domingo, 25 de noviembre de 2007

Escribir poesía en el país de los imbéciles

La mayoría no se ha enterado, pero en la actualidad la narrativa se escribe de distinta manera a como se hace en nuestra aldea. Los conceptos de reescritura, autoficción y metaliteratura, además de la fragmentación del texto y la mezcla de géneros, son la moneda circulante en el resto del mundo, mientras aquí intentamos seguir comprando lectores con los ajados billetes de perfil garciamarquiano. Mario Gallardo lo sabe y por eso, en este número 24, nos entrega un texto cargado de referencias bibliográficas, de alusiones y de guiños. Es normal si sienten algo de mareo, sucede siempre que viajamos por primera vez. Y en esta ocasión de Macondo nos vamos directo a la isla de Pico, en donde afortunadamente son escasos los topos de la literatura.
Escribir poesía en el país de los imbéciles
Mario Gallardo
"He tomado una firme resolución,
la de irme a vivir para siempre a Oceanía.
Pienso terminar allí mis días, libre y tranquilo,
sin preocupaciones por el mañana
y sin la eterna lucha contra los imbéciles".
Paul Gauguin
Agosto 27 de 2007
Escribir poesía en el país de los imbéciles. Vaya título, aunque bien pensado es apenas un pretexto, nada más que una línea garrapateada para designar a un diario de navegación. Piensen en el logbook de Rayuela que Julio Cortázar le obsequió, quién sabe con qué avieso propósito, a Ana María Barrenechea. Días y fechas, anotaciones, fragmentos, recetas, lecturas, sobre todo lecturas. Anotaciones sobre los libros que lee. Cortazariano al fin, paciente tibetano, Bardo Thödol y mandala, recoge notas íntimas, tiernas conjeturas sobre una existencia marcada por la literatura. Patético como Ignatius Reilly, con la equívoca e inútil arrogancia de algunos personajes de Coetzee. La reacción opuesta al “preferiría no hacerlo”. Bartleby a la inversa: prefiero decirlo, prefiero escribirlo. Leer y escribir. La vida como una lectura infinita, sumergida entre negro sobre blanco, pero después de haber vivido, con el peso ineludible de seguir viviendo. Tomar notas diarias y ampliarlas durante el fin de semana, corregir y engrosar, los nuevos mandamientos: no eliminar nada, no dejar espacio sin ocupar, horror vacui, barroco posmoderno, el paisaje completo en un haba, la migración de los sentidos, adiós al significante tutor, el espacio estereográfico de Barthes… el placer del texto a ultranza.
Nota imprescindible: Evitar las alusiones, evitar a toda costa que los personajes se parezcan a cualquier insulso con ínfulas suficientes como para sentirse personaje de novela. Desaplicados, díscolos lectores, recuerden que todos los personajes aquí reunidos son absolutamente ficticios, y cualquier parecido con seres que medran en este mundo sublunar es pura coincidencia; además, es imprescindible enfatizar -como dice Fresán: "en una aclaración obvia, pero nunca del todo innecesaria"- que el hecho que algunos pasajes estén narrados en primera persona no implica que el autor comparta ideas, haya protagonizado o justifique las acciones de quienes aquí cuentan sus vidas y sus historias y sus muertes. Evitar la nota al pie de página, “recordar que una historia no es más que el fantasma de una vida”.
26 de agosto de 2007
Me veo al espejo y ¡zas!, ahí está de nuevo la incertidumbre terrible: ¿quién soy?, ¿a quién pertenecen esa nariz superlativa, ese elefante boca arriba, ese par de órbitas inquisidoras? Doppelgänger que te escruta con frialdad, no hay emoción en esa cara, es la de un extraño, un perfecto extraño, pero hay algo en su mirada que reconoces. Más que una información es un sentimiento, un indicio que te traslada, Wells mediante, al día en que platicaste con tus propias células (¡ah Timothy picarón, lástima que no te siguieron con la constancia y el entusiasmo necesarios! ¡cuántas guerras nos hubiésemos evitado!). La tarde feliz, a la orilla de la piscina, blue lagoon en medio de oasis bananero, el regusto amargamente delicioso de la cerveza que inicia su frío recorrido por tu garganta, y los cuentos de Bestiario en la otra mano: la pareja de hermanos, ese “simple y silencioso matrimonio de hermanos”; pero en esa época aún eras ingenuo y no atendiste a la insinuación (ahora, en este preciso instante, te imaginas a Julio, con un Gauloise entre los labios y el vaso de vino en la mano que, irónica sonrisa de por medio, te dice: “pero ché, debiste aplicarle la misma lectura que a “Ciclismo en Grignan”). Misión imposible para ese imberbe lectorcillo de fines de los setenta que aún no había leído la sórdida confesión del Cronopio: “Creo que no he escrito nada más erótico que “La