domingo, 29 de junio de 2008

Paraísos fugaces

Espejismo, sombra, abismo: la poesía de Murvin Andino
El mundo según Murvin Andino (San Pedro Sula, 1979) es un desierto del que la esperanza ha sido desterrada, un páramo frío donde ni siquiera el amor o la razón perviven, la ternura, la comprensión y la esperanza son sólo espejismos e ilusiones pasajeras. El mundo es, en resumen, el infierno, y no es necesaria la redención porque no la hay, sólo el castigo existe y se llama vida.
En su colección de poemas breves "Las Rubaiyát", el escritor y matemático árabe Omar Khayyám nos llama a alegrarnos con el vino y el amor porque la vida es breve: "Un día, tu alma dejará el cuerpo y serás arrastrado tras un velo fluctuante entre el mundo y lo incognoscible. Mientras esperas ¡sé feliz!". En los poemas de Murvin Andino, los paraísos artificiales y el erotismo son satisfactorios, pero tan fugaces como lo son para Khayyám. "La ebriedad también es una sombra", dice en su poema "La hora del abismo".
Cuando la sensualidad fracasa, algunos privilegian a la razón, con la que buscan ordenar el caos; según la poesía de Murvin Andino, al final ni siquiera la razón tiene importancia. Todo es devorado por el caos, y si con nuestra mente y nuestra imaginación construimos algo cercano al orden, también esa construcción es un espejismo, una dualidad paralela igual de desesperante. La existencia y el amor son un desfile de reflejos, de imágenes sin profundidad ni forma, de seres que se encuentran momentáneamente en el deseo: "sombras que se abrazan ante un espejo ciego", "dos espejos blancos y ciegos que se agotan en los besos".
En uno de sus versos se lee, como una forma de vacío existencial: "Esta silueta detrás de la nada es un abismo inerte". Sólo existe el caos y como opción de escape, la locura, la música, la realidad está, así, habitada por formas indefinidas, hundidas en la nada, en el caos primordial: "música que sólo permite la locura y me repite..."
Para Murvin Andino, eso somos los humanos, criaturas incomprensibles, contradictorias y absurdas que vagan sin nombre ni rostro por un paisaje desértico, gritando nombres de seres amados o de dioses imposibles para una falsa espera mientras soñamos la otra nada de la muerte.
Nocturnos dioses
Algunos viejos recuerdos
son aún nocturnos dioses.
Nada se esconde en la tormenta,
y aparece en todas partes la muerte.
El cielo fue hecho con música,
el cielo que apenas veremos al
cegarnos,
música que sólo permite la locura
y me repite…
Dolor pájaro,
noche sin altura y sin campanas
el cielo fue hecho para ti,
para todos los muertos,
aquellos que creemos en la vida,
los dioses vivos, los mares muertos.
Música de todos los demonios,
los dulces demonios del amor, del dolor,
música de puertas con orillas inmortales
música de la ausencia y colores siniestros.
La maldición de las noches de copas,
ahora o nunca…
El ruido despierta las horas y estalla
también el cielo,
la maldición del hombre artificial.
Vamos a romperle huesos al destino,
vamos a dejar que se consuma,
una semana para que nadie muera, nazca o sufra.
Cuerpo a cuerpo
Viene la hora siguiente.
La del amor.
Escucho el grito que llama.
La sangre aguarda el momento del abismo.
Viene la hora sublime.
Creí en lo absurdo, falso y desquiciado.
Llegan las voces del exilio y del dolor,
llega la Parca con su traje de luna.
Cuerpo y voces son todo,
cuerpo a cuerpo dos espíritus sedientos.
Sombras
La hipócrita luz volvió a ser simple y
\vacía como antes.
Hagamos una fiesta.
El vino es siempre agradable,
vamos a embriagarnos otra vez
antes del viaje y antes del retorno,
vamos a cegarnos al odio.
Aquí me rompo la vida y me despido de lo bueno,
el espíritu me estalla en partes que sangran,
se vuelven tiempo que llora silencioso.
Lo invisible, lo menos abrazado nos espera,
en esa otra luz, la que sufre el enigma del veneno.
Lo que preguntan mis mentiras es un desierto con estatuas,
puertas cerradas, botellas vacías y fantasmas que nunca olvido.
De la luz nace un cuerpo enfermo,
relámpago mudo y sucio
que nos mata el tiempo distante y condenado.
La carne tiembla y sufre conmigo
los espacios rojos de este mundo.
Vine a mi encuentro con la vida,
a llorar por la partida de las sombras,
por la profundidad de los caminos
y las voces
que reviven en mí.
Sólo encontré escombros,
el vino lo hizo postergable,
todo fue un mañana incierto,
nadie vio la caída,
nadie escuchó el llanto.
La luz es una espera en el barro
del principio,
única caricia, última mirada,
digamos adiós a las diosas,
Good bye my lover, good bye.
La hora del abismo
Oscuro y desolado
está el mundo
Vamos a dormir mientras otros nos sueñan y nos matan,
vamos a pasarnos la noche desvelando estrellas,
la ebriedad también es una sombra.
El mundo es una plaga, hay que
olvidarlo,
hay que borrarlo de nuestros destinos,
caminos, moradas.
Es insoportable.
Mi vida es mi soledad,
sin amor, mi existencia es la mala
suerte de los vicios,
mi muerte, el lugar que ocupa mi cuerpo,
el silencio que sale de mis ojos,
mi sangre, los besos ciegos y torpes,
mi memoria.
Oscuro y desolado está el mundo
y es casi la hora del abismo.
Último recuerdo
Una mano, un beso, un abrazo;
el amor que tanto he temido.
Sube la sangre hasta el último espacio,
hasta la tierra.
Agita las olas, mueve el viento
corazones muertos,
escapan del fondo circundante y sin retorno, hasta
una caricia perfecta que nos afecta el alma.
El frío aguarda, prepara su festín
desenfrenado y sórdido,
hay que esperar una silueta blanca,
hay que aguantar las horas cercanas al cielo.
Silencio, voy a soñar... una tarde completa,
una vida desenfrenada y llena de soledad,
no me amen, ni me escuchen,
silencio, voy a vivir un sueño,
a morir unas palabras después,
unos besos antes, un amor más tarde.
Voy a esconderme en las cenizas,
seré música,
criatura inexistente que engaña la vida,
y que nunca dejará de esperarme,
pequeña sombra y estatura ausente, tristeza mía.
La música sigue, es eterna, el dolor no
acaba nunca ni se olvida.

