Espejismo, sombra, abismo: la poesía de Murvin Andino
El mundo según Murvin Andino (San Pedro Sula, 1979) es un desierto del que la esperanza ha sido desterrada, un páramo frío donde ni siquiera el amor o la razón perviven, la ternura, la comprensión y la esperanza son sólo espejismos e ilusiones pasajeras. El mundo es, en resumen, el infierno, y no es necesaria la redención porque no la hay, sólo el castigo existe y se llama vida.
En su colección de poemas breves "Las Rubaiyát", el escritor y matemático árabe Omar Khayyám nos llama a alegrarnos con el vino y el amor porque la vida es breve: "Un día, tu alma dejará el cuerpo y serás arrastrado tras un velo fluctuante entre el mundo y lo incognoscible. Mientras esperas ¡sé feliz!". En los poemas de Murvin Andino, los paraísos artificiales y el erotismo son satisfactorios, pero tan fugaces como lo son para Khayyám. "La ebriedad también es una sombra", dice en su poema "La hora del abismo".
Cuando la sensualidad fracasa, algunos privilegian a la razón, con la que buscan ordenar el caos; según la poesía de Murvin Andino, al final ni siquiera la razón tiene importancia. Todo es devorado por el caos, y si con nuestra mente y nuestra imaginación construimos algo cercano al orden, también esa construcción es un espejismo, una dualidad paralela igual de desesperante. La existencia y el amor son un desfile de reflejos, de imágenes sin profundidad ni forma, de seres que se encuentran momentáneamente en el deseo: "sombras que se abrazan ante un espejo ciego", "dos espejos blancos y ciegos que se agotan en los besos".
En uno de sus versos se lee, como una forma de vacío existencial: "Esta silueta detrás de la nada es un abismo inerte". Sólo existe el caos y como opción de escape, la locura, la música, la realidad está, así, habitada por formas indefinidas, hundidas en la nada, en el caos primordial: "música que sólo permite la locura y me repite..."
Para Murvin Andino, eso somos los humanos, criaturas incomprensibles, contradictorias y absurdas que vagan sin nombre ni rostro por un paisaje desértico, gritando nombres de seres amados o de dioses imposibles para una falsa espera mientras soñamos la otra nada de la muerte.
Nocturnos dioses
Algunos viejos recuerdos
son aún nocturnos dioses.
Nada se esconde en la tormenta,
y aparece en todas partes la muerte.
El cielo fue hecho con música,
el cielo que apenas veremos al
cegarnos,
música que sólo permite la locura
y me repite…
Dolor pájaro,
noche sin altura y sin campanas
el cielo fue hecho para ti,
para todos los muertos,
aquellos que creemos en la vida,
los dioses vivos, los mares muertos.
Música de todos los demonios,
los dulces demonios del amor, del dolor,
música de puertas con orillas inmortales
música de la ausencia y colores siniestros.
La maldición de las noches de copas,
ahora o nunca…
El ruido despierta las horas y estalla
también el cielo,
la maldición del hombre artificial.
Vamos a romperle huesos al destino,
vamos a dejar que se consuma,
una semana para que nadie muera, nazca o sufra.
Cuerpo a cuerpo
Viene la hora siguiente.
La del amor.
Escucho el grito que llama.
La sangre aguarda el momento del abismo.
Viene la hora sublime.
Creí en lo absurdo, falso y desquiciado.
Llegan las voces del exilio y del dolor,
llega la Parca con su traje de luna.
Cuerpo y voces son todo,
cuerpo a cuerpo dos espíritus sedientos.
Sombras
La hipócrita luz volvió a ser simple y
\vacía como antes.
Hagamos una fiesta.
El vino es siempre agradable,
vamos a embriagarnos otra vez
antes del viaje y antes del retorno,
vamos a cegarnos al odio.
Aquí me rompo la vida y me despido de lo bueno,
el espíritu me estalla en partes que sangran,
se vuelven tiempo que llora silencioso.
Lo invisible, lo menos abrazado nos espera,
en esa otra luz, la que sufre el enigma del veneno.
Lo que preguntan mis mentiras es un desierto con estatuas,
puertas cerradas, botellas vacías y fantasmas que nunca olvido.
De la luz nace un cuerpo enfermo,
relámpago mudo y sucio
que nos mata el tiempo distante y condenado.
La carne tiembla y sufre conmigo
los espacios rojos de este mundo.
Vine a mi encuentro con la vida,
a llorar por la partida de las sombras,
por la profundidad de los caminos
y las voces
que reviven en mí.
Sólo encontré escombros,
el vino lo hizo postergable,
todo fue un mañana incierto,
nadie vio la caída,
nadie escuchó el llanto.
La luz es una espera en el barro
del principio,
única caricia, última mirada,
digamos adiós a las diosas,
Good bye my lover, good bye.
La hora del abismo
Oscuro y desolado
está el mundo
Vamos a dormir mientras otros nos sueñan y nos matan,
vamos a pasarnos la noche desvelando estrellas,
la ebriedad también es una sombra.
El mundo es una plaga, hay que
olvidarlo,
hay que borrarlo de nuestros destinos,
caminos, moradas.
Es insoportable.
Mi vida es mi soledad,
sin amor, mi existencia es la mala
suerte de los vicios,
mi muerte, el lugar que ocupa mi cuerpo,
el silencio que sale de mis ojos,
mi sangre, los besos ciegos y torpes,
mi memoria.
Oscuro y desolado está el mundo
y es casi la hora del abismo.
Último recuerdo
Una mano, un beso, un abrazo;
el amor que tanto he temido.
Sube la sangre hasta el último espacio,
hasta la tierra.
Agita las olas, mueve el viento
corazones muertos,
escapan del fondo circundante y sin retorno, hasta
una caricia perfecta que nos afecta el alma.
El frío aguarda, prepara su festín
desenfrenado y sórdido,
hay que esperar una silueta blanca,
hay que aguantar las horas cercanas al cielo.
Silencio, voy a soñar... una tarde completa,
una vida desenfrenada y llena de soledad,
no me amen, ni me escuchen,
silencio, voy a vivir un sueño,
a morir unas palabras después,
unos besos antes, un amor más tarde.
Voy a esconderme en las cenizas,
seré música,
criatura inexistente que engaña la vida,
y que nunca dejará de esperarme,
pequeña sombra y estatura ausente, tristeza mía.
La música sigue, es eterna, el dolor no
acaba nunca ni se olvida.
Me parece una obra digna y felicito al autor por tan loable poesia.
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