señorita Cora”. Pero volvamos al doppelgänger que te mira. También hubo una noche doblemente fantástica, la noche entre los espejos del serrallo, la doble cara de la luna, arriba y abajo y a los lados, un entrevero de piernas y muslos, una cabellera negra, lujosa, que apenas deja ver un seno, una nariz perfecta, multiplicados hasta el hastío; y tu cara de placer repetida hasta siempre, hasta nunca, perdida ya en la bruma alcohólica… Pero te gustaba también “Axolotl”. También allí veías al doble, la doble existencia: el hombre y el anfibio, porque el ajolote es un anfibio. No equivocarse, no es un pez, recuerda: siempre investigar a fondo; no existen ideas generales Gregorovius, debes permitir que la Maga te cuente con lujo de detalles cómo la violó el negro en el conventillo. La investigación a fondo: Reino: Animalia, Phylum: Chordata, Clase: Amphibia, Orden: Caudata, Famila: Ambystomatidae, Género: Ambystoma, Especie: A. mexicanum. Ahí está: mexicano tenía que ser el bendito axolotl, aunque a Cortázar nunca lo he sentido muy proclive a lo charro. Aparte de “La noche boca arriba” (y es que este día no salimos del tema del doble) no le recuerdo otro cuento, otro relato, ambientado en la “región más transparente del aire”. Sí lo intentó con Nicaragua, enamoramiento tan violentamente inútil, salvo por un texto rescatado al ritmo de una proyección fantástica de diapositivas. Pero volvamos a los temas lisérgicos. Fue antes o después; no, primero fue el THC, y la cerveza, y el THC de nuevo. Lasitud, paz consigo mismo y con el mundo. Peace and love. Todo tranquilo. Y la casa que empieza a ser invadida por esos odradeks rioplatenses, porque está claro que fueron odradeks, lo que pasa es que Julio se resistió a ser explícito: la ambigüedad, ante todo la ambigüedad ché. Y para esa fecha ya la influencia kafkiana andaba como demasiado vista, casi casi cliché de oprobio. Pero no hay duda, hay un momento en “Casa tomada” en que resulta insoportable la respiración del odradek, que se cuela a través de las revelaciones de los hermanos. Parece demasiado arriesgado, un atrevimiento imperdonable, plantear a Julio como antecedente de Vila-Matas. Confieso que a mí me encanta la idea: Cortázar como miembro de número de la “sociedad de los portátiles”: Montano y Oliveira tomando una copa y fumando como desesperados en el Café de Flore. Además, ambos vivieron y leyeron y pensaron en París, con todas las posibles implicaciones que este hecho puede tener para un escritor, ya sea argentino o catalán o kurdo. Pero volvamos a los temas lisérgicos. Fue antes o después; no, primero fue el THC, y la cerveza, y el THC de nuevo. Lasitud, paz consigo mismo y con el mundo. Peace and love. Todo tranquilo. Después llegó M y su eterna propuesta de alcanzar estados alterados. Y esa tarde de viernes en el menú iba incluida una diminuta pastilla, cuya sorprendente dureza resistía a la cuchilla Victorinox con que intentamos dividirla. Finalmente logramos escindir el átomo y cada uno guardó su electrón, “para más tarde, para cuando estemos en la playa”. La playa, posibilidad remota a las cuatro de la tarde, después de media docena de cervezas y otra ración de THC disolviéndose a gran velocidad en el corriente sanguíneo, fue certeza incuestionable.
Escritores leyendo, escritores que conversan
Basta. A partir de hoy no más fechas. A cuenta de qué tanta precisión. Sustituirlas por el título alusivo, el epígrafe salvador, el guiño al lector cómplice (o la cáscara de banano, una de dos). Pero lo cierto es que acabo de leer a Piglia y descubro varias frases antológicas, incluso parece que fueron escritas para ser recreadas en estas líneas. Y cuando Piglia habla hay que escucharle con atención, entre otras cosas, porque es de los escritores que siempre tienen algo nuevo e inteligente por decir. Contrario a los del boom, que ya parecen disco rayado, cada uno palimpsesto de otro palimpsesto. Lo telúrico en distinto envase: coroneles, generales, madrastras y tías, gallos y bananeras, revoluciones y héroes degradados, ilusiones y desesperanza. América latina, marca registrada. Por eso mejor sigo con Piglia, quien me está contando sobre la conversación y su importancia en la literatura, la conversación como elemento central de la literatura, y lo mejor es que incluye en este contexto a las discusiones en los bares y -quizás por eso- termina afirmando que las amistades entre los escritores son complejas y luego, axiomático, señala que “uno sólo puede ser amigo de un escritor si le gusta lo que éste escribe”. Más de acuerdo no puedo estar, aunque no he sido amigo de ningún escritor, creo que tampoco he sido