martes, 24 de junio de 2008

Intelectuales full time

Por Giovanni Rodríguez

El título de este texto viene de un amigo, M, a quien le revienta ver a tantos seudointelectuales que desdeñan cualquier tipo de manifestación humana no vinculada estrictamente con lo que ellos consideran “la cultura seria”. Escuché el mote por primera vez de su boca, con cierto tono irónico y burlón absolutamente justificado, cuando me lo atribuyó a mí precisamente, después de manifestarle mi renuencia a acompañarlo a él y a otros amigos a ver una película made in Hollywood.
Un intelectual full time, según el estudio antropológico de mi amigo, nunca ve la televisión; no lee más que historia, filosofía, literatura y las noticias económicas, políticas e internacionales de los periódicos; no se siente atraído por ningún deporte ya que considera que el deporte aglutina a las masas y las masas no son representativas de “la cultura seria”; no se permite escuchar otro tipo de música que no sea la música clásica; nunca va a las salas de cine porque ahí sólo se exhiben las películas comerciales.
Todo lo anterior, si se trata de una enumeración de sus características más sobresalientes, pero si somos acuciosos, podremos identificar a los intelectuales full time como serios, solemnes y ceremoniosos, con un sentido del humor selectivo que les permite reír sólo lo necesario para no parecer vulgares; políticamente correctos; quizá –si acaso y en compensación por su odio al fútbol- aficionados al ajedrez, al que no consideran deporte sino ciencia; bebedores ocasionales de vino y consuetudinarios del café; practicantes de hábitos incorruptibles; para citar sólo algunas de sus manías.
Lo curioso es que estos tipos jactanciosos y pedantes (como pude haberlo sido yo –pobre iluso- en algún tiempo) que tratan de vendernos, desde una supuesta inteligencia superior, una imagen de hombres cultos, por mucho que se esfuercen, la mayoría de las veces no demuestran serlo ni remotamente. En cambio M, que es un gran aficionado al fútbol, que escucha y disfruta tanto de Jethro Tull como de Plácido Domingo, que alterna sus lecturas de literatura con la de los diarios deportivos y que conoce al dedillo el cine de Bergman, de Godard y de Buñuel sin que esto le impida relajarse viendo en la pantalla a Indiana Jones, es el hombre más culto que he conocido.
Otro amigo, D, –también cultísimo- tiene una curiosa inclinación por el cine porno y el de serie B, y es tanto lo que sabe de estos subgéneros cinematográficos que se ha planteado muchas veces la posibilidad de escribir un extenso ensayo al respecto, al igual que M tiene la inquietud de dedicarle un libro a su equipo de fútbol favorito.
Hace falta que los intelectuales de hoy sean más de esta clase que del tipo full time. La idea de la alta cultura como un asunto de tiempo completo se me antoja aburridísima. Un poco de pop o de Dadá les hace falta a nuestros aspirantes a hombres cultos. Un poco más de irreverencia y un poco menos de solemnidad. La Mona Lisa con bigote dalineano. Marcel Duchamp exponiéndole un urinario a un mundo perplejo. Juan Villoro analizando la vida y obra de Diego Armando Maradona. Nietzsche y Sade leídos por pastores y sacerdotes en las iglesias. Que cosas así ocurran en nuestra provinciana cultura, mientras el Primitivo Maradiaga intenta llevar por enésima vez a una selección al mundial y yo disfruto de la Eurocopa de fútbol en algún bar o en la comodidad de mi casa.

domingo, 22 de junio de 2008

Rutina, de Alfredo Xalli

Por Alfredo Xalli

Para algunos lectores, Rutina será el relato con el cual comenzarán a conocer la escritura de Alfredo Xalli. Sin duda será una experiencia de la que no saldrán indiferentes, pues su calidad y el regocijo de su redacción los cautivarán de inmediato. Para los que ya hemos leído algunos de los textos narrativos de Xalli, la lectura de Rutina es una experiencia asombrosamente enriquecedora por dos razones. Primero, porque es inusual encontrar en las letras hondureñas el humor, la fresca inventiva y la ironía militante que hallamos en este texto. Segundo, porque hemos sido testigos privilegiados del desarrollo de Rutina, de las sucesivas capas de humor y desesperación, cada vez más profundas, con las que Alfredo Xalli ha ido cubriendo este relato como si se tratara de uno de esos cuadros que Rembrandt, según se dice, pintaba para raspar la tela e irla cubriendo de nuevos colores. Bajo el humor de Rutina, si excavamos lo suficiente, descubrimos, con asombro, un texto proteico por sus múltiples implicaciones. Leamos, pues, y disfrutemos un fragmento de las partes I, III y VI que en su número 45 publica mimalapalabra

