenemos en Honduras a la idea de "poeta iluminado".
Jonás
- 29-IX hablar del mundo y de un otro como el otro mundo. Y del lenguaje como el más completo medio de comunicación humana. Y de una, de otra, o de ti; Muerte, como la otra vida. Y de un blanco relámpago desnudo de dos blancos desnudos como dos piedras juntas en la punta de una torre libres del río lejos una en otra ya como un chorro de lluvia que era dos en la ventana de noche sin ver en el cristal lo que se vio por el otro; o un barco que salió de dos nubes y se fue sin verse más sobre la tarde, o dos raíces fuera de la tierra, sin historia, una a otra, encarnadas bebiéndose sin medio ni distancia para gritarse o decirnos amor, manzana, paraíso, entroncadas en uno en lo que es de uno
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16-IX Pues bien, en aquel tiempo, una vez, y de esto hace bastante, iba en un carruaje. Oscuro. De qué color, no sé, tal vez de arena, de insomnio, de camino. No sabía quién era, ni lo suponía. Únicos viajeros nos confiábamos al cochero invisible. Chirriaban las ruedas sobre la nieve, y en la oscurana de agua al fin se vio que lo estampado era la carne viva de tatuajes.
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17-IX Érase una noche ocre como para callarse de no ser el ruido del coche oiríamos las estrellas que nos vienen como gajos corintos, como racimos trasudando escarlatas. Llegamos a una parte, sola: Página Blanca, y pensamos oír: no ver demasiado lo blanco: ciega. A su tiempo cada quien deja su libro mediando silenciosos solitarios. Uno baja después para no subir más. Al bajar, ¿nos confundimos, confundimos los libros? El carruaje ha seguido, metiéndose en el bosque, en una bruma púrpura. El día sigue a la noche en des-cubrir la ciudad.
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18-X La diferencia de los hijos de la tribu de Leví está aquí en la verdad de su corazón. Que esta poesía i-rreal de Jorge Trakl nos pese más que el realismo de “El Canto General” es del vero cristal de mis ojos de Amnón de la noche imposible. Vos, noche virgen, tenés el peso oscuro, y vos, verdad a oscuras, peso de siglos.
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18-X Manos llenas de gasa de Muerte estas de Celan luchando por huir del velo de la palabra, -no tu secreto fiel, Penélope-. Sagrado tuyo, Yocasta. Ay, que eres ciego rasgándolo. Inservible tu deslumbrado rojo. Fuera, inútil, a arder vacío, quedar para siempre en Colono perdido.
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21-X Tú ansías expresar las cosas. Déjalas. Se expresan. Que se expresen. -Si nos expresaren-. Deja que la palabra se diga. Sea la pintura la que haya de buscar la manta, el cuadro, el color. No al revés. Nazca con él. Bien sentimos que en nuestra boca la palabra agoniza. Bien sabemos que en nuestra mano la palabra muere para re-vivir en el poema, en poesía cuando Poesía la halla. No encuentra. Es encontrada. La re-encontrada. A lo mejor se encuentren, entonces, y siempre lo uno no es sin lo otro así como la flor no es por hallarla, sino por hallarse. La energía crea a la materia como la función al órgano. “Haya luz”; (Génesis-1), y hubo luz.
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2-III Aquí se está en un saco, cosido, con un gallo, un gato y un mono, en el mar, y dentro de la ballena. Todo está en descocer el gallo –el saco-, deshacerse del saco –del gallo-, del gato y del mono. Y entrar de lleno hasta el píloro, quizás al cardias, más no, arriba no. Prohibido. Sagrado. La salida es por el culo.
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20-VIII Tú sabes, Muerte, que si leo, es el perdido libro de Jaser cuando se detiene el plenilunio. Mi poesía es todo lo que no es desde antes muy antes del primer cautiverio. Que si alguien nos acompaña en este río de sombra, ah, Caronte, es mi perro, gemelo del perro de Tobías en el único parto de la hembra de Cancerbero.
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27-V El carnicero apareció ya con el alba degollada. Hubiera sido un claro día. Pero el carnicero está aquí, con el cuchillo, blandiéndolo, y la sangre, ay, manando de la garganta.
