Algún lugar de SPS, visto con Google Earth.
Por Giovanni Rodríguez
Ayer, mientras me tomaba un café, pensaba en las posibles consecuencias (para mí mismo, por supuesto) de mi hipotético regreso a H. ¿Cuánto tardaría en esfumarse este insólito deseo de volver a caminar por sus calles, de volver a encontrarme con mi familia y con mis amigos?
Una vez leí un artículo en el que el escritor argentino Andrés Neuman hablaba de la perspectiva con que uno observa a su país cuando lleva cierto tiempo viviendo fuera. Decía Neuman algo así como que se llegaban a entender mejor las circunstancias del país si uno podía confrontarlas con sus circunstancias actuales, si uno se convertía en un observador externo, foráneo y sin embargo nativo. Agregaba también lo del amor a su país y lo del odio a su país, ambas cosas en partes iguales, que nacían, o crecían, o tan sólo se exacerbaban en la medida en que uno era capaz de identificar plenamente su posición, no sólo geográfica sino también sentimental o intelectual, con respecto a su país.
¿Cuál es mi posición actual con respecto a H? ¿Desde qué lugar geográfico, sentimental e intelectual observo a H? Era esto lo que pensaba ayer mientras pasaba el rato en mi Café Kubista y miraba a la gente caminar afuera con la prisa a que los empuja el viento frío de esta época del año. ¿Cuánto tiempo tardaría en volver a desencantarme de H una vez habiendo vuelto?
Hay unos versos de Tomás Segovia que siempre me han acompañado. Los puse de epígrafe en mi primer libro de poesía y la imagen que evoca aparece en muchas de las circunstancias de mi vida: “Y salir a mirarme desde afuera/ cómo me quedo dentro”. Es precisamente eso lo que hago ahora: salir a mirarme desde afuera de mis propias fronteras para identificar lo que soy, lo que hay de mí o lo que queda de mí allá adentro. En estos versos, si los aplico al tema que me ocupa en esto que ahora escribo, el cuerpo es la metáfora del país. Mi país es mi cuerpo y yo tan sólo algo que ha salido de él, pero que nunca ha salido en su totalidad y se observa, disgregado, desarraigado y sin embargo nostálgico, desde lejos para aprender a conocerse verdaderamente. Es la óptica del Google Earth, me digo, con la que puedo simular que salgo pero sigo inevitablemente dentro.
Es posible que se haya tratado en un principio de un asunto de incompatibilidad, o que al menos yo lo haya entendido así. Nunca fueron compatibles mi temperamento y el “temperamento de H”, por decirlo de alguna manera. Pero si dije “en un principio” no significa que ahora, nel mezzo del cammin di nostra vita, piense que esta incompatibilidad ha cambiado. La incompatibilidad sigue ahí y lo que ha cambiado es mi perspectiva. Y esta perspectiva, que tiene su punto de origen en España y está a trece horas de vuelo, empieza a admitir la posibilidad de algo parecido a la tolerancia.
¿Cuánto tardaré, una vez reacostumbrándome a la falta de bibliotecas y librerías, a la falta de algún diario serio y legible para leer por las mañanas, a la falta de un cómodo café como este Café Kubista, a la falta de esa agradable sensación de anonimato que puede disfrutarse en las grandes ciudades, cuanto tardaré, decía, en hartarme de nuevo, en volver a considerar todo eso insoportable y en buscar la manera de huir, como la primera vez?
Información para los turistas: H es un lugar horrible para vivir pero hermoso para ir por unas cortas vacaciones.
Una vez leí un artículo en el que el escritor argentino Andrés Neuman hablaba de la perspectiva con que uno observa a su país cuando lleva cierto tiempo viviendo fuera. Decía Neuman algo así como que se llegaban a entender mejor las circunstancias del país si uno podía confrontarlas con sus circunstancias actuales, si uno se convertía en un observador externo, foráneo y sin embargo nativo. Agregaba también lo del amor a su país y lo del odio a su país, ambas cosas en partes iguales, que nacían, o crecían, o tan sólo se exacerbaban en la medida en que uno era capaz de identificar plenamente su posición, no sólo geográfica sino también sentimental o intelectual, con respecto a su país.
¿Cuál es mi posición actual con respecto a H? ¿Desde qué lugar geográfico, sentimental e intelectual observo a H? Era esto lo que pensaba ayer mientras pasaba el rato en mi Café Kubista y miraba a la gente caminar afuera con la prisa a que los empuja el viento frío de esta época del año. ¿Cuánto tiempo tardaría en volver a desencantarme de H una vez habiendo vuelto?