I

Sábado. Se resiste a dejar la cama. Su madre no tardará en telefonear para recordarle que hoy no es un día cualquiera. Dentro de pocos minutos el teléfono sonará y al otro lado del auricular escuchará el feliz cumpleaños, hijo. Gracias, madre, responderá y, para no preocuparla, le asegurará que todo va de maravilla. Vendrán las preguntas protectoras, entonces él dirá que sí, que tiene dinero, que no es necesario que le envíe un giro, que su salario es suficiente y hasta le sobra para comprarse unos dos libros cada mes. Ella se despedirá con las recomendaciones de siempre desayuná, no te desvelés, no salgás de noche porque esa ciudad es muy peligrosa, cuidate de la rinitis, tené cuidado con las cuatro letras...
Entonces él seguirá su vida de lobo estepario, ajeno a los consejos maternales, confiado en los milagros de los panes y los peces, alimentando el deseo de encontrar una emoción fuerte que espante su vida monótona y depositando sus enfermizos demonios en los amores pasajeros. No le incomodan ya los calificativos de insensible, témpano de hielo, hombre que vive en su propio mundo, alma solitaria o habitante de Marte. Todas las personas con quienes ha convivido siempre inventan una frase que, aunque cambie los vocablos, conduce al mismo significado.
No le parece este un gran día, simplemente 24 horas con la obligación de vivir: levantarse, prepararse para el trabajo, comer, viajar, caminar, saludar, mirar, escribir, preguntar, cumplir, maldecir, callar, escuchar, fingir, salir, volver, comer, leer, escribir, pensar, dormir…
Su contrato de trabajo especifica que debe entrar a las ocho en punto al periódico, pero duerme hasta las nueve de la mañana. Los rayos del sol se estrellan con violencia en la ventana de su apartamento. Permanece con los ojos abiertos, sin pensar, como un ser a quien le han extirpado el cerebro, aunque conserva la habilidad de mirar, captar los colores, las formas y los sonidos; pero sin registrarlos. Sus dedos, con parsimonia, se prenden del petrificado cetro y evoca los labios de la prima Claudita, las tetas de Gissela la vecina, las piernas de la Puta Devota, el cuello de la tierna Shaddy Lee, la ágil boca y las nalgas de Janiuska, los ojos afiebrados y los tímidos gritos de Marcela, la caverna insaciable de la negra Sofía… todas unidas para transformarse en una súper mujer que, como un remolino erótico, se funde con Sharon Stone, María de Madeiros, Jennifer López, Marissa Miller, Monica Bellucci y otras mujeres sin rostro, pero útiles para la batalla y el exterminio momentáneo del hombre.
Es tiempo del baño, antes pulsa el play para escuchar la selección de melodías que tituló Rolas para el tedio matutino. La voz y la guitarra de Gilmour se apoderan del silencio, Strangers passing in the street… Agradece la compañía de Pink Floyd en esta época cuando la radio y la televisión, plagada de activistas políticos, le pudren el oído. Nunca ha ejercido el sufragio, ni piensa hacerlo. Su madre es nacionalista, pero sabe que ella no entiende las doctrinas conservadoras y que su color político lo adquirió del viejo Macedonio; el abuelo, a quien conoció pocos días antes de que la muerte lo visitara. Trata de imaginarlo, pero apenas aparece una sombra cadavérica que estira la mano y le pide, con la mirada, el octavo de aguardiente. La primera historia sobre la muerte él se la contó. Rodrigo cumplía once años y parte de la familia se había reunido en la casa de la tía Filomena, donde cuidaban al abuelo. Estaba tendido sobre una hamaca bajo la sombra de un mango, Rodrigo se acercó y le preguntó algo, pero el viejo, con un ademán de mano, lo calló. Esa puta me anda rondando, dijo con sonrisa burlona el rostro cadavérico. Esa puta piensa que porque anda desnuda me voy a ir tras ella. Guardó silencio por treinta segundos moviendo los ojos hasta dejarlos fijos en un punto. Rodriguito, cuando a vos se te aparezca esa hijeputa tenés que resistirte y no dejar que te lleve, sino marcharte cuando a vos te de la gana o cuando ya tu mierdera carne no aguante un día más en este mundo cabrón. Las palabras del abuelo lo impresionaron. Primero porque había sido educado bajo la vigilancia estricta de doña Olga, una católica a ultranza, y en su mente sonaba la advertencia enérgica: no dirás malas palabras. Segundo, no sabía que la muerte, cuando se quería llevar a alguien, apareciera desnuda. Sintió mucho miedo. Desde ese día decidió no jugar más de papá y mamá con la prima Rosita. Es el primer gran temor que recuerda. El resto de su infancia inocente resistió con valentía los ataques de la muerte. Al siguiente año aprendió con el chele Carranza y con J.R. cómo expulsar los demonios hirvientes de su cuerpo.
Pero ese día el abuelo también le entregó una bamba. Una extraña moneda que Rodriguito nunca había visto. El viejo la puso sobre la mano derecha del nieto y le explicó: el hombre que tiene una moneda de estas posee el poder de morirse cuando quiera. Es una moneda especial, está curada. Yo ya me voy a ir de este mundo y no me interesa cruzar el río. Para qué putas, si la muerte es la única vieja que no me cogí y dice el catecismo que los fornicarios no entran. Además le vendí a un tipo lo más sagrado. No tendo ni mierda. Le recomendó que nunca sacara la bamba de su bolsillo y que el día que decidiera morirse mandara que le pusieran la moneda envuelta en un pañuelo blanco. Pocos saben esto Rodriguito, pero cuando te morís llegás a un río donde hay un viejo con una lanchita, tenés que pasar al otro lado para que el diablo no te lleve. El viaje es largo y muchos se duermen, entonces el viejo les roba la moneda. Cuando despiertan no tienen con qué pagar y vienen los demonios y los arrastran hasta el infierno. A los tres días el hijo espurio de Terencio Sevilla, dueño de la hacienda Las Palmas, murió vomitando sangre.
Quizá ahora sea por costumbre, pero siempre, antes de bañarse, prepara su ropa y guarda la moneda en el bolsillo derecho del pantalón [...].
III