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29-11 Y sucede que Judit vuelve, y está aquí, ante Holofernes, ebrio, denso púrpura quitándose los espaldares de oro, el pectoral de plata, el férreo casco azul, las perneras de bronce, tendiéndose en la invalidez del cuello, el descuido del pecho, la confianza del vientre, dejándose a la impotencia de la periferia y franqueándonos por el centro. Soledad. El amparo del arma, afuera. Yacente. Judit, desvistiéndose. Huele la selva virgen de la noche, bullen las cataratas de la noche, llamean las antorchas en la gruta de la medianoche. Desnuda: suntuosa, vestida, de sortijas, sonríes. Centelleo de alfanjes circulares, constrictores, succionantes. Labios ibis en vuelos rozándose las alas encerrando lo hondo del encuentro. Pupilas dilatándose, contrayéndose, suspendiendo, adormilando la paloma del viaje. Aluzas, Ciegas. Se y se cierra para gustar, saborear, devorar, engullir lo que no posee. Troya arrastra el caballo de palo, el oscuro trofeo equino, y en el animal obscuro Edipo vuelvo y entro en demanda de Tebas, del hogar, de mi cuna, del reino de mi madre. Edipo busca por adentro. Judit busca por afuera. La madre se ha cortado al romperse el cordón y Holofernes, por degüello, te escapas de un salto mortal. Lloro de troyanas. Desbande de asirios. En tierra dos ejércitos, dos detritos, dos bultos, vencidos, en la blanda arena azul de un agrio abandono lunar, amaneciendo. El sucio barrendero deja las calles limpias.
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13-IV Hay que cazar la hora. Cuando Dante la cace escribirá La Comedia. Un minuto más, un minuto menos, no podría. Hablará con los muertos de él como antes Homero con sus dioses. La poesía es un diálogo consigo mismo, aún en momentos cuando parece ser con otro semejante. Diálogo de uno ante algo, ante alguien –en esencia- fuera de forma, de la forma. Nunca entre hombres. En poesía no hay ilusiones ópticas, ni auditivas, ni de ninguna otra especie. Si tal fuere, sí, pues equivaldría a la conversación que el hombre -como en una sala de espejos- sostuviera con sus imágenes (anamorfosis) equívocamente reales. Real el surrealismo. Para conocerse mejor hay que conocer a los demás. No hay mundo si no hay un hombre en él y no hay hombre si en él no hay un mundo. Para verse, ver; para ver, verse. Aquí el encanto fatal del iris de Narciso. En un mundo en que no existiera lo que la costumbre considera únicamente como espejo, el hombre se vería, volvería a verse en los otros, o en los no otros. Aquí el fatal desencanto del iris de Narciso. El ojo hace el espejo de él. Del ojo –espejo vivo- al espejo muerto -la copia-. Siempre se ha tenido espejo, aunque estuviere encubierto. El hombre es el espejo del hombre. La viva imagen, consciente, fuera del espejo. El espejo es hacia atrás. Y hacia adentro. El espejo es la muerte de la imagen. Si no hubiera cómo ni en qué poder verse – y vera para mirar, distinguir para diferenciar- el hombre se ignoraría en su precario instinto de conservación a tal modo de enojarse, si esto le cupiere, contra el estorbo en que casualmente tropezare, y le diría: -si esto le cupiere también- bruto, imbécil, estúpido, y le daría una patada, pues el estorbo no sería esto que es sino otro, imbécil, que me molesta. He aquí lo que hubiera sido hombre. ¿Qué? ¿Qué digo yo sin no ser acto de decirme, sin moverme en el ansia, en el sueño, en la memoria? ¿No se es ni se tiene más que el acto solo? ¿Qué puedo decir que soy sin moverme en el saber, en el sentir que soy? ¿Y qué es lo que sido sin el hombre? ¿Ha habido hombre aquí, allá, ayer, ahora? Si así fuese hubiera sucesión, y si hubiere sucesión habrá permanencia, si habría permanencia hay universalidad. Sucesión no es repetición como repetición no es igualdad fuera de sí, si no en sí, sino en sí por esto de lo móvil del hombre a lo inmóvil del ser, no al ser inmóvil, no de ser, y conquistar, re-conquistar desde el ser del estar la permanencia universal del ser. Ser sin imagen. Fuera de ella, caos, confusión, bruma de Babel, la torre trunca. ¿Si no en ella en dónde entonces, ya asunta, la colmada asunción de él, por él, con él y para él? ¿En dónde si no en ella el ser del tiempo, el tiempo del ser, de ser del ser; de ser, y ser tiempo en esencia y permanente esencia única de verdad?
