martes, 28 de abril de 2009

Ámsterdam (I)

Zona roja de Ámsterdam.

Por Giovanni Rodríguez

Ámsterdam, en un primer momento, me pareció un pueblecito: casas pequeñas y calles estrechas. Pero a medida que iba adentrándome y dejando que mis sentidos fueran invadidos por todo alrededor, la ciudad se me revelaba como lo que verdaderamente es: una gran y hermosa ciudad. Bajé del tren en la Central Station, al lado del puerto, y luego de quedarme contemplando durante un par de minutos un curioso reloj cuyo mecanismo funciona con el viento, lo primero que me llenó la mirada fue un enorme parking de bicicletas contiguo al hotel Ibis, donde tenía reservación para una sola noche. Había llovido y estaba todo mojado y reluciente, y alcancé a respirar, más con mi olfato imaginario que con otra cosa, un leve olor a cannabis venido desde donde supuse estarían ubicados los primeros coffe shops de la ciudad.
Ya en mi habitación del hotel, experimenté de nuevo esa sensación de levedad que se apodera de mi cuerpo siempre que visito un lugar desconocido. Desde el balcón de mi ventana en el tercer piso me quedé un rato disfrutando del paisaje, compuesto básicamente por las pequeñas embarcaciones –algunas de ellas hogares para sus ocupantes- sobre los canales de agua marrón cuyas orillas estaban forradas de hierba muy verde y las casas, casi siempre de tres o cuatro plantas, con el tejado gris, las paredes rojas y unas ventanas muy grandes.
Pero no contaba con demasiado tiempo como para malgastarlo en ese éxtasis contemplativo; la ciudad, con su oferta de libertad y placer, con sus coffe shops y su zona roja, reclamaba mi reconocimiento. Saqué de la mochila mi cámara, mi grabadora y mi libreta de notas y me lancé a la primera de mis exploraciones.
A 500 metros al interior de las primeras calles, en pleno centro histórico, ahora sí que pude confirmar las exactas propiedades del aire. Es el aroma de Ámsterdam, me dije, mientras pasaban por mi mente, en un orden extrañamente cronológico, mis primeros recuerdos con la marihuana, cuando tenía unos cinco o seis años y veía al más joven de mis tíos fabricarse aplicadamente unos cigarros diminutos que al encenderlos despedían más humo que un cigarro normal y ese aroma dulzón que ahora estaba respirando en la capital de Holanda. La ciudad, en ese momento, no difería mucho de la que había visto por la televisión o Internet y las sensaciones que producía eran similares a las que manifestaban esos jóvenes actores de las películas hollywoodenses que habían explotado el tema Ámsterdam: droga y sexo.
En el Blue Bird, un pequeño coffe shop con una fachada de vidrio y luces de neón, quise informarme acerca de los productos del cannabis y sus precios. El color amarillo, que siempre he relacionado con la enfermedad, esta vez, al comprobar que el interior del local estaba pintado casi absolutamente de ese color, no me causó desagrado sino más bien una cierta predisposición a la felicidad.
Dos o tres mesas a la izquierda y dos o tres mesas a la derecha. En el centro una escalera en espiral que conduce a una ventana. Ahí una muchacha rubia y bajita que aparenta unos 16 años pero que debe tener al menos 28. Ahí también la carta, con la oferta del establecimiento, que me la entrega la muchacha con una sonrisa nada impostada pero tampoco excesiva. A la izquierda, en la carta, el hachís; el más caro: el hachís de Marruecos: 5 gramos a 10 euros. A la derecha, las hierbas: Shark Attack, Blue Hash, Purple Haze, White Widow, Santa Sativa… Abajo, galletas naturales y de chocolate con marihuana: 3.50 euros cada una; setas y galletas de setas. Y en la oferta de bebidas: únicamente té: té de esto, té de lo otro, té de aquello, etc., nada de cerveza ni otras bebidas alcohólicas. Supuse que esto último se debía a lo desaconsejable de combinar alcohol y marihuana, porque lo primero inhibe a lo segundo, como yo había podido comprobar en muchas ocasiones cuando con mis amigos, entre cervezas y más cervezas, nos fumábamos unos porros sin que estos nos causaran el mínimo efecto. Pedí un té de menta caliente de un euro y me fui a una mesa de esquina, de las diez o doce repartidas detrás de la ventana, y mientras me lo tomaba me dediqué a observar a los parroquianos. Una buena parte eran franceses. Todos se veían relajados, sonrientes, felices, libres, algunos fumando y casi todos tomando un té parecido al mío. La música era bossanova y jazz básicamente y el ambiente tranquilo, sin nadie que alzara mucho la voz ni demasiados movimientos que alteraran la paz y una deliciosa somnolencia que parecía apoderarse de las cabezas de todos.
Imaginé entonces un mundo en donde todos estuviéramos permanentemente bajo el efecto de la marihuana o el hachís, y me gustó imaginarlo, pero sólo por un par de minutos. Después, pensé que lo mejor en la vida es saber elegir esos momentos y dosificarlos, para no volverlos parte de lo cotidiano.

Leer mucho y largarse de casa

Paul Theroux en un viaje en tren de Rennes a París realizado en 1999. Foto: DANIEL MORDZINSKI/El País.
Santiago Roncagliolo quiso entrevistar a Paul Theroux (Medford, Massachusetts, 1941) pero éste le dijo que no quería entrevistas, que mejor se sentaran, que hablarían y que si luego el peruano quería publicarlo, que lo hiciera. Hablaron entonces, de viajes, de política, de literatura y de amistad. Dos de las respuestas de Theroux qué más me gustaron tienen que ver con la escritura. La primera:
Viajar es crucial para escribir. Cuando alguien me pide un consejo para ser escritor, siempre le doy dos: lee mucho y lárgate de tu casa.
La segunda:
Un hombre feliz no puede ser escritor. Está demasiado ocupado siendo feliz.
El resto pueden leerlo con un clic aquí.

lunes, 27 de abril de 2009

Julio Escoto: su guerra y su paz

El escritor Julio Escoto. Fuente: laprensa.hn
En la edición de hoy de La Prensa, Carlos Rodríguez pregunta a Julio Escoto algunas cosas relacionadas con la puesta en escena por Damario Reyes de su novela Bajo el almendro... junto al volcán. Aprovechando la circunstancia (o más bien complementándose mutuamente las dos circunstancias), el escritor publicará una edición de lujo de su novela, aparecida originalmente en 1988 y en la "que predomina el tema de la guerra, la hondureña-salvadoreña ocurrida en julio de 1969". He aquí algunas de las respuestas de JEscoto:
¿Está satisfecho con el guión escrito por Damario Reyes?
Sí. El guión recoge las aventuras centrales de la novela, caracteriza teatralmente a los personajes y desarrolla la tensión propia del drama que se cuenta en el libro original, el cual no es, como pudiera creerse, la invasión de El Salvador a Honduras sino la invasión al pueblo de Honduras por su propio ejército nacional, en la década de 1960 desde luego. El guión es lineal conforme a los sucesos de la novela, no ha habido cambio o traslación alguna de situaciones, como tampoco se varía el modo de ser de los caracteres. Supongo que por razones de audición, Damario Reyes eliminó a un personaje enano que llega al pueblo con los cirqueros y que es muy pícaro, así como suprimió la presencia del telégrafo, por ejemplo, pero son cambios mínimos que no afectan el contenido central del montaje.
En la respuesta a la siguiente pregunta de Carlos, Julio nos recuerda modestamente una de sus glorias pasadas y además, nos ofrece, sin querer (y sin saber) una prueba más de que lo que ha venido jodiendo a mucha de la narrativa hondureña de los últimos años es esa absurda intención moralizante, la que ha derivado, la mayoría de las veces, en textos planos y hasta panfletarios, textos que aspiraban a ser literarios pero que se quedaron en la mueca patriótica o pedagógica:
¿A 21 años de publicación de su libro, cambiaría algo del mismo?

