miércoles, 30 de septiembre de 2009

Suposiciones

Por Giovanni Rodríguez
Es increíble que Honduras esté sumida en esta crisis política por culpa de una simple suposición. Los golpistas suponían que de no haber actuado como lo hicieron, Mel Zelaya habría implantado en el país un régimen dictatorial basado en las ideologías de izquierda y apoyado por el ogro político de Chávez. Esto, si suponemos (también nosotros tenemos derecho a suponer, supongo) que lo único que a los golpistas les preocupaba era que Zelaya se perpetuara en el poder, pero ya dados a suponer, supongamos que temían además que Zelaya continuara agarrándoles los huevos con las reformas sociales que había empezado a implementar y que les afectaban directamente pues éstas tenían que ver con beneficios a las clases más desposeídas y ellos, los golpistas, claro, son la otra cara de la moneda, en donde cualquiera con dos dedos de frente puede identificar la explotación obrera, las prebendas desde el Gobierno, las licitaciones prefabricadas, la impunidad empresarial, la exoneración de impuestos, etcétera.
Sólo en un país como Honduras podía ocurrir semejante imbecilidad. Y mientras tanto, siguen ocurriendo cosas que confirman que lo que Micheletti y su pandilla temían era simplemente que Zelaya continuara coartándoles su libertad para hacer y deshacer, para abusar y reabusar, para manejar la economía a su antojo con las facilidades de siempre. Siguen ocurriendo cosas que confirman que ellos mismos, los golpistas, se están convirtiendo en tiempo record en aquello que tanto suponían sería exclusividad gubernamental de Zelaya: abuso de poder, supresión de las garantías individuales de los ciudadanos, en resumen: un régimen dictatorial y por si fuera poco, con visos de chavismo.
Sigamos nosotros también suponiendo y supongamos que esta crisis política nunca acabará, que se mantendrán vigentes hasta el fin de los días las esperanzas en el Plan Arias, que el diálogo entre golpistas y depuestos se iniciará cualquiera de estos días, que Micheletti seguirá al frente de la gran farsa hasta el día que haya que entregarle el poder al presidente que resulte de las elecciones que supuestamente se celebrarán en noviembre (será también golpista). Supongamos que la resistencia se mantendrá con la misma fuerza que hasta ahora y que el gobierno golpista seguirá suprimiendo a los ciudadanos, en otra clara anulación de la Constitución de la República, sus garantías individuales, una de ellas: la de negar la libertad de expresión y cerrar los medios de comunicación que se le opongan, calcada de Chávez, a quien tanto critican y relacionan con Mel Zelaya.
Supongamos que la OEA, la ONU, la Corte Internacional de Justicia, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y por separado cada país más o menos civilizado del mundo siguen pronunciándose en contra del Golpe de Estado y a favor de la restitución de Mel Zelaya. Supongamos que seguirán desapareciendo unos y apareciendo muertos otros, que cada día Honduras le irá haciendo honor a su nombre y quedará reducida a una cloaca que desde hace mucho tiempo viene mereciendo ser pero que ahora un oportuno brote de dignidad permite reconocer como terreno propicio para un poco de esperanza. Supongamos que todas esas cosas seguirán sucediendo de aquí a, por ejemplo, cinco o diez años, y hagámonos la pregunta: ¿en qué quedará Honduras?
Es fácil y hasta divertido suponer. La imaginación da para mucho. Dio para mucho por lo menos para los golpistas. Pero ahora no se trata de suposiciones. La evidencia es abrumadora. El Golpe de Estado nos está hundiendo todavía más. ¿Qué espera el mundo, ese mundo que en su mayoría se ha mostrado en contra del Golpe de Estado, de la represión y del inicio de esta dictadura, para mover algo más que su diplomática lengua?

El general Pilatos

Pablo Ordaz, el periodista enviado por diario El País para cubrir los acontecimientos políticos en H, publica hoy una nota brevísima que bien podríamos considerar como otra pieza para nuestro I Premio de Relato Corto mimalapalabra 2009. Lo dejamos aquí al menos para seguir amenizando el premio:
El general Romeo Vásquez era el jefe de las Fuerzas Armadas de Honduras el día que un comando militar secuestró al presidente Manuel Zelaya y lo sacó del país en pijama. Y lo sigue siendo ahora, tres meses después, con Roberto Micheletti en el mejor sillón de la Casa Presidencial. Pero el general Vásquez sigue sin reconocer su participación en los hechos. Con una sonrisa en la boca, recita una frase que a él le suena rotunda: "Hay quien dice que fue un golpe militar. Si de verdad lo hubiese sido, yo sería ahora mismo el jefe del Estado". Sin embargo, la sonrisa se borra de su rostro cuando se le pregunta por el secreto mejor guardado de Honduras:
-Periodista: General, ¿quién dio la orden de sacar a Zelaya del país?
-Romeo Vásquez: Bueno, esas situaciones se manejan a nivel de lo que son otros juzgados competentes....
-Periodista: Pero alguien les daría la orden....
-Romeo Vásquez: Bueno, vayan a preguntar a los juzgados, ahí están siendo manejadas las situaciones...
-Periodista: Pero ustedes tenían el control en ese momento. ¿Quién tomó la decisión? ¿Quién lo sacó?
-Romeo Vásquez: Bueno, son los juzgados los que...
-Periodista: Pero hay políticos que dicen que ustedes se extralimitaron en esa decisión...
-Romeo Vásquez: Nosotros no podemos hacer declaraciones porque hay una investigación en proceso y por tanto tenemos que respetar... Eso es lo que nosotros debemos hacer, respetarnos.
Y el general Romeo Vásquez, fuertemente escoltado, se escabulle del acoso de los periodistas, se sube a su camioneta blindada y se va.

domingo, 27 de septiembre de 2009

ABC y El País, dos maneras de apoyar el golpe en Honduras

Javier Adler

Rebelión

Habitualmente se etiqueta al diario ABC de conservador y a El País de progresista. En la forma esto supone unas diferencias sensibles, pero el fondo, sobre todo en política internacional, es esencialmente el mismo. El caso de Honduras ilustra a la perfección esta coincidencia de intereses.

Antes de comparar los últimos editoriales que ambos periódicos han publicado sobre el tema (23/09/09), conviene dejar claro un principio sobre lo que significa apoyar un golpe de estado. Esto no es únicamente la declaración explícita de tal apoyo, cosa muy rara en nuestros “democráticos” medios de comunicación, sino fundamentalmente la renuncia a revertir el golpe por algún medio factible. De este modo, cualquier pseudoiniciativa para devolver el poder al gobierno legítimo que pase por una “hoja de ruta” imposible supone, a todos los efectos, el apoyo al gobierno golpista. En este punto es donde encontraremos las mayores diferencias, insisto en que sólo de estilo, entre ABC y El País.