amigo de nadie, quizás fui amigo de Z, aunque me acosté con ella y compartimos algunas horas de vuelo rasante y dicen que entre los verdaderos amantes no puede existir amistad, pero creo que Z sí fue mi amiga, además nunca me importunó con celos ni aspiraciones de exclusividad o de ejercer soberanía sobre la ínsula barataria. Y conversábamos largamente. Ella me escuchaba y yo la escuchaba, nos escuchábamos, y luego hacíamos el amor, pero ahora que lo pienso éramos como dos solistas, dos virtuosos que se juntan para tocar una pieza que tiene bien marcadas las distancias entre ambos, y para quien escucha suena bien, suena muy bien, pero ellos nunca se encuentran, sinuosos jazzistas que se empecinan en sus takes particulares. Aunque quizás fui amigo de S, poeta excelso, gloria universal que fuera inmortalizado en la publicidad de un banco local, tras haber distribuido las 200 páginas de su opera omnia en cinco inmortales cuadernillos de 40 folios, en los cuales, según T, el crítico por excelencia: “el clasicismo rezumaba en unos versos insólitos para la literatura nacional”. Y T había publicado sus juicios en el periódico dirigido por U, quien a su vez era amigo de S. Y hay que decir además que, en forma periódica, S le reenviaba a U por correo electrónico los juicios que desde distintos confines del mundo le remitían sus admiradores, todos expertos en materia de las belles lettres, como el fiscal de Aracataca o la periodista hondureña que residía en Zimbabwe, quienes coincidían de manera absoluta en que sólo la abominable tozudez de los académicos suecos era la línea Maginot que separaba a S del Nobel. Pero lo cierto es que con S conversábamos con notable soltura y humor, quizás atizados por las rondas consecutivas de cerveza, y a mí me gustaban algunas de sus obras, no todas, pero algunas. Pero mejor volvamos a Piglia, quien está explicando a Villoro que por más que los teóricos de la posmodernidad afirmen que se acabaron los grandes relatos, que la verdad se ha retirado de escena, que la significación y el sentido no son la cuestión, hay un empecinamiento en la literatura, en los escritores, por persistir en la búsqueda de ese sentido, y los grandes momentos de la literatura tienen que ver con grandes personajes “que nunca abdican del intento de encontrar el sentido”. Y luego Piglia pasa a enumerar y los nombres de Ahab, Herzog y Don Quijote resuenan en mis oídos. Y pienso, mientras apuro otro trago de cerveza, que yo podría añadir que en el sinsentido también encuentro sentido a lo que dice Piglia, y, émulo indigno, paso a enumerar y los nombres de Bartleby, K, Wakefield y Godot resuenan en mis oídos. Otras voces, otros ámbitos. Pero volvamos a los escritores que conversan y entonces Piglia menciona a Bolaño y yo me remuevo, como preparándome para lo que viene, que no sé a ciencia cierta lo que será, pero intuyo que será inteligente, que será original, y entonces Villoro, quien a su vez está conversando con Piglia, recuerda a los detectives salvajes y afirma que se dedican “a investigar poéticamente la realidad” y yo no puedo dejar de pensar en Mario Santiago y pienso que quizás esta frase le haría atragantarse de risa o, en el mejo de los casos, quizás hasta le daría un abrazo a Juan y recordarían el largo viaje que hicieron juntos, cuando cruzaron a bordo de un autobús casi todo el DF rumbo a la presentación de un libro en la UNAM, y al llegar aquí no puedo dejar de pensar que en algún rincón de este fragmento, tan enrevesado y caótico, se dijo que “uno sólo puede ser amigo de un escritor si le gusta lo que éste escribe”, y entonces aprovecho para señalar que coincido con esta frase, que incluso quisiera elevar al rango de axioma, y así es como me siento amigo de Villoro, de Piglia y, cómo no, de Bolaño, y disfruto leyendo sus cosas y leyendo también conversamos y me presentan a sus amigos y así conocí a Vila-Matas y a Pauls y a César Aira y a Castellanos Moya, aunque a Lacho lo conocí antes… Pero mejor paro de contar y me pongo a leer, que es lo mismo que escribir y escribir es conversar…
  • Sobre el autor
Mario Gallardo es miembro fundador de mimalapalabra, profesor universitario de literatura y compilador de las antologías El relato fantástico en Honduras y Honduras, Narradores Siglo XX; además es autor del libro de cuentos Las virtudes de Onán y acaba de salir de imprenta La danta que hizo dugú, basado en la investigación que realizó en la comunidad garífuna de Masca. Escribir poesía en el país de los imbéciles es un fragmento de la novela homónima -cuyo título está inspirado en un verso de Roberto Bolaño- que se encuentra en preparación.

