lunes, 20 de mayo de 2013

Primer libro de La Orden del Finnegans

La Orden del Finnegans acaba de publicar su primer libro con Alfaguara. Con un título joyceano, por supuesto: Lo desorden. Desde ya, la búsqueda en Amazon:
Lo desorden es un viaje al territorio de la infancia, ocho relatos escritos por el particular grupo que compone la Orden del Finnegans: José Antonio Garriga Vela, Marcos Giralt Torrente, Eduardo Lago, Emiliano Monge, Malcolm Otero Barral, Antonio Soler, Jordi Soler y Enrique Vila-Matas.
Lo desorden propone un viaje al territorio de la infancia. Pero no a cualquier infancia ni de cualquier manera, ya que los textos aquí recogidos emprenden viaje a lugares insólitos de la imaginación o rechazan de plano la idea de que la infancia sea un lugar válido para llevar a cabo alguna suerte de indagación particularmente luminosa. Algunos odian esa misma posibilidad. Otros, sin embargo, se sumergen en aquel extraño territorio a regañadientes. Sea lo que fuere para cada uno de ellos, es el tema elegido por los integrantes de la Orden del Finnegans, un grupo de escritores que cada 16 de junio se reúne en Dublín para celebrar el Bloomsday, fecha en que tiene lugar la acción del Ulises, de James Joyce.

«Lo desorden es un título de resonancias joyceanas e imposible traducción. Son ocho relatos sobre la niñez reñidos con la nostalgia: “Si ésa era la época más feliz, cómo sería el resto”, escribe Garriga Vela. Algunos de los Caballeros rememoran de verdad su infancia, otros la deforman hasta hacerla poco reconocible o directamente se la inventan. He dicho que estos ocho relatos están reñidos con la nostalgia, pero eso no es lo único que tienen en común: la alta calidad literaria y la variedad de tonos y registros hacen de éste un libro grande. Como dirían ellos mismos, ¡qué grandes estamos esta mañana!»
Ignacio Martínez de Pisón

jueves, 16 de mayo de 2013

Un siglo de soledad


Lo que sigue quizá sólo sirva para averiguar si se puede matar a un elefante con un cortauñas, aunque quizá haya que averiguar primero si a García Márquez se le puede considerar, para este caso, un elefante, o si a Fernando Vallejo se le puede considerar, para este caso, un mataelefantes. El cortauñas, en todo caso, es esta diatriba que escribió contra Cien años de soledad, la celebérrima novela del Nóbel colombiano, aunque antes una aclaración, todo tomado de El Espectador:
Portada del libro de Fernando Vallejo que contiene el texto que nos ocupa.
El siguiente es el mensaje que envió a este diario Andrés Hoyos, director de la revista ‘El Malpensante’: 
“En el ‘Alto Turmequé’ del domingo hay una imprecisión que quisiera señalar. Dicen allí que El Malpensante rechazó un ensayo que Fernando Vallejo nos propuso en 1998 por ser un ataque contra García Márquez y Cien años de soledad, lo cual es sólo parcialmente cierto. De hecho, publicamos por esos días otro ensayo de Vallejo llamado ‘Cursillo de orientación ideológica para García Márquez’, donde Fernando arremete contra el comportamiento político de su famosísimo compatriota sin la menor contemplación (ver: http://bit.ly/10bJ9XH). El que no publicamos pretendía demoler Cien años de soledad diciendo que es una novela escrita en tercera persona y otras cosas que ustedes citan en la nota. Yo era el director en esa época y recuerdo que mi respuesta a Vallejo fue: ‘uno no ataca a un elefante con un cortauñas’. Dicho esto, me parece estupendo que Alfaguara haya publicado el ensayo de marras para que sean los propios lectores quienes decidan si el elefante muere o no”.

El siguiente es el texto completo del ensayo “Un siglo de soledad”, rescatado por Alfaguara para el libro ‘Peroratas’, ya en librerías, y cuya publicación exclusiva en El Espectador fue autorizada desde México por el escritor Fernando Vallejo con este mensaje: “¡Cómo voy a atacar yo a un elefante! Ni con un cortauñas ni con nada. Yo no soy como el Borbón bribón que tienen los españoles, que hace poco mató a uno de esos hermosos animales con un rifle y salió como un héroe en primera plana en El País de España. Yo amo a los animales. En prueba los cien mil dólares del premio Rómulo Gallegos, que los di para los perros abandonados de Venezuela; y los ciento cincuenta mil del premio de la FIL, que los di para los de México. Muchos años después del incidente de El Malpensante, recuerdo la remota mañana en que el coronel Andrés Hoyos me rechazó el artículo sobre nuestro genio máximo escrito para nuestra revista máxima. Bogotá era entonces una aldea de cien mil habitantes que vivían de huevos prehistóricos”. 