Sobre la llamada “solución dialogada” en Honduras lo primero que debe decirse es que es absurda, y por tanto no puede ser solución. En efecto, si las diferencias entre las dos partes podían resolverse con un diálogo libre y sin coacciones, no se habría recurrido a una medida de fuerza como el golpe de estado. Y si el diálogo sólo funciona tras amenazas y presiones entonces no es una solución dialogada sino una capitulación. El problema es que las presiones de los países más poderosos, en especial Estados Unidos, han sido tan calculadamente tibias que el gobierno golpista se ha sentido suficientemente fuerte como para aguantar hasta la farsa electoral de noviembre.

En el editorial del ABC estos hechos se interpretan diciendo que “cualquier solución dialogada al conflicto interno es una quimera”, así que “la cita electoral convocada el 29 de noviembre” es la “única salida airosa y pragmática”.

En cambio, El País declara que “ha llegado el momento de volver a una versión revisada del plan del presidente de Costa Rica”, que “contemplaba en julio que el jefe de Estado depuesto regresara a la presidencia con poderes reducidos”. Finalmente añade El País que “unas elecciones presidenciales adelantadas sentenciarían la situación.”

Por tanto, la única diferencia real es que El País apoya una pantomima en la que Zelaya volvería formalmente al poder pero sin poder hacer nada, esperando unas semanas hasta la “sentencia” electoral. En ambos casos se apoya el objetivo principal del golpe, que era impedir la consulta popular para cambiar la Constitución, algo que un presidente con “poderes reducidos” no podría hacer.

A partir de aquí, el apoyo descarado de ABC a los golpistas debe legitimarse más fuertemente con su propio discurso. Lo primero es no reconocer que hubo un golpe de estado, presentando a Micheletti como “acusado de impulsar un golpe de Estado”, como si fuera un tema controvertido. Lo segundo es dotar a los golpistas de legitimidad, señalando que Micheletti está “respaldado de las instituciones”. Además,

“Ninguna institución democrática del país -las mismas que Zelaya había utilizado para preparar el terreno y perpetuarse en el poder importando a Honduras los abusos cometidos en Venezuela, Bolivia o Nicaragua- se rebeló contra su expulsión y ninguna ha exigido su retorno”.

Siguiendo la habitual propaganda sobre este tema, se defiende a unas instituciones “democráticas” que expulsaron violentamente a Zelaya del país para supuestamente evitar que se convirtiera en un dictador. Es una inversión total de la realidad que sólo puede tener sentido para quien acepte acríticamente las informaciones falsas que difunden estos medios (1)

La táctica de El País es algo distinta, presentando la situación reciente en Honduras como de una plácida vuelta a la “normalidad” al calor del gobierno golpista, que ahora Zelaya ha complicado,

“La inesperada reaparición en Tegucigalpa del depuesto presidente de Honduras, tras casi tres meses de exilio, ha sacado bruscamente de su adormecimiento la crisis política del país centroamericano.”

“Crisis adormecida” es una contradicción en sus términos, pues una crisis política implica tensión; si hay adormecimiento, no hay crisis sino la aceptación resignada de los hechos consumados. Lo que realmente ocurre es que sí ha habido adormecimiento, pero sólo mediático y para los adormecidos lectores de El País, porque la resistencia hondureña no ha dejado de actuar a lo largo de los casi tres meses transcurridos desde el golpe de estado (2). Ahora, con su cinismo habitual, El País asegura que “nada hay más importante ahora en Honduras que evitar el derramamiento de sangre”, como si los golpistas fueran unos angelitos de la caridad y no hubieran matado, torturado, reprimido y detenido a mansalva. (3)

Este falso discurso pacifista, tan hipócrita y selectivo, revela además el ideario antidemocrático de esta prensa,

“Si el golpe de Estado de junio fue absolutamente condenable, igualmente lo sería intentar darle la vuelta mediante la violencia. La dividida Honduras no tiene en estos momentos otra salida mejor que una mediación cualificada, preferentemente regional.”

Resumiendo, para El País el pueblo hondureño no tiene derecho a decidir cómo encarar su situación, no está “cualificado” para hacerlo. Por supuesto que no es cuestión de promover, desde fuera de Honduras, una acción violenta para echar a los golpistas, pero sí de reconocer la legitimidad de los hondureños para combatir la dictadura como crean conveniente. Porque los medios ignoran la violencia que implica el mantenimiento de la actual dictadura e ignoran la violencia que perpetúa un sistema donde la mayoría de la población está condenada a vivir en la miseria. Y lo que se ignora no se puede condenar.

Fuente: rebelión.org

De tripas, corazón. Armando García

por Armando García

Pese a su torpeza sostenible, el régimen de facto logró lo que el pueblo organizado siempre había soñado desde aquella gesta de 1954: ¡un paro general! Al decretar ese estado de sitio demencial, los golpistas han hecho que se cumpla el grito de la canción de Mario de Mezapa: ¡huelga nacional!

Pese a la chaladura de su asonada, al fin, usurpadores, se dieron cuenta que su absurda medida de aherrojar a un pueblo a la inmovilidad, a la hambruna y a la supresión de los servicios básicos, era darse “patrióticamente” con la piedra en los dientes, un búmeran de pérdidas millonarias, sobre todo en las empresas patrocinadoras del motín.

Pero “agora” ya es tarde querida hermanita: ahí andan sus agoreros hablando en lenguas, asustados, después de haber matado el tigre…, no le ha quedado de otra al dictadorzuelo y sus corifeos, que el espanto de negociar impunidad.

De carambola, en su terquedad de mula roma, han impulsado a los catrachos a instalar –sin trampa que valga– aquel proceso que tanto odian y por el cual rompieron el hilo constitucional: ¡La Constituyente!

Esa metida de pata de los complotistas, le ha permitido a este remiso pueblo perderles el respeto. Pruebas: teniendo de telón de fondo la gaseada Embajada de Brasil, con vaquero en off: un vocero de la “preventiva”, con rostro de yo no fui, hizo un recuento de los desmadres perpetrados por la resistencia, escondiendo, solapado, que los desastres era una obrada de sus pariguales infiltrados (se veía por la tele, en vivo, que ni se inmutaban, con pasamontaña, unos y a cara pelada, otros; moteados de preventivos o de gloriosos o en camisetas de civilón destruyendo al propiedad privada. Treta que se le pasó por alto a la mediática censura de los conjurados). Se les durmió el pájaro con esos videos sin editar y que, sin duda, serán prueba fehaciente ante la Corte Penal Internacional. Porque también aparecen despóticos uniformados vejando a la ciudadanía, inclusive, maltratando a niños de pecho, a señoras embarazadas, garroteando a hombres reducidos y descerrajando la muerte a jóvenes por el “delito” de gritarles golpistas. ¡Solitos se han puesto la soga al cuello!

La desazón de los conspiradores, sin percatarse, ha contribuido, más que nadie, a la unidad granítica de este pueblo que no volverá a ser jamás el mismo.

viernes, 25 de septiembre de 2009

Hace cien años que estamos jugando y perdiendo, con la misma carta, nuestro futuro.

