viernes, 30 de octubre de 2009

Pandilleros de la frontera

Afiche de la película Sin nombre, de Cary Fukinaga.
Hoy se estrena en España Sin nombre, esa película producida por Gael García Bernal y Diego Luna que trata de pandillas y "sueño americano" y de la que ya hemos hablado en este blog en otras ocasiones. Ha sido bien acogida en Sundance y en otros festivales pero no sabemos todavía cómo será recibida por el público. Quizá sea Carlos Boyero la primera persona de ese público español en expresar su opinión sobre esta película. Entre otras cosas, dice que Sin nombre "es una película muy correcta, fácil de ver y complicada de oír (se refiere al argot utilizado por las maras), que se consume bien y se olvida rápido". Ahora veamos por qué lo dice:
El ritual de iniciación para entrar en las maras no exige mayoría de edad, incluye que los que van a ser tus hermanos te den una paliza brutal para demostrar tu entereza, también eterna sumisión a los jefes, no cuestionarse jamás una orden, odiar al enemigo, fe ciega, sumisión y lealtad inquebrantables, los juramentos y códigos verbales y gestuales que caracterizan a las sectas, tatuarse orgullosamente el organismo hasta la extenuación. Es una mafia nacida del lumpen, de la miseria extrema. A cambio ofrece a los marginales el certificado de que nunca van a estar solos, de que poseen una enorme familia, que van a gozar de los privilegios ancestrales del guerrero, la seguridad de que cualquier afrenta será vengada. No se admite la deserción ni la renuncia. En el caso de que te entierren, algo absolutamente probable dedicándose a una forma de vida regida por la violencia, va a haber mogollón de gente en tu entierro, lamento coral, esas cosas.
Esa temible realidad la describe compleja y rigurosamente el documental La vida loca. Era tan real que a su arriesgado autor, Christian Poveda, le costó que los retratados le frieran a balazos. El director colombiano César Gaviria, que utilizó la supuesta ficción para hablar de pandilleros en Rodrigo D. No Futuro, afortunadamente, sigue vivo. Pero la mayoría de los protagonistas habían sido asesinados cuando se estrenó la película.
Sin nombre es una producción mexicana (esos actores tan potentes como inquietantes llamados Diego Luna y Gael García Bernal ejercen de productores ejecutivos), dirigida por Cary Fukinaga, y combina la temática de las maras con la de la inmigración clandestina a Estados Unidos. Existe en ella un notable afán de autenticidad, de que la gente que la habita, el lenguaje que utilizan (serían agradecibles los subtítulos para enterarte del significado de ese argot que emplean, ya que aunque afiles el oído y la intuición se te escapan mil cosas) y sus dolientes circunstancias vitales desprendan veracidad, sin rasgos de impostura, con vocación documental. Pero resulta transparente que detrás de ella está la estructura, los medios y el dinero de una producción media del cine norteamericano, que se ha dedicado el tiempo suficiente para pillar el tono y la luz exacta de un crepúsculo o de un amanecer de lujo, que las secuencias de masas están convenientemente planificadas, que existen legítimas ambiciones de lograr un producto sólidamente facturado y con repercusión internacional. Tiene el espíritu del cine independiente pero también algunas de las convenciones que exige un producto caro.
Narra el durísimo viaje en trenes de carga de gente presumiblemente acorralada que se ha empeñado en llegar a Estados Unidos y la huida paralela del soldado de una mara que le ha condenado a muerte. Viendo a los machacados viajeros que se suben clandestinamente a los trenes, recuerdo aventuras similares de los vagabundos de la Depresión en El emperador del Norte, aquella vibrante historia que dirigió Robert Aldrich, y la comparación me abruma. En cuanto al funcionamiento del universo de los pandilleros, tiene bastante más fuerza y dramatismo la indagación y los testimonios que consiguió Poveda en La vida loca que el guión que desarrolla Sin nombre. Es una película muy correcta, fácil de ver y complicada de oír, que se consume bien y se olvida rápido.
Y estoy cansado de cine tan digno como bienintencionado. Necesito historias que me remuevan algo, que me hagan salir con buen o mal cuerpo de la sala. Lo segundo lo ha logrado la española After, perturbadora descripción del mal rollo que desata el gran pasote cuando la existencia anda íntimamente a la deriva, cuando la noche desbocada hace aflorar las miserias, la soledad, la angustia o la desolación que intentan disfrazar las apariencias.

miércoles, 28 de octubre de 2009

Coloquio sobre Jean-Marie Gustave Le Clézio

Invitan: Alianza Francesa de San Pedro Sula, Consejo Regional de Cultura Norte "A" y Carrera de Letras UNAH-VS

Lugar: Alianza Francesa de San Pedro Sula

Fecha: jueves 29 de octubre de 2009

Hora: 7:00 p.m.