UN SIGLO DE SOLEDAD

«Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía habría de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo».
En uso del derecho a malpensar que me confiere esta revista, voy a hacerte unas preguntas, Gabito, muchos años después, sobre tu libro genial que así empieza. ¿Muchos años después de qué, Gabito? ¿De la creación del mundo? Si es así, yo diría que tendrías que haberlo dicho, o algún malpensado podrá decir que se te quedó tu frase en veremos, como una telaraña colgada del aire. Pero si no es después de la creación del mundo sino «después de aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo», entonces algo ahí sobra. O te sobra, Gabito, el «remota» pues ya está en «muchos años después», o te sobra el «muchos años después» pues ya está en el «remota».
Pero no te preocupés por la sintaxis, Gabito, que con las computadoras y el Internet ¿hoy a quién le importa? Al que te venga a criticar con el cuento de la sintaxis, decile que ésas son ganas de malpensar, de joder, y mandalo al carajo, que vos estás por encima de eso. Soltales un «carajo» de esos sonoros, tuyos, como los de tu coronel Buendía.
Y en efecto, la originalidad de tu frase inicial, así a algún corto de oído le suene sintácticamente coja, es soberbia, y no está en la sintaxis sino en la escena luminosa que describes. Un viejo que lleva a un niño a conocer el hielo, ¿no es una originalidad genial? ¿Cómo se te ocurrió, Gabito? ¿Cómo se dio el milagro? ¿De veras fue como lo has contado en repetidas ocasiones a la prensa, una tarde calurosa en que ibas camino de Acapulco con Mercedes? ¿En qué ibas pensando camino de Acapulco con Mercedes esa tarde calurosa? Aunque yo soy un pobre autor de primera persona que a las doce del día no recuerdo qué desayuné, y no un narrador omnisciente como vos que todo lo sabés, oís y ves, y que leés los pensamientos y nos podés contar lo que recordó el coronel Buendía muchos años después, apuesto a que sé en qué ibas pensando esa tarde calurosa camino de Acapulco con Mercedes. Ibas pensando en Rubén Darío, en su autobiografía, en la que el poeta nicaragüense, muerto en 1916, cuenta que su tío abuelo político, el coronel Félix Ramírez, esposo de su tía abuela doña Bernarda Sarmiento, lo lleva a conocer el hielo: «Por él aprendí pocos años más tarde a andar a caballo, conocí el hielo, los cuentos pintados para niños, las manzanas de California y el champaña de Francia». ¡Te plagió, Gabito, te plagió ese cabrón nicaragüense! ¡Y con semejante frase tan fea! Y no sólo te robó el hielo y el grado de coronel, sino hasta la expresión genial tuya de «muchos años después», pues el «pocos años más tarde» de ese sinvergüenza ¿no viene a ser lo mismo, aunque al revés? Y después dicen que los colombianos somos ladrones. ¡Ladrones los nicaragüenses! Cuando te acusen de plagio me llamás a mí, Gabito, yo te defiendo. A cambio vos me vas a enseñar a ser autor omnisciente y a leer los pensamientos. Como ves, ya empecé a aprender, vos me diste el ejemplo, ya sé en qué ibas pensando camino de Acapulco con Mercedes esa tarde calurosa en que se te ocurrió lo del hielo: en ese nicaragüense ladrón. Pero explicame ahora la segunda frase de tu libro genial: «Macondo era entonces una aldea de veinte casas de barro y cañabrava construidas a la orilla de un río de aguas diáfanas que se precipitaban por un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos». ¿Huevos prehistóricos? ¡Prehistóricos serán los tuyos, güevón! No hay huevos «prehistóricos». Los huevos son del Triásico y del Jurásico, o sea de hace doscientos millones de años, cuando los pusieron los dinosaurios, y nada tienen que ver con la prehistoria, que es de hace diez mil o veinte mil. Los bisontes de las cuevas de Altamira y de Lascaux sí son prehistóricos. Sólo que los bisontes no ponen huevos. ¿O en el realismo mágico sí? En esto de los huevos prehistóricos sí metiste las patas, Gabito. ¡Por no consultarme a mí! ¿Qué te costaba, si yo también vivo en México, llamarme por teléfono desde Acapulco? Yo tengo en México dos o tres libros de paleontología con unos huevos de dinosaurio fosilizados, magníficos, muy útiles para tu creación del mundo y de tu Macondo.
