Javier Marías en su domicilio. Foto:
EMILIA GUTIÉRREZ.
Los villanos de la nación (Los Libros del Lince) es el título del último libro de Javier Marías, una
selección de los textos que, sobre temas políticos, éticos y sociales,
ha publicado en diferentes medios de comunicación desde 1985. Con este motivo lo entrevistan en La Vanguardia y yo pego aquí algunas de las partes de esa entrevista que me interesaron más:
-¿Qué importancia da a sus escritos sobre actualidad?
-A uno le sirve a veces de
desahogo. Tengo la sensación de que tienen pocos efectos prácticos. Pero
hay mucha gente que los agradece, que me dicen que les da alivio ver
que alguien dice ciertas cosas. Uno siente ahí que tiene cierta
obligación de decir lo que piensa de verdad. En cambio, en las novelas,
no, no me responsabilizo de ellas como ciudadano. Hay un narrador que
cuenta y unos personajes que dicen las cosas que quieren. Aunque cada
vez hay más confusión y hay lectores que me recriminan opiniones de mis
personajes. La ficción se había distinguido siempre de lo real pero
ahora cada vez hay más personas que no realizan tal distinción.
-¿Por qué critica ciertos aspectos de la solidaridad?
-Critico sus trampas. Aquí debajo de mi casa hay
varios señores tumbados en el suelo a los que ningún transeúnte echa una
mano. Nuestros pobres son concretos, sucios y desagradables, no los
tocamos porque podrían transmitirnos su desesperación pero, eso sí,
efectuamos donaciones a Haití. No es muy simpático decirlo, pero me
produce un efecto contraproducente ver cómo todos los famosos del mundo
entero se vuelcan como un solo hombre en Haití, y empiezan a donar
dinero de manera ostentosa. Tengo la sensación de que estas
solidaridades son mecánicas, que hay más deseo por parte de quienes la
practican de mirarse al espejo y pensar qué majo soy que verdadera
voluntad de ayudar y verdadera empatía. A mí me suena a falsedad, a
medalla que se pone la gente a sí misma. Uno tiene el impulso de enviar
un poco de dinero a Haití, y lo haces, privadamente, pero piensas: ¿qué
es esto? Uno acaba desconfiando de los propios movimientos más
altruistas del espíritu por el abuso que se hace de ellos.
-¿Los artículos contribuyen a su fama de conflictivo?
-Me ven como áspero, pendenciero, grosero. No es
una imagen grata. Da la impresión de que la gente no lee bien, te
contestan a cosas que no has dicho. En vez de leer, reaccionan.
Semana que pasa, semana que hago nuevos amigos. Me llega mucha
irritación. Hay muchas personas que cuando me conocen personalmente,
aunque sea un par de minutos, me dicen: "Ah, pues eres muy normal, creía
que eras muy arrogante". No sé bien, en realidad soy cortés y a veces
incluso supongo que puedo ser cordial. Pero, al escribir, uno dice cosas
impertinentes porque no tiene sentido escribir para decir lo que todo
el mundo ya sabe, lo que todo el mundo ya piensa, lo que toca.
-Cuando habla de que un escritor no puede saber si su editor le engaña en las liquidaciones, resuena su vieja rencilla con Jorge Herralde…
-Me temo que eso ha pasado muchas veces en
la historia, y todavía sigue siendo así. Los autores no tenemos manera
de saber los libros que vendemos, es muy difícil, a uno le informan de
que se ha hecho una tirada determinada de ejemplares, se puede pedir el
resguardo del impresor, pero se sabe que hay algunos impresores que
ponen lo que les dice el editor porque, si no, pierden el volumen de
trabajo procedente de dicho editor. Nunca hay una seguridad absoluta.
Pero uno no puede ir por la vida con desconfianza, es un horror ir por
la vida creyendo que te engañan. Pero llega el momento en que tienes la
convicción de que es así, ves las cifras que no casan, no tienes pruebas
para ir a un tribunal pero sí la certeza.
-Para acabar, una pregunta literaria. Lo de publicar su última novela (Tu rostro mañana) en tres entregas, a medida que las escribía, demuestra una enorme auto-confianza, ¿no? ¿Qué sucede si quiere hacer cambios en capítulos anteriores?
-Si descubría que me
convenía algo diferente no podía rectificar, porque ya estaba publicado
el libro anterior. Pero no ha sido tan distinto, tengo esta manera de
escribir un poco rara y un poco suicida, voy improvisando en gran medida
y no me permito cambiar nada de lo que he escrito con anterioridad. No
hago una segunda versión de los textos. Trabajo mucho cada página pero
luego va a la imprenta tal como ha quedado. Aplico el mismo principio de
conocimiento a las novelas que el que rige en la vida: a los 50 dices:
'ojalá me hubiera casado con esta persona, hubiera aceptado aquel
trabajo…' pero te tienes que conformar, ser consecuente con lo que has
hecho.
Buenas noches, hace días que no me pasaba por aquí.
ResponderEliminarMe ha encantado esta entrada, pues admiro mucho a Javier Marías
Un abrazo