No creo ni podría. Aquella escritura obedeció a un estado de ánimo particular y a motivaciones de época, así como a un determinado grado de madurez personal y de autor, está bien como quedó, no cambiaría nada. Como la obra fue escrita en 1983 y publicada en 1988, tuve algunos años para meditar sobre ella y pulirla como deseaba. La primera versión por ejemplo, que fue finalista de un gran certamen en España en 1983 [se refiere al Premio Sésamo de novela breve], era un chorro de texto, una vorágine de narración sin puntos ni comas, sólo dividido el bloque de relato por tres títulos o capítulos. Lo modifiqué hacia 1985 y me gusta más de esta manera. Otro elemento que varié fue el final. En la versión original el Capitán Centella terminaba maldiciendo y prometiendo que "la próxima guerra la vamos a hacer nosotros", dando a entender que favorecía una revolución armada. Leyéndola con calma pensé que en vez de incitar a la guerra debía incitar a la paz, y quedó como ahora está.
¿Eduardo Bähr, usted y aún Castellanos Moya aprovechan este hecho histórico y lo llevan a la literatura, ¿este suceso aún es una veta que podría generar otras obras?
Sí, porque cada año se recogen nuevos testimonios, se revelan otros documentos y surgen frescas interpretaciones. Eso en el área propicia a ciencias sociales. En el campo artístico no conozco música, danza, teatro ni poesía dedicados a aquel suceso, excepto lo poco que surgió en el mismo 1969. La revista "Nocturnal" va a publicar en su próximo número un artículo mío donde recuerdo cómo era la vida con los proletarios salvadoreños en nuestras ciudades, lo que será un complemento. La veta apenas si ha sido tocada, en particularidad considerando que este suceso fue uno de los tres mayores del siglo XX para Honduras. Los otros, por su terminalidad, fueron probablemente la dictadura de Tiburcio Carías y conjuntas la huelga bananera de 1954 y el ascenso al poder del liberal Ramón Villeda Morales.

domingo, 26 de abril de 2009

Presentado "Corral de locos"

Parte del público asistente a la presentación de Corral de locos. En la mesa, flanqueado por Mario Gallardo y Jorge Martínez, el autor, Murvin Andino. Foto: Rose Mary Rivera.
El martes pasado, en el marco de la celebración de la Semana de las Letras en la UNAH-VS, se realizó la primera presentación al público de Corral de locos, primer libro de poesía de Murvin Andino y primer título también de la editorial mimalapalabra. Yo no estuve presente pero los esforzados corresponsales de este blog en San Pedro Sula me han mantenido informado. Me dicen que la semana empezó bien, con un programa bastante nutrido y muchas expectativas, pero entonces aparecieron los vagos de siempre, esos supuestos estudiantes de la universidad que raramente aparecen por las aulas pero que siempre lo hacen en los portones de acceso para iniciar otra huelga por cualquier motivo. En esta ocasión el motivo es -ríanse, pero es verdad- la "injusta" aplicación del examen de admisión a los estudiantes de secundaria que aspiran a ingresar a la universidad. Así lo informa Carlos Rodríguez en una nota de diario La Prensa:
La sorpresiva toma de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras en el Valle de Sula, Unah-vs, por parte de los estudiantes de Derecho truncó la celebración de la Semana de las Letras programada por catedráticos y estudiantes de la carrera de Letras. En una clara muestra de su obtusa formación humanística y abanderando consignas ochenteras ya pasadas de moda, interrumpieron la tarde del martes pasado uno de los eventos programados en la plaza Froylán Turcios. El público universitario disfrutaba de la proyección de la película Expiación, basada en la novela homónima de Ian MacEwan. La semana prometía una muestra de producciones cinematográficas recientes basadas en textos literarios. La acción de los estudiantes de Derecho refleja la mediocridad de un alto porcentaje de estudiantes de esa carrera que pretenden abolir el examen de admisión para poder cursar la misma. En dos días la Semana de las Letras desarrolló la feria del libro, un conversatorio con Francisco Aguilar Pérez, ex integrante del grupo literario de La Ceiba "La voz convocada", de donde surgieron poetas como José Luis Quesada, Nelson Merren, Tulio Galeas y José Adán Castelar. Además, a las 5.30 P.M. del martes, Murvin Andino, estudiante de la carrera de Letras del la UNAH-VS, presentó su poemario Corral de locos, publicado bajo el sello mimalapalabra y con el auspicio de la Dirección Regional de Cultura. Así, lo que sería una semana con un amplio programa cultural se acortó a dos días debido al oscurantismo universitario.
La presentación de Corral de locos ha tenido eco también en otros espacios culturales. En el blog Metáfora leemos:
Corral de Locos es un clamor a la locura para encontrar la salvación y un buen comienzo de Murvin Andino en el mundo de las letras hondureñas. Catado en el marco de las celebraciones de la Carrera de Letras, en una presentación no oficial ante un importante grupo de escritores hondureños, se logró percibir la aceptación y admiración que despierta entre críticos como Sara Rolla, quien manifestara: "He leído cuidadosamente Corral de Locos y encuentro un excelente ritmo, un refinado manejo de la melodía y mucha profundidad en el tratamiento de la existencia". Por otra parte, Mario Gallardo, Director de Cultura, Artes y Deportes, señaló que, "al igual que Jorge Martínez encuentro varias líneas de conexión que comunican con textos como Habitaciones Sordas y Desde el Hospicio, de Gustavo Campos; y Las Horas Bajas, de Giovanni Rodríguez; sin embargo, se trata de un similar ambiente que se diferencia en las voces distintas de estos autores". Armando García señaló que "para encontrar el deleite en Corral de Locos es preciso un lector avesado por un sinnúmero de referencias a la literatura clásica universal, a la cultura universal en general".
En el blog Poetas del Grado Cero, Jorge Martínez, quien fue uno de los anfitriones en la presentación del libro, deja estas palabras:
Todos los presentes, que no eran muchos, nos miraban fijamente, temerosos de encontrarse con la desastrosa verdad de la inutilidad de nuestra voz. Por un momento percibí ciertas ráfagas de lucidez emparentada con los sustantivos, adjetivos y adverbios que registré metódicamente para descubrir que ninguno de aquellos poemas decía absolutamente nada. Fui sincero, o al menos un chispazo de mi tozudez me indicaba los tropiezos de aquellos versos. Pude haber sido peor, pero no me dejé llevar por mis propios temores. Tenía exactamente dos puntos de vista y el más natural salió para condescender fraternalmente con la pequeña turba de saludables enfermos. Un buen convite para denunciar que aún estamos signados y que los títulos de los libros se ponen al azar, pero atisban la posibilidad de ese lugar en el que estamos completamente solos, a nuestro desafortunado albedrío, más enfermos y dominados por la razón. Murvin nos interrumpió al final con un poco de cordura que destilaban sus versos.
Y de la microcrónica del propio autor del libro en su blog rescato este fragmento:
El lugar lógicamente estaba vacío y sólo había allí algunos amigos solidarios y ciertos compañeros alumnos de la carrera de letras, el evento se realizó en un auditorio de una asociación de estudiantes religiosos y cuando di lectura a algunos de mis textos, presentí que el administrador del local, un tipo con cara de enojado que se veía al fondo del salón sentado en su -al parecer- cómoda silla, se levantaría y reclamaría por las palabras dichas en su santuario, luego de la lectura de algunos de mi poemas.
En términos generales, una buena acogida a Corral de locos. Para terminar, dos enlaces a algunos poemas de Murvin:

sábado, 25 de abril de 2009

La lectura como tema central del Quijote

Lectora inveterada del Quijote, Sara Rolla nos regala este ensayo acerca de la autorreflexión sobre la obra y la reivindicación de la lectura como "un factor vital en el proceso de creación generado por el texto". La académica, en un lúcido ejercicio de literatura comparada, enlaza al Quijote con Piglia, Borges y Vila-Matas, advirtiendo la manera en que la literatura se nutre de sí misma, "en brillante autofagia", que reivindica como "manifestación central de la genialidad de Cervantes". Estaba previsto que este texto fuera leído por su autora en el acto central de la celebración de la Semana de la Carrera de Letras de la UNAH-VS, pero la toma de las instalaciones universitarias impidió que se realizara este evento.