domingo, 18 de noviembre de 2007

Jonás, de Edilberto Cardona Bulnes

Edilberto Cardona Bulnes y la torre trunca A quien haya leído fragmentos de la obra de Edilberto Cardona Bulnes no le parecerá imposible la historia de un Samuel Beckett enviándole una tarjeta postal desde París a su Comayagua, después que leyera Los Interiores, editado en España en 1973 al obtener el Premio Café Marfil. La duda y el mito es su primer monumento. Al desaparecimiento de Jonás, publicado en Costa Rica en 1980 por EDUCA, y que ha sido motivo de tanta chismografía seudoliteraria, se suma el insólito egoísmo de personas que presumen de ser afortunados poseedores de sendas versiones completas y que no emprenden el trabajo de edición y difusión de esta obra excepcional. Así que, después de la extenuante búsqueda de este complejo monumento estético, poético y filosófico, mimalapalabra lo ha conseguido, y en esta vigecimotercera entrega nos complace haberles arrebatado el fuego a esos seres intrascendentes para dárselo a ustedes los lectores. Lo que sigue es una muestra de este libro mítico, para que después de su lectura coincidan con nosotros en que Edilberto Cardona Bulnes es lo más cercano que tenemos en Honduras a la idea de "poeta iluminado".

Jonás

  • 29-IX hablar del mundo y de un otro como el otro mundo. Y del lenguaje como el más completo medio de comunicación humana. Y de una, de otra, o de ti; Muerte, como la otra vida. Y de un blanco relámpago desnudo de dos blancos desnudos como dos piedras juntas en la punta de una torre libres del río lejos una en otra ya como un chorro de lluvia que era dos en la ventana de noche sin ver en el cristal lo que se vio por el otro; o un barco que salió de dos nubes y se fue sin verse más sobre la tarde, o dos raíces fuera de la tierra, sin historia, una a otra, encarnadas bebiéndose sin medio ni distancia para gritarse o decirnos amor, manzana, paraíso, entroncadas en uno en lo que es de uno
  • 16-IX Pues bien, en aquel tiempo, una vez, y de esto hace bastante, iba en un carruaje. Oscuro. De qué color, no sé, tal vez de arena, de insomnio, de camino. No sabía quién era, ni lo suponía. Únicos viajeros nos confiábamos al cochero invisible. Chirriaban las ruedas sobre la nieve, y en la oscurana de agua al fin se vio que lo estampado era la carne viva de tatuajes.
  • 17-IX Érase una noche ocre como para callarse de no ser el ruido del coche oiríamos las estrellas que nos vienen como gajos corintos, como racimos trasudando escarlatas. Llegamos a una parte, sola: Página Blanca, y pensamos oír: no ver demasiado lo blanco: ciega. A su tiempo cada quien deja su libro mediando silenciosos solitarios. Uno baja después para no subir más. Al bajar, ¿nos confundimos, confundimos los libros? El carruaje ha seguido, metiéndose en el bosque, en una bruma púrpura. El día sigue a la noche en des-cubrir la ciudad.
  • 18-X La diferencia de los hijos de la tribu de Leví está aquí en la verdad de su corazón. Que esta poesía i-rreal de Jorge Trakl nos pese más que el realismo de “El Canto General” es del vero cristal de mis ojos de Amnón de la noche imposible. Vos, noche virgen, tenés el peso oscuro, y vos, verdad a oscuras, peso de siglos.
  • 18-X Manos llenas de gasa de Muerte estas de Celan luchando por huir del velo de la palabra, -no tu secreto fiel, Penélope-. Sagrado tuyo, Yocasta. Ay, que eres ciego rasgándolo. Inservible tu deslumbrado rojo. Fuera, inútil, a arder vacío, quedar para siempre en Colono perdido.
  • 21-X Tú ansías expresar las cosas. Déjalas. Se expresan. Que se expresen. -Si nos expresaren-. Deja que la palabra se diga. Sea la pintura la que haya de buscar la manta, el cuadro, el color. No al revés. Nazca con él. Bien sentimos que en nuestra boca la palabra agoniza. Bien sabemos que en nuestra mano la palabra muere para re-vivir en el poema, en poesía cuando Poesía la halla. No encuentra. Es encontrada. La re-encontrada. A lo mejor se encuentren, entonces, y siempre lo uno no es sin lo otro así como la flor no es por hallarla, sino por hallarse. La energía crea a la materia como la función al órgano. “Haya luz”; (Génesis-1), y hubo luz.
  • 2-III Aquí se está en un saco, cosido, con un gallo, un gato y un mono, en el mar, y dentro de la ballena. Todo está en descocer el gallo –el saco-, deshacerse del saco –del gallo-, del gato y del mono. Y entrar de lleno hasta el píloro, quizás al cardias, más no, arriba no. Prohibido. Sagrado. La salida es por el culo.
