sábado, 21 de marzo de 2009

Otra vez BTraven y los literatos de H

B. Traven. Fuente: la jornada.
Probablemente Javier Marías obtuvo el dato del libro de Vila-Matas (aunque, ahora que lo pienso, Bartleby y compañía apareció el año 2000, mientras que lo escrito por JMarías es de 1999, así que pudo ser Vila-Matas quien tomara el dato de JMarías), pero el rollo es que otra vez se dice, entre otras -muchas- versiones, que el misterioso escritor conocido como B. Traven era la máscara tras la que se ocultaban un grupo de escritores hondureños. En una nota titulada La H, BTraven y Vila-Matas apuntamos una vez el dato en este blog. Hoy, seguimos la pista de B. Traven a través del texto introductorio de Javier Marías a su novela El barco de la muerte, que aparecerá este mes en español. Dice el texto de JMarías publicado hoy por El Cultural del diario El Mundo (Nótese que en lugar de "literatos hondureños" dice "litertatos hondureños"):
EL HOMBRE QUE SUPO MENTIR (Texto introductorio de Javier Marías)
No está de más recordar hoy a Traven. Hoy, cuando no hay secreto ni misterio que aguante más allá de unos meses, cuando nuestras chismosas y ridículas sociedades exigen saberlo todo, hasta lo que no les incumbe y ni siquiera interesa; cuando al hombre teóricamente más poderoso de la tierra no se le consiente mentir en lo que se debe mentir, y ha de confesar por televisión sus pecadillos, y hasta los pocos escritores que han decidido esconderse son asaltados, como Salinger, a la salida del mercado por cámaras rapiñadoras. No está de más recordar a quien logró enmascararse durante toda su vida y los casi treinta años pasados desde su muerte.
Es de lo poco seguro: B. Traven murió en ciudad de México el 26 de marzo de 1969, quizá a los ochenta y siete años, y sus cenizas, como había pedido, fueron esparcidas sobre el río Jataté en la selva de Chiapas. Con esa inicial y ese apellido firmó la mayoría de sus libros, de los que se llevan vendidos más de 35 millones de ejemplares en 36 lenguas. El más famoso -aunque gracias al cine- fue El tesoro de Sierra Madre. Se cuenta que era el novelista favorito de Einstein, y su historia, su enigma, su leyenda, no han sido puestos en claro de forma unívoca y definitiva, así que será lo último lo que acabará prevaleciendo. En tres obras relativamente recientes sobre su personalidad y su vida, cada autor llega a muy distintas conclusiones, si bien coinciden los tres en algunos datos, para que se acreciente la intriga. No puedo resumir aquí tantas pesquisas, pistas falsas, contradicciones y desmentidos, esforzadas deducciones y certezas negadas, tanta labor detectivesca. Pero para hacerse una idea de la capacidad esquiva de Traven, basta con enumerar los nombres que utilizó en la ficción o en la realidad: Arnolds, Baker, Hal Croves (con éste se hacía pasar por su propio agente cinematográfico), Traven Torsvan, Traves Torsvan, Berick Traven, Bruno Traven, Traven Torsvan Torsvan, Traven Torsvan Croves, B.T. Torsvan, Ret Marut, Rex Marut, Robert Marut, Fred Maruth, Fred Mareth, Red Marut, Richard Maurhut, Albert Otto Max Wienecke, Adolf Rudolf Feige, Kraus Martínez, Fred Gaudet, Otto Wienecke, Lainger, Goetz Ohly, Anton Riderscheidt, Robert Bek-Gran, Arthur Terlelm, Wilhelm Scheider y Heinrich Otto Becker, que se sepa. Más modesta es la lista de nacionalidades que dijo tener, a menudo con pasaporte: inglesa, americana, sueca, noruega, lituana, alemana y mexicana. No se quedó corto, en cambio, respecto a las profesiones que desempeñó o dijo desempeñar en algún momento: escritor, actor, director teatral, mecánico, ingeniero, librero, fotógrafo, agente teatral, profesor de drama, marino mercante, cocinero, explorador, guía, traductor, marinero, profesor de lenguas, granjero, frutero, tutor, panadero, empresario, soldado, cerrajero, periodista, revolucionario, anarquista bávaro, peón algodonero, científico, guionista, agente literario y psicólogo. Según las diferentes descripciones que de sí mismo hubo de aportar en documentos oficiales, su estatura fue de 1.71, 1.66, 1.65, 1.68 y 1.70. Sus ojos oscilaron tan sólo entre el gris, el azul y el azulgris, pero su pelo fue consignado como castaño, gris, negro, castaño oscuro, castaño claro, rubio, rojizo, blanco y cano. Se dijo que escribía en inglés, en español, en noruego, en sueco y en alemán (al parecer lo hacía en esta última lengua, al menos en primera redacción, aunque siempre negó ser alemán o austríaco). En vista de lo escurridizo que era, le fueron atribuidas las siguientes personalidades, ocultas tras su inicial y apellido públicos: el novelista Jack London, el cuentista Ambrose Bierce (quien, ya viejo, había cruzado la frontera con el México revolucionario y desparecido para siempre en 1913), un millonario americano, un negro fugitivo, Frans Blom, el profesor Frank Tannenbaum, un leproso, el Presidente Adolfo López Mateos, Esperanza López Mateos, August Bibelje, Jacob Torice, el Presidente Elías Calles, un editor alemán, Arthur Breisky, el capitán Bilbo, un grupo de litertatos hondureños (?), un grupo de guionistas izquierdistas de Hollywood, un hijo ilegítimo del Kaiser Guillermo II y el hijo ilegítimo de un albañil polaco.
Dejó viuda, y ésta colaboró cuanto pudo con el biógrafo Jonah Raskin durante todo un año, al cabo del cual Raskin no sólo estaba más desorientado que al principio, sino que, facilitado el acceso a las pertinencias de Traven, se vestía con su ropa, se ponía sus gafas y acabó abandonando el proyecto para contar sólo la búsqueda. él cita una frase de Traven que quizá hoy más que nunca nos basta: «La única verdadera defensa del hombre civilizado contra quienes los agobian es mentir». La escribió en 1926, y cuánto debió reír desde entonces.
Javier Marías, 1999

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