La lectura como tema central del Quijote

Sara Rolla

El Quijote anticipa genialmente un tema literario de gran actualidad: la autorreflexión sobre la obra. Es decir, el hecho de instalar, en el ámbito de la ficción, a la literatura misma. En ese marco, reivindica el papel de la lectura como un factor vital en el proceso de creación generado por el texto. Recordemos que, precisamente, la lectura es la causa de la locura de Don Quijote. Pero ya desde antes de dar inicio a la trama, en el prólogo a la primera parte, Cervantes se ocupa del lector. La invocación con que empieza, “Desocupado lector”, muestra dos características nucleares de la obra: el papel central que en la misma tiene el hecho de leer y el tono desmitificador y humorístico que marcará fuertemente el texto. Inclusive, Cervantes hace en este prólogo una clasificación de los tipos de lector y de las correspondientes reacciones que espera de cada uno. Debemos enfatizar que, en realidad, se trata de un anti-prólogo, o, más bien, de un metaprólogo, donde fustiga con habilidoso sarcasmo la petulancia y el burdo alarde de erudición de los preámbulos que abundaban en su ambiente. Para eso, imagina estar él, como autor, dudoso sobre cómo encarar el prólogo y crea un personaje amigo suyo que le da consejos para resolver esa situación. Y ese amigo le dice, entre otras cosas:

Procurad también que, leyendo vuestra historia, el melancólico se mueva a risa, el risueño la acreciente, el simple no se enfade, el discreto se admire de la invención, el grave no la desprecie, ni el prudente deje de alabarla. (M. de Cervantes, Don Quijote de la Mancha, Edit. Alfaguara, 2004, p.14).

El lector como figura determinante ya desde el prólogo. Luego, en el relato propiamente dicho, nos enteramos de que la lectura es el origen de la locura del protagonista. Y en todo el desarrollo de la obra, seguirá teniendo un papel central. Recordemos, al respecto, el escrutinio de los libros de Don Quijote por parte del cura y el barbero: un ejercicio de crítica literaria cuando aún no existía el género. Y pensemos en los numerosos pasajes de la obra en que se habla de libros. Inclusive en las ventas se lee: en una de ellas, se da lectura a la novela del Curioso Impertinente. Y se menciona que también la gente iletrada se reúne en las ventas para escuchar la lectura de novelas caballerescas. Son innumerables los pasajes del texto que nos remiten a las lecturas de Cervantes, entre las que se incluye el propio falso continuador de la novela, Alonso Fernández de Avellaneda.

El Quijote es una ficción que se alimenta de la ficción misma: ese es el maravilloso juego de espejos en que se basa el texto. En la segunda parte, los personajes hablan del propio libro en que están inmersos: aparece un lector calificado, Sansón Carrasco, que ha leído la primera parte y les cuenta a Don Quijote y Sancho las repercusiones que la obra ha tenido en el público lector. Los personajes se ven a sí mismos como tales. Algo totalmente novedoso y genial para aquella época.

Grandes escritores contemporáneos han reflexionado sobre este papel central de la lectura en el Quijote. Carlos Fuentes, en su exquisito ensayo Cervantes o la crítica de la lectura (México, Joaquín Mortiz, 1983), señala que éste es “el primer novelista que radica la crítica de la creación dentro de las páginas de su propia creación, Don Quijote. Y esta crítica de la creación es una crítica del acto mismo de la lectura.” (p. 33).

Por su parte, Ricardo Piglia, en El último lector, coloca a Cervantes en el centro de sus especulaciones sobre el tema de la lectura como una actividad que le da sentido a la existencia misma, configurándola de algún modo.

La lectura privilegiada que Piglia hace del Quijote -profunda, sutil, inteligente- tiene momentos como éste: recuerda la parte en que Cervantes aparece como personaje de la novela, en el capítulo 9 de la primera parte, buscando el texto que le permita continuar la historia del hidalgo enajenado. Y destaca la frase que acentúa el carácter de lector compulsivo que tenía Cervantes: “…y como yo soy aficionado a leer aunque sean los papeles rotos de las calles….”

Al respecto, señala el autor argentino:

"Podríamos ver allí la condición material del lector moderno: vive en un mundo de signos; está rodeado de palabras impresas (que, en el caso de Cervantes, la imprenta ha empezado a difundir poco tiempo antes)…." (Ricardo Piglia, El último lector. Barcelona, Anagrama, 2005, p. 20).

Y agrega esta reflexión general:

"El lector adicto, el que no puede dejar de leer, y el lector insomne, el que está siempre despierto, son representaciones extremas de lo que significa leer un texto, personificaciones narrativas de la compleja presencia del lector en la literatura. Los llamaría lectores puros; para ellos la lectura no es sólo una práctica, sino una forma de vida. (…)".

"Se trata siempre del relato de una excepción, de un caso límite. En la literatura el que lee está lejos de ser una figura normalizada y pacífica (de lo contrario no se narraría); aparece más bien como un lector extremo, siempre apasionado y compulsivo". (Ibid., p. 21).

Al final del libro, Piglia esclarece plenamente la relación de su título con Cervantes:

"En toda la novela nunca vemos a don Quijote leer libros de caballería (salvo en la breve y maravillosa escena en la que hojea el falso Quijote de Avellaneda donde se cuentan las aventuras que él nunca ha vivido. II, 59). Ya ha leído todo y vive lo que ha leído y en un punto se ha convertido en el último lector del género. Hay un anacronismo esencial en don Quijote que define su modo de leer. Y a la vez su vida surge de la distorsión de esa lectura. Es el que llega tarde, el último caballero andante". (Ibid., p. 189).

La literatura nutriéndose de sí misma, en brillante autofagia: es una manifestación central de la genialidad de Cervantes (como sucede, obsesivamente, en Borges y Vila-Matas, dos ejemplos contemporáneos que muestran la misma tendencia dentro de las letras hispánicas).

No es una acción meramente convencional y reiterativa la de rendir, en estas fechas, homenaje a Cervantes (desde luego, habiéndolo leído bien). Es un acto de devoción muy merecida, de entera justicia.

