Y para finalizar esta serie, tomada de esta publicación de La Prensa, les dejo las respuestas de Mario Gallardo (incluido en Puertos abiertos. Antología de cuento centroamericano) a Carlos Rodríguez:
¿A qué otro autor nacional le hubiera gustado ver en la antología “Puertos abiertos”?
Desconozco detalles acerca de los parámetros utilizados para la selección por Sergio Ramírez, por lo que sería insensato proponer inclusiones basadas en premisas personales, pero me atrevo a decir que Roberto Castillo no debiera faltar en ninguna antología de narrativa centroamericana.
¿Cree que “Puertos abiertos” ofrece una visión saludable del cuento centroamericano?
No soy muy afecto a las metáforas medicinales, pero es indudable que ofrece un panorama amplio y representativo de la narrativa de corto aliento que se está escribiendo en la región, además de tender un puente entre propuestas que marcaron el paso durante el siglo XX y las que se encuentran en proceso de definirse en el XXI.
Para un autor hondureño, ¿qué importancia tiene aparecer en una antología hecha por Sergio Ramírez para el Fondo de Cultura Económica?
La misma que para el resto de los autores centroamericanos: el honor de haber sido seleccionado por un hombre de letras con una carrera tan unánimemente celebrada como la de Sergio Ramírez y las ventajas de aparecer publicado en una editorial que puede presumir de una trayectoria impecable a nivel continental.
¿Cuál es su cuento favorito de los autores incluidos y que no aparece en la antología?
“Lejano”, de Eduardo Halfon, y “La niña que no tuve”, de Rodrigo Rey Rosa.
Algunas personas han opinado que reveló demasiado de la vida real en Las virtudes de Onán, ¿qué piensa?
Sobre “Las virtudes de Onán” han escrito Helen Umaña, Hernán Antonio Bermúdez, Giovanni Rodríguez, Rodolfo Pastor y Gustavo Campos, y en ninguno de sus trabajos he visto expresada esa sentencia, así que no podría decir mucho en torno a tales “revelaciones” ya que desconozco absolutamente su contexto.
¿Qué consejo le daría a los escritores jóvenes?
No soy ningún autor canónico para dar consejos, pero in extremis optaría por el más trillado, pero el que menos adeptos tiene: leer y, sobre todo, releer.
¿La literatura debería estar comprometida con alguna causa?
No creo en más compromisos que el de preservar la autenticidad de tu propuesta y esforzarte al máximo por escribirla bien.
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