"Y se fue sin decir llamame un día... Y la vida siguió como siguen las cosas que no tienen mucho sentido….
Donde habita el olvido, Joaquín Sabina
Para entretenerse revisa la carpeta X-Files, y abre el archivo que nombró Guernica. Lee un diálogo con Janiuska, una ex alumna con quien mantenía conversaciones en el chat. Claro que las guardaba pues en el futuro, pensaba, podrían servirle para sus propósitos de escritor. Ella había vivido en Hamburgo, tenía 23 años y agitaba las terribles hormigas que anidaban en el cuerpo de Rodrigo.
-¿Recordás lo que te dije anoche?
-¿Qué?
-Me gustás.
-Ja, ja…
-¿No me crees?
-Por supuesto que no.
-Pero no ves cómo me brillan los ojitos cuando te veo…
-Es lo más cómico que he escuchado, tontito.
-Uno se vuelve tonto por mujeres como vos.
-¡Ay! mi gordo, eso le pasa únicamente a un chavo de 15 años.
-Siempre tenemos un niño dentro que ama la belleza.
-Ok. Suficiente paja.
-Nunca es suficiente porque las palabras jamás se agotan, tampoco la pasión y el amor. ¡Mejor entretenimiento podríamos tener!
-¿Como cuál?
-Un entretenimiento dolmanciano.
-Imaginé que algo así dirías.
-Estamos en contacto mental, sólo falta el contacto…
-Yeah!
-Ja! ¿Sabes hacer el amor en alemán?
-¿Cómo es?
-¡Alles kaput! Quedas descalabrado y con un terrible temblor en las piernas que parece que nunca más vas a poder….
-Ok.
-¿Ok?
-Ya, terminemos.
-Cómo, si ni siquiera hemos comenzado…
-¡Ya!
-Ya qué, te decidiste a quitar los candados o a que te los quiten…
-Sería bueno saber si alguien logra quitarlos.
-Lo que es imposible para la mujer es posible para el hombre.
-¡Oh!, me has dejado jeta.
-Y podría no sólo jeta, sino también…
-Terminá la frase.
-Vos tenés derecho a terminarla, podés intuir la insinuación…
-Sólo quería que vos la terminaras.
-Bueno, jeta es sinónimo de boca y la boca urge de besos y los besos te abren la puerta a ciertas habitaciones cálidas y propicias para la realización del ser humano…
-Sos bello.
-Y puedo ser mejor que las palabras que fácil se borran y no dejan huella…
-Ya no sé qué decirte.
-Cuando las palabras se terminan es momento de la acción…
-Ok.
-¿Ok?
-Chao, ya me voy.
-¿Te acompaño?
-Voy a descansar a mi casa.
-Mi casa es tu casa y puedo arrullarte para descansar.
-Gracias, en esta ocasión quiero ir a mi casa. Además, tengo hambre.
-Bueno, te cocinaré huevos en torta y te prepararé chocolate. También tenés derecho a mi camita, a mi música y a mi tele.
-Es muy rico estar contigo y en tu casa, pero hoy quiero estar en mi casita.
-Entonces te voy a secuestrar.
-Si es secuestro, sí. Pero ahora.
-Claro, no dejes el rapto que puedes hacer hoy para mañana…
-¡Ya!
-Pasaré por vos.
-Sí, te espero.
Esa noche se reunieron los mimalapalabra, como ahora los conocían, para inaugurar el apartamento. La Guernica, bautizada así por Waldo, fue la invitada de Rodrigo. Luego del rito sabatino con Redoxona, realizado bajo las notas de Wish you were here, y usando una nueva pipa que Murvino había comprado en Xelajú, se consumó el deseado momento. Primero el temperamental beso. Los labios recorren la boca, el cuello, la oreja. Ella, sin convicción repite ¡no!, ¡no!. Entonces le quita la blusa y el sostén y besa con suavidad los pechos que ya no se resisten al continuo movimiento de la lengua. Ella tiembla. Cruzan la sala y toman posesión del dormitorio. Con una especie de rabia se despojan de la ropa. De nuevo el cuello y los pechos y la cintura y el borde de la vulva y ella emite suaves grititos y el crujido de la cama crece y ella se aferraba con sus uñas a la espalda de Rodrigo. Luchan como dos guerreros, un duelo del cual ninguno debe salir con vida. El sudor recorre sus cuerpos, cielo y tierra en un mismo punto hasta la contracción final seguida por un quejido y el desplome sobre la cama. A partir de ese día, de lunes a viernes, hacían el amor. En un momento postcoito la Guernica insiste en conversar y preguntaba si él la quiere.
-¿Por qué te interesa saber si te quiero?
- Porque sé las personas que me quieren, pero de vos no sé…
- Vos no necesitas ser querida sino poseída.
-Estás loco, lo único que te interesa es el sexo. No ves en una mujer más que una gata que necesitás coger para sentirte con vida. Sólo te he preguntado si me querés.
-¿Por qué necesitas que te diga si te quiero?
-Me interesa porque nunca me lo has dicho.
-Se quiere al perro, al gato, al mueble, se quiere el carro o a la cama…
- Sos como todos, machista.
- Y vos, ¿sos feminista?
- Me tienen sin cuidado esas mierdas. Sólo te pregunto si me querés.
-¿Te importa tanto la respuesta?
-Lo que más me importa es que por primera vez me contestés sí o no. Y poné otro cd. No sé por qué te gusta tanto esa música de negros.
-Ahora te ponés racista.
-Me importa un pito si son amarillos, rojos o negros. Pero toda la noche repetís blues, blues y blues. Follar y blues, follar y blues. No podés montarte sin blues.
-No hay nada más relajante que un blues before sunrise, cariño…
De repente pensaba en La Cenicienta y se le cruzaba el viejo Jagger… Love is a bed full of blues… Ella no lo sabía, pero en las horas de melancolía, y aún cuando depositaba sus demonios dentro de la Guernica, esa melodía resonaba con una tristeza devastadora.
-Estás loco, pero más yo por seguir con vos. A pesar de que nunca me respondés si me querés.
-Los amorosos andan como locos porque están solos, solos, solos, entregándose, dándose a cada rato, llorando porque no salvan el amor…
-Dejá de meter a Sabines en lo que no le incumbe. Ya me cansé de esta rutina. Creo que no me amás, para vos no soy más que una vagina. Libros, libros y libros, estoy harta de tus malditos libros. Hoy será el último día, pequeño Sade, tu Eugenia, querido, se va. Creo que agotamos la filosofía del tocador. ¡Chao! ¡Adiós!
VI
En su casa nadie lo espera. La rutina de la mañana se repite. El tráfico hace lento el viaje. Al llegar escribe en su diario, antes de olvidarlo, un hecho curioso que le ocurrió mientras caminaba.
16 de abril de 2003
Hoy, mientras regresaba del trabajo miré a Slash. Su cabello de resortes desordenados y una estela de humo blanco no permitían equivocación. Caminaba a prisa, como un loco, sin percatarse de nadie a su alrededor. Era él: camisa negra, pantalón jean azul pegado al cuerpo, tennis All Star, y sobre su espalda una mochila de cuero azul con la imagen de una cruz gamada. Pero algo me extrañó: no cargaba su guitarra. Slash nunca deja la guitarra, pensé. Intenté alcanzarlo, pero parecía estar en un cannabis levitat. Desistí y lo seguí lo más cerca que pude. En pocos minutos elaboré algunas teorías sobre por qué mi amigo Slash caminaba un fin de semana sin su guitarra. Primero imaginé que Slash, "el rey de la guitarra", había renunciado a su carrera artística, que al fin comprendía que en este país tercermundista nunca triunfaría en una onda dominada por gringos, alemanes o irlandeses. Pero, ¿qué lo había llevado a esa terrible decisión? Recordé sus noches en Klein Bohemia, los aplausos de los parroquianos luego de escuchar las interpretaciones del Slash catracho. Sus visitas al nirvana mientras ensayaba nuevos acordes. ¿Sería posible que Slash no cargara hoy su guitarra por ese motivo? Para que la hipótesis fuera cierta algo brutal tendría que haber pasado en su vida. Lo seguía de lejos, por un instante pensé en gritarle, pero soy de las personas que les gusta pasar desarpercibidas y no llamar la atención. Si grito todas las miradas se clavarán en mí, pensé. Slash seguía alejándose. Hace más de un año no lo veía. Nadie sabía su paradero. Pasamos muchas noches entre Pink Floyd, Led Zeppelin, Aerosmith, Queen, Rory Gallager, Guns N' Roses y los fantasmas verdes que crecían a nuestro alrededor y nos cercaban con sus carcajadas. Pero ahora pienso que nunca fuimos amigos en todo el sentido que encierra el término. Creo que ninguno de los dos sentía la necesidad de hacer amistad al grado de seguir en contacto en todo momento, lugar o circunstancia. La amistad debía ser circunstancial, una amistad supeditada al presente. Era posible que Slash ya no fuera el rey de la guitarra. No me interesaba qué había pasado en su vida durante estos meses, lo que deseaba descubrir era la razón por la cual no portaba su guitarra. Slash sin guitarra, Poe sin cuervo, Bolaño sin su cigarro, imposible. Era Slash, ¿o su fantasma? Sin embargo, me respondí que eso sólo ocurre en los cuentos fantásticos. ¿Slash sin guitarra soñado por Slash? ¿Una broma de Borges? Pero quizá estaba siendo testigo del experimento de un Slash que sueña a Slash y lo obliga a caminar sin su guitarra por las calles de una ciudad de pordioseros; lo hace sufrir la desesperación de saberse sin el instrumento que le da sentido a su vida, entonces Slash camina a prisa, sin esperanza, y el Slash que sueña transforma a las personas que transitan por estas calles malolientas en monstruos-guitarras que se ríen del pobre Slash, le gritan, lo escupen, lo maldicen, pero Slash levita, sus tennis All Star no tocan el pavimento mojado, solo desea alejarse y creer que todo es un estúpido sueño. Lo seguí hasta el bar de Lipa, no lo vi entrar, pero no había otro sitio en esa zona de la ciudad donde nuestro Slash pudiera ingresar. Entre y lo busqué, no estaba. Pregunté, nadie había visto a un tipo con las descripciones que di.
Solo una persona podía resolver mis dudas. Así que llamé al colombiano Felipe Bello, el amigo con quien Slash tocaba blues y jazz. Luego del saludo y las preguntas típicas de dos personas que hace mucho no se hablan, le pregunté si sabía algo de Slash, pues me parecía haberlo visto. Me dijo que Slash hace cinco meses vagaba como loco. No ve para ningún lado de la calle porque cuando camina mira a la gente como guitarras deformadas que lo maldicen y amenazan con matarlo. No deja de caminar porque espera encontrar a la chapina, una novia que conoció durante un concierto en Antigua Guatemala al cual asistió la banda. Dicen que le prestó la guitarra, ¿te imaginas a Slash prestando su guitarra? Solo Slash enamorado sería capaz de eso.
A los seis meses de apasionado noviazgo la chapina no volvió a escribirle, apenas un breve correo electrónico para comunicarle que la aventura llegaba a su fin. Me dijo Felipe que la chapina se casó con un empresario francés y se mudó a Europa. Pero la musa se llevó el instrumento. Desde entonces el rey de la guitarra levita por esta puta ciudad en busca de su guitarra, y de la chapina...