  • 20-VIII Tú sabes, Muerte, que si leo, es el perdido libro de Jaser cuando se detiene el plenilunio. Mi poesía es todo lo que no es desde antes muy antes del primer cautiverio. Que si alguien nos acompaña en este río de sombra, ah, Caronte, es mi perro, gemelo del perro de Tobías en el único parto de la hembra de Cancerbero.
  • 27-V El carnicero apareció ya con el alba degollada. Hubiera sido un claro día. Pero el carnicero está aquí, con el cuchillo, blandiéndolo, y la sangre, ay, manando de la garganta.
  • 29-11 Y sucede que Judit vuelve, y está aquí, ante Holofernes, ebrio, denso púrpura quitándose los espaldares de oro, el pectoral de plata, el férreo casco azul, las perneras de bronce, tendiéndose en la invalidez del cuello, el descuido del pecho, la confianza del vientre, dejándose a la impotencia de la periferia y franqueándonos por el centro. Soledad. El amparo del arma, afuera. Yacente. Judit, desvistiéndose. Huele la selva virgen de la noche, bullen las cataratas de la noche, llamean las antorchas en la gruta de la medianoche. Desnuda: suntuosa, vestida, de sortijas, sonríes. Centelleo de alfanjes circulares, constrictores, succionantes. Labios ibis en vuelos rozándose las alas encerrando lo hondo del encuentro. Pupilas dilatándose, contrayéndose, suspendiendo, adormilando la paloma del viaje. Aluzas, Ciegas. Se y se cierra para gustar, saborear, devorar, engullir lo que no posee. Troya arrastra el caballo de palo, el oscuro trofeo equino, y en el animal obscuro Edipo vuelvo y entro en demanda de Tebas, del hogar, de mi cuna, del reino de mi madre. Edipo busca por adentro. Judit busca por afuera. La madre se ha cortado al romperse el cordón y Holofernes, por degüello, te escapas de un salto mortal. Lloro de troyanas. Desbande de asirios. En tierra dos ejércitos, dos detritos, dos bultos, vencidos, en la blanda arena azul de un agrio abandono lunar, amaneciendo. El sucio barrendero deja las calles limpias.
  • 13-IV Hay que cazar la hora. Cuando Dante la cace escribirá La Comedia. Un minuto más, un minuto menos, no podría. Hablará con los muertos de él como antes Homero con sus dioses. La poesía es un diálogo consigo mismo, aún en momentos cuando parece ser con otro semejante. Diálogo de uno ante algo, ante alguien –en esencia- fuera de forma, de la forma. Nunca entre hombres. En poesía no hay ilusiones ópticas, ni auditivas, ni de ninguna otra especie. Si tal fuere, sí, pues equivaldría a la conversación que el hombre -como en una sala de espejos- sostuviera con sus imágenes (anamorfosis) equívocamente reales. Real el surrealismo. Para conocerse mejor hay que conocer a los demás. No hay mundo si no hay un hombre en él y no hay hombre si en él no hay un mundo. Para verse, ver; para ver, verse. Aquí el encanto fatal del iris de Narciso. En un mundo en que no existiera lo que la costumbre considera únicamente como espejo, el hombre se vería, volvería a verse en los otros, o en los no otros. Aquí el fatal desencanto del iris de Narciso. El ojo hace el espejo de él. Del ojo –espejo vivo- al espejo muerto -la copia-. Siempre se ha tenido espejo, aunque estuviere encubierto. El hombre es el espejo del hombre. La viva imagen, consciente, fuera del espejo. El espejo es hacia atrás. Y hacia adentro. El espejo es la muerte de la imagen. Si no hubiera cómo ni en qué poder verse – y vera para mirar, distinguir para diferenciar- el hombre se ignoraría en su precario instinto de conservación a tal modo de enojarse, si esto le cupiere, contra el estorbo en que casualmente tropezare, y le diría: -si esto le cupiere también- bruto, imbécil, estúpido, y le daría una patada, pues el estorbo no sería esto que es sino otro, imbécil, que me molesta. He aquí lo que hubiera sido hombre. ¿Qué? ¿Qué digo yo sin no ser acto de decirme, sin moverme en el ansia, en el sueño, en la memoria? ¿No se es ni se tiene más que el acto solo? ¿Qué puedo decir que soy sin moverme en el saber, en el sentir que soy? ¿Y qué es lo que sido sin el hombre? ¿Ha habido hombre aquí, allá, ayer, ahora? Si así fuese hubiera sucesión, y si hubiere sucesión habrá permanencia, si habría permanencia hay universalidad. Sucesión no es repetición como repetición no es igualdad fuera de sí, si no en sí, sino en sí por esto de lo móvil del hombre a lo inmóvil del ser, no al ser inmóvil, no de ser, y conquistar, re-conquistar desde el ser del estar la permanencia universal del ser. Ser sin imagen. Fuera de ella, caos, confusión, bruma de Babel, la torre trunca. ¿Si no en ella en dónde entonces, ya asunta, la colmada asunción de él, por él, con él y para él? ¿En dónde si no en ella el ser del tiempo, el tiempo del ser, de ser del ser; de ser, y ser tiempo en esencia y permanente esencia única de verdad?