Hace cien años que estamos yendo a la guerra para conquistar la misma cosa; hace cien años que estamos quemando en la misma hoguera nuestras riquezas; hace cien años que estamos jugando y perdiendo, con la misma carta, nuestro futuro. ¿No es tiempo ya de sentarse a meditar? ¿No es tiempo ya de llegar al convencimiento de que los atributos de la democracia, que hemos pretendido conquistar a sangre y fuego, no se conquistan en esa forma. ¿No es tiempo ya de convencernos de que estamos viviendo un estad social de barbarie? ¿No es tiempo ya de saber que barbarie y democracia son conceptos opuestos?

Todas nuestras revoluciones han fracasado, porque después de ellas se han repetido los mismos hechos; porque los que ayer fueron libertadores son hoy opresores; porque el derramamiento de sangre ha sido no más que un trampolín para saltar de la condición de hombre sin derechos a la condición de conculcador de derechos. Y no es que sea preciso horrorizarse ante los derramamientos de sangre. Torrentes se derramaron para emancipar América, pero la emancipación fue. Torrentes se volcaron entre el Norte y el Sur de los Estados Unidos para liberar a los esclavos, pero la Liberación del Esclavo fue. Las grandes conquistas humanas se han sellado con sangre, pero al sellarlas, el capítulo está concluido, las conquistas están terminadas.

Nuestros cien años de revoluciones sangrientas para conquistar los atributos de la democracia deben ya convencernos que hay que buscar esos atributos por otros caminos y con otros procedimientos.

Arturo Martínez Galindo, "Breve análisis del momento político hondureño" (1938)

jueves, 24 de septiembre de 2009

De pastores, sacerdotes y camisas

Manifestantes de "camisa blanca" se han reunido frente a la sede de la Organización de las Naciones Unidas en Tegucigalpa. Estamos ante un ejemplo de cómo deben ser las manifestaciones: pacíficas, ordenadas, de azul y blanco (no rojo), con pancartas bien escritas (no con errores ortográficos como las de los de la resistencia), y donde las cámaras enfocan caras bonitas (no rostros de gente chusma de barrios marginales).
Esta mañana un joven se comunicó a Radio Globo y leyó un mensaje de texto enviado a su celular: "Chavos y chavas, todos a la marcha por la paz". El mensaje se lo hizo llegar una amiga de una iglesia evangélica. Y es que tanto líderes católicos como evangélicos (los que se rozan con el poder golpista) se han sumado a las marchas por "la paz y la democracia".
Tras el poder golpista político-militar-empresarial, está el poder de los medios de comunicación y también el poder de los líderes religiosos como el Cardenal Andrés Rodríguez o el pastor Evelio Reyes. Los primeros convierten la verdad en mentira y la mentira en verdad para moldear el pensamiento de las masas ilusas o acomodadas. Los segundos, aprovechando su papel de pastores, acarrean a sus feligreses -ovejas-, quienes mansamente solo escuchan la voz de su pastor, lo que el pastor dice es la verdad, absoluta, definitica, última.
El 17 de junio los medios publicaron que el pastor Evelio Reyes de "Vida abundante" (¿O será "Pisto Abundante?), ofreció su "santa" ayuda formar con su rebaño "cadenas de votación". La nota publicada en HRN dice: "Por su parte, el magistrado del TSE, Enrique Ortez Sequeira, dijo que las iglesias tienen la influencia sobre millones de feligreses para hacerles ver la necesidad de fortalecer la democracia y cumplir con su derecho y deber ciudadano de elegir y ser electo.
¿Cómo funcionaría? "Que cada feligrés invite a diez compañeros a votar y que cada uno de ellos haga lo mismo, de tal forma que la mecánica se repita indefinidamente".
Pero los pastores y sacerdotes (también los creyentes) que trabajan con sectores marginales del país se han unido a la resistencia. Basta hacer la comparación entre el flamante Cardenal Rodríguez y el obispo Luis Alfonso Santos. El primero acomodado a la vida burgués y apañador de las violaciones al pueblo. El segundo, comprometido socialmente con los habitantes desposeídos del Occidente de Honduras. Y aunque descreemos tanto de la institución Católica como Evangélica encontramos, como en otros círculos, personas que merecen reconocimiento porque combaten la ignorancia y las violaciones a los derechos humanos.
El pueblo les pasará la factura. Ya el Noticiero Hable como Habla pasó un video donde las personas golpeadas en la represión del 21 de septiembre rechazaron la presencia de Ramón Custodio. Esa gente chusma, ignorante y habitante de esos cerros de Tegucigalpa reconoce la hipocresía; aunque en las paredes escriban "Custodio ipocrita".
En este blog no somos "melistas". Pero sí creemos que Manuel Zelaya debe ser restituido en su cargo porque es el hondureño elegido por quienes ejercieron el sufragio en las pasadas elecciones. Micheletti no pasará de ser un "segundón" y un títere de los grupos de poder de Honduras que temen el despertar del pueblo.

lunes, 21 de septiembre de 2009

Vila-Matas sobre su nueva novela

El escritor Enrique Vila-Matas el año pasado en Barcelona. Fuente: Santi Cogolludo, elmundo.es

Vicente Ferrer. Madrid

El escritor catalán acudía a Berlín para participar en un coloquio sobre el poder de los premios literarios organizado por el Instituto Cervantes. Él, galardonado en no menos de 14 ocasiones, manifestó su opinión respecto a la política de estos certámenes: "En la mayoría de los casos, [los premios literarios] tienen que ver con la ética del comercio. Una especie de farsa a la que se prestan desde escritores hasta medios especializados".
Siempre reflexivo, el autor de El viaje vertical o París nunca se acaba -entre otros- protagonizó recientemente el traspaso del verano de nuestras letras; tras veinticinco años y dieciséis libros publicados en Anagrama, acaba de terminar una novela de 200 folios, Dublinesca, que será publicada por Seix Barral en marzo de 2010. Un cambio de aires del que prefiere no hablar, pero que, en lo práctico, multiplicará la repercusión humana y comercial de sus obras.
¿Cómo ve el mundo literario hoy en día?
El universo literario es una gran industria mundial en la que todo el mundo se conoce y donde el terror es el común denominador. Un mecanismo tan grave y tan terrible que nunca había imaginado antes. Hace muchísimos años me dedicaba únicamente a escribir y no conocía nada de la industria literaria, ¡bastante trabajo tenía con conseguir que me publicaran los libros! Más adelante, gracias a la experiencia, uno adquiere una visión más compleja. Pero seguramente irá todo de mal en peor; a veces pienso que ha sido así desde el principio de los tiempos. Kafka decía que hay un malentendido inicial que es el que provoca la decadencia posterior.
Frente a frente, el escritor se ocupa de alimentar sus dos señas de identidad más reconocidas: la afición a citar autores y un sentido del humor jocosamente pesimista. Vila-Matas sonríe mientras habla del terror; le gusta ser teatral, jugar con su interlocutor, multiplicar las interpretaciones de cualquier sentencia. Es cauto, pero honesto; nervioso, pero contenido. Vive por y para la literatura.
¿Cómo será la trama de 'Dublinesca'?
Es un libro sobre alguien que tiene un sueño premonitorio y apocalíptico que ocurre en Dublín. Por eso, anunciará su viaje a la capital irlandesa. Una vez ahí, la novela transita y muestra los sentimientos de ese sueño, dentro de una atmósfera relacionada con la ciudad que ha visto pasar la cumbre de la literatura desde la era de la imprenta. Será una especie de paseo por el puente que uniría esa cumbre -representada por el Ulises de Joyce-, con su posterior descenso: la figura y obra de Samuel Beckett. Al mismo tiempo, actuará como comentario y observación a la etapa de transición entre la era Guttenberg y la era digital, que es la época en la que hoy vivimos.
¿Qué novedades hay respecto a sus obras anteriores?
Quizás es la primera vez en que una de mis novelas está calculada para que tenga una gran diversidad de lecturas; aspira a dar mucha libertad al lector. Me gustaría que sus tramas internas permanecieran ocultas hasta el mes de marzo, aunque creo que jamás sabré contarla ni siquiera yo mismo: para mí es la tipica historia que sólo se puede conocer una vez la has leído. Por otra parte, creo que jamás podría resumirse en dos segundos, ni leerse de un tirón. Sin ser difícil, está concebida para ser leída con detenimiento y concentrarse en cómo avanza la acción.
¿Cómo se siente al escribir después de tantos años?
Es complicado. A veces uno se pregunta: '¿Qué hago yo en mi casa tratando de escribir bien esta página durante las últimas cinco horas?, ¿cómo es posible que siga interesado en esto?' Pero lo necesito. Escribir forma parte de mi realidad. Incluso me ayuda a pasar el tiempo. Es algo que está ahí, que siempre estará, y que siempre tendré conmigo. En última instancia escribo, como diría Borges, aunque sólo sea para 'justificar toda mi vida con un trabajo bien hecho.'
Tomado de elmundo.es