miércoles, 18 de junio de 2008

Leer bien y sobrevivir

Por Giovanni Rodríguez

“Si la novela seria es una especie en vías de extinción es porque el lector serio es una especie en vías de extinción, porque el lector es en estos tiempos que corren un seguidor de culebrones capaz solamente de interesarse por las preguntas morbosas: quién es éste, quién es este otro…”, dice el narrador colombiano Juan Gabriel Vásquez en una reseña a la última novela de Philip Roth, Sale el espectro.
¿Quién fue el primero que anunció la muerte de la novela? No lo sé. Quizá fue Eduardo Mendoza el que levantó el polvo y Vargas Llosa quien llegó a meter la nariz para opinar al respecto. La cuestión es que la discusión ha llegado hasta mi mesa de este Café Kubista a través de la lectura de Babelia, el suplemento cultural de El País, en donde hablan de Carlos Ruiz Zafón, un escritor español que vendió más de diez millones de ejemplares de una novela hace algunos años y que acaba de publicar otra, también con ventas estratosféricas.
Pienso en estas cifras extraordinarias y me pregunto: ¿acaso Mendoza se refería a este tipo de novela cuando hablaba de la muerte de la novela? Hago un clic por aquí y otro por allá y repaso esos textos que hablan de la defunción de mi género preferido y que datan de por lo menos hace once años. Mendoza no fue tajante pero sí morbosamente sugestivo en esa ocasión de 1997 cuando en una entrevista sugirió, por lo menos, que la novela no estaba enteramente viva. Y dos años después lo dijo con este símil: “Para los antiguos egipcios una momia no era una persona viva, pero tampoco definitivamente muerta”.
Vargas Llosa intervino diciendo que las declaraciones de Mendoza le parecían deprimentes, no porque no estuviera de acuerdo sino porque, a su pesar, no aludían a novelas como éstas de Ruiz Zafón, preparadas con esa combinación de misterio, crónica detectivesca e historia de amor, escritas con frases claras y directas en párrafos cortos que buscan conectar con el público de masas, sino con las novelas que verdaderamente importan para la literatura: las “novelas de sofá”, las que exigen al lector una atención mayor y no simplemente una sombrilla y una tumbona para leerla en la playa.
Todos los que han opinado al respecto discrepan en diversos puntos pero coinciden en que, si acaso la novela está muriendo, esto se debe únicamente a lo que dijo Vásquez: que el lector serio también está muriendo. Cada vez hay menos lectores dispuestos a leer, por ejemplo –y éste será el ejemplo más cajonero-, una novela como Cien años de soledad, que tiende a confundir por la repetición de los nombres de la familia Buendía, y más los que optan por algo más digerible del mismo autor, como Memoria de mis putas tristes, que no es, en modo alguno, comparable con la primera. Y no digamos la predilección de los lectores de nuestra aldea por los libros lacrimógenos, los de autoayuda o los de misticismo, o los híbridos de todo eso, como los del tal Coelho.
Mientras todo eso ocurre (me refiero a la muerte de la novela y a la muerte del lector serio), me dispongo a leer la novela de Philip Roth como un acto de resistencia, como una manera de confirmar mi condición de sobreviviente en un mundo carcomido por los topos de la literatura, y escribo este texto para esos otros sobrevivientes, para los que, como yo, detestan los culebrones, para quienes no tiene importancia si una novela es autobiográfica o no, para los que aún le permiten un respiro a su inteligencia.

lunes, 16 de junio de 2008

Eduardo Bähr: "Soy un jodión albañil"