  • 14-X Vivimos de amor y con amor, de la fe nos mantenemos, de la esperanza que nos sostenemos verdaderamente pobres de solemnidad de las cosas de la tierra. (El mundo es otra cosa.) Vivimos de caridad sin comprarnos nada regalándonos todo. Vivimos de la caridad, de por vida suya, de la caridad de vida de por vida. Nada nos sobra. Nada nos hace falta. Nuestra abundancia colma los veranos para los otoños y los inviernos pálidos. No conocemos otro cielo más que éste que a lo mejor es el único, el mismo que da sobre esta parda ciudad la comba ala de su pájaro azul reclinando de tarde en tarde la bella cabeza sobre nuestra cabeza alzada en alto, en vilo, rozándose. Entre nos hablamos de tus ojos, de tus manos mías, de mi frente tuya, de tus zapatos y mi camisa, de las sábanas con nombre tuyo y mío, en monograma; de las dificultades para mantener siempre limpia la casa con tanto polvo afuera, silenciosa con tanta bulla de carros, fresca ante tanto calor y seca entre tanta humedad. De lo caro de los víveres, la subida de precios, los impuestos, el alto costo de la vida. De los poco amigos que tenemos pero buenos como el pan y escasos como los buenos libros, y hasta de lo desconocido. De los mismos gratos recuerdos que sólo a nosotros hacen gozar porque somos nosotros mismos; de lo que hicimos este año y de lo que haremos en el próximo; del sueño que tuvimos y resultó verdad. De los niños que se pierden en la plaza, de los jóvenes que se embriagaron antes de que comenzara la fiesta y no se dieron cuenta, y de aquella que se volvió triste bajo la lluvia; del baile que no hubo porque no había luz, y de la vieja lámpara que hicimos funcionar en la tiniebla hasta que nos halló el alba, en nuevo día, solos uno en el otro, los dos en nubes en verdadero música bailando enamorados. Del juego que iba a haber y era mentira. De la muchacha que encontraron muerta y no se supo quién era. Del joven que con varios amigos tuvo un accidente fatal pero sobreponiéndose los llevó a la clínica, llamó a los padres y se fue a su casa a darse cuenta con su madre que iba muerto.
  • 21-X En absoluto no es necesario para nada el poeta en el mundo. Nunca. Desde la vida de su poesía nunca se da solo, sólo en su poesía para entrarnos a la poesía, a la vida poética, a la vida de la poesía, a la otra vida, a la poesía del hombre, de la vida y del mundo, y darnos de todo a lo sumo sólo la imagen sola para hallar en ella nosotros solos la medida sólo de nuestra sola imagen, la medida del silencio, del silencio a la palabra, del espejo al espejismo, de la realidad, de la realidad a la ficción, de la verdad a la mentira, de la muerte, de la muerte a la vida, la proporción de que la ficción es a la muerte lo que la muerte es a la nada, o la identidad de que la verdad es al amor lo que la realidad es a la vida, y en esta dimensión poder saber hasta dónde son en ficción amados los bellos ídolos del amor o en verdad amado el dios vivo de Amor, y hasta dónde somos y estamos de verdad en el tiempo de la vida o en la vida del tiempo y en el ser de la vida o en la vida del ser y ser vivo tiempo del ser, o si estamos y no sabemos en la ficción del ser como ciegos peces de una imposible antártica inexistente para un principio desde el principio muertos en el fondo, o en el boomerang de nadie perdido para nadie, o en el salvaje hielo de una navaja de afeitar no tanto porque se nos empuje una muerte distinta, brutal, salvaje, que al fin y al cabo se habría de conocer, sino que por ella se nos presenta como humano algo no humanoide, humanesco, algo que no llega desgraciadamente ni siquiera a la más triste sombra de un árbol hecho piedra. Es nada. Casa del ser: casa de Dios. Nada. Puras palabras. No más acto de ser del ser. Esta flor. Esta hierba. Nada. Sangre de Abel y sombra. Nada. Palabras. Cuajos de luz. Simples palabras; pura palabra, pura. No sé dónde qué en lo más recóndito de este pañuelo blanco.