San Pedro Sula, 22 de abril de 2009

Tomado de:

http://obsesivababel.blogspot.com

martes, 21 de abril de 2009

Wolff y las correcciones

Tobias Wolff- JON URIARTE/El País
Del escritor norteamericano Tobias Wolff (Alabama, 1945) nos llega recientemente Aquí empieza nuestra historia (Alfaguara), un libro que reúne 30 de sus mejores cuentos. Wolff es de los que nunca paran de corregir sus textos, aunque estos hayan sido publicados una o varias veces, según este reportaje de la última edición de Babelia:
El nuevo libro arranca con una confesión en el prólogo: Wolff ha retocado sus viejos relatos, y lo ha hecho porque como autor considera que ese material sigue vivo. Fue otro Wolff quien los escribió, admite, pero el de ahora se siente con pleno derecho a meter mano, en beneficio del lector. "No he cambiado el argumento. La mayor parte de los cambios han sido de lenguaje, de precisión, de depuración. Si puedes prescindir de algo, ¿por qué no quitarlo? Los cambios cosméticos son importantes. A veces estás dentro y no lo ves. Ése ha sido el problema que he tenido cuando he escrito algunas historias", dice sentado en el sofá. Sus argumentos resultan convincentes. Wolff sabe cómo persuadir a sus interlocutores con sus razones sensatas. Inspira confianza con su aire tranquilo y cercano. Evita cualquier demostración banal de ego. "Estoy en un constante estado de revisión y edición. Y las historias nunca llegan a un punto en el que están cerradas, nunca llega un momento en que esto para. Porque vamos cambiando", aclara.
Y para que no le ocurra lo que a Bolaño o a su amigo Raymond Carver, dice que ya ha tomado sus precauciones:
"Ya he dejado dicho que cuando muera, por favor, que no me toquen los papeles. No quiero que la gente sepa. Entiendo que no es una actitud generosa hacia escritores futuros pero los borradores son asunto mío", añade con una sonrisa. Para evitar tentaciones futuras a sus deudos, dice que ya ha comenzado a destruirlos.

lunes, 20 de abril de 2009

Imaginar a Horacio

Horacio Castellanos Moya en la Plaza Cataluña de Barcelona. Fuente mimalapalabra.
Por Giovanni Rodríguez
Imaginé, para una novelita que escribo, un encuentro con Horacio Castellanos Moya en el café Zurich de Barcelona. Resulta que a Horacio sólo lo conocía por sus libros y a través de unos cuantos correos electrónicos que de vez en cuando nos enviábamos después de que yo lo entrevistara para las ya difuntas dos páginas de mimalapalabra en La Prensa. Íbamos a encontrarnos en septiembre del año pasado, cuando Horacio vino a Barcelona para cubrir los compromisos de su editorial con la prensa española, pero al final el tal encuentro no fue posible. Y entonces, como vi frustrada mi inquietud por conocer en persona al autor de El asco, imaginé para mi novelita que nos encontrábamos un día de ese septiembre en el café Zurich de la Plaza Cataluña de Barcelona.
Algo pasa con ese café, me digo, porque fue el lugar que pensé también para mi encuentro con Marta, una amiga catalana a la que no veía desde hacía seis años, pero que no tuve necesidad de proponérselo para nuestra cita del sábado pasado porque fue ella quien me lo propuso a mí primero.
Así que ahí estábamos el sábado, por fortuna día de sol y temperatura cálida, en una mesa del café Zurich, Marta y yo, reanudando ese abrazo que nos dimos por última vez en el aeropuerto Ramón Villeda Morales de San Pedro Sula, cuando ella volvió a su país después de año y medio de vivir en Honduras.
Después de recorrer con Marta durante un par de horas de la mañana algunas calles de Barcelona que yo aún desconocía y de visitar un par de cafés célebres mientras hablábamos de tiempos pasados y de planes para el futuro, nos despedimos en la entrada de la librería La Central de la calle Mallorca, en donde acordé con Horacio encontrarnos a la una y media de la tarde. Di un par de vueltas entre las estanterías y las mesas de novedades, pero como en ese día ya había visitado con Marta otras dos librerías y había encontrado por fin Bouvard y Pécuchet, de Flaubert, estaba un poco cansado de repasar tantos títulos y portadas.
Vi entonces a Horacio por primera vez fuera de una fotografía, y lo vi más bajo de lo que pensaba. Lo había imaginado alto y delgado pero ahí lo tenía más bien bajo y tirando a grueso. Nos dimos la mano mientras él pagaba en la caja El arte de callar, un libro que, según me dijo más tarde en broma, había comprado para su mujer. Caminamos en busca de un bar y escogimos uno que anunciaba unas buenas tapas de calamares y gambas. Nos instalamos en la barra y empezamos a hablar de muchas cosas: de amigos comunes, de Honduras, de El Salvador, de Guatemala (en donde yo había encontrado sus primeros libros), de una recopilación de sus cuentos que aparecerá en octubre con Tusquets…
Luego cambiamos de bar y seguimos hablando, bebiendo y comiendo. Y a eso de las cuatro de la tarde, Horacio propuso que nos tomáramos un café. Mientras caminábamos, dijo que el Zurich era un buen lugar, que ese era el café en el que desayunaba siempre que venía a Barcelona porque le parecía agradable y tenía una hermosa vista de la gente de cualquier procedencia que pasaba por ahí a toda hora.
El café Zurich, definitivamente, tiene algo. Se lo comenté a Horacio. Y le hablé también del episodio de mi work in progress en donde yo me tomaba con él un café en ese mismo lugar, pero a esa hora Horacio acusaba el cansancio por el desvelo de la noche previa y más que oírme, se preocupaba por el sol que iba ocultándose en el cielo barcelonés. Parecía un personaje de mi novela, un personaje que a esa hora, con el cansancio y la goma, se iba desdibujando poco a poco. Nos despedimos con un abrazo y prometimos escribirnos de vez en cuando. Otro día nos veremos, le dije, y me fui corriendo antes que empezara a llover. Pero sigo imaginándomelo en mi novelita, mientras camina, esa tarde, rumbo a su hotel.

Marsé y el "Quijote" a plazos

Juan Marsé en el barrio del Raval, en Barcelona.- MARCEL·LÍ SÀENZ/El País.
Juan Marsé recibirá este jueves en Alcalá de Henares el Premio Cervantes. Le incomodan algunas cosas del premio, dice en esta nota de El País, como la obligación de ponerse una ropa que no se pondría en ninguna otra circunstancia, pero trabaja con entusiasmo en la redacción de su discurso:
"Lo que más me gusta del premio es el discurso, la oportunidad de hablar desde una especie de púlpito". "Hablaré de mi trabajo, cosa que pocas veces hago porque no me gusta. También del binomio imaginación y memoria. De mi condición anómala de escritor en castellano en Cataluña. De mi primera lectura del Quijote. Y de Woody Allen y de Groucho Marx".
A ver... ¿cómo llegó cada uno de nosotros al Quijote? Así lo hizo Juan Marsé:
"Un vendedor gallego de libros a domicilio me veía leer en el bar de la esquina de mi casa. Me gustaba mucho leer. Recuerdo que, entre otros libros, ofrecía las obras completas de Blasco Ibáñez. Un día me convenció de que le comprara el Quijote a plazos. Me enganchó y me divirtió mucho".
Habla también sobre las correciones, no sólo a los libros que escribe actualmente sino también a los ya publicados:
"Tengo que confesar que me gusta mucho corregir. A veces abro uno de mis libros, leo un fragmento y siempre veo que podría estar mejor. Tomo nota y en la siguiente edición lo corrijo, pero, que quede claro, no retoco todas las ediciones. Hace años Lumen ya sacó una serie de mis novelas y las revisé. En general lo que modifico son aspectos de forma más que de fondo".
Y para terminar, un apunte biográfico:
Dicen sus amigos que se formó en un cine de barrio y es muy posible. Las aventis, historias inventadas a partir de hechos reales o procedentes de la memoria popular, son otra parte importante de su biografía. Muchas de las aventis que se contaban los chicos del barrio tenían su origen en la Guerra Civil. La misma vida de Marsé parece una aventis, cuando la explica o cuando la cuentan sus amigos. Por ejemplo, su madre murió tras el parto y su padre, taxista, explicó a una pareja que viajaba en el coche los problemas que tenía para sacar adelante al recién nacido. El matrimonio Marsé, que no podía tener hijos, decidió allí mismo adoptarlo.