Por Carlos Rodríguez
Autor de El cuento de la guerra (1971), profesor universitario, dramaturgo, promotor cultural y uno de los primeros actores del cine hondureño, Eduardo Bähr, a sus seis décadas y ocho años de vida, es referente obligado en las letras hondureñas. El martes 10 de junio acudió como invitado al espacio cultural “El narrador en su tinta” que organiza la Dirección Regional de Cultura. Aprovechamos para conversar con él sobre el oficio de escribir y el cine.
¿Tenemos en Honduras más “escribidores” que buscan figurar o aparecer en los diarios?
Desafortunadamente sí. Pero es su derecho, y ni siquiera tienen culpa de andar con el espejo de sus complejos en la mano. La culpa es la de una masa lectora que no sabe distinguir entre la mediocre estulticia y lo medianamente bueno para leer y atesorar.
¿Cuál es entonces el rumbo de la narrativa hondureña?
A pesar de sus evidentes contradicciones, entre las que quizá las más importantes son el burdo individualismo y la casi total ausencia de causas y motivos históricos y humanos para escribir, me apasiona ver que hoy existen más jóvenes, hombres y mujeres, que asumen el reto de escribir sin temor, como un reto más de su propia vida.
¿Qué significa para Eduardo Bähr el oficio de escribir?
A mi edad los motivos personales han cambiado (¿evolucionado?) Como nunca me ha importado ni me importa la figuración, escribir para mí es un acto reflejo y consustancial; soy un jodión albañil que no quiere que se le caigan los ladrillos y se caga de la risa pegándolos. Me divierto mucho escribiendo y aspiro a sacar una sonrisa de mis lectores, y si lo logro de labios u ojos femeninos, entonces estaré saliendo del confesionario con toda el alma iluminada por la falta, o exceso, de pecados.
Muchos debieron alarmarse cuando usted dijo “a la mierda los lectores”. ¿Cómo deben entender esa expresión?
No tiene nada de peyorativo. Significa que uno no debe dejar que los lectores le dicten lo que debe escribir. Hay que escribir para divertirse y si los lectores quieren divertirse con uno, bienvenidos al circo, riamos todos.
En algunos de sus cuentos no publicados en libro predomina el tema erótico, y a muchos nos interesa saber, pues casi son 10 años que no publica narrativa, cuándo los pasará a los lectores que quieran divertirse con usted.
He estado pensando en eso, ahora es más fácil publicar que en mi época. La dinámica actual es que el escritor mismo edite sus libros.
¿Cómo debe ser un cuento para calificarlo de erótico y no de pornográfico?
Las circunstancias del cuento no deben exceder lo naturalmente expeditivo o explícito y éste no debe contener relaciones, hechos y palabras insultantes para los lectores, lo que no se desprende de la imaginación y se queda en vulgar fantasía lo es. Nada de lo que en el cuento se haga debe tener más objetivo que el de asombrar y divertir. Y sobre todo, un cuento erótico huye de la mediocridad y de la vulgaridad. La literatura erótica debe infundir respeto al escritor que la asume. Si va a servir para garrapatear en el papel palabrejas e ideas huecas y nuestros propios complejos y estupideces, mejor sería irse a cosechar papas desnudas.
Hay una cinta quizá olvidada: Utopía (1975), del chileno Raúl Ruiz en la que usted actuó y pocas personas lo saben...
En realidad no queríamos ser actores, pero lo hicimos por la amistad con Sami. Raúl se había “chupado” parte del dinero del proyecto y Sami lo ayudó.
Pero luego usted trabajó en No hay tierra sin dueño, en 1978...
Sí, pero también por la amistad con Sami Kafati. Además, aún sin terminar el proyecto me fui a Estados Unidos para estudiar porque gané una beca. Sami entendió y me esperó.
¿Cree que el cine en Honduras se estancó con la no finalización de No hay tierra sin dueño, que se estrenó hasta este siglo?
Definitivamente.
¿Sigue en el olvido, también de Sami, el proyecto de ley para el Fomento y Desarrollo del Cine en Honduras?
Rodolfo Pastor Fasquelle le ayudó en esa época, pero el proyecto quedó engavetado. Ahora de nuevo se ha llevado, actualizado, al Congreso Nacional.
¿Cómo ve la actual producción de cine nacional?
Tiene un futuro alentador. La parte que faltaba, que es la académica, se está cumpliendo. Hay jóvenes con preparación profesional que se han formado en el extranjero. Es un género que sí necesita apoyo financiero, pero aún nos perjudica el anacronismo de cierto sustrato social conservador que ve demonios hasta en la sopa. El cine es un campo multidisciplinario, hay espacio para escritores, técnicos, editores, fotógrafos, escenógrafos, diseñadores y productores; la gente que tiene la plata debe entenderlo.
  • Lo dijo
"El individualismo es para convertirse en presentador de televisión (yo, mi, me, conmigo), pero la individualidad es estilo y no da concesiones a los lectores”.

Nocilla Dream y Nocilla Experience, de Agustín Fernández Mallo

Agustín Fernández Mallo, autor del Proyecto Nocilla

Por Rafael Lemus

1

La escena es tan hermosa que provoca náuseas.
Un hombre –o una mujer, da lo mismo– afina su perfil en Facebook.
O envía un sms.
O seduce a un adolescente en –digamos– Second Life.
Mejor: un hombre lee un texto, un texto cualquiera, en internet.
Un hombre lee un texto en internet y una frase lo arrastra a la siguiente y, de pronto, un link lo dispara a otro texto, profusamente ilustrado, que no tarda en rebotarlo a un blog que reproduce un video, copiado de otro sitio, para terminar comprando, nueve o dieciséis clicks más tarde, un boleto de avión –o una computadora más potente– en un inesperado pliegue de la red.
Lo hermoso: cuando el hombre vuelve a la cama, tiene a su lado, sobre el buró, una anacrónica novela costumbrista. O, ay, romántica. O elementalmente histórica.
Eso le gusta: que los libros contemporáneos no lo parezcan. Que todo cambie pero no la literatura. Que las obras literarias, buenas o malas, se mantengan lineales, sucesivas, coherentes, humanistas, reconfortantes, reaccionarias.
Ese hombre es, por lo pronto, casi todos los hombres.
2

¿Qué hacer? Esta pregunta debería flotar pesadamente en los pasillos literarios. ¿Qué hacer: escribir las obras desfasadas que el público medio demanda o intentar otra cosa? ¿Qué hacer: continuar produciendo libros o practicar una escritura que rebase los bordes del libro? ¿Qué hacer: defender una tradición ilustre o ponerse –no sin enojo– a la hora del mundo? ¿Qué hacer: Literatura –así: con mayúscula– o una escritura que, para decir mejor el presente, renuncie incluso, sobre todo, a lo literario? ¿Qué hacer: novelas capaces de comunicar todavía la cartilla humanista o aceptar que algo ha cambiado y ejercer, para decirlo de algún modo, una escritura posthumanista?
Sería absurdo exigirle a todo escritor una respuesta.
Es necesario que toda escritura esté consciente de estas disyuntivas.
3

