domingo, 8 de noviembre de 2009

Escribir desde el exilio



Chaplin y Con la congoja de la pasada tormenta.

Giovanni Rodríguez

Con la congoja de la pasada tormenta. Horacio Castellanos Moya. Tusquets editores. 308 Págs. Barcelona. 2009.


Hay pocos nombres que se le comparen a Horacio Castellanos Moya (Tegucigalpa, 1957) en el panorama actual de la literatura centroamericana. Rodrigo Rey Rosa, Sergio Ramírez y poco más. Y es paradójico que una consideración como ésta gane más adeptos afuera que dentro de nuestras fronteras. Una de las razones podría ser que en los últimos años las novelas de Castellanos Moya han tenido mayor difusión en España y en algunos países latinoamericanos, incluso con traducciones a varios idiomas y éxito de crítica internacional, antes que en la propia Centroamérica.

Y sin embargo con sus cuentos se ha producido el fenómeno inverso. Es posible que en Centroamérica y México algunos se hayan enterado de su trayectoria como cuentista, pero en el resto del mundo literario en español, el que a la larga viene a ser casi el único importante y que tiene que ver con las ediciones en España y su distribución en Latinoamérica, Castellanos Moya es un escritor en cuyo currículum identificamos, sumergido entre abrumadores datos relativos a la publicación de sus novelas, el dato curioso de haber publicado alguna vez en México, El Salvador y Guatemala algunos libros de cuentos. En este sentido, la reciente aparición de Con la congoja de la pasada tormenta es una saludable actualización a su trayectoria.

Están aquí reunidos “casi todos los cuentos” que Horacio Castellanos Moya ha publicado desde 1987 hasta 2007, en una edición que viene a saldar una deuda que su autor pudo haber contraído, sin querer, con sus lectores más recientes, pues habrá que recordar que los libros en los que estos cuentos aparecieron inicialmente son imposibles de encontrar actualmente en otro país que no sea El Salvador o Guatemala, en donde siguen reeditándose algunos con tiradas conservadoras.

Pero con este libro, repito, Castellanos Moya ha ganado una batalla al tiempo y a la memoria. Y nos ha traído 22 ficciones breves que no acusan el paso de ese tiempo pero que sí ubican en nuestra memoria, evocándolos, una serie de acontecimientos inherentes a nuestra historia centroamericana, y de paso, nos ofrece la visión de unos personajes marcados por la violencia y el horror y que se ven obligados a huir hacia territorios más habitables.

De todos los personajes narradores que encontramos en estos magníficos cuentos podríamos extraer uno que sería su denominador común: el hombre solitario, indolente, culto e intelectual, arisco, un hombre que prefiere “la soledad de un acostón eventual al amor que se vuelve rutina”.

Quedémonos entonces con ese personaje-denominador común en todos estos cuentos y comparémoslo con la atmósfera que se respira en cada uno de ellos. Así podríamos extraer la conclusión de que su actitud, su carácter esquivo, su temperamento tiene, efectivamente, razón de ser pues ha sido formado y pulido en ambientes hostiles, ambientes marcados esencialmente por la guerra civil salvadoreña ocurrida más o menos entre los años 1980 y 1992. Cómo no va a ser cauteloso y desconfiado este personaje si en la situación político-social de su país cualquiera podría ser un verdugo, si la violencia anda suelta en las calles y no existe la posibilidad inmediata de la paz. Imposible obviar, también, las palabras de Roberto Bolaño sobre Castellanos Moya: “Es un melancólico y escribe como si viviera en el fondo de alguno de los muchos volcanes de su país”.

“Los animales y los locos asolan esta ciudad. Los primeros son bestias salvajes, sanguinarias, voraces, inmunes a otra inteligencia que no sea el pillaje; los segundos surgieron para combatir a los primeros, pero a medida que su lucha se ha ido prolongando, se parecen cada vez más a sus enemigos”, se lee en el cuento “El gran masturbador”. Y en medio de este paisaje, lo que al personaje, quizá perteneciente a esa “raza de escépticos, apáticos, contempladores y víctimas de la acción”, le ayuda a respirar un poco es el whisky o la cerveza, los prostíbulos y de vez en cuando los libros. Son estos los provisionales antídotos contra la congoja.

Una impresión que produce este volumen de cuentos es que el conjunto se acerca mucho al conjunto de partes de lo que podría constituir una novela; y esta impresión se deriva no sólo del resultado de encontrar personajes comunes (con nombre y apellido) de un cuento a otro sino también de la atmósfera que casi todos ellos (los cuentos) transmiten, con la guerra civil y sus consecuencias muchas veces de exilio y muerte; y con el papel del individuo común y corriente que sin pretender formar parte activa del curso de la historia de su país, por una razón o por otra, acaba finalmente involucrado, como en el cuento que da nombre al libro.

Por esta impresión de conjunto que acabo de mencionar es que tiendo a abordar su lectura de manera global, sin detenerme particularmente en cada uno de los cuentos, y por eso, al plantearme las primeras conclusiones, observo que hay dos grandes temas que atraviesan el libro: el del conflicto político-social en El Salvador y el de las también conflictivas relaciones de pareja. Establecer esta clasificación temática de manera tajante sería un poco arriesgado, porque no todos los cuentos están claramente marcados por un tema o por otro, y hay algunos incluso que contienen igual porcentaje de ambos, pero en términos generales bien puede uno permitírselo.

“Es un sobreviviente pero no escribe como un sobreviviente”, dijo también Bolaño sobre Castellanos Moya. ¿Cómo escribe, entonces, este sobreviviente? Escribe quizá con (y desde) la experiencia del exilio, ese casi destierro autoimpuesto que lo hace volver a sus orígenes, pero sólo en sus libros, con una mirada oblicua, casi pendenciera, para tratar de recuperar algo que no considera del todo perdido.

Un gran libro, sin duda, que aunque sólo contenga cuentos publicados con anterioridad, volverá a situar a Horacio Castellanos Moya en el centro de la literatura contemporánea en español y que ayudará a afianzar su obra en conjunto como una de las más arriesgadas y comprometidas de la literatura centroamericana de las últimas décadas.

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