  • 22-V Yo no hube, no habría querido esto. Hubiera querido, no sé, otra cosa. Hasta habría, quise huir de la Voz. Yo no he querido esto. Quería otra cosa, otra orilla de luz. Qué importa lo que yo haya querido. La voz me subía por acá, y hoy, con los labios quemados, no querría más, no quisiera menos. Y qué importa lo que quiera o quisiere, lo que hubiera o habré querido. Aquí, desencantado, des-encantado todo, no puedo ser feliz. Sin espejo ni marco esta alegría: no seré feliz. Gozo este infierno. Vivo. Alegría sin marca en esta ardiente arena. No querré nada en este hirviente polvo. Ya este infierno es mi paraíso. No quiero nada.

Datos mínimos del poeta

Edilberto Cardona Bulnes nació en Comayagua en 1935 y murió en 1991. Obtuvo en 1973 el Premio Café Marfil de España con el poemario Los Interiores. Jonás se publicó en 1980 en EDUCA, Costa Rica, y –según el mito- sus cuatro mil ejemplares desaparecieron a su llegada a Tegucigalpa.

"Jonás… es un poema mural. El único, en el país, al cual se le podría adjudicar tal categoría". La Palabra iluminada, Helen Umaña.

jueves, 8 de noviembre de 2007

Obligados a vivir

En la poesía de Gustavo Campos la existencia misma es un acto poético. Vivir equivale a beber, amar, sufrir, pero también a escribir. Más que poemas, las piezas que de él presentamos en esta edición número 21 de mimalapalabra en diario La Prensa -escapadas de Desde el hospicio y Bajo el árbol de Madeleine, los dos libros que publicará a principios del próximo año- son fragmentos de una experiencia vital forjada a fuerza de desvelos, tropiezos, ardores y desamores. Que ninguna miel corrompa estos versos, porque son amargos y definitivamente humanos.