Lo primero que debe decirse –y de paso: aplaudirse– de Agustín Fernández Mallo (La Coruña, 1967) es que el hombre está decidido. En vez de dudar, responde. No, no es posible escribir hoy como se escribía hace cuarenta o doscientos años. Sí, sí hay manera de escribir otra literatura ¿Cómo? Antes de intentar demostrarlo, sus dos libros de narrativa se obstinan en convencernos de que algo grave ha ocurrido. Las múltiples citas sobre cibernética, física y tecnología recogidas en Nocilla Dream están ahí para señalarnos: las cosas han cambiado drásticamente y la Literatura, por carambola, ha envejecido. Los fragmentos de entrevistas y de noticias pop reunidos en Nocilla Experience insisten: las cosas se transformarán violentamente y, a menos que algo se modifique en la escritura, la literatura no hallará espacio en la nueva realidad. Escribe, finalmente, Fernández Mallo: “antes creábamos desde el conocimiento, ahora desde la información”; hemos pasado “de una metafísica del pincel a una metafísica del pixel”.
¿De qué tratan ambos libros? Me temo que la pregunta correcta sería: ¿cómo están construidos? Tanto Nocilla Dream como Nocilla Experience están construidos fragmentariamente: hay cabos de historias, digresiones truncadas, trozos de otros textos. Nada avanza, crece y se consuma porque todo está allí sólo un momento: cuando algo empieza a fijarse, cambia el tono, el personaje, el escenario. Se ha hablado, para explicar la disposición de los fragmentos, de rizomas y de zapping. Podría hablarse, también, de internet: ambas obras parecen imitar, todavía lerdamente, los procedimientos de la red –la oferta simultánea de textos diversos, la información desprovista de contexto, la escritura de posts y no de obras. ¿Que qué libro es mejor? Tres respuestas: 1) el primero: porque sus citas son más contundentes, y sus anécdotas, más atractivas; 2) el segundo: porque, a pesar de ofrecer una suerte de desenlace, es más opaco y, por lo mismo, más radical, menos literario; 3) ambos o ninguno: porque los dos libros son, salvo diferencias de gradación, semejantes.
Es posible que la diferencia más significativa entre un libro y otro no sea literaria sino editorial: Nocilla Dream se publicó, luego de un puñado de rechazos, en el sello independiente Candaya; Nocilla Experience, con bombo y platillo, en Alfaguara. ¿Importa? A menos que se piense que la literatura es tan banal como la repostería, claro que importa. Los libros, además de crear significados, inciden sustantivamente sobre lo real: afirman ciertas inercias, se oponen a otras. ¿Qué significa, entonces, que el trabajo de Fernández Mallo, uno de los más radicales del idioma, se edite en la misma casa editorial que publica a Clara Sánchez y Marcela Serrano? Dos opciones: a) que los escépticos tienen razón y ya no es posible recuperar el ánimo subversivo de las vanguardias, sólo su voluntad experimental; b) que la subversión es todavía posible y su nombre es, como quería Julia Kristeva, abyección: roer desde dentro, aprovechar los medios de distribución ya creados para dinamitar sus pilares.
Sería absurdo exigirle al lector una respuesta.
Es necesario que esté consciente de esta disyuntiva.
4

Aquellos que devoran novelas, absténganse. Estos libros no se devoran; ni siquiera se leen sostenidamente. Antes que obras, hay fragmentos: atisbos de historias que se esfuman cuando apenas empezamos a leerlos. Antes que fragmentos, proyectos: no trozos de anécdotas sino posibles arranques de historias, planes narrativos, ideas. Para decirlo de otro modo: hay algo decididamente conceptual en los libros de Fernández Mallo. Para empezar, importa menos su elaboración, el trabajo, que su intención, el concepto. La tensión literaria –si la hay– no descansa en la prosa ni en la factura de los personajes ni en ninguna de las partes más o menos tangibles de la obra; reside en el proyecto. Vale lo mismo, por ejemplo, la parte narrativa que el breve epílogo, capaz de esbozar una poética, o que los ensayos teóricos que antecedieron a estas obras. Vale más el proyecto –la concepción de la trilogía Nocilla– que lo que valdrán, cuando aparezca la última obra, los tres libritos.
Salvador Elizondo: “todo proyecto realizable es un proyecto impuro”.
5

Dos digresiones.
La primera: ante este tipo de obras, los lectores ortodoxos suelen acusar: ¡formalismo, formalismo! Si uno les presta atención, lo que parecen querer decir es que estas obras, obsesionadas con sus propios mecanismos, dicen apenas nada. Señor, señora: ocurre justo lo contrario. Quienes se obstinan en pulir sus piezas y se regodean con las convenciones heredadas –muchas de ellas ya desprovistas de sentido– son los narradores más tradicionales, autores de un arte relamido. El arte progresista, por llamarlo de algún modo, cree, ha creído siempre, en la expresión. Su estrategia: renunciar a las viejas formas para crear otras capaces de decir el presente. Su propósito: fundar un nuevo realismo, y después dinamitarlo.
La segunda: ante este tipo de obras, los lectores más astutos suelen vociferar: ¡pero si no hay nada nuevo aquí! Para ejemplificar, podrían decir que el afán de Fernández Mallo de fundir ciencia y literatura no es novedoso, como tampoco lo son los fragmentos ni el zapping ni las citas concebidas como ready-mades. Señor, señora: tiene usted razón –hay ecos de Raymond Roussel y Marcel Duchamp y, digamos, David Markson y Mario Bellatin en las obras de Fernández Mallo. Señor, señora: usted se equivoca –el arte progresista no está obligado a ser nuevo sino actual. No importa si se apela a una tradición; importa que esa tradición todavía signifique. No importa si uno abreva de este o aquel autor; importa que esos autores estén vigentes. ¿Todo esto –la escritura conceptual y posthumanista– ya se hace en otras partes, en otros idiomas? Así está bien: abollemos nuestra tradición como otros abollan la suya. Que algo –un juego, un atentado– haya sido ya practicado en una literatura no supone que no deba ser ejercido al interior de otra. Por el contrario: hay que hacerlo. Renovadamente. Piénsese, para no pensar demasiado, en el Boom latinoamericano, que exportó a destiempo, pero por fortuna, las técnicas de cierta literatura anglosajona. No se piense, mejor, en el Boom. ¡Mierda!
6

