Javier Adler
Rebelión
Habitualmente se etiqueta al diario ABC de conservador y a El País de progresista. En la forma esto supone unas diferencias sensibles, pero el fondo, sobre todo en política internacional, es esencialmente el mismo. El caso de Honduras ilustra a la perfección esta coincidencia de intereses.
Antes de comparar los últimos editoriales que ambos periódicos han publicado sobre el tema (23/09/09), conviene dejar claro un principio sobre lo que significa apoyar un golpe de estado. Esto no es únicamente la declaración explícita de tal apoyo, cosa muy rara en nuestros “democráticos” medios de comunicación, sino fundamentalmente la renuncia a revertir el golpe por algún medio factible. De este modo, cualquier pseudoiniciativa para devolver el poder al gobierno legítimo que pase por una “hoja de ruta” imposible supone, a todos los efectos, el apoyo al gobierno golpista. En este punto es donde encontraremos las mayores diferencias, insisto en que sólo de estilo, entre ABC y El País.
Sobre la llamada “solución dialogada” en Honduras lo primero que debe decirse es que es absurda, y por tanto no puede ser solución. En efecto, si las diferencias entre las dos partes podían resolverse con un diálogo libre y sin coacciones, no se habría recurrido a una medida de fuerza como el golpe de estado. Y si el diálogo sólo funciona tras amenazas y presiones entonces no es una solución dialogada sino una capitulación. El problema es que las presiones de los países más poderosos, en especial Estados Unidos, han sido tan calculadamente tibias que el gobierno golpista se ha sentido suficientemente fuerte como para aguantar hasta la farsa electoral de noviembre.
En el editorial del ABC estos hechos se interpretan diciendo que “cualquier solución dialogada al conflicto interno es una quimera”, así que “la cita electoral convocada el 29 de noviembre” es la “única salida airosa y pragmática”.
En cambio, El País declara que “ha llegado el momento de volver a una versión revisada del plan del presidente de Costa Rica”, que “contemplaba en julio que el jefe de Estado depuesto regresara a la presidencia con poderes reducidos”. Finalmente añade El País que “unas elecciones presidenciales adelantadas sentenciarían la situación.”
Por tanto, la única diferencia real es que El País apoya una pantomima en la que Zelaya volvería formalmente al poder pero sin poder hacer nada, esperando unas semanas hasta la “sentencia” electoral. En ambos casos se apoya el objetivo principal del golpe, que era impedir la consulta popular para cambiar la Constitución, algo que un presidente con “poderes reducidos” no podría hacer.
A partir de aquí, el apoyo descarado de ABC a los golpistas debe legitimarse más fuertemente con su propio discurso. Lo primero es no reconocer que hubo un golpe de estado, presentando a Micheletti como “acusado de impulsar un golpe de Estado”, como si fuera un tema controvertido. Lo segundo es dotar a los golpistas de legitimidad, señalando que Micheletti está “respaldado de las instituciones”. Además,
“Ninguna institución democrática del país -las mismas que Zelaya había utilizado para preparar el terreno y perpetuarse en el poder importando a Honduras los abusos cometidos en Venezuela, Bolivia o Nicaragua- se rebeló contra su expulsión y ninguna ha exigido su retorno”.
Siguiendo la habitual propaganda sobre este tema, se defiende a unas instituciones “democráticas” que expulsaron violentamente a Zelaya del país para supuestamente evitar que se convirtiera en un dictador. Es una inversión total de la realidad que sólo puede tener sentido para quien acepte acríticamente las informaciones falsas que difunden estos medios (1)
La táctica de El País es algo distinta, presentando la situación reciente en Honduras como de una plácida vuelta a la “normalidad” al calor del gobierno golpista, que ahora Zelaya ha complicado,
“La inesperada reaparición en Tegucigalpa del depuesto presidente de Honduras, tras casi tres meses de exilio, ha sacado bruscamente de su adormecimiento la crisis política del país centroamericano.”
“Crisis adormecida” es una contradicción en sus términos, pues una crisis política implica tensión; si hay adormecimiento, no hay crisis sino la aceptación resignada de los hechos consumados. Lo que realmente ocurre es que sí ha habido adormecimiento, pero sólo mediático y para los adormecidos lectores de El País, porque la resistencia hondureña no ha dejado de actuar a lo largo de los casi tres meses transcurridos desde el golpe de estado (2). Ahora, con su cinismo habitual, El País asegura que “nada hay más importante ahora en Honduras que evitar el derramamiento de sangre”, como si los golpistas fueran unos angelitos de la caridad y no hubieran matado, torturado, reprimido y detenido a mansalva. (3)
Este falso discurso pacifista, tan hipócrita y selectivo, revela además el ideario antidemocrático de esta prensa,
“Si el golpe de Estado de junio fue absolutamente condenable, igualmente lo sería intentar darle la vuelta mediante la violencia. La dividida Honduras no tiene en estos momentos otra salida mejor que una mediación cualificada, preferentemente regional.”
Resumiendo, para El País el pueblo hondureño no tiene derecho a decidir cómo encarar su situación, no está “cualificado” para hacerlo. Por supuesto que no es cuestión de promover, desde fuera de Honduras, una acción violenta para echar a los golpistas, pero sí de reconocer la legitimidad de los hondureños para combatir la dictadura como crean conveniente. Porque los medios ignoran la violencia que implica el mantenimiento de la actual dictadura e ignoran la violencia que perpetúa un sistema donde la mayoría de la población está condenada a vivir en la miseria. Y lo que se ignora no se puede condenar.
Fuente: rebelión.org
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