viernes, 8 de agosto de 2008

Cine y fetichismo

Tarantino durante la filmación de Death Proof

Por Giovanni Rodríguez

En los últimos días he estado revisando algunas películas de Quentin Tarantino; un detalle recurrente en ellas me había llevado a informarme más y he encontrado unos datos interesantes. Uno de ellos es la especial admiración que le deparaba a Russ Meyer, un cineasta norteamericano nacido en San Leandro, California. Probablemente de Meyer le atraía su inclinación irreverente hacia el cine erótico, pero sería más acertado pensar que lo que lo unía a él era su denodado fetichismo de los pechos femeninos, que demostró sin ambages sobre todo en sus últimas películas.
Ya se sabe que Tarantino es un fetichista consumado (éste es el detalle al que aludí antes), sobre todo un fetichista de pies, como se puede comprobar en sus películas con los planos recurrentes a los pies de Uma Thurman, aunque la escena que mejor refleja esta obsesión del cineasta es aquella en la que bebe alcohol de los pies de Salma Hayek en Del crepúsculo al amanecer, película escrita por él y dirigida por su amigo Robert Rodríguez.
Tarantino había conocido a Meyer en el cóctel ofrecido luego del estreno de una de las películas de éste. En una entrevista realizada por un periódico mexicano, Quentin describe el encuentro con las siguientes palabras: “Quería saludarlo de manera adecuada, estrechándole la mano, pero no se pudo porque tenía las manos ocupadas con las copas y los bocadillos. Él, por supuesto, no me conocía, y yo lo admiraba muchísimo, de modo que cuando quise decirle algo, el residuo de uno de los bocadillos en mi garganta hizo que las palabras se me atoraran, entonces él me dio unas palmaditas en la espalada y me recomendó tomar un trago de mi copa. Después ya no volví a verlo esa noche, había desaparecido inexplicablemente de su propio cóctel”. En el momento de ese encuentro, Tarantino tenía apenas veintitrés años y ni siquiera había escrito el guión de Amor a quemarropa.
Según una página web dedicada a Tarantino, éste vio en 2001, precisamente en una pequeña sala de cine californiana atestada de cinéfilos pornógrafos, Pandora Peaks, la última película filmada por Meyer antes de su muerte en 2004 a los 82 años por causa de una neumonía y con ciertos signos de demencia. Para entonces Tarantino ya era un fanático de Meyer.
Pandora Peaks también es el nombre de la protagonista del film. Sus enormes implantes de senos llamaron la atención de Meyer, a quien se le ocurrió hacer una película con ella. Se trató de una sucesión ininterrumpida (sin diálogos) de escenas con Pandora vistiéndose y desvistiéndose durante 72 minutos, los cuales son narrados por la propia actriz y por Meyer.
No sabemos si fue con la intención de emular a su admirado Meyer, pero a Tarantino también se le ocurrió utilizar a la Peaks en una película de serie B que proyectaba filmar más adelante y que se titularía Death Proof, pero desafortunadamente ella decidió retirarse del cine antes de que la propuesta de Tarantino llegara a su representante, de modo que la actriz de la exuberante delantera no apareció finalmente en Death Proof, estrenada el año pasado.
¿Qué oscuro placer impulsaba a Meyer a filmar obsesivamente los pechos de una mujer? ¿Qué es lo que pasa por la cabeza de Tarantino en el instante previo a ordenar, desde su butaca, la inmortalización de los feos pies de las actrices de sus películas? Son preguntas que, aunque algo periféricas, solemos hacerle siempre a los artistas.

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