martes, 14 de abril de 2009

Cómo hacer amigos y creerse el cuento

Por Giovanni Rodríguez
Una semana ausente y al volver, el mundo parece haber dado un montón de vueltas.
Flash back desde el día 1: Le escribo un correo electrónico a la gente del diario Hoy para comunicarles la imposibilidad de enviarles mi artículo semanal. El señor Rolando Castillo me responde que no hay problema, me transmite sus deseos de que disfrute esta Semana Santa y se despide amablemente. Me quedo pensando en la parte en donde dice “que disfrute esta Semana Santa” y me dan ganas de responderle que no, que se equivoca, que ésta no será una semana de vacaciones para mí sino todo lo contrario, que la circunstancia de las vacaciones en Francia, para mí, que trabajo del lado español de la frontera, representa el doble del trabajo habitual, pero no, no le respondo, lo dejo creyendo que luego de enviarle mi correo para decirle lo que le dije, me puse a hacer las maletas para irme, como los afortunados franceses y el resto del mundo occidental, de vacaciones.
Días 2, 3 y 4: De noche, en mi casa, en mi cama, con mi computadora encendida, no tengo ganas ni de revisar mis correos electrónicos. Busco en los blogs que frecuento y no encuentro casi nada; todo el mundo parece haberse ido de vacaciones. No actualizo mi blog, no contesto los correos electrónicos de hace tres o cuatro días. Poseído por una pereza mental invencible, por la inercia y el aburrimiento, creo una cuenta en algo llamado Facebook. Luego, apago mi computadora y me pongo a leer La mancha humana, una magnífica novela de Philip Roth que tiene también su versión cinematográfica con Anthony Hopkins, Nicole Kidman y Ed Harris, entre otros.
Día 5: Las secuelas de mi pereza, los resultados de la creación de mi cuenta en Facebook empiezan a manifestarse: la bandeja de entrada de mi correo electrónico saturada de mensajes de confirmación de un montón de personas que al parecer ahora son amigos míos. Qué afortunado soy, me digo, cuántos amigos tengo, pero, ¿en realidad los quiero a todos como amigos?, me pregunto, mientras elijo indiscriminadamente la opción “aceptar” a cada petición de amistad que me envían tantos otros futuros amigos desde diferentes partes del mundo.
Días 6 y 7: En mi casa, en mi cama, cansado, sólo tengo ganas de dormir. Antes, unas cuantas páginas de la novela de Roth. La lectura es deliciosa e inaplazable y acabo acostándome muy tarde.
Día 8 (hoy): Descubro que me gusta esto del Facebook. Amplío mi perfil e incluyo unas cuantas fotografías que he tomado últimamente. Descubro también que tengo más amigos de los que pensaba o de los que quisiera o de los que debería. No importa, me digo, de eso se trata. Me trago el cuento de que soy muy amigable y que los demás también lo son.
Esto de los intercambios de gestos sospechosamente amistosos en Internet tiene, indudablemente, sus ventajas. Me permite, por ejemplo, enterarme de que una amiga a la que no veo desde hace seis años vive a tan sólo 150 kilómetros de distancia de la ciudad en donde yo vivo. Acordamos encontrarnos en un punto intermedio el próximo sábado: el café Zurich de Barcelona. Entonces, nos daremos ese abrazo largamente postergado y hablaremos de viajes, de distancias, del tiempo y de muchas otras cosas. Será hermoso confirmar que la amistad es más real cuando se practica directamente, cuando frente a la otra persona no podemos disimular el tono de la voz ni la emoción en las palabras ni el brillo en la mirada, lo que sí ocurre con frecuencia frente a una pantalla de computadora. Será hermoso confirmar que somos seres humanos reales y no esos simulacros de amistad que intercambian guiños o mentiras en una página web. Será hermoso volver a ser amigos.

lunes, 6 de abril de 2009

Delicioso descubrimiento de Eva Cortés

Eva Cortés. Fuente: myspace
Hace días, Gustavo me envió un correo con el enlace al portal de Eva Cortés en Myspace (http://www.myspace.com/evacortes7) y desde entonces empecé a buscar pistas que me llevaran a conocer más a esta extraordinaria cantante y compositora de jazz hondureña que creció en Sevilla y actualmente vive entre Madrid y París. Su voz es una delicia. Su música es una delicia. Acaba de sacar su segundo trabajo discográfico: “Como Agua entre los Dedos”, un álbum de temas originales compuestos en su mayoría por ella misma.
De entre las cosas que he leído acerca de Eva, rescato algunos fragmentos autobiográficos y otros que hablan específicamente de su música:
Su música refleja las influencias recibidas de su mestizaje cultural, así como de los diferentes géneros musicales desarrollados a lo largo de su trayectoria como cantante. Durante su infancia, al crecer en una familia de gran tradición musical, estuvo expuesta a la música tradicional latinoamericana. Sin embargo escuchamos en sus primeras composiciones, a la edad de 16 años, una fuerte influencia del blues. En enero de 2006 voló hasta Santiago de Chile para grabar y coproducir “Sola Contigo”, su primer álbum en solitario, que fue mezclado y masterizado posteriormente en París. En dicho trabajo podemos encontrar ritmos sudamericanos fusionados con el jazz y con un suave toque proveniente del sur de España. Eva se siente honrada por haber contado con la colaboración de músicos con una gran proyección y prestigio internacional en el jazz latino, en la música folclórica y en el flamenco: Jerry González, Antonio Serrano, Pepe Rivero y Nono García entre otros. En Abril de 2008 Eva graba su segundo trabajo “Como Agua entre los Dedos”. Para ello cuenta como trío base con Pepe Rivero como pianiasta y arreglista, Toño Martín al contrabajo y Mark Mondesir (músico de John McLaughlin) a la batería. Como invitados cuenta con Jerry González, Yadam, Piraña, Antonio Serrano, Manuel Machado y Bobby Martinez.
Complementa Joseba Martin en sus reseñas: “Eva Cortés, con un castellano de cadencia latinoamericana y ecos andaluces, se mueve entre el jazz de corte clásico y las aproximaciones a las referencias latinas, el tango y el bolero, con algún espacio para el scat y con huecos para los solistas, que cumplen su misión con creces. Y es que, en estos tiempos de globalización -la propia vida de Eva es todo un ejemplo-, conviene subrayar que el buen jazz no se canta exclusivamente en inglés”. (Tomado del blog: jazzyotrasyerbas).
Eva compone letra y música de la mayoría de las canciones, y junto a Pepe Rivero (arreglos y también compositor de algunos cortes) arma uno de los discos más personales del jazz nacional reciente. Por dos razones fundamentales: porque es inusual encontrar a una cantante que además componga y escriba sus propias letras-lo habitual es que las cantantes de jazz interpreten standards-, y porque, como en una especie de sincronía perfecta, en el disco conviven a la perfección la práctica totalidad de las "patrias" -geográficas y educacionales- de Cortés: sus raíces latinoamericanas (hay aires de tango y latin jazz, también de bolero en algunos cortes), su educación sureña (hay mucho de flamenco en su pronunciación, en su deje, en el cajón de Piraña), su etapa parisina (ojo a la adaptación de "La Vie en Rose", y a la elegancia del jazz francés presente a lo largo del disco), y ya por fin su actualidad madrileña (este es un disco de jazz, que "creció secretamente" en clubes como Clamores, Café Central, Berlin, Populart, Bogui o Junco, increíble adaptación de "You Don't Know What Love Is" incluida)... El resultado se llama "Como Agua Entre los Dedos", es único y dará -merecidamente- que hablar. (Texto completo aquí).
Les dejo también el enlace para que disfruten del video de "Te me escapas como agua entre los dedos".

