Foto: Jordi Socías, El País
Roberto Saviano nació en Nápoles en 1979. Escribió Gomorra, un libro que descubre el verdadero rostro de la mafia napolitana y que lleva más de dos millones de ejemplares vendidos. Ahora la mafia lo ha condenado a muerte y vive cada día como si fuera el último. Aún así, dice que seguirá escribiendo. Porque "escribir es resistir". Les dejo dos fragmentos correspondientes a una entrevista y un reportaje que leí en El País este fin de semana.
"El éxito me condenó a muerte"
La Camorra ha condenado a muerte a Saviano no por lo que ha escrito, sino más bien por el impacto de lo que ha escrito, un impacto cifrado en casi dos millones de libros vendidos. "Lo que más molesta a la Camorra no es exactamente la palabra, sino la palabra cuando genera tensión... La palabra como tal, así a secas, les trae sin cuidado; lo que no soportan es que esa denuncia tenga tantos lectores, y ésa es la diferencia entre Rushdie y yo. A Rushdie le condenaron con una fetua por el mero hecho de haber escrito Los versos satánicos; a mí me han condenado porque el libro se ha leído mucho; es el éxito lo que me ha condenado a muerte", explica.
(Click aquí para leer la entrevista completa de Borja Hermoso)
El grito de Saviano
El crimen de Roberto Saviano ha sido algo tan aparentemente inofensivo como escribir un libro contando el espanto que ha visto y oído en Nápoles, ejerciendo su notaría escrita sobre el reinado de la infamia. Woody Guthrie estaba utópicamente convencido de que su guitarra y sus canciones servían para matar fascistas. Blas de Otero sabía que aunque hubiera perdido la vida, el tiempo, todo lo que tiró como un anillo al agua, le quedaba la palabra. Saviano podría declarar con orgullosa pero también amarga certidumbre que su libro, sus palabras impresas, han servido para que el crimen organizado le declare su enemigo prioritario. Y Gomorra estremece no ya por lo que cuenta sino por cómo está contado. Con una escritura torrencial y admirable, con literatura de primera clase, con una atmósfera y una fuerza expresiva que te empapan, te hipnotizan, te dan miedo, te convencen y te conmueven. Y te deslumbra tanta sabiduría y tanto estilo para captar un universo tan complejo en alguien de veintiséis años. Ahora tiene veintinueve. Y los verdugos se han empeñado en que la mosca cojonera que les ha incordiado retratando con temible potencia su rentable abyección no llegue a vieja ni muera en su cama.
(Click aquí para leer completo el reportaje de Carlos Boyero)
Por esos aparentes paralelismos del destino, Miriam Makeba murió ayer después de dar un concierto en apoyo a este escritor. Ella, en su tiempo, otra perseguida por el mensaje de su música.
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