Pero aclarame aunque sea otra frase, la tercera, Gabito: «El mundo era tan reciente que muchas cosas carecían de nombre y para mencionarlas había que señalarlas con el dedo». Si vos estás escribiendo en español –una de las contadas «lenguas de civilización» de que habla Toynbee, y que ha producido la máxima obra literaria, el Quijote, después de la cual sigue la tuya, si no es que es al revés–, ¿no se te hace que se te fue un poquito la mano con eso de que muchas cosas carecían de nombre y que para mencionarlas había que señalarlas con el dedo? ¿No hay ahí una inadecuación entre la lengua tuya, la del narrador (así sean tan genialmente pobres su léxico y su sintaxis), y el mundo que describes? Para mí que te hubiera quedado mejor tu libro en protobantú o en una lengua de la Amazonia. Pero claro, en protobantú nadie se llama Aureliano Buendía con nombre y apellido, ni mucho menos tiene grado de coronel. Gabito: ¿No se te hace raro que en Macondo muchas cosas no tengan nombre pero las personas sí? Y para colmo con grado militar. En un mundo tan primitivo, Gabito, tan recién bañado por el primer aguacero cual es el caso de Macondo, ¿de dónde salió la jerarquía militar? Pues donde hay un coronel hay generales y mayores y cabos. Pero esto no es un reproche, Gabito, yo a vos te tengo buena voluntad. Nada más te lo recuerdo por si algún cabrón malpensado algún día te lo saca a relucir, estés preparado y sepás qué responder. Respondele: «Animal, ¿no ves que estamos ante el realismo mágico? Por eso es mágico. Si las cosas tienen explicación, ¿dónde está la magia? ¿Qué chiste hay pues?».
De todas formas, Gabito, si cuando escribías tu creación del Universo me hubieras consultado sobre este asunto de los nombres de los personajes, yo te habría aconsejado que para evitar malpensamientos de cabrones los señalaras con el dedo. Además eso de llamar a los personajes cada vez que se mencionan con nombre y apellido en realidad no es manía tuya, es de Rulfo y de Mejía Vallejo: Pedro Páramo, Pedro Canales, Anacleto Morones, Fulgor Sedano, Susana San Juan... Vos que sos tan imaginativo y genial ¡qué vas a copiar a ese par de güevones!
Ahora bien, si no querés señalar a tus personajes con el dedo, pues mencionalos siempre con nombre y dos apellidos para que te distingás de ellos. Por ejemplo: Mauricio Babilonia Asiria, Pietro Crespi Rossini, Pilar Ternera Mesa. Con este cambio tu comienzo te quedaría así: «Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía Iguarán habría de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo». Mejora mucho en originalidad. Incluso el «Iguarán» lo podés cambiar por «Iguana»: el coronel Aureliano Buendía Iguana. Suena más paleontológico, más a huevo prehistórico.
Llegados a este punto, Gabito, te quiero preguntar una última cosa, pero si no me la querés contestar no me la contestés: ¿De veras plagiaste a Balzac? ¿O eran elucubraciones sin fundamento de ese guatemalteco envidioso de Miguel Ángel Asturias? ¿Te acordás con la que salió ese güevón? Que dizque vos sacaste a tu coronel Aureliano Buendía del Baltazar Claës de La búsqueda del absoluto de Balzac, quien arruina a su mujer tratando de fabricar oro pero en vez de oro sólo fabrica un diamante. ¡Cómo lo ibas a plagiar si tu coronel Aureliano Buendía no fabrica diamantes sino pescaditos de oro! El tono, claro, de las dos novelas, la tuya y la suya, se parece mucho. Ustedes dos escriben como comadres chismosas, en prosa cocinera. Pero eso está bien para el tema de ambos. Además, ¿quién te puede probar Gabito que le robaste a Balzac el tono? Robarle un autor a otro el tono es como robarle un hombre a otro el alma. Y si a ésas vamos, también a vos te lo robó Salvador Allende. Ah no, fue su sobrina, ¿cómo es que se llama?
En fin, Gabito, para terminar porque ando corrigiendo unas pruebas y muy apurado, una última inquietud, ahora sobre el título de tu libro genial. ¿Por qué le pusiste «Cien años de soledad» en vez de «Un siglo de ausencia» como el bolero? Yo hubiera preferido «un siglo» ya que estás hablando en números redondos y que tuviste el acierto de que no fueran ciento uno o noventa y nueve, lo cual es otra genialidad. ¿Cómo se te ocurrió? Claro que «años» me suena mal. «Año» me suena a «caño», «coño». Yo sería incapaz de poner la palabra «año» en el título de un libro mío. La eñe es fea letra, hay que desterrarla del idioma. En cuanto a la soledad, mejor cambiásela por «ausencia», pues en español «Soledad» también es nombre propio, y así algún malpensado puede pensar que tus «Cien años de Soledad» son los cien años que doña Soledad lleva sola: doña Soledad Acosta viuda de Samper, doña Sola, doña Solita, ¡ay!
Gabito: No te preocupés que vos estás por encima de toda crítica y honradez. Vos que todo lo sabés y lo ves y lo olés no sos cualquier hijo de vecino: sos un narrador omnisciente como el Todopoderoso, un verraco. Y tan original que cuanto hagás con materiales ajenos te resulta propio. Vos sos como Martinete, un locutor de radio manguiancho de mi niñez, que con ladrillos robados a la Curia se construyó en Medellín un edificio de quince pisos propio. E hizo bien. Las cosas no son del dueño sino del que las necesita. Además vos también estás por encima del concepto de propiedad. Por eso te encanta Cuba y no lo ocultás. El realismo mágico es mágico. ¡Qué mágica fórmula!