sábado, 19 de septiembre de 2009

Llegaron los Malditos bastardos

Brad Pitt y Quentin Tarantino en el festival de cine de San Sebastián. Fuente: publico.es
Hace más o menos un año pegué en este blog una nota de algún diario anunciando que Quentin Tarantino empezaría a rodar una película con Brad Pitt sobre un grupo de judíos encargados de matar nazis. Ayer, por fin, estrenaron Malditos Bastardos en España pero no iré a verla sino hasta el lunes, cuando las salas de cine no estén tan llenas como en los primeros días. No me decepcionará esta nueva película de Quentin, estoy seguro, porque lo que espero de él es muy diferente a lo que podría esperar de cualquier otro director. Espero, resumiendo, una nueva muestra de su capacidad para reescribir el cine (más o menos lo mismo que lo que espero de la nueva narrativa), y espero una nueva puesta en escena de esa manía suya de llegar al fondo de lo que podríamos llamar "subcultura", y todo aderezado con esas rolitas que sólo Quentin sabe sacar de su vieja rockola. Le hicieron una entrevista en Público y dijo cosas como éstas:
¿Por qué ha tardado tanto tiempo en levantar Malditos bastardos?
Empecé a escribir en 1998, justo después de Jackie Brown. Entonces ya estaban muchos de los personajes y los dos primeros capítulos de la película, pero era una historia diferente. La cosa empezó a crecer hasta que se hizo demasiado grande como para ser una película. Y pensé en hacer una miniserie. La gente me decía que tenía bloqueo creativo, y yo pensaba todo lo contrario: ¡No podía parar de escribir! Así que decidí dejarla aparte durante un tiempo y me metí de lleno en Kill Bill y Deathproof.
¿Ha sido tan difícil que incluso ha tenido que variar el montaje final después de la proyección en Cannes?
En realidad lo que pasó es que mi editora y yo nos dimos tanta prisa para que la película entrara a Cannes que no habíamos tenido oportunidad de repensar el montaje. La mostramos en Cannes, y, cinco días después, la enseñamos en Los Ángeles. Fue entonces cuando hicimos los cambios.
Desde Kill Bill, la venganza se ha vuelto una constante en su filmografía, ¿Por qué?
Hago historias de género y la venganza es crucial en este tipo de cine. Cada western tiene una historia de venganza, igual que cada filme de samurais. Está en su naturaleza. En el caso de Malditos bastardos la cosa es diferente, porque las películas bélicas no suelen ser historias de venganza. Pero creo que es lo que hace que la película pase de ser un filme de guerra a una historia más personal.
¿Y por qué ha adoptado los códigos de un ‘western'?
Creo que la película tiene una sensación de western en los dos primeros capítulos, pero luego da paso a una película de misión sesentera. Me gustaba la idea de hacer un filme de cowboys, donde se usara la iconografía de la II Guerra Mundial. Y no es sólo en el aspecto estético o musical, también los paisajes donde se desarrolla. Los spaghetti westerns suceden en lugares inhóspitos, donde la vida es muy barata y la gente muere fácilmente. Es difícil sobrevivir en un western. Todas estas cosas me parecen muy buenas descripciones de la Europa de la II Guerra Mundial.
El cine siempre ha jugado un papel importante dentro de su filmografía, ¿En esta ocasión el homenaje es más directo?
No lo sé, pero es la primera vez que el cine se convierte en una herramienta práctica para los personajes. Por ejemplo, para Shoshana (Mélanie Laurent) tiene sentido hablar de cine, puesto que trabaja en uno. Y también le pasa lo mismo al personaje de Frederick Zoller (Daniel Brühl), que es una estrella de cine, además de un héroe de guerra. Y también con Goebbels, al que uso, más que como el arquitecto del mal, como el jefe de los estudios de cine de la Alemania nazi. Goebbels no suele ser retratado así, aunque ese era su trabajo. El cine no es tan referencial, sino que está ahí. Tiene sentido.
Usted se crió en los cines de barrio, ¿es un nostálgico?
Sí, me siento nostálgico por la pérdida del cine. Pero también sé que las cosas cambian. Verás: he ido aprendiendo a medida que veía mucho cine y leía sobre películas. Desde luego, no las veré nunca en Internet, pero sí puedes estudiar mucho sobre cine navegando en la Red. Antes, siempre tenía que esperar que hubieran editado un libro para saber, por ejemplo, sobre cine de artes marciales. Ahora conozco varias páginas especializadas. De alguna manera, estos tiempos me permiten ir más allá en mis estudios de cine.
¿Se considera un estudioso del cine?
Me considero un erudito autodidacta. Lo veo así: estoy estudiando con una beca de cine de por vida, y el día en que me muera, será cuando me gradúe. Periódicamente, me fijo en un actor, un director o un género, y me dedico durante unas semanas a eso. La última ha sido Dorothy Arzner, la única mujer dirigiendo en el Hollywood de los años veinte y treinta. Había oído hablar de ella, y hace poco me compré un libro. He empezado a ver sus películas y cojo notas. Quizás me sirva para escribir algo, o no. Pero es conocimiento y es lo que me gusta. También lo he hecho con Sternberg. Durante la preproducción de Malditos Bastardos me compré un libro y empezó a ser una influencia.
¿Cómo eligió a Brad Pitt?
No nos conocíamos pero teníamos ganas de trabajar el uno con el otro. Esperábamos la oportunidad, y escribí este papel con él en la cabeza. Ahora siento que debería hacer una precuela o una secuela sólo para darle la oportunidad de interpretar al personaje otra vez.

