jueves, 5 de marzo de 2009

21-X

(Tomada en el cementerio de Trinidad, Santa Bárbara, por Gerardo Torres)

En absoluto no es necesario para nada

el poeta en el mundo. Nunca. Desde la vida

de su poesía nunca se da solo, sólo

en su poesía para entrarnos a la poesía,

a la vida poética, a la vida de la poesía,

a la otra vida, a la poesía del hombre,

de la vida y del mundo, y darnos de todo

a lo sumo sólo la imagen sola

para hallar en ella nosotros solos

la medida sólo de nuestra sola imagen,

la medida del silencio, del silencio

a la palabra, del espejo al espejismo,

de la realidad, de la realidad a la ficción,

de la verdad a la mentira, de la muerte,

de la muerte a la vida, la proporción

de que la ficción es a la muerte

lo que la muerte es a la nada,

o la identidad de que la verdad

es al amor lo que la realidad es a la vida,

y en esta dimensión poder saber

hasta dónde son en ficción amados

los bellos ídolos del amor o en verdad

amado el dios vivo de Amor,

y hasta dónde somos y estamos de verdad

en el tiempo de la vida o en la vida

del tiempo y en el ser de la vida

o en la vida del ser y ser vivo tiempo

del ser, o si estamos y no sabemos

en la ficción del ser como ciegos peces

de una imposible antártica inexistente

para un principio desde el principio

muertos en el fondo, o en el boomerang

de nadie perdido para nadie,

o en el salvaje hielo de una navaja

de afeitar no tanto porque se nos empuje

una muerte distinta, brutal, salvaje,

que al fin y al cabo se habría de conocer,

sino que por ella se nos presenta

como humano algo no humanoide, humanesco,

algo que no llega desgraciadamente ni siquiera

a la más triste sombra de un árbol hecho piedra.

Es nada. Casa del ser: casa de Dios. Nada.

Puras palabras. No más acto de ser del ser.

Esta flor. Esta hierba. Nada.

Sangre de Abel y sombra. Nada.

Palabras. Cuajos de luz. Simples palabras;

pura palabra, pura. No sé dónde qué

en lo más recóndito de este pañuelo blanco.

Edilberto Cardona Bulnes, Jonás, fin del mundo o líneas en una botella (1980)