Vicente Verdú vuelve a levantar polvo con otro artículo (en El País) sobre la narrativa contemporánea, como ya lo hiciera hace más de dos años con aquellas famosas Reglas para la supervivencia de la novela. Esta vez empieza hablando de los autores latinoamericanos para caer luego en los españoles actuales. Según Verdú, a los latinoamericanos, por faltarles mucho "desarrollo material" y algo de "orden en las convenciones de la vida urbana", "todavía les queda mucho por contar", mientras que los españoles parece que ya no supieran qué putas contar y tienen que conformarse con la supuesta novela histórica o con la literatura de la literatura, aunque me parece raro que no mencione la narrativa sobre la guerra civil... Leamos algunos fragmentos del artículo:
Desde hace ya varios años, los autores latinoamericanos son siempre
quienes ganan los mejores premios de narrativa en castellano. Y no sólo
los que se conceden en su tierra sino que prácticamente son los
vencedores destacados y hasta exclusivos de los primeros certámenes
españoles. ¿Otro boom iberoamericano? Más exacto sería pensar en un
colapso de la narrativa española que manotea aquí y allá sin hallar
temas o que, en su desesperación, bucea en tiempos pretéritos para sacar
a flote supuestos tesoros sin conocer. De hecho, los libros de
literatura española a la cabecera de las listas de ventas son, cada vez
más, recreaciones históricas de otras décadas u otros siglos, refritos
históricos condimentados con nuevas ironías, traiciones, adulterios o
crímenes a granel. A falta de cosecha o perspicacia para referirse a la
actualidad los narradores cosen telas antiguas, las colorean y las
tienden como objetos reciclados, versiones de visiones, a la
característica manera del vintage. De hecho, si en la moda
del vintage han encontrado las mujeres una forma elegante de
vestir un presente ajado, los novelistas han hallado en esta
retro-ficción la manera de suplir su déficit de aliento o de diseño. Sin
que, por otra parte, esta estrategia les vaya del todo mal. Los
lectores más fieles, asiduos y mansos se encuentran hoy en mujeres cuyas
edades rondan los cincuenta años y cuyo género favorito, según
declaran, es la novela histórica. No debe ser, por tanto, mera
casualidad que las novelistas y los novelistas españoles en torno a esa
edad se acoplen en la misma clase de productos que, desfalleciendo las
historias y decayendo la escritura, es, acaso, casi todo lo que hay.
Si en el siglo XIX el libro constituía, por antonomasia, el lugar del
saber, la narración venía a ser el primer modo de conocimiento, la sede
de la emoción romántica y el pasaporte del progreso. ¿Qué sucede,
sin embargo, ahora? A los latinoamericanos, como a los de otros
continentes menos desarrollados materialmente, menos ordenados en las
convenciones de la vida urbana, todavía les queda mucho por contar, sea
en las páginas o en las pantallas. Pero, ¿Occidente? Si cada vez
aparecen más series televisivas referidas a décadas atrás, si las
películas no hacen más que rebobinar revivals, las novelas, por
su lado, se estrellan contra sus propios límites: o se concentran en
tópicos históricos o se suicidan en el triste dogal de la literatura de
la literatura.
Quizás Giovanni Rodriguez con su nueva novela o Mario Gallardo, renuevan la literatura hispanoamericana, ya que ambos son archimboldianos y hombres de mundo, urbanos sobre todo.
ResponderEliminarNombe! Yo sólo aspiro a renovar la literatura sanluiseña, que ya es bastante.
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