Fecha límite en el Premio

El circo está finalizando su función, señoras y señores. Una "primería", una "segundía" o una "tercería"; da igual. Mel o Mich; da igual. Algo habrá quedado, aparte de los muertos y los heridos y los desaparecidos.
Anunciamos oficialmente el día domingo 15 de noviembre a las 12:00 de la noche como fecha y hora límites para la recepción de trabajos a nuestro I Premio de Relato Corto mimalapalabra 2009. Los trabajos que lleguen a partir de esa fecha y esa hora serán tomados en cuenta para efectos de publicación en este blog pero no para la participación en el premio.
La cuantía del premio ronda, como ya dijimos, los mil quinientos lempiras. Hasta el momento, aparte de las generosas contribuciones de Bayron Benitez, con cierta cantidad de dólares, y de Marlon Velásquez, con Nocilla Dream (al que, si teníamos suerte, íbamos a sumar las dos entregas siguientes del Proyecto Nocilla, y después, por si fuera poco, nos rebuscaríamos con los gastos de envío), nadie más se ha ofrecido como co-patrocinador (aunque todavía hay tiempo, seguimos esperándolos), así que por el momento sólo podemos garantizar esos Lps. 1,500.00 que mencionamos al principio.
La fecha de entrega del premio la confirmaremos en los próximos días. Por ahora, a los que no se habían animado a participar los invitamos a hacerlo antes de la fecha límite mencionada. Las bases pueden consultarse dándole clic al logo de color naranja ubicado en la parte superior derecha de la pantalla.

