Tan claro como que el doblaje en el cine es una práctica nociva es el hecho de que la industria que se dedica a esto lo sabe y aún así no está dispuesta a ceder. ¿La razón de esta negativa? Lo de siempre: el maldito dinero, la gran cantidad de gente (otra vez la masa, maldita sea) que dejaría de asistir a las salas de cine españolas porque Brad Pitt y George Clooney no dicen "guay" sino "nice", no dicen "joder" sino "fuck", no dicen "tío" sino "man"; sólo por eso. Todavía no me repongo de la vez en que, cambiando canales en la televisión, di con la película Ojos bien cerrados (Eyes Wide Shut), la última de Stanley Kubrick, y durante los dos minutos que mis ojos se mantuvieron abiertos y mi estómago aguantó aquello, pude ver (y oír, oír sobre todo) a Nicole Kidman decir, luego de una pesadilla, algo parecido a esto: "Soñaba que me follaban muchos tíos, tíos blancos, tíos negros, tíos amarillos, y me follaban, y me follaban, y me follaban". Juro que por un instante estuve a punto de odiar también a mi adorada Nicole Kidman, pero afortunadamente pude deslindar a tiempo la imagen del doblaje. En fin, dejo aquí fragmentos de un reportaje en la edición de hoy de adn.es en su sección de cultura que reabre el debate:
Las declaraciones de Eduardo Noriega hace algunas semanas asegurando que el doblaje es una herencia franquista han reavivado la polémica entre defensores y detractores del doblaje, un debate frecuente en la industria cinematográfica española.
Las voces de la industria críticas con el sistema del doblaje lo tienen claro: es una práctica que adultera la esencia original de una obra de arte. "Es una modificación esencial de la obra, como podría ser colorear una película en blanco y negro o alterar el formato de proyección. Yo prefiero ver una película en su formato original de imagen y sonido a un visionado adulterado", mantiene Jaime Rosales, uno de los francotiradores más experimentales del cine español.
El cineasta catalán Cesc Gay, uno de los más fervientes defensores de la versión original, prefiere tomárselo desde un punto de vista más irónico: "Imaginemos por un momento a Bruce Springsteen cantando doblado con acento del Hospitalet y diciendo 'Nacido en Estados Unidos, Nacido en Estados Unidos'".
Juan Pinzás es el único director español que ha rodado bajo el sello Dogma 95, un movimiento que propugna el hiperrealismo en el cine. En su opinión, "el doblaje, en parte, es una falsificación". "Hay que ver la película tal y como fue creada, con el sonido directo. De lo contrario, estamos destrozando una obra de arte".
Pero, ¿Por qué se sigue doblando? (Aquí viene lo del pisto):
Para José María Caparrós, profesor de Historia Contemporánea y Cine de la Universidad de Barcelona, "A las majors -sucede también en Italia- les interesa mantener el doblaje, para que no les repercuta en la taquilla, tan diezmada en estos momentos de crisis".
"Las majors tienen mucho poder, para qué engañarnos, y no van a renunciar a corto plazo a lo que recaudan con las versiones dobladas en grandes salas. Sin duda, es un problema de industria, pero también es necesario que haya una inversión del Estado que pueda potenciar las salas en versión original", reclama Pinzás.
Rosales secunda la opinión de Guillén Cuervo: "Si de verdad existiese una fortísima demanda de versión original, el mercado respondería rápidamente. No es que todo el mundo quiera ver películas en versión original a toda costa y las grandes distribuidoras se lo impidan".
"Es cierto que el público evoluciona y cada vez demanda más versión original. Es una progresión lenta, pero innegable. Las majors tratan de frenar esa progresión, por leve que sea. La codicia humana es insaciable", reflexiona Jaime Rosales. Juan Pinzás secunda esa opinión: "al público joven le gusta acercarse a la versión original. Está más concienciado de que la película, sin doblaje, gana más".
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