Miguel Angel Asturias.
Definitivamente, tiene razón Juan Gabriel Vásquez, da pereza leer a Asturias:
Hace unos meses, estando yo de paso por Guatemala, tuve dos golpes de mala suerte: uno, que me preguntaron mi opinión sobre Miguel Ángel Asturias; dos, que no pude responder con una mentira. (Nunca he sido capaz de elogiar un libro sin sinceridad, cosa que entre los escritores se hace todo el tiempo, ni he sido capaz tampoco de despotricar contra un libro cuando está de moda hacerlo, cosa que entre los escritores se hace aun con más frecuencia).
De repente me vi a mí mismo balbuciendo que sí, que bueno, que El señor Presidente tiene su importancia, claro, pero que nunca he sido capaz de entrar en Hombres de maíz, y que de todas formas Asturias era un escritor provinciano y acomplejado y hasta racista que hubiera mantenido la literatura latinoamericana en la cerrazón y el atraso si no hubiéramos contado, en su generación, con otros nombres realmente grandes. “¿Cómo quién?”, me preguntó alguien con tonito indignado. “Bueno, como Borges”, le dije. Y ahí se acabó el asunto: un silencio incómodo, unas miradas de reproche, pero nada más. Los guatemaltecos son gente cordial y hospitalaria y a un extranjero le perdonan casi cualquier cosa.
Pobre Asturias: 1899, el año de su nacimiento, es también el año en que nació Borges, que lo superó en influencia, en importancia, en humor y en talento; 1967, el año de su premio Nobel, es también el año de publicación de Cien años de soledad, la novela que hizo de verdad lo que El señor Presidente apenas había rozado: reinventar la relación que la realidad latinoamericana tiene con el mundo de lo sobrenatural, lo supersticioso y lo mítico. Las dos coincidencias en el tiempo incomodaron tanto a Asturias que le hicieron pelar el cobre: a García Márquez lo acusó de plagio, como se sabe, y a Borges le lanzó pullas en las cuales el peor librado no era Borges, sino Asturias. El ejemplo perfecto es aquella declaración que le dio a Rita Guibert, una periodista que lo entrevistó en los años setenta. Yo la suelo utilizar en mis clases para ilustrar el provincianismo y los complejos de que hablaba antes. Asturias está criticando a esos escritores que no escriben literatura comprometida, que se aíslan, que se interesan por “temas psicológicos”. Y luego sentencia: “Creer que nosotros los latinoamericanos vamos a enseñarles a los europeos a filosofar, a escribir novelas egocéntricas o psicológicas, creer que nuestra sociedad es lo bastante madura como para producir un Proust o un Goethe, sería soñar despiertos y engañarnos a nosotros mismos”.
El premio Nobel le fue negado a Borges por razones políticas o de corrección política, por alguna ambigüedad que dijo o alguna invitación que aceptó; y aunque no voy a ser yo quien proteste por enésima vez, me gusta preguntarme qué habría sucedido si el correctísimo jurado sueco hubiera leído El material humano, la bella novela de Rodrigo Rey Rosa que acabo de leer y en la cual he encontrado esta cita que el futuro Nobel guatemalteco perpetró en los años veinte: “En rigor de la verdad, el indio psíquicamente reúne signos indudables de degeneración; es fanático, toxicómano y cruel”, dice Asturias. Y concluye, o más bien recomienda: “Hágase con el indio lo que con otras especies animales, como el ganado vacuno, cuando presentan síntomas de degeneración”.
No creo que haga falta explicar nada.
Siempre habrán policías de la literatura (críticos o escritores mal logrados y mal intencionados) que creen harán ver a algunos escritores como malos o torpes; si bien es muy cierto que en la Dimensión de Borges no por ignorancia sino por simples preocupaciones políticas, temáticas y discordias estilísticas, no hay cabida para Asturias y lo de Gabo es comprensible por la acusación del guatemalteco, nadie podrá negar lo oportunas que fueron las obras de Asturias, esto se parece aquel viejo debate de Neruda vrs Vallejo o peor Darío vrs Vallejo que muchos imprudentes quisieron lanzar al ruedo o cualquier otro debate que quiera o pueda suscitarse en el futuro. A todo esto hay algo que nos enseña Roberto Castillo en cuanto a Latinoamérica y su tradición literaria ya madura:
ResponderEliminar... "porque la ilusión apresurada del criollo no lograría particularizar aquello que por su naturaleza pertenece al dominio universal. Si quieres una Itaca sólo para ti, no le des ese nombre a tu finca: Construye un Macondo; si las complicacciones del asma se cruzan con las de tu creación, no ver a Combray entre las plantaciones de caña o de tabaco: imagina y levanta un Paradiso; si los muertos perturban tu sueño, no revuelvas tontamente cementarios de otras religiones y de otras culturas: pasa una noche en Comala. Es en su literatura y no en ninguna otra dimensión donde Latinoamérica presenta una verdadera y bien erigida unidad...ya no se trata de complacerse en lo que siento tan singular y aislado no es compartido por nadie más, sino de emplear los elementos de la tradición literaria para hacer entrar en ella-transformándola y renovándola-una experiencia inédita." R.C.
Esa experiencia inédita me ha pasado con Asturias, Borges y Márquez.
PD: Con respecto a lo que dijo sobre el indio, acá en la "H" hay quienes piensan lo mismo o peor de los "indios". Otra cosa, interesante el torrente de comentarios en "EL espectador" dándole en la cara al de Bogotá jajajaja
Siemptre las grandes plumas tienen detractores; Asturias es tan bueno que en vida y ahora en muerte sobra quien hable mal de el o de sus libros; argumentar que Hombres de maiz es aburrida, es tan baladi como decir que las Ruinas de Copan solo son un monton de piedras...
ResponderEliminarcomo dijo un buen amigo "para gustos, los colores"
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