jueves, 9 de mayo de 2013

Revelaciones


Acaba de aparecer, en la revista Iowa Literaria, una reseña de Hernán Antonio Bermúdez sobre el libro de poesía de un autor chileno radicado en Italia. Ya saben, toda lectura elogiosa de HAB equivale a una recomendación, así que a buscar a Mario Meléndez:
Portada del libro de Mario Meléndez.
Y las palabras gimieron, aullaron” (p. 16)
Decía David Foster Wallace (admirador de Borges y de Roberto Bolaño) en un artículo de 1994 que sólo los escritores de Europa oriental y de América Latina habían conseguido un buen maridaje entre, por un lado, los asuntos del fuero íntimo y del sentimiento humano y, por otro, el desapego paródico propio de la experiencia postmoderna.
Esa combinación sale justamente a relucir en el poemario Recuerdos del futuro (2013), edición bilingüe español-italiano, del chileno Mario Meléndez (1971), residente en Italia.
Resulta, en efecto, reconfortante encontrar, entre tanta poesía chata y previsible, a un poeta con audacia y humor negro, sabedor de que “el lenguaje se burla de nosotros” (p. 14), y que no teme ser tildado de fantasioso o extravagante.
Dotado de una conciencia magistral del oficio y de una aguda sensibilidad literaria, Meléndez, poeta errante, desplazado (de Chile pasó a México, y de México a Italia), no imposta la voz cuando afirma: “No estoy, no soy, no pertenezco/ vago de lado a lado, como un gran gusano negro” (p. 42).
Sus poemas fluyen con las virtudes artesanales de medida y acabado, y el poder lírico de sus palabras pareciera emerger de la superficie de la conversación por su naturalidad y soltura: “Vengan a ver mi poesía/ no está hecha de material ligero / aguantará perfectamente el invierno / y en verano refrescará / las mentes y los cuerpos / Hay poderosas vigas entre cada verso, / hay listones apuntalando mis palabras / y si la lluvia desea entrar / pondré mis sueños en el techo / y taparé las goteras / con mi propio dolor (“Para mayor seguridad”).
Meléndez se vuelve amargamente lúcido a la hora de aludir a la muerte, que “tiene cuerda para rato” (p. 42), a la que encara en “Confesiones” y con la que torea en los magníficos versos de “La invitación”, donde narra con precisión sarcástica sus propios funerales.
De otra parte, lleva a cabo un ácido escrutinio de Chile, del sitio primigenio de sus tormentos, en los poemas épicos “Me sobra un muerto”, “Más allá de la guitarra”, “Sangre en el exilio” y “Mi pueblo”. Son un tanto altisonantes para mi gusto, pero en ellos sabe expresar la certidumbre de que el orden social es apenas una tenue ficción que encubre la áspera maleza de desolación y violencia que tan bien conocemos en América Latina.
Sin embargo, como –según se dice– vivimos en la esfera de nuestros deseos e imaginación tanto como en nuestra vida real, Meléndez cambia de registro para abrirle paso al humor y a la paradoja. ¿El saldo? Ahí está la deliciosa sátira de sus poemas felinos “El clan Sinatra” y “Mi gato quiere ser poeta”, hasta culminar con esa alocada recreación de “Caperucita roja” en “La Otra”, donde no vacila en añadirle una capa insólita de juego y mordacidad –léase una “vuelta de tuerca”– al clásico cuento infantil.
Y aparte le brinda al lector los poemas de voltaje erótico como “Llévame”, “Si fueras calva también te amaría”, “Será debajo de la cama” y “Un día volveré a tus ojos”. Aquí la maquinaria de su poesía se enardece y sus versos, aptos para “rendir cuentas” del fragor amoroso, se tensan habida cuenta de su propensión hacia las imágenes de linaje surrealista: “Si fueras calva también te amaría / me volvería loco besando tu cabeza / tu pequeña luna dorada / Si fueras calva, oh si fueras calva / te llevaría por el río de la memoria / me sentaría junto al fuego de tus ojos callados / derramaría un cisne en medio de tu frente” (p. 62).
Resta mencionar que el formidable poema “La playa de los pobres” se emparenta, por los particulares ritmos de su música, con el tono del poemario Los pobres del hondureño Roberto Sosa, que le hizo acreedor al Premio “Adonais” de España en 1968, marcado por un lacónico y sosegado patetismo.
Para finalizar, diría en términos reseñísticos que, parafraseando a Foster Wallace, Mario Meléndez logra enRecuerdos del futuro que la efusión emotiva y la excentricidad irónica no sólo cohabiten sino que se refuercen la una a la otra.
Roma, 15 de abril del 2013

miércoles, 8 de mayo de 2013

Castellanos Moya: "La literatura nace de la infelicidad y de las crisis"


En Argentina entrevistaron recientemente a Horacio Castellanos Moya, quien habló de la crisis como un posible motor generador de nueva literatura, y de la guerra en El Salvador, un tema que le ha pasado por la mente pero que sólo bordea en sus novelas. La entrevista aparece sin crédito pero es de El Universal:

El escritor salvadoreño Horacio Castellanos Moya asegura que la literatura "nace a partir de la infelicidad y de las crisis", por lo que la situación que atraviesa actualmente Europa puede representar una oportunidad para que los autores "enfrenten los momentos extremos del ser humano".
"El no estar acostumbrado a estar en crisis; el considerar que tu nivel de vida era infinito, que no iba a cambiar, y de pronto las reglas del juego cambian radicalmente, eso obliga a un autor a replantearse todo", explicó Castellanos en una entrevista con Efe en Buenos Aires.
El escritor nacionalizado salvadoreño, aunque natural de Honduras, se encuentra estos días en la capital argentina, donde ha presentado su última novela, "El sueño del retorno", en la Feria Internacional del Libro.
"En el caso latinoamericano, nosotros surgimos de las crisis -prosigue Castellanos-. Yo me formé como escritor a la sombra de una guerra civil y he vivido siempre en crisis. Que se hunda una economía no me parece nada excepcional: he vivido muchos hundimientos y creo que los latinoamericanos lo vemos así".
Afincado en la actualidad en Estados Unidos, el escritor ha vivido en muchos países, a uno y otro lado del Atlántico, y por eso analiza con perspectiva los cambios "intensos" que se están dando en el mundo.
Unos cambios que también afectan al mercado literario y, concretamente, al español, "que fue durante muchos años un mercado estable y referencial, a partir del cual se proyectaban las obras hacia los países de habla castellana".
"Ahora eso está cambiando de una manera acelerada, porque España ha entrado en una crisis y no se sabe qué va a suceder. La reducción del mercado, de la capacidad de compra, es brutal", afirma.
Sin embargo, explica Castellanos, "en la medida en que la crisis se profundice en España, al igual que la concentración del capital y de las editoriales y se deje de dar el nivel de consumo que existía anteriormente, Latinoamérica tendrá una mayor presencia, porque no está sufriendo los mismos tipos de variables económicas".
El escritor asegura que su obra no surge de ese tipo de crisis, ni de una intensa investigación de un momento en concreto de la historia, sino de "impresiones que afectaron a mi aparato perceptivo y me dejaron herido. Situaciones en las que me veo involucrado emocionalmente".
"Es como algo que empieza a sonar en el oído. Hay una imagen, una voz o una sensación que poco a poco se va acumulando y de ahí sale una historia", dice.
Historias como la de Erasmo Aragón, el protagonista de "El sueño del retorno", con el que comparte anécdotas de vida, "pero no la manera de ver y enfrentar el mundo".
"No es un libro autobiográfico. Utilizo algunas anécdotas mías, cosas que me han sucedido, pero distorsionadas y exageradas a partir de las necesidades del personaje, que tiene una psicología muy particular", asegura Castellanos.
El Salvador y la Guerra Civil que sufrió ese país entre los años 1980 y 1992 siempre están presentes de alguna manera en su obra, aunque sea de manera lateral, o como dice él, "por los bordes".
"Me formé en El Salvador y viví todo mi exilio mexicano, que duró diez años, atento a lo que pasaba con la guerra, porque era una guerra que afectaba a todo", indica.
Por eso -añade-, "mi literatura siempre está relacionada con esos años de mi vida, con esas experiencias y esas situaciones. Este libro, 'El sueño del retorno', transcurre en México, pero el personaje es un salvadoreño que está pendiente de lo que sucede en su país".
Sin embargo, Castellanos no se anima a escribir una novela que tenga como argumento específico la guerra que se vivió en el país centroamericano.
"Lo de escribir una novela de guerra es algo que mucha gente se plantea. Yo nunca lo he hecho, aunque mis historias siempre van circulando alrededor de ella. Pasa por mi mente, pero no es algo que me obsesione. No me lo planteo como un desafío personal", concluye.

Otra vez con la muerte de la novela


Cada cierto tiempo aparece alguien hablando de la muerte de la novela. El último en hacerlo ha sido Luis Goytisolo. Esta extensa nota de Winston Manrique Sabogal traída de El País nos ofrece la perspectiva de un buen número de escritores hispanoamericanos sobre el asunto:

La muerte de Abel Antonio
en mi tierra la sintieron los
muchachos,
fueron cinco noches que me
hicieron de velorio,
para mis nueve noches todavía
me deben cuatro…
Este comienzo, a ritmo de acordeones, del vallenato juglaresco La muerte de Abel Antonio es una metáfora de la perpetua crisis y fin de la novela como género literario que se viene cantando con fuerza en este siglo. Aunque sus letras y sonidos en diferentes voces la acompañan casi desde su nacimiento, entre los siglos XV y XVI. El penúltimo en analizar y augurar su declive es Luis Goytisolo en el libro Naturaleza de la novela, reciente ganador del premio Anagrama de Ensayo.
Pero el fin de la novela estaría lejos porque su renovación la garantizaría su propia naturaleza mutante al adaptarse a cada época como ha hecho hasta ahora. Esa es una de las conclusiones de una veintena de escritores de España y América Latina, menores de 50 años, que se unen al debate abierto por muchos de sus maestros literarios sobre la extinción de la novela. Para los autores consultados, los augurios oscuros parecen responder más a una cuestión generacional que son quienes con cierta regularidad hablan de dicha crisis, acrecentada por la avasalladora presencia de las tecnologías emergentes, ante lo cual los novelistas que participan en ese debate creen que lo que los escritores deberían hacer, si quieren, es sacar provecho de ellas. Otra cosa es, aseguran, que la novela no tenga en la cultura y la sociedad la misma influencia de antaño debido a que compite con más manifestaciones culturales y sociales. Preocupaciones, debates y polémicas cíclicas y convertidas en un subgénero ensayístico en sí mismo, e incluso en tema para los novelistas".  En palabras de Junot Díaz, autor de origen dominicano afincado en Estados Unidos y ganador del Pulitzer, la novela siempre ha estado en crisis pero sin dejar de avanzar entre la incertidumbre. “Veo la novela como un virus feroz. No somos capaces de matarla. Cada vez que creemos entenderla cambia sobrevive”, asegura el autor de Así es como la pierdes.
Pero hay muchos más narradores que no comparten las ideas expuestas por Goytisolo en su libro, por ejemplo, esta: “En lo que se refiere a la novela, nos encontramos con que el género ha dejado de renovarse, de abrir nuevos caminos, y quienes de un tiempo a esta parte empiezan a cultivarlo no suelen hacer sino repetir fórmulas con mayor o menor talento. No es imposible que en el futuro alguien escriba una gran novela, pero sí tan improbable como que en la actualidad alguien componga una sinfonía equiparable a las de Mozart o Beethoven”, escribía el autor de La naturaleza de la novela. El escritor barcelonés echa en falta las grandes arquitecturas novelísticas pero reconoce: “La novela es un organismo vivo en constante transformación, pero puede transformarse tanto que se puede convertir en otra cosa, si se lee en otros soportes o se incluyen otros elementos no tradicionales. Lo que está surgiendo ahora mismo es otra forma de relato”.
PRÓLOGO
Pobrecita madre mía, / con mi muerte lo mucho que sufriste, / Abel Antonio no muere todavía,/ Abel Antonio muere cuando Dios lo necesite…
“La novela nunca ha tenido una esencia ni ha sido un género normativo y eso es lo que le ha permitido transformarse a través del tiempo y adaptarse a las distintas épocas y públicos. Además, ha sido uno de los géneros modernos cuya apertura ha favorecido la integración de las formas narrativas de la cultura popular (lo sentimental, fantástico, policiaco...). Lo que ha cambiado es que hoy el libro y la escritura ya no ocupan el centro de nuestra cultura y que la novela, como los demás géneros literarios, está aprendiendo a convivir con otras modalidades de expresión en un nuevo paisaje tecnológico y multimedia. Tengo la impresión de que, para nuestras últimas hornadas literarias, esta convivencia con la tecnología multimedia no constituye un verdadero problema. Hay sin duda algo generacional en esto, pues el problema no se plantea sino cuando se tiene una visión más tradicional de la poesía o la novela”, explica el venezolano Gustavo Guerrero, ensayista y editor de la prestigiosa Gallimard de Francia. Sus opiniones sirven de antesala a las de los escritores cuyas voces levantan un atlas del territorio de la novela, con el fondo musical de La muerte de Abel Antonio.
CAPÍTULO I. ACCIÓN. La novela en el cambio de paradigma.
Toda la familia mía, / mi muerte la lloraban con duda, / Abel Antonio llegó a los cinco días / se ha presentado vivo para levantar su tumba…
Kirmen Uribe (España): “Siempre he desconfiado de las lecturas apocalípticas. Mi padre cuenta que cuando era joven, su abuelo le decía que tuviese mucho cuidado en la calle, con ‘esos carros sin caballos’. ‘El mundo se ha vuelto peligroso’, le decía”.
Guadalupe Nettel (México): “Mi generación ha visto tantos fines de tantas cosas que ya no creemos en el final de nada. El mundo va cambiando y la novela se va adaptando. Otra cosa es que haya tipos de novela que se escriban menos pero surgen otras formas y no por ello dejan de ser novelas”.
Oliverio Coelho (Argentina): “La novela conserva su esencia y cualquier pensamiento apocalíptico al respecto es coyuntural. El cambio de paradigma tecnológico puede modificar el modo de leer, pero es prematuro pensar que pueda cambiar, ahora, el modo de escribir novelas. Es más probable que cierta vuelta a la narración más ambiciosa operada en series como Mad men, Breaking bad o, Six feet underintervenga en el imaginario de los escritores e incida en el futuro de la novela, no extinguiendo la novela, sino dándole un nuevo horizonte narrativo que la devuelve a su origen totalizador: género capaz de hilar, bajo el espesor de una voz, vidas, familias, sociedades, procesos históricos, distopías”.
Juan David Correa (Colombia): “La novela nunca ha sido un género estático. Su definición está precisamente en su heterodoxia y diversidad de enfoques. Que ahora quepan cosas del mundo virtual no quiere decir que estemos ante el abismo, sino todo lo contrario”.
Yolanda Arroyo (Puerto Rico): El escritor tiene ante sí una lucha por defender el género de sí mismo, es decir, tiene que entretener mientras compite con una infinidad de otras distracciones y ello obligará al cambio de novelar.
