lunes, 5 de enero de 2009

Memoria del solo

¿En qué ajeno paraíso abandonaron

mi humeante corazón, quemado vivo,

las mujeres que amé?

¿Bajo qué cielo raso se desnudan

y muestran victoriosas el reino que perdí?

Yo, en cambio, nada guardo: ni dicha ni rencor.

Una a una me dieron la gloria merecida

y derrotado fui con sus mejores armas.

El amor es la única batalla

que se libra en igualdad de condiciones.

Yo no pude escudarme, devolver las palabras

con la misma osadía, y los más leves golpes

me alcanzaron de lleno a la altura del pecho.

Dado ahora a morir en cama extraña

(orgulloso de mí, en paz conmigo)

cierta gloria atesoro, ciertos nombres

como el viejo guerrero que alivia sus heridas.

Rigoberto Paredes, La estación perdida (2001)

Foto: Escena de Breakfast at Tiffany's