Foto: ALEX MAJOLI / MAGNUM.
En Babelia se preguntan dónde está la transgresión en la literatura contemporánea:
Allen Ginsberg arañando el alma de la sociedad biempensante, subido a la mesa de un café, recitando su poema Aullido. La violencia verbal de Louis-Ferdinand Céline viajando al fin de la noche entre las sórdidas trincheras de la Primera Guerra Mundial. Los personajes solitarios, desahuciados, perdedores o alcohólicos de Charles Bukowski, de Raymond Carver o de John Cheever, mostrando el lado más gris del ingenuo sueño americano. La lista de autores que fueron más allá de las leyes morales o literarias de su época está bien nutrida. ¿Qué queda de todo eso? ¿Es posible a estas alturas la transgresión en la literatura?
Se preguntan si la respuesta está en "los llamados offbeat, un grupo de jóvenes autores anglosajones que se dicen herederos de la generación beat, de los Kerouac, los Gingsberg y los Burroughs, que, como ellos, no tienen pelos en la lengua: sus historias tratan de la marginalidad, de modos de vida alternativos al sistema, de las drogas".
Buscando más respuestas, mencionan a los autores españoles Aixa de la Cruz y Guillermo Aguirre, "que incluyen en sus obras algunos de estos elementos: la música, las drogas, el punk o el techno, aunque en este caso sin ningún ánimo provocador, sin cargar las tintas en la casa okupa, y la raya de speed, simplemente como testigos de una vivencia que en estos tiempos es ya cotidiana, en una generación que ya ha integrado los excesos en la normalidad, tal vez a falta de ritos de paso hacia la madurez.
Después sugieren que "la libertad sexual es otro de los pilares de la subversión", y respaldan la idea citando a la francesa Catherine Millet, autora de la obra La vida sexual de Catherine M (Anagrama), donde relataba sin tapujos sus experiencias sexuales con nutridos grupos de personas en diferentes escenarios, una pasión desaforada por el sexo múltiple (o multitudinario), al inglés Daniel Davies, autor de la novela La isla de los perros (Anagrama), en la que cuenta, con muchos pelos y señales, la historia de un exitoso periodista que deja la dirección de una revista de tendencias en Londres y una agitada vida social para regresar a su pueblo natal, donde encuentra la felicidad en un trabajo gris y el dogging o cancaneo sexo en grupo en lugares públicos (parkings, bosques, descampados), en reuniones concertadas con desconocidos a través de foros de Internet, sms o e-mail.
También mencionan Temporada de caza para el león negro (Anagrama), del mexicano Tryno Maldonado, "una sucesión de pequeños fragmentos sobre la vida de Golo, una especie de héroe romántico, artista infantil y genial, autodestructivo y marginal, inmerso en una espiral de vicio y perversión. Vicio y perversión que también son centrales en la última novela del polémico Chuck Palahniuk, Snuff (Mondadori), que parte del rodaje de una película porno en el que una diva del género pretende lograr un récord mundial de los suyo montándoselo en serie con la friolera de seiscientos voluntarios".
Pero terminan también preguntándose si "tal vez la verdadera transgresión actual haya de asociarse a los cambios en la estructura de la novela, al fragmentarismo, a la mezcla de realidad y ficción... Nos referimos a obras como la trilogía Nocilla, de Agustín Fernández Mallo; Aire nuestro, de Manuel Vilas, o Providence, de Juan Francisco Ferré, entre otras. Como dice Manuel Vilas: "Hay que romper las expectativas del lector y las expectativas del discurso literario imperante, mostrando las nuevas realidades sociales, culturales y económicas del siglo XXI, explorando zonas tenidas por no literarias, rompiendo moldes morales. En pocas palabras: cuestionando cualquier autoridad, ya sea moral o literaria o política".
Y ustedes, ¿qué opinan?
Pocos sujetos se pueden encontrar en el mundo de las artes más tediosos y previsibles que los profesionales de la transgresión. Eso sí: son legión, y se multiplican de día en día. El futuro es suyo. El presente también.
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