“El arte que avanza hacia lo desconocido, el único aún posible, no es ni jovial ni grave; pero el tercer término está oculto, como si estuviera sumergido en la nada cuyas figuras describen las obras de arte progresistas.” (Theodor W. Adorno) ~
Tomado de Letras Libres

sábado, 14 de junio de 2008

Infeliz cuestionario a un poeta

Lo que sigue es un cuestionario -y sus correspondientes respuestas- enviado por un lector del blog y derivado de la lectura del texto "Remedio para todos los males", que publiqué hace unos días. Agradezco al lector su atención al blog pero le recomendaría una relectura del texto citado. Sus preguntas, aunque interesantes, no me parecen demasiado justificadas. Ustedes lean:
"Para escribir poesía, saber ver y haberlo consumido todo"
R. B. (detective)
Roberto Bolaño se consideró siempre un poeta. Sólo empezó a escribir narrativa a raíz del nacimiento de su hijo Lautaro, a quien idolatraba, hacia 1990. Pensó que, obviamente, sólo con la poesía no podía soñar con alimentar a su familia y apenas con la prosa pudo hacerlo.
Jorge Herralde
Quiero que el poeta Giovanni me conteste las siguientes preguntas que he enviado a varios amigos del istmo centroamericano, eso a manera de que sanamente entremos o veamos el posible nacimiento del canon, de esa cosa ilusa que algunos estigmatizan y otros creen escribir: la poesía, espero no obvie la invitación de las que muchos estaremos pendientes, de antemano gracias.
1."Me aburre todo lo que tenga que ver con la poesía... lo que hace falta es poesía". ¿Es adrede su contradicción, le aburre o le hace falta, se puede extrañar lo que se aburre?
En el texto digo “lo que hace falta” y no “lo que me hace falta”. A pesar de que la poesía ha llegado a aburrirme, creo que su existencia siempre será importante, aunque no necesariamente para mí. Es más o menos como el asunto de la existencia de Dios: creo que el mundo necesita algo en qué creer, y si ese algo se llama “Dios”, pues qué bien por el mundo, pero yo, sigo con mi vida…
2. ¿Cómo usted propone escribir en nombre de la literatura y que a la vez se obvie la utopía?
El ejemplo que puse en el texto alude a la utopía pero no en el sentido amplio de la palabra. Me refería a la imposibilidad de remediar la inseguridad o el hambre a través de la poesía. Era un caso específico. No creo que haya redactado tan mal ese pasaje como para propiciar confusiones.
3. Conocí a Juan Carlos Mestre hace algunos años, me gustó siempre su gran sensibilidad para con la literatura y el arte en general, estuve con él la semana antes de que le dieran su PREMIO JAÉN DE POESÍA, allá por 1999, con su célebre poema “La tumba de Keats”. El es un poeta íngrimo, sin círculos literarios, con una obra referente y muy respetada, por lo que puede hablar no sólo del oficio poético sino también de este digno género, pero en cambio no sé a quién se refiere con Jorge Martínez, no me diga que es el que publicó algo en su blog?
Sí, Jorge Martínez es el mismo que, entre borracho y dormido, escribió ese texto que, por resultarme divertido, decidí publicar en el blog. ¿Considerás impertinente colocar una frase suya junto a una de Mestre? A mí me parece (otra vez) divertido.
4. Vamos a ver, a los poetas les debe importar mucho las figuras literarias, la construcción sintáctica, el dominio del discurso, el manejo del lenguaje, es decir que yo he redundado mucho, la pregunto es simple: Qué es eso de adaptar la frase de Burroughs? Le dejo algunas de las definiciones del diccionario de para que las utilice: Del lat. adaptāre). tr. Acomodar, ajustar algo a otra cosa. 2. Hacer que un objeto o mecanismo desempeñe funciones distintas de aquellas para las que fue construido. 3. Modificar una obra científica, literaria, musical, etc., para que pueda difundirse entre público distinto de aquel al cual iba destinada o darle una forma diferente de la original. 4. prnl. Dicho de una persona: Acomodarse, avenirse a diversas circunstancias, condiciones, etc. 5. Biol. Dicho de un ser vivo: Acomodarse a las condiciones de su entorno. Le agradeceré no se refiera al sentido connotativo de la frase, gracias.
Esta sería la apropiada: “Del lat. adaptāre). tr. Acomodar, ajustar algo a otra cosa”. Burroughs dijo eso con respecto a la novela. Yo le tomé la frase prestada para referirme a la poesía y a los poetas. ¿Es difícil de comprender? ¿“Sentido connotativo de la frase”? ¿Cuál “sentido connotativo”? Creo que la frase es suficientemente denotativa.
5. Puede existir una poesía sin poetas? ¡No me cite a Bécquer, por favor!
Ah, eso es lo que yo, aburrido de los poetas, quisiera. Pero es tan difícil… Se necesitaría, en primer lugar, que la poesía siguiera publicándose, pero sin que su autor aparezca por ningún lado, ni siquiera en la solapa y menos aún con su nombre en la portada del libro. Es tan difícil… Pero sería perfecto: poesía sin poetas. Serían más interesantes de esa manera los poetas, habiendo renunciado a su yo, habiendo desaparecido, sin más existencia real que en sus propios versos y ahorrándonos a todos sus aburridas vidas de poetas… ¿Lo ves? También creo en la utopía.
6. Usted menciona una tipología de la poesía (…una poesía cualquiera…moralizante o terapéutica, patética), existen?
Eso parece.
7. Puede la poesía verdadera fenecer, o son los “buenos” lectores y los detectives de la literatura los que más bien exaltan escritos de un posible olvido, los que inmortalizan a través de los libelos y los panfletos a esos pseudo-escritores?
La poesía verdadera nunca muere. Los lectores de poesía sí, poco a poco nos estamos muriendo. Cada quién tendrá su lugar exacto en la historia de la literatura, independientemente de si sus escritos son o no “exaltados” por cualquiera, pero eso tampoco importa demasiado.
8. Usted acaba de ganar un premio de poesía en España (Madrid), porque así me lo informó mi amiga Estíbaliz Espinosa, que leerán poesía en un lugar llamado “La Casa Encendida” parecido el nombre a ese bar que usted llama “Foquito Rojo”, si así es, irá, acaso no le aburre la poesía, o es usted un elegido de los que hará Una poesía poética o quizá pospoética, pero no patética?
Claro que iré. Si fue precisamente el viaje a Madrid lo que me motivó a enviar esos viejos poemas herrumbrosos al concurso. Si debo considerarme “un elegido”, eso fue porque el jurado me eligió entre los ganadores. Será divertido el viaje. Será divertido actuar de nuevo como poeta ante quienes estén ahí para escucharnos. Será divertido ser de nuevo un aburrido poeta. Todo sea por la diversión.