Por Vicente Verdú
Cuesta explicar cómo los novelistas más celebrados siguen siendo aquellos que continúan componiendo sus obras como si nada hubiera ocurrido en las técnicas y medios narrativos. La pintura se dio perfectamente por enterada del daguerrotipo, la fotografía, el cine, el vídeo, la televisión, la visión desde el avión o el Photoshop pero los novelistas a la violeta siguen con el ojo amoratado, ciegos o cortos de vista. Construyen novelas al modo del siglo XVIII o XIX, cuentan historias donde se describen paisajes y perfiles personales como si la posible información sobre la imagen no se ofreciera o abundara por todas partes, con mayor precisión y eficacia comunicadora. Se entiende que Flaubert dedicara treinta páginas a exponer la boda de Madame Bovary o que Giuseppe Tomasi de Lampedussa hiciera otro tanto con su ceremonia nupcial pero tanto una como otra visión la solventa hoy el cine o el vídeo con algunos planos o incluso Visconti con un solo traveling proporciona cien veces mayor cantidad de información.
No se tratará de impedir que algunos o muchos sigan pintando cuadros prerafelistas o impresionistas pero quien se consagre a esta clase de menester resultará insoportablemente anacrónico, estrafalariamente al margen de su tiempo.
¿Cómo no reciben la misma consideración los novelistas actuales que trabajan como sus colegas de hace dos siglos? ¿Cómo los lectores y el público en general pueden asumir esos productos vetustos recosidos o recocidos para servirlos hoy en día? Sencillamente, creo yo, porque han dejado de ser actualizados lectores de literatura. Quienes se creen, en general, conspicuos lectores de literatura, lectores de literatura de toda la vida, son lectores que sobreviven a bordo de la inercia (¿inertes?).
Hay lectores que devoran los Harry Potter y Código Da Vinci pero no son actualizados lectores de literatura. Leen los libros como los comics, noticias de sucesos o sudokus. Si hay una creación fosilizada es la creación literaria. A su lado, la pintura sería, por contraste, el cuerpo elástico de un atleta en forma para aspirar a las metas de su tiempo.
Y...¿qué hay de malo en esos lectores que disfrutan tanto de Murakami, Pamies o Carlos Fuentes pero también de Harry Potter y comics como "The Freak Brothers? ¿Es acaso un pecado literario? ¿Han de mantenerlo en secreto para evitar las iras de las deidades literarias?
ResponderEliminarsoy estrafalario y amo a Dante Gabriel Rosseti
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