Habla la poesía
Me alimento de poetas/ que fracasaron en su vida,/ de aquellos que prefieren un verso/ a los labios de la mujer que aman./ De los que construyeron a la orilla del mar la fe,/ como de la soledad su tumba. De aquellos a los que no dije:/ las esperanzas son un laberinto disfrazado de atajo./ De a quienes les soplé una órbita de tristezas/ y quedaron atrapados/ en el centro del misterio, como dentro de un remolino./ De esos me alimento./ Soy bestia: lanzo pecados./ Derribé gigantes en la era de David./ Convertí en monstruos los molinos/ y las piedras en pan./ Soy el sol que entra en los humanos,/ y después, cuando ha recorrido su cielo,/ les deja un monstruo por ocaso./ Escojo, al azar, poetas/ y los convierto en tristes o exultantes./ Me alimento de poetas/ porque ellos creyeron que me hacían cuando sólo fueron mi reflejo.
Confesión de Madeleine
Tomé en mis manos al último poeta/ y lo formé a imagen y/ semejanza/ de la locura./ Tomé en mis manos al último lector/ y le enseñé/ el morbo./ No les enseñé a vivir./ Los forjé de pesadillas.
Obligados a vivir
Nada puedo hacer por mí; que me acepten o me destierren. Alain Bosquet
nos obligaron a vivir/ jamás me dejaron seguir/ ya vendrá el milagro, dijeron/ y la angustia fue el milagro/ nos obligaron a vivir/ estuve tendido en las calles/ a los indiferentes que pasaban/ les grité inhumanos/ yo estuve reencontrando un amor lejano/ con mi barba parecida al tiempo/ un amor lejano/ nos obligaron a vivir/ el fuego siempre fue mi amigo/ como la irreflexión y los impulsos/ hoy ando con mi cuerpo incinerado/ me obligaron a masturbarme en público/ y me amarraron a un poste y los golpes/ fueron más fuertes que los dados al peruano/ se burlaron de nuestras depresiones/ nos llamaron haraganes/ y en contexto fue una necesidad ajena/ la que nos obligó a buscar visiones/ no escogimos las pesadillas/ el exilio/ errar eternamente solos/ las convulsiones/ o delirios/ ni inventar un nuevo diálogo/ nos obligaron a vivir/ quienes nos obligaron a morir/ con los ojos muertos y el alma accidentada/ seguimos en un mundo/ de la posibilidad y la palabra/ con nuestra propia mierda/ por esperanza/ sáquennos a toda prisa de nosotros/ prescindan de nuestras acciones/ prescindan de nosotros/ como nosotros de nosotros/
Puente
hundirme hundirme deshacer mis rasgos Tomás Segovia
Al ver un águila ves una porción de genio. W. Blake
cuando la tempestad no abre los sellos/ y los brazos del sitio se mantienen cerrados/ errar es el único sitio el río su único camino/ que engaña a alguien ajeno ya ajeno/ sumiso a la oscuridad a las horas/ un árbol de calamidad condena los ojos/ alimenta las visiones y deshace los recuerdos/ cuando se ha dicho amor/ sólo para expulsarlo de las bocas/ y dejarlo en soplo en palabras a merced del tiempo de nada/ esperando que caiga el árbol de una hoja/ y roer la coherencia desde las garras del águila/ muriendo a pesar de las voces/ que aparecen como el humo en la razón/ y el relámpago es un puente que transitar de noche/ con la indiferencia como rostro y las piedras de tropiezo/ del mañana el orgullo de la raza de diálogo de monstruos/ fijará sus ojos alegremente solos/ como Artaud antes que él/ la demencia roe con sus dientes de acrimonia la esperanza/ al hombre mismo a la palabra/ hay que escucharlo de la misma manera/ como hay que ver un rayo/ las frases siempre serán la desesperación de romper el sello/ y la espera/ deshacer los propios rasgos como se borra una huella
Primer destino del hombre
Lo que relato es la historia de los próximos dos siglos. Describo lo que viene… F. Nietzsche
Fracasó antes de intentarlo./ Fue su ruina./ Destruyó su Pabellón de Oro./ Con esfuerzo procuró vencer/ el cansancio de los últimos siglos./ El desierto fue su herencia y el sol su castigo./ Lo llamaron demente./ Y se hizo de palabras,/ también de esas que roen el pensamiento hostil/ que da la sensación de hastío./ Lo hubieran escuchado citando a Derrida,/ en el último peldaño de la esperanza, cuando nadie le creía,/ oyendo burlas que ahogaban como rocío/ el tímpano del grito. Visitó los bares y glorietas/ y sonrió con amigos. Un hombre se obliga a vivir./ El sistema amordazó su tranquilidad y/ descubrió que no hay belleza que no deba corromperse./ Lo salvaron una computadora y algunos libros de Ciorán./ Lo juzgó la mugre y su ruina lo hizo sonreír de tormento./ Su personalidad fue, de todas las tristezas conocidas,/ la más parecida al grito de Munch./ Apúntenlo con un dedo adverso, allí va caminando con su mirada/ fija al pavimento, las manos en el imperfecto bolsillo,/ y el recuerdo en el fracaso;/ susurren lejos de su barba, ¿no ven que lleva aún sobre él/ la nube negra?/ Quizás nunca nadie lo haya conocido,/ ¿quién es capaz de vivir el pavor/ de esforzarse en sonreír y sólo desdibujar su rostro,/ de contorsionar su alma hasta el extremo de borrar/ el recuerdo de amigos y familia, el ritmo cálido/ y velado de aquellos días hoy perdidos?
  • Datos del autor Gustavo Campos nació en San Pedro Sula en 1984. Es estudiante de la carrera de Letras en la Universidad Nacional Autónoma de Honduras en el Valle de Sula. Es miembro del colectivo mimalapalabra y de la Sociedad Secreta de los Portátiles. El conjunto de su obra cabe perfectamente en una maleta: Habitaciones sordas, su primer poemario, apareció en 2005 con la editorial Letra Negra de Guatemala. En 2006 obtuvo el tercer lugar en el Premio Hibueras, en la rama de narrativa, con su novela Los inacabados, que la editorial de la SCAD publicó este año.