miércoles, 16 de septiembre de 2009

Making off de la Historia abreviada

¿Se habían preguntado, como yo, qué ha estado haciendo Enrique Vila-Matas desde que dejó de publicar su Dietario Voluble en diario El País? Pues bien, aparte de sus "Relecturas", que aparecen de manera intermitente en Babelia, nos hemos enterado de la aparición próximamente de otra novela suya titulada Dublinesca, esta vez con la editorial Seix Barral; pero algo más curioso y quizá hasta más interesante que la noticia de su siguiente novela es lo que está haciendo en su página web, específicamente con el apartado que corresponde a su novela Historia abreviada de la literatura portátil, que funciona como un blog y en el que su autor se dedica a comentar su propio libro con entradas que aluden a sus personajes y a sus situaciones, de manera que poco a poco nos vamos enterando de los secretos (quizá falsos) de su escritura, lo cual -contrario a lo que podríamos suponer- invita a leer o a releer la novelita pues ya contamos con sus principales claves. Pasen y lean, y diviértanse, creyéndole o no a Vila-Matas.
1. Si quieres, dejamos para tu regreso de vacaciones la página de Historia abreviada, ya que no sé todavía cómo enfocarla. Hay cientos de posibilidades. De momento, te mando una maleta. La he elegido como mi rosebud en la charla que me toca dar el 24 de octubre de este 2009 en París, dentro de una muestra dedicada a los rosebud de algunos escritores europeos. Elegí una maleta -los organizadores me han buscado la de la imagen- para asociarla en el escenario con una idea de movimiento, la idea portátil que desde 1985 mueve mi obra. Te sugiero que inicies la página de la Historia abreviada con la imagen de esa valise que haré pasar por mía.

martes, 15 de septiembre de 2009

Coetzee y él mismo, por tercera vez

Coetzee en el espejo.
Hace algunos años, cuando leímos Infancia y Juventud, los dos libros de memorias del premio Nobel sudafricano J. M. Coetzee, quedamos picados y a la espera del tercer libro, el hipotético libro sobre la etapa de madurez del escritor, pero como nos viene comunicando sutilmente él mismo en sus últimas novelas, en donde ensaya con estructuras que exploran lo metaliterario e incluso la autobiografía, presenta ahora con Summertime, el que constituiría ese tercer libro tan esperado, algo más que un simple libro autobiográfico y se acerca un poco más a eso que se ha dado en llamar "autoficción". Tomo este fragmento de una nota en el blog Moleskine Literario en donde destacan la autocrítica de Coetzee en su libro y ofrecen un adelanto de lo que en éste cuenta:
En Summertime, Coetzee utiliza una estructura más novelística. Imagina que su otro yo murió cuando estaba a punto de escribir una continuación de Infancia y Juventud que iba a comprender su regreso a Sudáfrica procedente de los Estados Unidos en los años 70. Dejó cuadernos que sugieren que, de haber vivido, su Summertime ficticia se habría escrito con el mismo estilo que las novelas memorias anteriores. Ahora un académico, Vincent, que no conoció a John, escribe un relato de ese período de la vida del escritor valiéndose de los cuadernos y de entrevistas con cinco personas que habían tenido una relación. La figura de Coetzee que surge de los relatos de las mujeres es simple, fría, torpe, distante, obstinada, tonta. Es desaliñado y sin atractivo, tanto en el plano físico como en el emocional y el intelectual. Es grosero, audaz cuando debería ser discreto, reservado cuando debería ser apasionado. Tiene pelo ralo, una barba despareja y se viste mal. Es un perdedor nada romántico que vive con su padre anciano en una cabaña."En lo que respecta a cómo hacía el amor, ahora pienso que tenía algo de autista. No lo digo como una crítica, sino como diagnóstico", le dice Julia a Vincent. Sophie, la última entrevistada, es la que manifiesta una condena más lacónica: "No tenía ninguna sensibilidad especial que yo pudiera detectar, ninguna visión original de la condición humana", le dice a Vincent.

domingo, 13 de septiembre de 2009

La Trilogía Nocilla se une al premio

Marlon Velásquez, un amigo sampedrano que vive en Valencia, ofrece su participación en nuestro I Premio de Relato Corto mimalapalabra 2009 de una manera diferente: con el envío de la primera novela de la "trilogía Nocilla": Nocilla Dream (Candaya, 2007), de Agustín Fernández Mallo. Y a mí se me ocurre en este momento que podríamos agregarle las otras dos novelas de la trilogía: Nocilla Experience (Alfaguara, 2008) y Nocilla Lab, que aparecerá este mes también con Alfaguara. Aún no sabemos cómo le haremos ni de dónde sacaremos más dinero para la compra de los libros y el envío a H; lo que sí sabemos es que los buenos lectores de narrativa en H esperan ansiosos la llegada de este paquetito y que el ganador será suficientemente generoso como para, después de devorar la Nocilla en sus tres estados, compartir la lectura con los demás interesados. Así que ahí está: a los (aproximados) mil quinientos lempiras en efectivo ahora le sumamos la trilogía Nocilla de Agustín Fernández Mallo. Y estamos esperando la confirmación de la librería Caminante de San Pedro Sula en relación con una posible aportación al premio. Cheque pues. Tendremos nuevas noticias en los próximos días.
Las bases pueden consultarlas aquí: http://premio.mimalapalabra.com/

