El escritor Enrique Vila-Matas el año pasado en Barcelona. Fuente: Santi Cogolludo, elmundo.es
Vicente Ferrer. Madrid
El escritor catalán acudía a Berlín para participar en un coloquio sobre el poder de los premios literarios organizado por el Instituto Cervantes. Él, galardonado en no menos de 14 ocasiones, manifestó su opinión respecto a la política de estos certámenes: "En la mayoría de los casos, [los premios literarios] tienen que ver con la ética del comercio. Una especie de farsa a la que se prestan desde escritores hasta medios especializados".
Siempre reflexivo, el autor de El viaje vertical o París nunca se acaba -entre otros- protagonizó recientemente el traspaso del verano de nuestras letras; tras veinticinco años y dieciséis libros publicados en Anagrama, acaba de terminar una novela de 200 folios, Dublinesca, que será publicada por Seix Barral en marzo de 2010. Un cambio de aires del que prefiere no hablar, pero que, en lo práctico, multiplicará la repercusión humana y comercial de sus obras.
¿Cómo ve el mundo literario hoy en día?
El universo literario es una gran industria mundial en la que todo el mundo se conoce y donde el terror es el común denominador. Un mecanismo tan grave y tan terrible que nunca había imaginado antes. Hace muchísimos años me dedicaba únicamente a escribir y no conocía nada de la industria literaria, ¡bastante trabajo tenía con conseguir que me publicaran los libros! Más adelante, gracias a la experiencia, uno adquiere una visión más compleja. Pero seguramente irá todo de mal en peor; a veces pienso que ha sido así desde el principio de los tiempos. Kafka decía que hay un malentendido inicial que es el que provoca la decadencia posterior.
Frente a frente, el escritor se ocupa de alimentar sus dos señas de identidad más reconocidas: la afición a citar autores y un sentido del humor jocosamente pesimista. Vila-Matas sonríe mientras habla del terror; le gusta ser teatral, jugar con su interlocutor, multiplicar las interpretaciones de cualquier sentencia. Es cauto, pero honesto; nervioso, pero contenido. Vive por y para la literatura.¿Cómo será la trama de 'Dublinesca'?
Es un libro sobre alguien que tiene un sueño premonitorio y apocalíptico que ocurre en Dublín. Por eso, anunciará su viaje a la capital irlandesa. Una vez ahí, la novela transita y muestra los sentimientos de ese sueño, dentro de una atmósfera relacionada con la ciudad que ha visto pasar la cumbre de la literatura desde la era de la imprenta. Será una especie de paseo por el puente que uniría esa cumbre -representada por el Ulises de Joyce-, con su posterior descenso: la figura y obra de Samuel Beckett. Al mismo tiempo, actuará como comentario y observación a la etapa de transición entre la era Guttenberg y la era digital, que es la época en la que hoy vivimos.
¿Qué novedades hay respecto a sus obras anteriores?
Quizás es la primera vez en que una de mis novelas está calculada para que tenga una gran diversidad de lecturas; aspira a dar mucha libertad al lector. Me gustaría que sus tramas internas permanecieran ocultas hasta el mes de marzo, aunque creo que jamás sabré contarla ni siquiera yo mismo: para mí es la tipica historia que sólo se puede conocer una vez la has leído. Por otra parte, creo que jamás podría resumirse en dos segundos, ni leerse de un tirón. Sin ser difícil, está concebida para ser leída con detenimiento y concentrarse en cómo avanza la acción.
¿Cómo se siente al escribir después de tantos años?
Es complicado. A veces uno se pregunta: '¿Qué hago yo en mi casa tratando de escribir bien esta página durante las últimas cinco horas?, ¿cómo es posible que siga interesado en esto?' Pero lo necesito. Escribir forma parte de mi realidad. Incluso me ayuda a pasar el tiempo. Es algo que está ahí, que siempre estará, y que siempre tendré conmigo. En última instancia escribo, como diría Borges, aunque sólo sea para 'justificar toda mi vida con un trabajo bien hecho.'
Tomado de elmundo.es
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