Rafael Gumucio (Chile): “Goytisolo tiene toda la razón y está absolutamente equivocado. Es evidente que la novela en Europa no está en el centro del debate intelectual y moral. No es así en otros lugares del mundo. En China, en Sudáfrica, en Estados Unidos, en América Latina, en los suburbios de inmigrantes de Londres, París y Nueva York la novela es aún la forma principal de contar la historia. La lista de los más recientes premios Nobel es una prueba: Coeetze, Pamuk, Naipaul, Muller, Mo Yan, Vargas Llosa. Viejas glorias, talentos discutibles pero que en general vienen a representar literaturas vivas en que, para bien o para mal, se escriben novelas”.
II. NUDO. ¿Cuál es el estado de la novela como género? ¿Está en fase de extinción?
Abel Antonio no llores,/ que eso le pasa a los hombres; / Abel Antonio no te pongas a llorar, / que eso le pasa al que sale a caminar…
Juan Gabriel Vásquez (Colombia): “La novela seria ha sido ligeramente desplazada a los márgenes de la sociedad. Pero decir que está en vías de extinción sólo puede ser ignorancia, pereza o narcisismo: los lectores hemos compartido el comienzo del siglo conAusterlitz, 2666, El atlas de las nubes, Tu rostro mañana, Las benévolas, Anatomía de un instante... La novela está muy viva. El grito sobre su muerte suele más bien referirse a la muerte creativa del que lo profiere. Espero que no sea el caso de Goytisolo”.
Agustín Fernández Mallo (España): “Toda generación de escritores ya consolidados cree que la historia se termina con ellos, y toda generación emergente cree que es ella quien lo renueva todo. Y en parte es verdad. Algo se extingue para que otra cosa emerja. Lo que está en crisis es un modelo de novela, pero no el género novela. Digo que está en crisis porque es cierto que la novela ha pasado de ser un arte hegemónico a una manifestación cultural sin la capacidad de transformar la sociedad en su conjunto”.
Martín Kohan (Argentina): “Si hay un género que se alimenta de sus propias puestas en crisis, en lugar de languidecer por ellas, es la novela. Convertirse en otra cosa es un signo de vigencia, no de agotamiento”.
Mayra Santos Febres (Puerto Rico): “La novela no está en fase de extinción, sobre todo en países, culturas y desde perspectivas que anteriormente se han visto como minoritarias o incluso como incapaces de gestar literatura. Las mujeres estamos escribiendo más novelas, de forma diferente, ganando más premios, y lo mismo los gais, los caribeños y demás hispanoparlantes negros”.
Wendy Guerra (Cuba): “En la medida en que existan sociedades cerradas donde la información no fluya con facilidad, una novela pasa como asentamiento reciente de la historia cotidiana. Para los cubanos es oro molido que sirve como ventana para entender cómo se come, se ama, se viste y se respira en el resto del mundo”.
Lina Meruane (Chile): “Esta pregunta —¿se acaba o no se acaba la novela?— parte de una premisa apocalíptica, instalada por intelectuales que insisten en mirar hacia el pasado en busca de refugio o de modelo. Contestar a esta pregunta sería caer en las trampas de este discurso sin salida, sería confirmar o permitir que nos domine un pensamiento sin imaginación de presente, uno que no comprende que la escritura es como el lenguaje: fluido, adaptable, fruto de su tiempo”.
III. DESENLACE. Relación con las tecnologías emergentes.
Que caso lastimoso / el que me ha pasado a mí, / para que no le pase a otro, / yo te lo vengo a decir:..
Edmundo Paz Soldán (Bolivia): “El estado marginal actual de la novela le da mucha más libertad para hacer todo tipo de exploraciones formales y temáticas. Lo que tenemos que hacer es enfrentarnos a las nuevas tecnologías, dialogar con ellas, apropiarnos de algunas de sus estrategias narrativas”.
Pilar Quintana (Colombia). “Las nuevas tecnologías están abriendo la creación y democratizando el mercado editorial. Gracias a ellas he podido leer novelas que no se consiguen en mi país y leer a autores que no son tan conocidos en nuestro medio. He sabido de autores rechazados por las editoriales que se están autoeditando”.
A. Fernández Mallo: “El campo es enorme. Las tabletas, por ejemplo, dan la oportunidad al escritor de crear a través de la palabra, del vídeo, del sonido, convirtiéndose así la obra en un artefacto aún por definir y el escritor en una especie de compositor que maneja de manera creativa diferentes lenguajes”.
Pablo Casacuberta (Uruguay): “El desarrollo del cine y de la televisión coinciden con una explosión de la novela, no con una merma. Algunas tecnologías, como la rueda o la silla, han cambiado bastante poco desde su invención, pues satisfacen y definen en forma simple una necesidad primaria. Creo que la novela pertenece a ese género de invenciones”.
Nona Fernández (Chile): “Un escritor debiera, lo mismo que la novela, estar a la altura de su época. La novela tiene tantas formas que aún desconocemos, que eso la hace seductora”.
EPÍLOGO
Oigan lo que es esto se acaba entre los dos / me gana la muerte o me la gano yo, / ¡Ay oigan lo que es esto! Se acaba entre los dos, / me gana la muerte o me la gano yo…
José Pérez Reyes (Paraguay): “Siempre habrá un mundo entre real y ficticio que construir entre lectores. Aparecerán nuevos formatos y se irán ampliando con recursos multimediáticos que amplíen la exploración que una novela pueda sugerir”.
Javier Montes (España): “Lo que está en juego aquí no es algo relativamente poco importante como la supervivencia de la novela como forma, sino algo mucho más profundo: la capacidad de los nativos digitales para el acto de atención exclusiva y prolongada en el tiempo que supone la lectura de textos extensos, complejos, con digresiones, referencias, evocaciones imaginarias...”.
Mayra Santos Febres (Puerto Rico): “Si desaparece la novela a cambio de que más gente tenga acceso al conocimiento, a los libros, al Saber, pues que desaparezca. Ya nos inventaremos otra cosa que la suplante”.
Esta muerte se me acumula, / para que este negro muera, / que no me cabe sepultura, / que yo vivo adentro y estoy afuera.

