Vista parcial de la portada de Los muertos, de Jorge Carrión.
Siempre resulta interesante observar a un crítico literario en su faceta de creador. En este caso, se trata de Jorge Carrión, uno de los mejores críticos que se pueden encontrar en las páginas españolas, quien publica su novela Los muertos (Mondadori), de la que nos habla Juan Goytisolo en esta reseña tomada de Babelia:
Estamos en Nueva York en 1995, en un callejón sombrío encajonado
entre grandes bloques de edificios. Un hombre desnudo en posición fetal.
Nada sabemos sobre él -ni él mismo lo sabe- sino su apodo: el Nuevo.
Tres cabezas rapadas se aproximan a su cuerpo inerme y le propinan una
brutal paliza a modo de bienvenida. Alguien -el Viejo- le ayuda a
levantarse y le da momentáneamente abrigo. La víctima es uno de los
numerosos aparecidos que acaban de "materializarse" en la ciudad y
suscitan el rechazo de la población nativa. Pronto le seguirá otro: el
cuerpo también desnudo de un adolescente. La secuencia se corta cuando
dos individuos con bates de béisbol se dirigen hacia él. A continuación,
una mujer asimismo desnuda y trémula, siempre en posición fetal, será
violada por los tres cabezas rapadas. Poco a poco el lector (y
telespectador) verifican que la encarnación repentina de nuevos seres
ignorantes de su pasado y sin una identidad comunitaria precisa es
percibida por los demás ciudadanos como una plaga. Quienes no tienen la
suerte de integrarse en algún núcleo familiar acuden a los ya atestados
Centros de Acogida y quieren contactar con el adivino que les ayudará a
descubrir quiénes fueron en otra vida y a forjarse la identidad que
ansían. Todo ello sucede a un ritmo veloz, en el que los personajes
cambian de un párrafo a otro, mediante frases cortas, casi telegráficas.
Al fin de la Primera Parte de Los muertos, los comentarios
eruditos de una licenciada en estudios audiovisuales publicados en The
New Worker del 1 de agosto de 2011 (el subrayado es mío), nos
revelan que cuanto acabamos de leer (y de ver) es una teleserie del
mismo título que bate todos los récords de audiencia. Una teleserie que
ha saqueado y digerido los componentes de infinidad de filmes y
telenovelas, incluidos personajes, escenas y tramas argumentales en
virtud de un ars combinatoria de ingredientes de toda índole
tomados de la narrativa universal. El análisis de dicha superserie será a
su vez el origen de Mypain.com, la web patrocinada por la productora de
Los muertos con el propósito de crear un mundo virtual absoluto
en el que los difuntos personajes novelescos, cinematográficos,
televisivos, etcétera, puedan resucitar y encarnarse en quienes lo
deseen y dispongan de medios económicos para adquirir su exclusiva. A
través de una red de comentarios y reflexiones en torno a "la memoria de
los muertos de la ficción" y "la de aquellos que han sido
ficcionalizados tras su muerte", Jorge Carrión nos va desgranando las
claves de las misteriosas "materializaciones" de la teleserie
neoyorquina:
"De ese modo, se desvela un fenómeno universal: todo
personaje de ficción tiene uno o más modelos, conscientes o
inconscientes, tomados de la vida real. Esa hipótesis ha llevado a la
idea de que el cuerpo en que se encarna un personaje de ficción tras su
muerte en la obra que fue engendrado se corresponde -en el mundo de la
teleserie- con la imagen física de la persona real que actuó como modelo
de los creadores".
En la Segunda Parte, el novelista da una
vuelta más a la tuerca del artefacto literario que está creando. Estamos
otra vez en Nueva York, pero en 2015. La escena inicial del callejón es
la misma, pero el cuerpo desnudo, en posición fetal, del Nuevo es el de
un negro. A la agresión de que es objeto por parte de los tres cabezas
rapadas responde con puñetazos y patadas hasta ponerlos en fuga. En las
siguientes secuencias reaparecen personajes de la Primera Parte,
angustiados por la pandemia que se abate sobre la ciudad: las
desapariciones -desintegraciones súbitas- como reverso de las
"materializaciones" de la anterior teleserie. Los habitantes, presa del
pánico, buscan su pertenencia comunitaria en las personas con quienes
compartieron su otra vida y que puedan orientarles sobre su verdadera
identidad. Mundialización, angustia identitaria, venganza de los
particularismos que hoy nos afectan son tratados así de manera oblicua.
Adivinos, mafias, grupos terroristas, avance imparable de la pandemia
desintegradora, entretejen una pesadilla recurrente. "La ciudad", dice
el autor de la teleserie o de "los autores que sobre este caso
escriben", "parece más virtual que nunca, más maqueta o videojuego o
construcción tridimensional que nunca". Los neoyorquinos han huido,
Manhattan está desierto, ni un solo peatón discurre por la Quinta
Avenida. "Una red infinita de pantallas, eso es nuestro mundo", dirá un
fugitivo. "Una red sin centro y por tanto sin Dios". Sin autor
omnisciente y ubicuo, añadiré yo.
La utopía cibernética de Carrión
no guarda relación con las de Wells, Huxley u Orwell. Sus conexiones se
establecen en lo que llama la narrativa del rescate, la "de las novelas
y películas que resucitan de su muerte ficcional o los exterminados de
la ficción universal". Buen lector (y telespectador y cibernauta),
Carrión sabe que toda obra nace en un mundo poblado de obras de cuya
existencia se alimenta y a las que prolonga y modifica. El ciberespacio
abre posibilidades infinitas de adaptación de lo reciclable en todos los
campos de la narrativa y lo audiovisual. Los muertos puede ser
vista como un videojuego o leída como un complejo y articulado objeto
literario. Inútil decir que, sin descartar la primera opción, me inclino
a la segunda por razones de educación y de edad.
Pueden verse los tráilers del libro haciendo clic aquí.
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