Por Carlos Rodríguez
Autor de El cuento de la guerra (1971), profesor universitario, dramaturgo, promotor cultural y uno de los primeros actores del cine hondureño, Eduardo Bähr, a sus seis décadas y ocho años de vida, es referente obligado en las letras hondureñas. El martes 10 de junio acudió como invitado al espacio cultural “El narrador en su tinta” que organiza la Dirección Regional de Cultura. Aprovechamos para conversar con él sobre el oficio de escribir y el cine.
Desafortunadamente sí. Pero es su derecho, y ni siquiera tienen culpa de andar con el espejo de sus complejos en la mano. La culpa es la de una masa lectora que no sabe distinguir entre la mediocre estulticia y lo medianamente bueno para leer y atesorar.
A pesar de sus evidentes contradicciones, entre las que quizá las más importantes son el burdo individualismo y la casi total ausencia de causas y motivos históricos y humanos para escribir, me apasiona ver que hoy existen más jóvenes, hombres y mujeres, que asumen el reto de escribir sin temor, como un reto más de su propia vida.
A mi edad los motivos personales han cambiado (¿evolucionado?) Como nunca me ha importado ni me importa la figuración, escribir para mí es un acto reflejo y consustancial; soy un jodión albañil que no quiere que se le caigan los ladrillos y se caga de la risa pegándolos. Me divierto mucho escribiendo y aspiro a sacar una sonrisa de mis lectores, y si lo logro de labios u ojos femeninos, entonces estaré saliendo del confesionario con toda el alma iluminada por la falta, o exceso, de pecados.
Muchos debieron alarmarse cuando usted dijo “a la mierda los lectores”. ¿Cómo deben entender esa expresión?
No tiene nada de peyorativo. Significa que uno no debe dejar que los lectores le dicten lo que debe escribir. Hay que escribir para divertirse y si los lectores quieren divertirse con uno, bienvenidos al circo, riamos todos.
En algunos de sus cuentos no publicados en libro predomina el tema erótico, y a muchos nos interesa saber, pues casi son 10 años que no publica narrativa, cuándo los pasará a los lectores que quieran divertirse con usted.
He estado pensando en eso, ahora es más fácil publicar que en mi época. La dinámica actual es que el escritor mismo edite sus libros.
Las circunstancias del cuento no deben exceder lo naturalmente expeditivo o explícito y éste no debe contener relaciones, hechos y palabras insultantes para los lectores, lo que no se desprende de la imaginación y se queda en vulgar fantasía lo es. Nada de lo que en el cuento se haga debe tener más objetivo que el de asombrar y divertir. Y sobre todo, un cuento erótico huye de la mediocridad y de la vulgaridad. La literatura erótica debe infundir respeto al escritor que la asume. Si va a servir para garrapatear en el papel palabrejas e ideas huecas y nuestros propios complejos y estupideces, mejor sería irse a cosechar papas desnudas.
Hay una cinta quizá olvidada: Utopía (1975), del chileno Raúl Ruiz en la que usted actuó y pocas personas lo saben...
En realidad no queríamos ser actores, pero lo hicimos por la amistad con Sami. Raúl se había “chupado” parte del dinero del proyecto y Sami lo ayudó.
Sí, pero también por la amistad con Sami Kafati. Además, aún sin terminar el proyecto me fui a Estados Unidos para estudiar porque gané una beca. Sami entendió y me esperó.
¿Cree que el cine en Honduras se estancó con la no finalización de No hay tierra sin dueño, que se estrenó hasta este siglo?
Definitivamente.
¿Sigue en el olvido, también de Sami, el proyecto de ley para el Fomento y Desarrollo del Cine en Honduras?
Rodolfo Pastor Fasquelle le ayudó en esa época, pero el proyecto quedó engavetado. Ahora de nuevo se ha llevado, actualizado, al Congreso Nacional.
Tiene un futuro alentador. La parte que faltaba, que es la académica, se está cumpliendo. Hay jóvenes con preparación profesional que se han formado en el extranjero. Es un género que sí necesita apoyo financiero, pero aún nos perjudica el anacronismo de cierto sustrato social conservador que ve demonios hasta en la sopa. El cine es un campo multidisciplinario, hay espacio para escritores, técnicos, editores, fotógrafos, escenógrafos, diseñadores y productores; la gente que tiene la plata debe entenderlo.
E.B. siempre tan desenfadado para hablar, pero sobre todo tan certero con repecto al oficio de escribir. Siempre me ha gustado mucho este autor, "Fotografía del peñasco" un libro referente, ineludible para cualquier aspirante a escritor y obligatorio para cualquier "académico". Lo único que no me gustó fue lo que el periodista Carlos Rodriguez, le preguntó, acerca de las distinciones entre la literatura erótica y la pornográfica, no porque no sea necesario sino porque los lectores deben ir percibiendo, en la medida en que leen, las diferencias entre uno y otro. Sé que él no hizo la pregunta para despejar sus dudas, ojo, lo aclaro antes.
ResponderEliminarPor una manía bastante tonta, siempre que he leído a Eduardo le he buscado algún error de construcción en su prosa, pero, pese a mis detectivescas lecturas, Eduardo luce perfecto. Me impresiona su consciencia del oficio, admirable hasta en sus entrevistas. Gracias, editores de mimalapalabra.
ResponderEliminarDe nada.
ResponderEliminarMuy bien Eduardo, desde que leí "El cuento de la guerra" y vi "El cuerpo repartido/ el mundo al revés: Utopía", me despertó una gran admiración. Tiene un espíritu rebelde, inspirador, de esos que enternecen a los jóvenes creadores.
ResponderEliminarno soy mucho como para expresarme en este tipo de cosas: lo unico que me basta decir de eduardo bahr, es que es uno de las pocas personas que ayudan a los demas escritores u otros a seguir su oficio, haciendoles ver si estan en el camino correcto o no,. afortunadamente su inteligencia y el nombre que tiene. en esta linea artistica, no le han afectada. le valen verga, como el mismo dice.
ResponderEliminarsolo nos resta agradecerle a eduardo, por la colaboracion que hace en este mundo artisto, ojala que muchos artistas o todos los artistas sigan su ejemplo.