miércoles, 12 de agosto de 2009

Caen en el vacío dos palabras mayores. Roberto Sosa

La palabra Democracia, hoy por hoy,

ha sido despojada de su significado.

Los hipócritas, como sólo ellos saben hacerlo,

se llenan las fauces con su nombre.

Los reaccionarios,

envueltos y dilatados por la acústica de su enorme ostra,

hablan de ella.

Impenetrables

y sin emociones, alojados dentro de la cúpula

del poder absoluto,

los asesinos y los ladrones dibujan su nombre

sobre el punto más frío de la página en blanco.

Fuera de fábula, manejado a control remoto

el cerdo mayor de la piara gruñe su nombre

y ordena

a sus hombres de presa (de preferencia en la madrugada)

la cacería y el destace

de aquellos ciudadanos sensibles a la indignación.

Ese,

el más pálido de los mercaderes del Nuevo Templo y su relámpago

-dueño y señor del pánico total-

esconde el tamaño de sus actos

detrás de la palabra Democracia.

Acorralada por un club exclusivo, Miss Universo

abre su sonrisa

de delincuente fílmica y expulsa su nombre.

El poeta-astro, el de la vista gorda color verde botella,

sale del agujero de su aldea electrónica apresurado hasta el color gris

a roer un poemita, todoazul, a los pies de la santa

Democracia.

En el mismo estado de descrédito, por razones idénticas,

ha caído en el vacío otra palabra mayor: Dios.

Roberto Sosa, Secreto Militar (1985)

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