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14-X Vivimos de amor y con amor, de la fe nos mantenemos, de la esperanza que nos sostenemos verdaderamente pobres de solemnidad de las cosas de la tierra. (El mundo es otra cosa.) Vivimos de caridad sin comprarnos nada regalándonos todo. Vivimos de la caridad, de por vida suya, de la caridad de vida de por vida. Nada nos sobra. Nada nos hace falta. Nuestra abundancia colma los veranos para los otoños y los inviernos pálidos. No conocemos otro cielo más que éste que a lo mejor es el único, el mismo que da sobre esta parda ciudad la comba ala de su pájaro azul reclinando de tarde en tarde la bella cabeza sobre nuestra cabeza alzada en alto, en vilo, rozándose. Entre nos hablamos de tus ojos, de tus manos mías, de mi frente tuya, de tus zapatos y mi camisa, de las sábanas con nombre tuyo y mío, en monograma; de las dificultades para mantener siempre limpia la casa con tanto polvo afuera, silenciosa con tanta bulla de carros, fresca ante tanto calor y seca entre tanta humedad. De lo caro de los víveres, la subida de precios, los impuestos, el alto costo de la vida. De los poco amigos que tenemos pero buenos como el pan y escasos como los buenos libros, y hasta de lo desconocido. De los mismos gratos recuerdos que sólo a nosotros hacen gozar porque somos nosotros mismos; de lo que hicimos este año y de lo que haremos en el próximo; del sueño que tuvimos y resultó verdad. De los niños que se pierden en la plaza, de los jóvenes que se embriagaron antes de que comenzara la fiesta y no se dieron cuenta, y de aquella que se volvió triste bajo la lluvia; del baile que no hubo porque no había luz, y de la vieja lámpara que hicimos funcionar en la tiniebla hasta que nos halló el alba, en nuevo día, solos uno en el otro, los dos en nubes en verdadero música bailando enamorados. Del juego que iba a haber y era mentira. De la muchacha que encontraron muerta y no se supo quién era. Del joven que con varios amigos tuvo un accidente fatal pero sobreponiéndose los llevó a la clínica, llamó a los padres y se fue a su casa a darse cuenta con su madre que iba muerto.
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21-X En absoluto no es necesario para nada el poeta en el mundo. Nunca. Desde la vida de su poesía nunca se da solo, sólo en su poesía para entrarnos a la poesía, a la vida poética, a la vida de la poesía, a la otra vida, a la poesía del hombre, de la vida y del mundo, y darnos de todo a lo sumo sólo la imagen sola para hallar en ella nosotros solos la medida sólo de nuestra sola imagen, la medida del silencio, del silencio a la palabra, del espejo al espejismo, de la realidad, de la realidad a la ficción, de la verdad a la mentira, de la muerte, de la muerte a la vida, la proporción de que la ficción es a la muerte lo que la muerte es a la nada, o la identidad de que la verdad es al amor lo que la realidad es a la vida, y en esta dimensión poder saber hasta dónde son en ficción amados los bellos ídolos del amor o en verdad amado el dios vivo de Amor, y hasta dónde somos y estamos de verdad en el tiempo de la vida o en la vida del tiempo y en el ser de la vida o en la vida del ser y ser vivo tiempo del ser, o si estamos y no sabemos en la ficción del ser como ciegos peces de una imposible antártica inexistente para un principio desde el principio muertos en el fondo, o en el boomerang de nadie perdido para nadie, o en el salvaje hielo de una navaja de afeitar no tanto porque se nos empuje una muerte distinta, brutal, salvaje, que al fin y al cabo se habría de conocer, sino que por ella se nos presenta como humano algo no humanoide, humanesco, algo que no llega desgraciadamente ni siquiera a la más triste sombra de un árbol hecho piedra. Es nada. Casa del ser: casa de Dios. Nada. Puras palabras. No más acto de ser del ser. Esta flor. Esta hierba. Nada. Sangre de Abel y sombra. Nada. Palabras. Cuajos de luz. Simples palabras; pura palabra, pura. No sé dónde qué en lo más recóndito de este pañuelo blanco.
- 22-V Yo no hube, no habría querido esto. Hubiera querido, no sé, otra cosa. Hasta habría, quise huir de la Voz. Yo no he querido esto. Quería otra cosa, otra orilla de luz. Qué importa lo que yo haya querido. La voz me subía por acá, y hoy, con los labios quemados, no querría más, no quisiera menos. Y qué importa lo que quiera o quisiere, lo que hubiera o habré querido. Aquí, desencantado, des-encantado todo, no puedo ser feliz. Sin espejo ni marco esta alegría: no seré feliz. Gozo este infierno. Vivo. Alegría sin marca en esta ardiente arena. No querré nada en este hirviente polvo. Ya este infierno es mi paraíso. No quiero nada.
Datos mínimos del poeta
Edilberto Cardona Bulnes nació en Comayagua en 1935 y murió en 1991. Obtuvo en 1973 el Premio Café Marfil de España con el poemario Los Interiores. Jonás se publicó en 1980 en EDUCA, Costa Rica, y –según el mito- sus cuatro mil ejemplares desaparecieron a su llegada a Tegucigalpa.
"Jonás… es un poema mural. El único, en el país, al cual se le podría adjudicar tal categoría". La Palabra iluminada, Helen Umaña.
sería bueno hacer una edición crítica del Jonás... quizás para tratar de desentrañar todo el mosaico de ese laberinto...
ResponderEliminarCardona Bulnes ahora y siempre!
Absoluta razón, Nelson.
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