Diez minutos de vida (IV)

Fotogramas del cortometraje. Fuente: kinephilos.blogspot.com
Cuarta y última entrega del artículo sobre el cortometraje Alumbramiento de Víctor Erice. Para verlo completo (unos diez minutos aproximadamente), déle clic a YouTube. Las entregas anteriores, en orden de aparición, son: Alumbramiento. El cine poético de Víctor Erice, Ten Minutes Older y Lo poético y lo narrativo en Alumbramiento.
Por Carlos Ordóñez
En apenas diez minutos de duración, Alumbramiento es una obra que contiene muchos temas que pueden analizarse desde diferentes perspectivas: literarias, cinematográficas o pictóricas; y desde diferentes temáticas: el tiempo, la infancia, el amor filial, lo religioso, lo político, etc. Dado el carácter breve de este artículo, abordaremos únicamente el tema de la muerte que, en apariencia, contradice el título del cortometraje, aunque, como veremos, lo dota de un profundo sentido alegórico. Dicho tema está expresado a través de símbolos, especialmente algunos de carácter mitológico, que constituyen las hebras de un poema perfectamente urdido.
Habría que mencionar el título del cortometraje en la versión presentada como película de largometraje. Lifeline es una traducción –si es que no se trata del título original– en la cual se anuncia que asistiremos a contemplar las sensaciones de las que estará rodeada la vida de ese recién nacido, la vida del hombre al fin y al cabo.
Esta idea nos remite a las películas ya mencionadas: Ten Minutes Older, de Herz Frank, y El espíritu de la colmena (específicamente la escena en la sala de cine). Pero lo interesante es que el título Lifeline (Alumbramiento) aparece acompañado de un hecho extradiegético: el nacimiento, el alumbramiento reforzado por un recurso sonoro: el llanto. Aquí retomamos la idea de la preexistencia, tomando en cuenta la concepción cristiana que reconoce la vida como un período de aprendizaje y de preparación para la muerte. La vida, asociada con la luz (alumbrar), vista desde la oscuridad de un salón cualquiera (como en Ten Minutes Older), de una sala de cine (como en El espíritu de la colmena) o bien desde el vientre materno (como en Alumbramiento), resulta un cúmulo de acontecimientos extraños, ajenos a la comprensión del ser humano, por lo menos hasta que reconoce en el dolor (el desangramiento) la pérdida de la pureza y el despertar a la realidad, a la existencia. Así lo plantea Erice al referirse a la infancia:
Los surrealistas decían que la sociedad estaba montada sobre un crimen fundacional. Los niños, a su manera, lo descubren cuando pierden la inocencia. […] Cada descubrimiento es una herida y cada herida es un paso en el acceso al conocimiento (11).
En el inicio del cortometraje, el descubrimiento de la vida es, pues, ese momento del nacimiento previo al llanto, esa herida que menciona Erice. A ese llanto lo acompaña la sensación latente del miedo, el miedo que rodea el universo de Alumbramiento, vinculado también a la experiencia cinematográfica y poética primigenia del autor:
Luego he descubierto que son bastantes los cineastas que lo que recuerdan de su primera experiencia cinematográfica son imágenes que les causaron miedo.
La primera película que recuerdo es una de miedo titulada La garra escarlata, de Roy William Nelly. Ahora puedo decir que a través de ella intuí la existencia de un agujero negro en la trama de la realidad por el cual había desaparecido toda la inocencia del mundo. El niño que yo era entonces no podía distinguir la diferencia entre realidad y ficción. […] Ahora sé que lo que me impresionó fue que el resto de la sala mirara a la pantalla sabiendo algo que yo no sabía (12).
Otro símbolo de la muerte en Alumbramiento –también expresado a través de un recurso sonoro extradiegético– es el sonido de una mosca, un insecto que aparece con cierta reiteración a lo largo de la historia de la literatura y que en la película de Erice ronda el sueño del recién nacido cuando la sangre comienza a extenderse en la sábana. Si bien las moscas en la mitología grecorromana tienen alusiones de carácter sacro, en la literatura cristiana las encontramos asociadas al mal (Belcebú: el señor de las moscas) y a plagas que expanden la muerte. En Movimiento perpetuo, Augusto Monterroso, con su singular humor y su penetrante sentido de observación, se refiere a los tres grandes temas del quehacer literario: el amor, la muerte y las moscas. Explica cómo «esas presencias», las moscas, han acompañado siempre la vida del hombre:
Las moscas son Euménides, Erinias; son castigadoras. Son las vengadoras de no sabemos qué. […] Ellas vigilan. Son las vicarias de alguien innombrable, buenísimo o maligno. Te exigen. Te siguen. Te observan. Cuando finalmente mueras es probable, y triste, que baste una mosca para llevar quién puede decir a dónde tu pobre alma distraída (13).
Ese calificativo que utiliza Monterroso, el de Erinias, resulta muy próximo a la idea de la muerte si lo situamos en la articulación del cortometraje de Erice, dado que inmediatamente a la imagen en la que escuchamos el sonido de la mosca aparece otra referencia mitológica: una tejedora. Recordemos que las Moiras o Parcas, hermanas de las Erinias, dictaban el destino de los hombres: Cloto hilaba la vida del hombre, Láquesis asignaba el destino, las fortunas o las desgracias, y Átropos cortaba el hilo de la vida. La escena de la tejedora la componen, al igual que el número de parcas, tres únicos planos: un plano detalle de los pies de una mujer que hacen funcionar una máquina de cocer, una plano general de la mujer ensimismada en la tela y, finalmente, fatalmente se diría, otro plano detalle del nombre bordado del recién nacido: Luis.
El hecho de que todo ocurra durante la hora de la siesta, mientras los dueños de la casa duermen y la servidumbre realiza sus deberes cotidianos, tampoco es casual, más bien permite establecer otra relación con la idea de la muerte, ya que nos recuerda a otra divinidad griega, Hipnos, el dios del sueño, que siempre acompaña a su hermano gemelo Tánatos, el dios de la muerte. De hecho, en esta siesta encontramos a una mujer que amasa la harina y parece preparar el pan, y se dice que la hora de la siesta era «el tiempo del sueño del Pan» (14), el dios griego representante del espíritu vital y la fecundidad, que era mitad macho cabrío, mitad hombre. Un espíritu vital que a continuación, en el montaje de Alumbramiento, contrasta con la fatalidad y la extensión de la sangre en la sábana y la reiteración de la imagen del niño y la madre, esta vez más inquietos, como si comenzáramos a asistir a la separación definitiva de ambos, ese instante en que el niño «deja de ser» parte de la madre, deja de «vivir» de ella para convertirse en una extensión de esta, es decir que, a la vez que la imagen nos sugiere la idea de la muerte, también encontramos la resistencia del ser humano a ese impulso de quiescencia, pues ambos cuerpos dejan por un instante la quietud del sueño. Ese fuerte vínculo entre la madre y el niño vuelve a sugerirse más adelante, cuando aparece un muchacho que entrelaza una cuerda, símbolo de ligazón y conexión (15), que está anudada al dedo pulgar de su pie. En contraposición a esta idea, Juan Eduardo Cirlot (16) señala que el pie y la huella del pie tienen un significado funerario, pues nos transmite la idea de que el moribundo «se marcha» y que de su partida sólo quedan sus huellas como testimonio (17). Cabe resaltar que entre la escena en la que madre e hijo duermen y la escena del muchacho que entrelaza la cuerda aparecen otros planos en los que encontramos algunos nexos que ayudan a entender la estructura poética que se urde en torno al tema de la muerte: primero, una mujer –a la que veremos más adelante como representación clara de una de las parcas– que pende sobre un hilo la ropa, luego a un hombre que con un martillo da golpes a la cuchilla de una guadaña y, finalmente, un cegador que utiliza dicha guadaña, herramienta que suele acompañar a la personificación tradicional de la muerte. Así pues, Erice logra un ritmo poético y estructural en el que no sólo intercala los elementos de ligazón y vínculo (madre-hijo, cordón umbilical, soga) con los de escisión y muerte (cuchilla y guadaña), sino que también articula dichos elementos para que a la vez intercambien significación, es el caso del plano del muchacho que entrelaza la cuerda (vínculo), que en el montaje precede al detalle de un par de pies que se balancean, como si se tratase de los pies de un ahorcado, aunque en realidad pertenecen a los de una niña sentada sobre un columpio. Eve Cantrella (apud María Luiza Garza, 1997), señala que el balanceo, el columpio y la cuerda establecen una relación fatal en la mitología griega:
