Por Dennis Arita
Mi siglo. Gunter Grass. Alfaguara. 428 páginas.
Al leer Mi siglo se piensa en Gunter Grass en la hemeroteca, entre antiguos periódicos encuadernados, en busca de sucesos llamativos, anécdotas brillantes y pintorescas, relatos breves y contundentes que le permitieran arrojar luz sobre los hechos del siglo que le tocó vivir. Dividido en 100 secciones, cada una de ellas situada en un año del siglo pasado, Mi siglo es por turnos brillante, oscuro, irritante, emotivo, poético y aburrido. Acaso es inevitable esa combinación de cualidades, ya que se trata de un macizo almanaque que registra una centuria de vida y milagros de Alemania desde el punto de vista de varias decenas de voces narrativas, una de ellas, la del propio Grass. Juan García Ponce define bien este libro: "Es una novela cuya estructura debe considerarse la de un libro de cuentos". ¿Puede ser molesto o aburrido un texto que parece prometer tanta aventura? A veces, Mi siglo logra esa hazaña, acaso porque casi ninguno de sus "cuentos" nos sitúa en una perspectiva aventajada: para los años decisivos –Alemania tiene el privilegio de abundar en ellos- Grass escoge narradores a quienes parece interesarle más recoger setas o lidiar con sus hijos descarriados. Sin embargo, la técnica de Grass quizá es la correcta porque, en la realidad cotidiana en que trabajamos y morimos, nadie tiene una perspectiva aventajada acerca de nada.
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