sábado, 24 de octubre de 2009

Apuntes sobre Nocilla Lab

Fotografía de una de las páginas del cómic de Nocilla Lab con los personajes AFMallo y EVila-Matas.
I
Hace más de dos años, cuando leí Nocilla Dream, apunté en este blog cosas como éstas:
“Me gustó, como quizá podría gustarme una muchacha desconocida a la que viera por un instante doblar la esquina y desaparecer para siempre. Me quedaría la sensación agradable de haberla visto pero también la certeza de que al no volver a verla, la vida seguirá transcurriendo con normalidad”.
“Una lectura estimulante. Quizá no demasiado memorable, pero sí estimulante”.
Trataba de explicar en esos otros apuntes que posiblemente mi percepción, tras la primera lectura de Nocilla Dream, se debiera a su estructura fragmentaria, que obliga a una lectura casi inaprensible y que recurre a eso que se ha dado en llamar "zapping literario", lo cual consiste en leer simultáneamente muchas historias con otros tantos personajes sin que nos quedemos con ninguna. Y por esa estructura es que la novela me parecía estimulante.
Un año después leí Nocilla Experience, sin esperar demasiada novedad en su escritura pues había leído hasta la saciedad en periódicos, revistas y blogs de qué iba el rollo del tal Proyecto Nocilla, y tal como supuse, así venía la segunda entrega novelística de AFMallo. La estructura era similar a la de Nocilla Dream; ahí seguía funcionando el mundo por el azar del parchís antes que por las mecánicas leyes del ajedrez, y sin embargo, fue ahí en donde empecé yo a entender cómo era eso de que el mundo se rige por el azar del parchís y no por las leyes del ajedrez. Entonces operó el cambio en mi perspectiva como lector. Porque si bien Nocilla Experience ponía a funcionar (aunque a mayor velocidad y con mayores revoluciones) la misma máquina narrativa que ya había visto encenderse en Nocilla Dream, fue con esa segunda novela de la trilogía que empecé a, por lo menos, imaginar la magnitud del Proyecto.
Imaginé entonces una suerte de aleph de Agustín Fernández Mallo, en donde podían caber, enumeradas y representadas, todas sus obsesiones, un aleph aparentemente pequeño pero que a través de la explosión en múltiples direcciones de cada una de sus historias se convierte el algo inmenso, inaprensible e infinitamente metafórico.
Pero no lo había imaginado ni total ni suficientemente…
II
Y entonces leí Nocilla Lab. Y ahí, en esa culminación de la primera aventura de Agustín Fernández Mallo, es el propio autor el narrador que refiere en primera persona cómo es que un día entró con su “compañía femenina” a un bar-pizzería en el pueblo de una isla al sur de la isla de Cerdeña tan sólo con la intención de “tomar algo, ver pasar los barcos, ver rodar los papeles entre los coches aparcados en el muelle”, y ahí, en ese momento, el autor-narrador empieza a mencionar el “Proyecto”, el que debían llevar a cabo cuando encontraran el lugar ideal para llevarlo a cabo, y a partir del momento en que la pareja entra a ese bar-pizzería, el autor-narrador empieza a soltarnos la película de su vida en un monólogo de 78 páginas que resume perfectamente el origen de la onda nocillesca y que no nos deja respirar pero que promete (y le creemos) una merecida bocanada de aire al llegar al punto final.
En esta primera parte de la novela el dichoso Proyecto, contenido en una funda de guitarra que en determinado momento de la narración es lanzada al mar, es mencionado en múltiples ocasiones y aunque nunca nos es revelado explícitamente en qué consiste, acabamos sintiendo que ahora sí sabemos algo más acerca de él. Acabamos sintiendo al menos que el Proyecto está ahí, a punto de ejecutarse, o que quizá en ese momento, en el de nuestra lectura, está ejecutándose sin que nos demos perfecta cuenta.
En la segunda parte, compuesta por 44 fragmentos en los que Fernández Mallo ahora sí nos ofrece de vez en cuando el punto y aparte, el autor-narrador nos habla de los días de la pareja, primero en un camping y después en una especie de motel que en el pasado había sido una prisión o quizá un monasterio. Es ahí en donde el Proyecto vuelve a cobrar una importancia vital para los protagonistas ya que el hombre que regenta el lugar, un estudioso de textos antiguos, encuentra en la playa la funda de la guitarra con todo lo necesario para la ejecución del Proyecto, y acaba asumiendo el compromiso de esa ejecución, lo que derivará en el problema de la suplantación de la identidad del autor-narrador por parte del propietario del motel, una situación bastante confusa pero inteligentemente planteada por el autor de la novela.
El desenlace de toda esta historia nocillesca quedará, por obvias razones, sin revelar en estos apuntes. Lo que no dejaré de mencionar es la parte final de la novela, constituida parcialmente por un cómic en el que Fernández Mallo comparte protagonismo con Enrique Vila-Matas, y se me ocurre que este feliz encuentro de los dos escritores en un cómic no tiene nada de azaroso pues ambos son, a mi parecer, miembros del selecto grupo de últimos renovadores de la literatura española.
Con esta novela el Proyecto Nocilla entra en la última etapa de su ejecución, y lo hace, como ya dije, de manera firme en el panorama de la narrativa en español. Los días que vienen seguramente traerán consigo una nueva oleada de buenas críticas; el Proyecto permanecerá en ejecución durante mucho tiempo, o durante todo el tiempo, pues tiene las credenciales para convertirse en un clásico posmoderno; pero donde calará hondo será en los lectores capaces de no sorprenderse con poca cosa, en esos lectores que saben, o al menos intuyen, que lo verdaderamente bueno y novedoso puede venir hasta en un tarrito de cacao con pasta de avellana.

jueves, 22 de octubre de 2009

V-M busca nueva máscara

En una entrada anterior les comentaba el blog que Enrique Vila-Matas había inciado en su página web quizá para intentar "escribir de otra manera un libro ya escrito". Ese libro que V-M intentaba escribir de otra manera era Historia abreviada de la literatura portátil. V-M nos ofrece en ese blog pistas de despegue para abordar su libro desde la perspectiva de un lector más curioso pues nos habla de las cosas que fueron motivando su escritura: las causas, las coincidencias, las ideas obsesivas, etcétera. Pues bien, aunque el escritor dice que el blog sobre HALP seguirá siendo una "página en construcción", nos anuncia que la número 27 será la última de sus entradas. A partir de ahora, dice, buscará la manera de empezar de nuevo, una nueva máscara. Y no se refiere al blog sino a todo. Leamos:

27. Quiero que te preguntes finalmente qué sucede si un escritor quiere comenzar de nuevo. Faltan ensayos, estudios acerca de esta delicada cuestión. ¿A qué clase de problemas se ha de enfrentar el escritor que desea volver a empezar? Se me ocurre uno, así al primer bote: tiene que olvidarse de lo mucho que le fascinan algunas de las cosas que ha escrito a lo largo de su carrera. Pero se trata de hacer tabla rasa y convertirse en un escritor que comienza de nuevo, no hay lugar para los sentimentalismos. ¿A qué otros problemas se tiene que enfrentar? A problemas relacionados con la técnica, sin duda. Pero también con su propio mito de escritor y con su propio lugar. Le conté en Nueva York a Sergio Chejfec que a veces me planteaba volver a empezar y soñaba que estaba en el imposible punto de partida. Me dio un consejo, me dijo que no era tan imposible situarse en ese punto, sepultar un día de golpe mi propio mito de escritor. Quizás bastaba con escribir como si fuera otro, hacerlo con un pseudónimo. Nada tranquiliza tanto como una máscara. En mi caso, sería una máscara sobre la máscara que ya llevo puesta. ¿Es una utopía imposible el cambio de identidad como escritor? Es probable que sea una utopía, pero sólo ya plantearse ese cambio puede hacer que se muevan muchas cosas, puede llegar a ser productivo, porque de hecho es una sensación que te puede permitir distanciarte un poco de los mismos mecanismos que has desarrollado y que muchas veces automatizan cómo concebir los libros. La construcción en este blog en web de la página de HALP ha sido una experiencia que me ha abierto a espacios nuevos en mi mente. He aprendido a escribir de un modo distinto un libro que ya había escrito. Lo considero un paso más para mi proyecto de un día comenzar de nuevo. Ahora es tiempo de silencio. Y tiempo de buscar la nueva máscara. Esta página, por su parte, se queda ya, al llegar al número 27, eternamente en construcción. Sabía que no lograría acabarla, pero lo más curioso es que tengo la sensación de no haberla ni siquiera empezado. Como se decía en el Tristram Shandy, hemos ido a la mayor velocidad posible, y sin embargo no hemos nacido aún. La página queda suspendida aquí para siempre en el número 27. He aprendido a modificar algunos usos técnicos y he ampliado horizontes. Ahora debo perderme por esa calle en la que me transformaré en otro. Voy a seguir el consejo que ayer me dieron por teléfono:
-Si vas a vender tu alma al diablo, ve por esa calle y pregunta en el segundo piso de la casa donde los perros. Allí te permitirán sacar chispas cuando frotes dos piedras, y verás que hay otra luna que brilla desde otra parte.

martes, 20 de octubre de 2009

domingo, 18 de octubre de 2009

La Historia argentina, según Fresán

Rodrigo Fresán. Fuente: hotelkafka.com

Hace un par de semanas leí, con mucho entusiasmo, Historia argentina, una novela (o conjunto de cuentos estrechamente relacionados) cuya primera edición Rodrigo Fresán publicó en 1991. Ahora aparece en Anagrama, en una edición corregida y aumentada con textos introductorios de Ray Loriga e Ignacio Echevarría, y a un lector como yo, que la lee por primera vez en 2009 y no en 1991 le da la impresión de que ésta es una novela recién creada y no una que ya cumple 18 años (la mayoría de edad generalmente aceptada) pues tanto por su ambigüedad en cuanto a qué tipo de libro es (novela o conjunto de cuentos) como por los temas que la atraviesan, más ese tono a veces discursivo característico del tipo de novelas que algún crítico llama "novelas pensamentales", le dan un carácter fresco, fresquísimo, como de invento recién dado a conocer y recién puesto a funcionar. Y los resultados de ese invento, sobra decirlo, son sorprendentes. En el abcd las artes y las letras del sábado Jordi Carrión reseña ésta y otra novela de Fresán, El fondo del cielo, que acaba de publicar Mondadori:

Tres detalles paratextuales. La nueva edición de Historia argentina, de Rodrigo Fresán, aparece en la colección «Otra vuelta de tuerca» de Anagrama (la de los «tesoros escondidos» del catálogo). Y con estudio introductorio -excelente, por cierto- de Ignacio Echevarría. Además, su última novela, El fondo del cielo, ha sido editada por Mondadori en tapa dura. Los tres datos apuntan hacia un cambio en el estatus del autor hispano-argentino, que tras ocho títulos y traducciones a quince idiomas, se ha convertido en un escritor consolidado.
La suya es una forma de narrar propia del siglo XXI (la novela, de hecho, tiene como epicentro el 11-S). La asociación de ideas e historias, su motor, no proviene del simbolismo, sino del azar del zapping y del hipervínculo. Cada variación, cada digresión apunta hacia la relación freudiana de la histeria con las ideas parásitas.
Un humilde Grumete
Siguiendo a Deleuze, se podría incluso decir que la obra de Fresán no sólo se entiende a sí misma -en su altísimo nivel de autoconciencia- como la exploración de la lengua propia como si fuera una lengua extranjera, a través de una traducción que cruza (sub)géneros, sino que histeriza los discursos heredados para sonsacarles lo que hasta ahora no habían dicho. «Histeria argentina II», justamente, se titula uno de los cuentos de Historia argentina. El primero del volumen, el que leemos como el primer cuento de Rodrigo Fresán, «Los padres de la patria», empieza en la gauchesca y finaliza así: «Sólo yo, un humilde grumete cuyo nombre no es digno de figurar en página alguna, sobrevivió para contar esta y tantas otras historias». Si en el espíritu de nuestra época está Bartleby, Fresán apuesta por Moby Dick a través de Sherezade. Si el Tema parece ser el Futuro, en verdad es -proustianamente- la articulación del Pasado. Si aparentemente estamos ante una historia sobre ciencia-ficción, en realidad leemos un ensayo sobre el binomio escritor/lector. Como Borges, se trata de ser punk y clásico al mismo tiempo. Los cruces constantes de todo tipo son la dinámica de esa escritura.
Fresán ha impuesto, como marca de autoría, notas finales que siempre revelan sus modelos. En el caso de El fondo del cielo, todos los nombres son anglosajones (Vonnegut, Cheever, Ballard, P. K. Dick y Foster Wallace). En vez de ocultar sus cartas, el autor de Mantra parece mostrarlas.
Conflicto de tradiciones. Precisamente por eso quizá sea pertinente intentar aquí una lectura hispánica (e histérica) de la novela. Porque desde su arquitectura («Este planeta»/«Otro planeta»), que podría reactualizar la de Rayuela, hasta sus temas (el amor y la distancia: de nuevo Cortázar, el tiempo y lo fantástico: Bioy Casares), pasando por el salto narrativo (Macedonio Fernández) y una atmósfera apocalíptica que recuerda a El eternauta, nos hallamos ante la sospecha de un conflicto entre dos tradiciones literarias finalmente convergentes.
Como señala Echevarría, la gran aportación de Fresán a la literatura hispánica de estas dos últimas décadas ha sido lo mutante. Mutación doble: sus relatos tratan el tema de la metamorfosis, de la variante, de nuestro multiverso; y sus relatos se tornan múltiples. En el primer aspecto, su poética conecta con la -pionera- de César Aira y con la -paralela- de Mario Bellatin; y antecede, entre otros autores que también trabajan en la frontera entre el libro de relatos y la novela, a la de Manuel Vilas (Aire Nuestro sintoniza sin duda con la idea fresaniana de la literatura como transmisión multicanal). En el segundo aspecto, en cambio, Fresán continúa en solitario. Añade cuentos, corrige inexactitudes, suma páginas. Cada edición es diferente. Eso crea una suerte de efecto Peter Pan en el lector: no se percibe el crecimiento o el envejecimiento de la voz. Como si no hubiera evolución. Porque, además, las obsesiones y sus figuras son las mismas en todos los libros.
En El fondo del cielo encontramos una vez más el mundo de Canciones Tristes, la chica que cayó en la piscina aquella noche, la ballena y hasta a Mantra (en una aparición inicial, por cierto, un tanto forzada). De manera que cada libro resume sus obras completas y el conjunto de su obra reclama una lectura similar a la que Borges impuso en las suyas. No en vano, un epígrafe de Borges encabeza su cuento primero. Y, por extensión, toda la narrativa de Fresán.