miércoles, 2 de septiembre de 2009

El escritor desaparecido

Thomas Pynchon en una foto de juventud. Fuente: eyeonfilm.wordpress.com

Gabriela Bustelo

Acaba de salir al mercado en Estados Unidos la esperada séptima novela del misterioso escritor norteamericano Thomas Pynchon, considerado con Roth, DeLillo y Oates uno de los mejores escritores anglosajones contemporáneos. Fiel a su naturaleza esquiva, el autor no concederá ninguna entrevista y se ha limitado a poner su voz en un esotérico video de dos minutos colgado en YouTube.
“Estoy convencido de que Thomas Pynchon no existe”, es el lacónico comentario de un internauta a propósito de la aparición de la última novela del autor neoyorquino. Y no es raro, porque estamos hablando de un escritor que lleva 40 años sin conceder una entrevista y cuyas únicas fotos conocidas son de sus tiempos universitarios. Tal es el grado de especulación en torno a él, que se ha llegado a publicar que Pynchon es en realidad J. D. Salinger, el otro gran excéntrico de las letras estadounidenses.
Sin embargo, entre ambos hay diferencias notables. En primer lugar, Pynchon continúa en activo; como prueba, la aparición de esta última obra de casi cuatrocientas páginas. En segundo lugar, entre otros premios ha recibido el National Book Award y el prestigioso MacArthur Fellowship, además de ser un sempiterno candidato al Nobel de Literatura.
Dicho todo lo cual, ¿quién es este escritor que siempre causa un revuelo en el mundo literario con la publicación de sus novelas? Nacido en 1937 en Glen Cove, Long Island, en una familia de lejana procedencia británica, ganó una beca para estudiar en la Universidad de Cornell, donde abandonó la Física por la Literatura. Hay quienes dicen que pudo influirlo Vladimir Nabokov, entonces profesor en la prestigiosa institución neoyorquina. En todo caso, Pynchon asistió a los célebres seminarios del autor ruso que en 1958 publicaba Lolita (llevada al cine poco después por su admirado Stanley Kubrick). Licenciado al año siguiente “con mención especial”, Pynchon se trasladó al chic Greenwich Village de Nueva York. Y esto es casi lo último que sabemos de su paradero, pues tras obtener en 1963 el Premio William Faulkner al mejor debut del año por su novela V., Thomas Pynchon prácticamente desapareció de la faz de la Tierra.
Así de escueta es la biografía oficial del padre de la narrativa posmoderna, digno sucesor de Joyce, Kafka y Conrad. Como suele suceder en el caso de los grandes, él se concede una importancia menor. En el prólogo de su volumen de cuentos Un lento aprendizaje (1984), Pynchon describe abiertamente el sonrojo que le produce releer sus primeros relatos, publicados en revistas literarias a principios de los sesenta. Incluso celebra que puedan servir a los principiantes como ejemplo de los errores que hay que evitar. “Casi todo lo que no me gusta de mi escritura está presente aquí —afirma—, tanto en formato embrionario como en modalidades más avanzadas”. Pese al desdén que le producía su estilo primerizo, una década antes, en 1973, ya había escrito su gran novela, El arco iris de la gravedad, considerada el epítome pynchoniano donde cristalizan todas sus propensiones iniciales: la injusticia divina, la paranoia, el racismo, el colonialismo, la sincronía y la entropía. Situada entre Londres y otras localidades europeas a finales de la Segunda Guerra Mundial, fue recomendada por tres miembros del jurado como ganadora del Premio Pulitzer de ese año, pero los once restantes la rechazaron por ilegible, rimbombante y obscena. Uno de estos últimos admitió no haber sido capaz de llegar a la mitad de las 760 páginas, perdiéndose por tanto el terrorífico final situado en un cine a punto de ser destruido por un misil supersónico. No en vano el título hace referencia al arco de vapor que dejaban tras de sí los misiles V2 nazis, tema al que Pynchon da su característico giro entre dramático y burlón, pues cada vez que el protagonista tiene una erección oye silbar un cohete por los cielos. Sin embargo, en torno a lo que podría parecer una bufonada al estilo de Joseph Heller en Trampa-22, Pynchon construye una trama poblada por 150 personajes con un prolífico trasfondo histórico, científico, religioso, cinematográfico y psicológico.
Muchas de las novelas de Pynchon comparten una estructura consistente en una espina dorsal surrealista en torno a la que se vertebra una trama realista. El título de su primera novela, V. (1963), alude a un enigma que contiene la letra ve y nos lleva desde Egipto hasta Sudáfrica, pasando por Malta y París, a lo largo de 60 años. La reseña de la revista Time aludía a la cualidad onírica de la novela: “En este libro, nada tiene un sentido consciente. Pero el conjunto tiene un poderoso influjo inconsciente. Pynchon parece estar disfrutando del placer prefreudiano de soñar por el puro placer de soñar”. Su segunda novela, La subasta del lote 49, narra la búsqueda de una sociedad secreta medieval llamada Trystero, que funciona como una empresa postal con buzones camuflados en los lugares más improbables. Este relato de poco más de cien páginas es, en palabras del propio Pynchon, “un cuento que se vendió como una novela en la que parecí olvidar casi todo lo que creía haber aprendido hasta entonces”.
Tras la incomprendida Vineland (1990), que defraudó a la mayoría de los lectores y críticos, vendría Mason y Dixon (1997), a la que el autor confesó haber dedicado dos décadas de trabajo. Meticulosamente documentada, trata sobre las vidas del astrónomo inglés Charles Mason y su compañero profesional, el topógrafo Jeremiah Dixon, encargados de trazar la línea divisoria entre el territorio del primer ministro británico Penn (el estado de Pennsylvania) y el de la reina Mary (el estado de Maryland), uno de los orígenes de la Guerra de Secesión estadounidense. El recientemente fallecido escritor español Eduardo Chamorro catalogó Mason y Dixon como la última mejor novela del siglo xxy “una proeza literaria de primerísimo orden”. En cuanto a su sexta novela, Against the Day (2006), no traducida al español, su millar de páginas apenas recibió promoción alguna por parte de Penguin—su editorial actual— y la crítica la catalogó como la culminación de su carrera, término que suele emplearse con las obras densas y más bien abstrusas. En cuanto a la séptima y última entrega de Thomas Pynchon, publicada este 6 de agosto, los rumores sobre ella llevaban casi un año en circulación. Aunque ha llegado envuelta en el misterio habitual, se sabía desde hace un año que Inherent Vice es su primera novela negra y también que es relativamente corta ­—369 páginas—, dada la tendencia prolífica de su autor. Protagonizada por el detective californiano Doc Sportello, comienza con un estilo típicamente noir al estilo de Raymond Chandler: “Entró por las escaleras de atrás, como siempre tuvo por costumbre. Doc llevaba más de un año sin verla. Nadie sabía nada de ella”. Dado que Pynchon no hace promoción de sus libros, sus editores han tenido que aguzar el ingenio. Si cuando recibió el National Book Award fue el cómico Irwin Corey quien recibió el premio con un tronchante discurso amenizado por un nudista supuestamente espontáneo, en la era de internet la editorial Penguin ha recurrido a la web de YouTube para ofrecer un brevísimo video de dos minutos y medio con voz del propio autor.
En cuanto al argumento, es sencillo. A finales de los años sesenta en Los Ángeles, un detective melenudo y fumador de marihuana emprende la búsqueda de su ex novia Shasta Fey, que ha desaparecido con un promotor inmobiliario de dudosa fama. Por las páginas de Inherent Vice desfila una plétora de personajes sesenteros —estripers, surferos, videntes, psiquiatras y jugadores—, pero al final resulta que la desaparición de la chica está relacionada con un misterioso Colmillo Dorado (¿en homenaje al Halcón Maltés de Hammett?). Si el cambio de registro es evidente, el sentido del humor de Pynchon se mantiene intacto. Y si la tendencia hiperbólica resulta a veces agotadora, el trasfondo de la novela es la nostalgia de un tiempo pasado que, ay, siempre nos parece mejor. Aplaudida por sus incondicionales, denostada por quienes esperaban un mayor esfuerzo intelectual, quizá sea el crítico de The Times quien mejor resume la evolución de Pynchon: “En esta etapa de su carrera, Pynchon se parece a Stanley Kubrick más que a cualquier novelista vivo. Al igual que Kubrick, es un visionario inconformista, creador de obras icónicas y a menudo impenetrables; famoso por su actitud huidiza, también es considerado un autor de culto; y si Kubrick experimentó con una multitud de géneros, en los últimos años Pynchon ha desarrollado una marcada tendencia transformista”.
Lejos quedan ya los tiempos en que Pynchon dedicaba un entusiasta artículo llamado “El eterno juramento del corazón” a la novela El amor en los tiempos del cólera, de su admiradísimo Gabriel García Márquez. ¿Podemos decir de él, como decía él en 1988 del Nobel colombiano, que escribe con un control apasionado y una serenidad maníaca? Para averiguarlo, los invito cordialmente a pulir su inglés y leer su última novela.
Tomado de la revista Arcadia (www.revistaarcadia.com)

JGVásquez sobre La vida breve

Portada de La vida breve, de Juan Carlos Onetti, con la Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1950. Fuente: www.onetti.net.