The brochos, the noose that swings one in the air, is, in effect, the privileged instrument of female death. In the Homeric poems, the noose is the instrument with which Epicaste (Jocasta’s Homeric name) kills herself after having discovered the horror of her incestuous marriage.... In Sophocles’ tragedy, Antigone uses the noose to kill herself. […] In a series of myths, female suicides by hanging are aitia, that is, they explain religious rites, the structure of which is uniform throughout Greek territory (18).
La imagen del columpio precede a la de un perro echado sobre la grama y a la de un espantapájaros. En la imagen del espantapájaros, advertimos los ropajes y el casco de un militar, como si fuera el símbolo de los despojos de la guerra. Anteriormente habíamos visto a tres soldados en un periódico que anunciaba la llegada de los alemanes a la frontera española en junio de 1940, año en que España atravesaba la dictadura de Francisco Franco y se establecía el dominio del Tercer Reich en Europa. He ahí otra figura mitológica que subyace en Alumbramiento: Ares, el dios de la guerra. La imagen de este espantapájaros muestra una sutil relación a través de un encadenamiento con la imagen del niño en la cuna, cuyo desangramiento parece crear un hueco sobre su pequeño cuerpo. Luego encontramos un lavabo sobre el cual caen una a una las gotas de agua, como si marcaran el tiempo de vida, que va precipitándose como el montaje mismo (de hecho, los niños que juegan en un carro negro reciben las órdenes de las niñas, que gritan: «¡Más de prisa! ¡Más de prisa!»)
Más adelante será un gato negro el que se acercará a la cuna del niño y lo contemplará por un instante. En algunos pueblos de Italia, existe la superstición de que los gatos negros que se posan al lado de la cama de un enfermo anuncian la muerte. En la Edad Media, los gatos tenían una connotación mágico-religiosa y se creía de ellos que eran brujas (recordemos el famoso cuento de Edgar Allan Poe), razón por la cual eran quemados en las hogueras. El símbolo del gato negro es utilizado como un elemento de presagio en El espíritu de la colmena, una escena antes del instante en que las niñas juegan al escondite. Durante el escondite, Ana encuentra a su hermana Isabel extendida sobre el piso de la casa y cree que está muerta. En dicha escena es el personaje –el director mediante, desde luego– quien nos hace creer que ha muerto y lleva el juego hasta peores consecuencias, porque después volverá a esconderse –y esto nos hace temer la idea de un rapto o la llegada de un intruso–, lo cual hace que Ana, la protagonista, casi llore19. La llegada del gato a la cuna, en Alumbramiento, precede, como en el Espíritu de la colmena, al momento en que el espectador cree que el niño ha muerto, pues escuchamos el grito de la criada insinuando que algo grave ha sucedido. Todos los habitantes de la casa salen de sus letargos y obligaciones y acuden hacia la habitación de la madre y el niño: una vez más Erice ha logrado invertir la idea de la muerte, pues sólo entonces el desangramiento cesa, ya que el desprendimiento del cordón umbilical es sanado por la criada que preparaba el pan, quien lo atiende con la ayuda de las otras dos criadas, es decir que el destino del niño se decide entre las tres mujeres (Parcas), mientras la madre sufre la espera en la cama. Un plano particularmente revelador de la idea de las Parcas es el de la criada que corta el hilo del cordón umbilical (Átropos). Finalmente, cuando ha cortado el hilo, la criada besa los pies (simbología que hemos explicado anteriormente) del niño y se dirige a la madre: «Aquí te entrego a tu hijo del alma». Y la madre se dirige a su hijo con ternura: «¿Luisín, por qué te querías ir?» Sólo en ese momento el niño deja de llorar, como si se reestableciera la quietud y la vida a causa del amor. La madre canta una canción de cuna para que el niño vuelva a dormir. A partir del plano en que la madre comienza a cantar, Erice nos deja ver, una a una, todas las imágenes (símbolos) con el cual construyó este perfecto poema. Y finaliza con una secuencia de imágenes en donde la vida y la muerte del niño parece estar totalmente urdida: un niño que borra el reloj que dibujó en su pulso, un reloj que cuelga una pared de la casa y finalmente los tres soldados alemanes en el periódico, esta vez con el agua extendiéndose sobre el papel, como una mancha de sangre, es decir, como esa mancha de sangre del pequeño Luis, a quien parece esperarle un futuro trágico. «Agora non mio neñu», dice el canto de la madre, «Agora non». El último plano es un detalle de la mancha extendiéndose en el periódico, con una fecha: 28 de junio de 1940. La pantalla funde a negro, como si todo volviera al inicio, al llanto, al silencio y la preexistencia. Víctor Erice nació en Bizcaya, el 30 de junio de 1940.
Salamanca, mayo de 2008
  • Notas
11 Octavi Martí: “Víctor Erice...” loc. cit. p. 1.
12 Ibíd.
13 Agusto Monterroso: Movimiento perpetuo, Bibliotex, Barcelona, 2001.
14 J.A. Pérez-Rioja: Diccionario de Símbolos y Mitos, Tecnos, Madrid, 1992, p. 334.
15 J.A. Pérez-Rioja: Diccionario de Símbolos… y Mitos, op. cit. p. 149.
16 Juan Eduardo Cirlot: Diccionario de símbolos, Siruela, Barcelona, 1997, p. 367.
17 En «Al pie desde su niño», un poema de Pablo Neruda, el pie es un símbolo de aprendizaje entre el nacimiento y la muerte, además un símbolo de unidad y apego a la tierra: «El pie del niño aún no sabe que es pie, / y quiere ser mariposa o manzana. […] / Poco a poco sin luz / Fue conociendo el mundo a su manera, / sin conocer el otro pie, encerrado, /explorando la vida como un ciego. / […] / Este pie trabajó con su zapato, / apenas tuvo tiempo / de estar desnudo en el amor o el sueño, / caminó, caminaron / hasta que el hombre entero se detuvo. / Y entonces a la tierra / bajó y no supo nada, / porque allí todo y todo estaba oscuro».
18 El brochos [soga, cuerda], la soga que se balancea en el aire, es, en efecto, el principal instrumento de muerte femenina. En los poemas homéricos, la soga es el instrumento con el cual Epicaste (Yocasta, en el nombre homérico) se mata después de haber descubierto el horror de su incestuoso matrimonio… En la tragedia de Sófocles, Antígona usa una soga para matarse. […] En una serie de mitos, los suicidios femeninos por ahorcamiento son aitias [motivaciones], que explican los ritos religiosos, cuya estructura es uniforme a lo largo de la tragedia griega. (La traducción es mía). María Alicia Garza: “La representación de la subjetividad femenina a través del palimpsesto en ‘La sunamita’ y ‘Estío’ de Inés Arredondo”, http://rmmla.wsu.edu/ereview/55.1/articles/garza.asp [7-5-2008]
19 En el poema «A mi hermano Miguel» de César Vallejo encontramos la simbología del escondite como un juego infantil que paradójicamente alude a la muerte: «Hermano, hoy estoy en el poyo de la casa, / ¡donde nos haces una falta sin fondo! / Me acuerdo que jugábamos a esta hora y que mamá / nos acariciaba […] Ahora yo me escondo, / como antes todas estas oraciones / vespertinas y espero que tú no des conmigo. / Me acuerdo que nos hacíamos llorar, / hermano, en aquel juego / […] Miguel, tú te escondiste / una noche de Agosto, al alborear; / pero, en vez de ocultarte riendo, estabas triste. / Y tu gemelo corazón de esas tardes / extintas se ha aburrido de no encontrarte. Y ya / cae sombra en el alma». (La cursiva es mía)
  • Bibliografía
• AA.VV.: Elementos para una semiótica del texto artístico, Cátedra, Madrid, 1999.
• Arocena, Carmen, Victor Erice, Madrid, Cátedra, 1996.
• Cerrato, Rafael, Víctor Erice. El poeta pictórico, Ediciones JC, Madrid, 2006.
• Cirlot, Juan Eduardo, Diccionario de símbolos, Siruela, Barcelona, 1997.
• Creamer, Daniela: “Víctor Erice. Director de cine. Los hombres necesitan datar el tiempo para contar su historia”, entrevista en Cannes, El país, 20 de mayo, 2002.
• Garza, María Alicia: “La representación de la subjetividad femenina a través del palimpsesto en ‘La sunamita’ y ‘Estío’ de Inés Arredondo”, http://rmmla.wsu.edu/ereview/55.1/articles/garza.asp [7-5-2008]
• Gimferrer, Pere, Cine y literatura, Barcelona, Seix Barral, 2000.
• Hitchcock, Alfred, El cine según Hitchcock / François Truffaut, Madrid, Alianza, 1990.
• Martí, Octavi: “Víctor Erice. Director de cine”, entrevista en París, El país, 25 de septiembre, 2007.
• Monterroso, Augusto, Movimiento perpetuo, Bibliotex, Barcelona, 2001.
• Pérez-Rioja, J.A., Diccionario de Símbolos y Mitos, Tecnos, Madrid, 1992.
• Tarkovsky, Andrei, “La lógica de lo poético” en Litoral. Los poetas del cine, 2003