miércoles, 14 de octubre de 2009

Nocilla Lab + Vila-Matas

AFMallo. Fuente: www.diarioinformacion.com
Una sinopsis de lo que encontraremos en Nocilla Lab, la tercera parte de la trilogía de Agustín Fernández Mallo, la ofrece el periodista Ricard Ruiz Garzón en El Periódico. Desde ya se dice que esta tercera parte será la más literaria pues contiene múltiples apariciones de escritores, entre ellos Vila-Matas. Leamos:
Un obrero de Prípiat, Chernóbil, regresa a su hogar cinco años después del desastre y se muestra incapaz de identificar su casa, lo cual conecta con una reflexión sobre la similitud y la diferencia, la cual conecta con símiles entre los replicantes de Blade Runner y la física cuántica, los cuales conectan con un viaje del narrador a Cerdeña que a su vez conecta, a modo de estribillo rizomático, con un texto de Enrique Vila-Matas sobre un bar de las Azores, y todo en cuatro páginas entre el flujo de conciencia y el monólogo interior que se extienden a unas 70 cambiando los puntos ortográficos por recursos poéticos, imágenes recurrentes y deslumbrantes zapeos semánticos. Así empieza, y con brillantez, la road movie autoficticia Nocilla Lab, una novela nuclear y tripartita con la que el físico, poeta y experimentador Agustín Fernández Mallo (A Coruña, 1967) cierra el fértil proyecto narrativo que nació en el 2006 con Nocilla Dream y explotó en el 2008 con Nocilla Experience. Sobre la novela, hay que decir que está, como las anteriores, muy por encima de la restrictiva etiqueta nocillera. Fernández Mallo es un autor sólido, osado, cargado de criterio y talento, aunque menos revolucionario de lo que algunos creen.
Ritmo e inteligencia
La primera parte de Nocilla Lab, por ejemplo, desborda ritmo e inteligencia, y se crece en los nexos entre ciencia, arte y cultura pop que definen su propuesta, hilando reflexiones sobre el azar, el cómic o la Coca-Cola a partir de una habilidosa (pos)modernización formal de lo que ya han bordado decenas de autores, incluido su admirado Thomas Bernhard. La segunda parte, más prosaica, continúa en 44 bloques punteados por dibujos y fotografías el delirante viaje del narrador, un viaje en el tiempo y el espacio hacia el encuentro con un insólito doble o doppelgänger. Ya en el último tramo, el autor ofrece una serie de fragmentos dispersos, accidentales y reveladores –como al fundirse a García Márquez, Ludwig Wittgenstein, Marguerite Duras o J.G. Ballard–, al cabo de los cuales propone una abismada resolución en forma de cómic que dibuja Pere Joan. La original aparición en viñetas de Vila-Matas, como antes en el texto Octavio Paz, Paul Auster o Bukowski, podría hacer pensar que Nocilla Lab es la obra más literaria de la trilogía. Si es así, es sobre todo por el ejercicio de autoficción con el que el coruñés le pone broche de oro, subrayando sus orígenes, su sentido y, especialmente, el laboratorio del yo creador, 100% poético, que late infatigable bajo el proyecto.
DJ ficcional, narrador plástico, fragmentador de azares, físico conceptual, pospoeta... Con su trilogía, a la que Nocilla Lab aporta una fecunda dimensión seminal, Fernández Mallo ha demostrado que al crear no hay material de deshecho, que al mundo en red le sobran hieratismos y que la escritura mutante, cremas para untar al margen, tiene futuro. Gustará o no, pero su obra es un inestimable regalo para atisbar la previsible implosión del paradigma textual. Se acercan cambios, y Fernández Mallo ayuda a conectarlos.

martes, 13 de octubre de 2009

Limericks de Edward Lear

El humor absurdo. Antología ilustrada.

Editorial Brújula, Buenos Aires, Argentina, 1967.

Traducción de limericks por Elías Gallo.

Nota: Edward Lear publicó A book of Nonsense en el año 1846.