Casualmente por estos días yo también leo y releo a Onetti, y comparto lo que dice Juan Gabriel Vásquez en su columna de elespectador.com de Colombia:

“Si hay una cosa más temible que leer a Onetti, es releerlo”, decía mi amigo Ricardo Bada en una conferencia reciente.
“Es una auténtica paliza, de la que sales agotado como si hubieses combatido con Cassius Clay en su mejor momento, y tú, además, con una mano atada a la espalda”. Pues en esa pelea llevo yo metido varios meses ya, como quizás sabrán algunos lectores, y mi último round ha sido con (contra) La vida breve, que leí por primera vez hace unos quince años. La experiencia esta vez ha sido radicalmente distinta, porque La vida breve, como todas las grandes novelas, cambia mientras cambian sus lectores; y además porque entre las dos lecturas está El viaje a la ficción, el ensayo que Vargas Llosa publicó el año pasado y que dedica varias páginas a poner patas arriba la novela de Onetti, a destriparla y a mostrarnos las tripas.
El ensayo de Vargas Llosa gira alrededor de esta idea sencilla: la obra de Onetti es toda una larga y terca huida hacia mundos que no existen. Ya sea porque no soportan el mundo que les ha tocado en suerte, ya sea por cualquier otra razón, los personajes de Onetti fabrican una realidad alterna y se instalan en ella. Si eso es así (y es así), La vida breve es una especie de cifra, de símbolo perfecto, de toda la empresa de Onetti. La novela comienza con un acto imaginativo: Brausen, el narrador de la novela, escucha desde un lado de una pared lo que su vecina, la prostituta Queca, dice en el otro lado. Imagina a la mujer; imagina a su acompañante. Más tarde nos enteramos de que Brausen tiene buenos motivos para huir, por lo menos imaginariamente, de su vida actual: por un lado, a Gertrudis, su mujer, acaban de amputarle un seno; por el otro, están a punto de despedirlo de su trabajo.
Brausen se pone entonces a imaginar una historia para venderla en forma de guión. Imagina unos personajes que vagamente imitan los de su realidad: el doctor Díaz Grey se basa, más o menos, en él mismo (pero Díaz Grey lleva en general una mejor vida); Elena Sala se basa, más o menos, en Gertrudis (pero Elena Sala tiene los pechos enteros, y el doctor lo constata en la primera consulta que tienen). Esos personajes y la realidad que los rodea viven y se mueven en una ciudad inventada para ellos: Santa María, la gran creación de Onetti, su Macondo o su Comala. Pero el asunto es que el guión nunca llega a existir. En lugar de escribir la historia, Brausen huye hacia la ciudad, se instala en ella como su creador, a tal punto que los habitantes de Santa María erigen una estatua al fundador Brausen, y el doctor Díaz Grey llega a invocar su nombre en sus oraciones: “Brausen mío”.
La vida breve es un fascinante inventario de imposturas. Brausen llega a su casa una noche cualquiera, se pone a dibujar el mapa de esa ciudad que ha inventado, y es imposible no pensar en Faulkner, que también tenía un mapa de su ficticio condado de Yoknapatawpha. Pero ahí están también la Mami y el viejo Levoir, que suelen poner un mapa de París sobre la mesa para imaginarse citas de amor en esas calles pintadas. Es que todos en la novela añoran una realidad distinta. Lo curioso de La vida breve es que el mundo allí inventado invade el mundo real, le da forma y, como todas las grandes ficciones, acaba por superarlo. Aunque uno quede, como he quedado yo, agotado en el proceso.

martes, 1 de septiembre de 2009

El misterioso señor Rodrigo Rey Rosa

Rodrigo Rey Rosa. Fuente: eltiempo.com

De eltiempo.com de Colombia Hernán nos remite esta entrevista de María Paulina Ortíz a Rodrigo Rey Rosa, "el escritor guatemalteco más universal, después de Asturias y Monterroso". Una buena manera de empezar a conocer a este escritor, ídolo de Bolaño, entre otras cosas:

El escritor guatemalteco es una de esas plumas que pasean por el mundo sin aspavientos y sin publicidad, y que, quienes saben de literatura, admiran y respetan.
Él es supersticioso y su vida de escritor ha estado marcada por la 'B'.
¿Vino Rodrigo Rey Rosa a Colombia? ¿Sí fue el escritor guatemalteco más universal, después de Asturias y Monterroso, el que anduvo por aquí? ¿Fue el ídolo del chileno Roberto Bolaño el que recorrió la feria del libro con morral y gafas azules? Las preguntas no sobran. Porque una vez visitó Lisboa y conoció a colegas y firmó libros y al final no era él. No sobran porque en la red circulan entrevistas que no ha dado y opiniones que no han salido de su boca. Han sido impostores o fanáticos suyos, quién sabe, nunca lo ha averiguado y tampoco le importa. ¿Es este Rey Rosa? Está sentado en el lobby de un hotel del centro bogotano, más bien arrojado en uno de esos sillones siempre incómodos. Una sonrisa relajada, ojos atentos. No parece esperar con entusiasmo que la persona que lo acompaña comience a preguntar.
Un resumen de su hoja de vida diría que Rey Rosa nació en Guatemala en 1958 y cursó un semestre de medicina; vivió en Nueva York, luego en Marruecos, y volvió a Guatemala; que es autor de El cuchillo del mendigo, Otro zoo, La orilla africana, Ningún lugar sagrado, Caballeriza y más títulos leídos en varios idiomas. Que su obra se publicó primero en inglés que en español, traducida nada menos que por el escritor estadounidense Paul Bowles, y que Roberto Bolaño dijo sobre él: "Leerlo es aprender a escribir y también es una invitación al puro placer de dejarse arrastrar por historias siniestras o fantásticas".
No ha sido un autor de marketing ni de premios prefabricados. Más bien lo contrario. A Rey Rosa le gustan el bajo perfil y permanecer alejado de los círculos literarios. "Si quisiera figurar, tampoco sabría qué hacer", dice, cuando no tiene más remedio que empezar a contestar preguntas. "Fue una de las lecciones vitales que recibí de Bowles, esa suerte de indiferencia. Los autores que me interesan también les huyen a las entrevistas". En sus manos tiene un ejemplar de El material humano, su libro más reciente, escrito a manera de diario, de cuaderno de notas basado en lo que encontró en viejos archivos policiales de su país y que revelan la violencia estatal. En este libro, él mismo forma parte de la trama. "Era algo que nunca había hecho: seguirme como personaje".
***
Rey Rosa empezó a escribir por la letra B. Por la B de Borges y de Bioy Casares. Un día, cuando leyó las últimas palabras del cuento Tlön, Uqbar, Orbis, Tertius, dijo:
-O hago esto o no hago nada.
"Esas eran mis opciones -dice-. Escribir o volverme vagabundo. Ya estaba dispuesto a irme de hippie y dejarlo todo. Pero me puse a escribir, que es lo más parecido a no hacer nada". Ya había abandonado el primer semestre de medicina, aterrorizado por tener que matar gatos para diseccionarlos (le dio "asco moral"); ya se había retirado de cursos de cinematografía e ido por Europa en plan mochilero. Decidió inscribirse en un taller de escritura con Paul Bowles en Nueva York. Cuando el viajero y autor de El cielo protector leyó los primeros relatos de Rey Rosa, le preguntó:" ¿Te molestaría que los tradujera al inglés?". Había una editorial neoyorquina pidiéndole material y sintió que lo escrito por el guatemalteco les iba a interesar. Así se editó su primer libro, El cuchillo del mendigo, relatos que dejaron al descubierto el sello de Rey Rosa. "Las historias de este libro son intensas y concisas, como teoremas -dijo Bowles-. Se prescinde de símbolos y metáforas y se presenta su tema en términos breves y precisos". La crítica norteamericana calificó esos relatos de "prodigiosos".
A partir de ahí aceptó su destino de escritor y contó con Bowles como amigo, mentor y lector. Su amistad duró hasta la muerte del estadounidense, en 1999. Los unía algo más: los viajes. Los primeros diez libros de Rey Rosa fueron hechos mientras viajaba por Marruecos.
-¿Qué ha significado viajar para su literatura?
-Empecé a escribir viajando. Para mí, una cosa lleva a la otra. Me acostumbré a escribir en un viaje que hice por Europa, muy solo. Compré un cuaderno y lo llené de apuntes. No pensaba ser escritor, pero ese fue mi primer acto de escritura. Estar en un bus, en un tren, en un taxi, la sola sensación de que voy me llena de ideas. Me hace fantasear.
***
No es la primera vez que Rodrigo Rey Rosa viene a Colombia. Incluso, vivió en Cali por más de tres meses, cuando llegó con su novia bailarina, que había sido invitada a dictar un taller de danza moderna. Esa familiaridad, dice, lo llevó a sentirse "con derecho" de poner a un colombiano como protagonista de uno de sus libros. Lo llamó Ángel Tejedor y es el personaje central de La orilla africana, una novela que retrata el Tánger moderno con ese estilo suyo minimalista, casi cortante.
Pero es sobre todo Guatemala la que ha estado presente en su obra. Ha sido su materia prima, con todo lo bueno y lo malo que su país le genera. Su nuevo libro, El material humano, no lo habría podido escribir en ningún otro lugar. Alguna vez Rey Rosa afirmó que desde sus primeros textos le había interesado narrar la violencia. Hoy lo explica:
-La utilizaba como tema porque era lo que me venía a la pluma. Me salía espontáneamente. También tenía que ver con la edad: cuando uno es joven carga una violencia acumulada que busca explotar. Era lo que aparecía. Ya no necesito esa especie de resorte para escribir.
Rey Rosa no especula ni suelta teorías. ¿Por qué escribía relatos cortos, incluso, cercanos a poemas en prosa? Sencillo: "Porque no podía hacerlos más largos. No era una virtud. Así me salían. Pensar en un argumento que justificara cinco páginas era un gran esfuerzo. Y para qué llenar páginas innecesarias". Hoy, escribe textos más extensos y quiere más. Lo explica en términos pictóricos: su libro más reciente es un cuadro. El siguiente tiene la pretensión de que sea un mural.
-¿En El material humano hay una nueva voz de Rey Rosa?
-Sí. Estaba harto del sonido de mi prosa. Uno se cansa de uno mismo y necesita cambiar de traje. Eso forma parte del gusto de escribir.
-¿Escribir siempre es placentero o a veces le produce tensión?
-Es un esfuerzo gozoso, como creo que decía Borges.
Sus borradores suelen ser automáticos. Después viene la tarea de pulir. "Eso sí es trabajo -dice-. El tipo de pulido que realizo es obsesivo. Cada palabra está cotejada. A veces pienso que es una estupidez lo que hago. Pero no puedo evitarlo". Esa labor la nota su lector, que con dificultad encuentra una palabra gratuita o una frase más larga de lo necesario.
***
Rodrigo Rey Rosa es supersticioso. Tiene cábalas y cree en esa suerte de señales que da la vida. Recuerda, por ejemplo, que el día que decidió dejar la facultad de medicina entró por casualidad a una clase que no era de su carrera. El profesor explicaba un cuento borgiano. "Lo sentí como un momento de destino", dice. Hay cosas que nunca hace, como hablar de lo que está escribiendo. Siempre escribe a mano, en hojas blancas y sin líneas -cuadernos de dibujo- y con bolígrafo.
En la lista de seguidores fervientes de su literatura estaba Bolaño. El chileno lo contactó por medio de un amigo común, tres años antes de su muerte, porque quería conocerlo. Se volvieron amigos telefónicos. Bolaño solía llamarlo a cualquier hora, desde la ciudad donde estuviera, y conversar durante horas. En una ocasión, supo que Rey Rosa había llegado de un viaje de la India con una gripa fuerte. Bolaño estaba en Barcelona; Rey Rosa en Guatemala. Pues el chileno encontró la forma de hacerle llegar a su casa una docena de naranjas y vitamina C.
-Mire: ¡otra B! -dice-. Borges. Bioy. Bowles. Bolaño.
¿Otra señal? Sin el temor de romper sus cábalas, Rey Rosa puede hablar de lo que está escribiendo en este momento: porque no está escribiendo nada. Acostumbra pasar temporadas sin hacerlo, y entonces se dedica a la traducción (su "antídoto contra la ansiedad"). En un tiempo intentó hacer cine. Dirigió la cinta Lo que soñó Sebastián, basada en un texto suyo, que se exhibió en el Festival de Sundance. "Fue un juego que me salió muy caro -afirma-. Una pérdida aparatosa. Prefiero escribir".
Hoy, vive en Guatemala, pero no descarta, cuando su hija de siete años esté más grande y menos apegada a él, irse a cualquier otro lugar del mundo. La idea de moverse, con morral al hombro, lo entusiasma. -Debe ser mejor viajar como un anónimo que como un autor famoso.
Rey Rosa sonríe. Y dice:
-Pues yo no he perdido el anonimato.