Inocentes, curiosos y hasta peligrosos deseos de la gente de H

  1. Que Óscar Andrés Rodríguez llegue a ser Papa
  2. Que la Selección de fútbol clasifique al Mundial.
  3. Que La Fea hondureña gane un Óscar algún día.
  4. Que Chelato Uclés sea el Presidente de la República.
  5. Que un familiar de Mata Ballesteros aparezca para pagarnos la Deuda Externa.
  6. Que nuestro país sea un Estado Libre Asociado de los Estados Unidos.
  7. Que la oración sea obligatoria en escuelas y colegios.
  8. Que Polache y Crí Crí Anderson se den en la madre a guitarrazos.
  9. Que prohíban la píldora del día después.
  10. Que Salvador Nasralla siga siendo un hombre “visionario” y lleno de clichés, y que además imponga de una vez su moda de los shorts en Semana Santa.
  11. Que las feministas hagan valer su derecho a feminizar la lengua.
  12. Que los payasos reguetoneros sigan “poniendo en alto el nombre de H”.
  13. Que despidan a Mel y ya no quede nadie para joderle la vida a los cabrones.
  14. Que La Prensa y el Heraldo sean los dos mejores diarios de H (de 4 existentes).
  15. Que Roberto Quesada gane el premio Nobel de Literatura.
  16. Que nos pongan una iglesia evangélica en cada esquina.
  17. Que de entre los enredos del Bloque Popular surja el mesías comunista del futuro.
  18. Que Carlos Pavón no quiera jubilarse nunca.
  19. Que el próximo Presidente de la Reputapública cumpla su promesa de la pena de muerte.
  20. Que el Primitivo Maradiaga vuelva a Guatemala dentro de tres o cuatro años.
  21. Que Pistael Argeñal sea crucificado y resucite al tercer día.
Si usted, distinguidísimo compatriota, tiene más deseos, déjelos en el espacio destinado a los comentarios, que con gusto los incluiré en la lista. ¡Hagamos patria, no seamos indolentes!

Los más recientes mexicanos

México fue el país invitado en el reciente Salón del Libro de París.
Hoy en La Vanguardia el periodista Xavi Ayén habla de la nueva generación de narradores mexicanos. Las novelas de estos escritores muestran, según Ayén, "unos argumentos frescos, de autores a menudo treintañeros, que se atreven a experimentar, y cuyo ritmo conecta con un lector joven, que empatiza con unas realidades a veces frenéticas y aceleradas –no muy lejanas al cine de González Iñárritu–, o con unas exploraciones de la soledad contemporánea que recuerdan a un Murakami pasado por salsa picante". Es una generación que al parecer representa un nuevo "boom" y que está haciendo olvidar también al "Crack", el último referente (al menos mediático) de la más reciente literatura mexicana. Al respecto, los mismos integrantes del Crack dicen que su grupo y sus postulados, nacidos en 1996 con la publicación de un manifiesto, han muerto:
Hoy, nada queda de aquello, según admite el propio Pedro Ángel Palou (Puebla, 1966), uno de sus miembros –junto a Jorge Volpi, Ignacio Padilla, Eloy Urroz y Ricardo Chávez-Castañeda–: "Nuestras novelas de entonces eran milenaristas –cuenta–, creíamos en el libro total, pero hoy las trayectorias de todos nosotros son anti-crack. Eso es lo que sucede cuando firmas un manifiesto siendo tan joven", apunta con ironía. "Fue un grupo de amigos que tuvieron la astucia de inventar un nombre", zanja Fabio Morábito.
Esta nueva generación afirma, entre otras cosas, que no hay literatura mexicana:
"Cada vez es más difícil hablar de literatura nacional –dice Morábito–, Internet y la globalización provocan que las influencias sean cada vez más ramificadas, como las lecturas, y más extendidas en el espacio. Vivimos en un espacio muy variado donde es muy difícil encontrar el acento nativo".
Al final, una lista con algunos de los nombres imprescindibles:
Un retrato completo de la narrativa mexicana actual debería incluir a Elmer Mendoza, Guillermo Fadanelli, César Silva Márquez, Juan Villoro, Héctor Manjarrez, Emiliano Monge, Álvaro Enrigue, Daniel Sada, David Miklos, Ángeles Mastretta, Daniela Tarazona, David Toscana, Ana García Bergua, David Huerta, Myriam Moscona, Margo Glantz, Sergio Pitol, Cristina Rivera Garza... pero entonces, claro, no acabaríamos nunca.

miércoles, 1 de abril de 2009

XVIII

Dorothea Lange: White Angel Breadline (1932)

Pensamos que pronto acabará todo.

Pensamos que vendrá una mujer

y nos lavará y nos tenderá en una cuerda.

Pensamos que brillaremos entonces,

que adivinaremos a los pájaros,

que las palabras serán por fin un consuelo,

que los gestos de los amigos serán por fin capturables,

que nadie sufre en vano

y que el olor del limonero será tan antiguo como el

comienzo de nuestra soledad.

Creemos, no podemos dejar de creer, que viviremos

mucho tiempo.

Entre tanto, cada día nos cuesta un mundo.

José Luis Quesada, Sombra del blanco día (1987)