Por Giovanni Rodríguez
El caso del escritor fantasma Antoni Casas Ros le encantaría a Hércules Poirot, ese detective de las novelas de Agatha Christie que siempre acaba descubriéndolo todo y aclarando el misterio del robo, del asesinato o de la desaparición de una persona.
Se sabe que el nombre Antoni Casas Ros se le atribuye a un escritor catalán que escribe en francés, que a los veinte años se le desfiguró el rostro por un accidente –en el que además murió su esposa- en una carretera tratando de evitar a un ciervo que la cruzaba. Se sabe también que es matemático, que vive en Roma y que sale de su casa sólo por las noches, cuando puede confundirse entre la gente y las sombras sin llamar la atención. Se sabe que su primera novela, El teorema de Almodóvar, fue publicada originalmente en francés el año pasado y que ahora la publica Seix Barral en español, que se comunica con sus editores por teléfono o por correo electrónico y que en la solapa del libro (en su edición francesa con Gallimard) aparece representado únicamente por un hombre desnudo, con la cabeza baja y unas astas de ciervo coronándola.
Todo esto lo sabemos porque en su novela habla precisamente de eso. En un ejercicio de riesgo similar al que hiciera el novelista norteamericano Bret Easton Ellis con su novela Lunar Park, publicada en 2006 por Mondadori, en la que toma como pretexto algunos años y episodios reales de su vida para crear una ficción espeluznante, este francocatalán nos presenta una supuesta autobiografía en la que además revela que su único contacto interpersonal físico lo establece con un transexual y que un cineasta de apellido Almodóvar se propone llevar su historia al cine.
Mucho se ha especulado en torno a la identidad de este novelista. Algunos señalan –no sin cierta razón- a Enrique Vila-Matas como el escritor escondido bajo ese velo de misterio, tanto por un epígrafe en la novela de Casas Ros, una cita del poeta argentino Roberto Juarroz: "En el centro del vacío hay otra fiesta", aparecida también en Exploradores del abismo, de Vila-Matas, como por el asombroso parecido de sus respectivas listas de autores preferidos, entre quienes coinciden Cortázar, Bolaño y Fresán; y otros apuntan al escritor Sergi Pàmies que, al contrario que Casas Ros pero precisamente por eso igualmente sospechoso, nació en Francia y escribe en catalán.
“Para tener una vida, hace falta un rostro”, dice Casas Ros en su novela, y eso es lo que al parecer la justifica, o al menos lo que da pie a este probable gran simulacro tramado por Vila-Matas o por Pàmies o por cualquier otro. Lo cierto es que este supuesto autor ha irrumpido en la ficción de inmejorable manera, ya que no sólo su novela ofrece literatura sino también su vida, o su supuesta vida.
¿Dónde acaba la realidad y empieza la ficción? Ésta parece ser una pregunta importante en la narrativa más arriesgada de los últimos años. La respuesta, afortunadamente, se desconoce. Porque la idea es precisamente esa: motivar la pregunta y dejar que el lector se parta la cabeza, si quiere, tratando de encontrar la respuesta. Que Antoni Casas Ros exista o no exista, que Vila-Matas haya logrado al fin conseguir lo que buscan reiteradamente los personajes de sus libros: la desaparición del sujeto, que a algunos lectores esto les interese demasiado es lo de menos. Alguien –Casas Ros o quien sea-, en algún lugar de Roma o de Barcelona o de Francia se ríe secretamente de todas estas conjeturas. Y yo también.
Loco, Todas las entradas que has metido en el blog sobre esta especie de Darkman de la novela contemporánea hablan de sus fantásticos métodos de ocultamiento y de sus no menos inventivas tretas para darse a conocer, pero al final rodean la cuestión que me parece verdaderamente importante: ¿Tiene valor literario "El teorema de Almodóvar" o es sólo una impostura sin ninguna virtud, ni siquiera la de divertir al lector?
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