martes, 7 de mayo de 2013

Así surgió "Rayuela"


En el blog Moleskine Literario leo estas dos respuestas de Cortázar sobre la escritura de su novela Rayuela, que aparecen en el libro Revelaciones de un cronopio, de Ernesto González Bermejo: 
-¿Cómo fue el proceso de trabajo de Rayuela?
-Empecé por una especie de obligación de empezar. Al principio fueron papelitos que había ido escribiendo de diferentes modos, en diferentes momentos y después todo eso se ajustó y se combinó. El primer capítulo que escribí fue el del tablón. En la máquina, la novela empezó ahí, en la parte de Buenos Aires. Podía haber sido un cuento; como situación se me dio como se me dan las situaciones de los cuentos: de pronto vi a ese tipo, a esa especie de vago que estaba hablando con uno en la ventana de enfrente y empezaba toda esa extraña ceremonia del tablón, del paquete de yerba, los clavos y la presencia de la mujer –que es una especie de apuesta–, y cuando terminé sentí que tenía que irme para atrás. Que Oliveira estaba en Buenos Aires pero que antes había vivido en París (con gran parte de mi experiencia) y entonces empecé la parte de París, que contenía ya una serie de capítulos cortos que había escrito sin ninguna intención de novela. Te podría señalar capítulos que son, por ejemplo, pequeñas descripciones, ambientes, situaciones de París que se insertaron luego naturalmente en la novela; es decir, que habían sido fragmentos de la novela sin que yo lo supiera.

-¿No hubo entonces ningún plan?
-Ningún plan; si alguna cosa no ha respondido a un plan es Rayuela. Los capítulos se fueron acumulando. Cuando volví atrás y empecé a escribir la parte de París, hice un primer capítulo narrativo, después algunos capitulitos sueltos –donde se habla incidentalmente de La Maga y los primeros encuentros más o menos mágicos–, y después un capítulo muy, muy largo donde los personajes se van definiendo: La Maga cuenta su historia en Montevideo y ya se ve venir a Oliveira, se ve en lo que está; se conoce un poco a los otros personajes. A partir de ahí seguí escribiendo narrativamente, con los grandes huecos que hay. La vida de Pola por ejemplo, la amiga de Oliveira, está contada espasmódicamente: esa mujer entra y sale de la vida de Oliveira como si entrara por una ventana y saliera por otra; no hay secuencias definidas. Pero seguía un orden. Hay un orden de evolución de la relación de Oliveira y La Maga, la muerte de Rocamadour, la partida no explicada ni explicable de La Maga y el derrumbe final, un poco delirante de Oliveira, hasta que lo meten preso y lo mandan de vuelta a Argentina. Con todos los capítulos intermedios, la larga conversación con Gregorovius, la visita a Morelli en el hospital, las grandes discusiones sobre su obra, todo eso.

viernes, 3 de mayo de 2013

Literatura nacional

Una literatura se hace nacional, y es asumida como propia por los lectores de esa nación, cuando se puede hablar mal de ella, no cuando se puede hablar bien. Eso último cualquiera puede hacerlo, con o sin sentimiento de pertenencia. Es como en los matrimonios o entre hermanos o amigos, cuando uno puede hablar mal del otro, pero no permite que lo hagan terceros. Que uno pueda hacerlo es un derecho que confirma la propiedad, la intimidad, el cariño y hasta el orgullo.” 
César Aira, citado por Ignacio Echevarría en este artículo de El Cultural.