Hay unos versos de Tomás Segovia que siempre me han acompañado. Los puse de epígrafe en mi primer libro de poesía y la imagen que evoca aparece en muchas de las circunstancias de mi vida: “Y salir a mirarme desde afuera/ cómo me quedo dentro”. Es precisamente eso lo que hago ahora: salir a mirarme desde afuera de mis propias fronteras para identificar lo que soy, lo que hay de mí o lo que queda de mí allá adentro. En estos versos, si los aplico al tema que me ocupa en esto que ahora escribo, el cuerpo es la metáfora del país. Mi país es mi cuerpo y yo tan sólo algo que ha salido de él, pero que nunca ha salido en su totalidad y se observa, disgregado, desarraigado y sin embargo nostálgico, desde lejos para aprender a conocerse verdaderamente. Es la óptica del Google Earth, me digo, con la que puedo simular que salgo pero sigo inevitablemente dentro.
Es posible que se haya tratado en un principio de un asunto de incompatibilidad, o que al menos yo lo haya entendido así. Nunca fueron compatibles mi temperamento y el “temperamento de H”, por decirlo de alguna manera. Pero si dije “en un principio” no significa que ahora, nel mezzo del cammin di nostra vita, piense que esta incompatibilidad ha cambiado. La incompatibilidad sigue ahí y lo que ha cambiado es mi perspectiva. Y esta perspectiva, que tiene su punto de origen en España y está a trece horas de vuelo, empieza a admitir la posibilidad de algo parecido a la tolerancia.
¿Cuánto tardaré, una vez reacostumbrándome a la falta de bibliotecas y librerías, a la falta de algún diario serio y legible para leer por las mañanas, a la falta de un cómodo café como este Café Kubista, a la falta de esa agradable sensación de anonimato que puede disfrutarse en las grandes ciudades, cuanto tardaré, decía, en hartarme de nuevo, en volver a considerar todo eso insoportable y en buscar la manera de huir, como la primera vez?
Información para los turistas: H es un lugar horrible para vivir pero hermoso para ir por unas cortas vacaciones.
A mitad del camino de Honduras, extraviado te verás por selva obscura!
ResponderEliminarLa H no es muda, grita tanto que hay en puta para escribirla!
Pregunta: "¿Cuánto tardaré, una vez reacostumbrándome a la falta de bibliotecas y librerías, a la falta de algún diario serio y legible para leer por las mañanas, a la falta de un cómodo café como este Café Kubista, a la falta de esa agradable sensación de anonimato que puede disfrutarse en las grandes ciudades, cuanto tardaré, decía, en hartarme de nuevo, en volver a considerar todo eso insoportable y en buscar la manera de huir, como la primera vez?"
ResponderEliminarRespuesta: 1 semana.
Hay tantos que quieren salir y otros que quieren entrar...
Yo he vivido como en tres sitios distintos de H y de cada uno guardo un sentimiento de amor-odio; estoy seguro de que eso no será distinto con el país en general si algún día me voy. Uno puede dar la vida por este país un día y al otro escupirle en la cara.
Quedense donde se sientan mejor, supongo que se fuerón porque les quedaba corto Honduras.
ResponderEliminarEstén donde se sientan mejor.
Ustedes no pueden hacer algo mejor por Honduras por ende no se les necesita.
Josué Euceda
"Uno puede dar la vida por este país un día y al otro escupirle en la cara."
ResponderEliminarMuy de acuerdo!
Actualmente al solo hojear cualquiera de los 4 diarios locales,no busques bibliotecas,y te daras cuenta hacia donde insisten con sus mentiras,hacia donde pretenden que nuestra juventud se incline,que nuestro pais siga creyendo por los malos y aprovechados,corruptos,desvergonazados, te daras cuenta que no puedes durar mas de 48 hrs.
ResponderEliminarLa cosa está jodida. El mito llamado Honduras, no es nada más que eso, un mito, construido como soporte de cohesión y pertenencia, pero cuando sales y llevas inoculado el virus de la curiosidad en todas sus vertientes, la H se queda muda, el sentido de pertenencia desaparece, la H no tiene la vacuna, quizás pequeños laboratorios que te proporcionan un calmante pasajero, pero una vez en el exterior, el virus te ataca de nuevo.
ResponderEliminarNo country for old man... y nosotros ya estamos viejos y sinceros. Aquí es un bello lugar para practicar diariamente la arqueología emocional, esa que busca aclararte el por qué se soporta tanto ligado al espejismo de la infancia. De quedarse, es para probar todas las formas de las intenciones, de quedarte, Giovanni, es para ayudarnos a desmontar el espejismo.
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