martes, 29 de abril de 2008

El disfraz de un fragmento

Por Jorge Martínez Mejía

Soy del Movimiento Literario Poetas del Grado Cero y me califico enemigo de la grotesca parodia literaria, flor obscena y descolorida, o más bien, demasiado colorida, azul, diría, de esa ramera sin jugo que chupan en Tegucigalpa. Pero no se trata de malquerencias, bien sabemos de sobra que no me falta cariño para repartirle a nadie, pero no es un asunto de simpatías personales o que la cara de un muchacho con vozarrón al estilo del más trasnochado Absolute Rigo, y en esto no me perdonen, yo también ando borracho y casi me ando cayendo, y me acuerdo del estribillo que siempre cantan con modorra Javier Hernández y John Connoly: "Ay Dios mío si borracho te ofendí, en la cruda me sales debiendo…". No, no es un asunto de falta de cariño, ni es una joda sólo por joda, es un asunto serio como la literatura. Ya en aquel ensayo de 1993, "Polémica, Realismo y Poesía", manifesté mi malestar por los real socialistas o por los poetas del Realismo Militante, entre quienes detesté a José Adán Castelar por ese bodrio que tituló "Sin olvidar la humillación", y en el que también mencioné con mucha cautela a Roberto Sosa porque no se trata, y he aquí lo de las tildes sobre las T que mencionamos en el Primer Manifiesto, de que los dimes y diretes del mercado Las Américas lleguen sólo porque es un tipo malcriado ni nada de eso…Roberto Sosa no es un poeta "pera en dulce", su personalidad a muchos les ha costado rupturas, enfados, pescozones, exclusiones o inclusiones; en fin, se trata de la poesía, no del poeta. ¿Estamos claros? Los advenedizos de José Adán Castelar con síntomas de ejecutivos saben lo difícil que es tener el toque sencillo de José Adán y eso es un hecho. También hay que reconocer que en los tiempos mozos la cuestión de la poesía imprime demasiadas fallas cuando no se cuenta con una formación ética consistente. Porque todos queremos ser poetas, queremos leer nuestro nombre en letras impresas en ese objeto de la fama que nos vuelve hijos de la maldita flor de Satán y no nos importan las lecturas fugaces, el aprendizaje memorístico de los nombres de esos autores raros, especialmente los que suenan a lenguas extrañas, pobres patanes, pobres ilusos adoradores de la maldita flor luminosa que nos llama llameante. Canción voraz, canción tierna que se cruza entre el sueño. Y esos poemas de Ungaretti recién conocidos a medianoche con su síntesis, con su dibujo similar a una noche en Santa Lucía o en La Ceiba con aquel pequeño ruido análogo a un paraje mediterráneo que inspira a decir lo mismo. Es similar al plagio, amigos, eso se llama plagio. Cuando no tenemos vida propia y nuestro andar discurre nada más en las vivencias de otro poeta muerto de hambre que a penas supo tener respeto por sus poemas y no los leyó con la humildad necesaria y sin la pose, porque si en algo podemos encontrarnos los poetas es en la posibilidad de la franqueza. ¡Mentira! ¡Mentira dormilones! ¡Mentira perezosos! ¿Esperan construir poesía de sus malas lecturas? ¿De dónde creen que los poetas han hecho algo nuevo si no es que han mamado la teta negra de la muerte, el veneno de la poesía? Los detesto porque en ningún poema supieron reconocer sus propias lecturas. Son ranas que hacen croack, croack. La lengua de Satán mismo los escupiría por espurios, la de Dios ni la mencionemos para no blasfemar, bien sabe él que somos ateos. Y no se trata de que no les tenga un enorme aprecio ¿Qué poeta no aprecia a los malos poetas en el fondo? ¿No tenemos acaso la sensación de querer exorcizar sus malos poemas? ¿Qué importa…? Seamos honestos, cuando nos hemos visto cara a cara, jamás les hemos dicho mentiras ni falsedades. Y no nos vayan a salir con que son dos estéticas diferentes. En lo que respecta a la poesía, estética es cuando un poema nos comunica una esencia viva. No se trata de frases al azar ni de construcciones peregrinas. Pellízquense al menos para que sepan si están vivos o es sólo la picazón de un sudor de autores sobre su piel hirsuta. Bien, volvamos al caso. La otra cuestión resulta del mito de las dos ciudades, de la pugna sectaria en la que pretenden esconder la triste y famélica realidad de una poesía sin sustancia. Puros peñascos en los que a veces se posan en esa Tegucigalpa obscena, para que nosotros, simplemente, les desautoricemos el canto. Si en algo no vamos a fallar en este lado, es en el de intentar ese salto en el que no tenemos padre en la poesía. Y puedo mencionar mi caso, poeta sin padre ni tutor. Y pueden buscarlo, y con mucha facilidad se darán cuenta que aquí los verdaderos poetas no andamos buscando padrinos para decir las cosas para siempre. Busquen, lean el vientre de la palabra, encuéntrense en el ánimo fugaz de ese reto en el que andan desprestigiando la poesía. Han tenido en el olvido a Pepe Luis, a Rafael Rivera, al mismo Rigo ni siquiera lo han leído y le piden consejo. A Roberto Sosa le temen y no han estudiado su Secreto. ¿Tendríamos que decirles que la poesía hondureña está muerta con ustedes? Baúles de modernismo. Atrévanse a conversar a fondo al menos, respondan como poetas. Préñense. Es repudiable esa intensión de andar mostrando la debilidad en el exterior sólo por cumplir. Aquí, honestamente, nos sentimos un poco avergonzados con el triste papel de ese grotesco simulacro. No hay influencia ni respeto entre ustedes. Usan los momentos como un divertimento cuando siempre se supo de la vitalidad de la risa. ¿Quién es el que ríe? ¿Un pésimo lector y un pésimo poeta? ¿Tendrían una palabra directa respecto de mi poesía anticuada? ¿O sólo el oficio de soplar ideas vagas tiene hoy la valía de ese pequeño grupo de engañifas?
Que conste que no escribo para ustedes, sino para los Poetas del Grado Cero y hoy a ustedes los he puesto en mira porque no responden sino con el disfraz de un fragmento al que, pero no, definitivamente, no. Hace mucho que nos hubiera gustado enfrascarnos en esta inútil conversación de poetas. Lástima que el cabrón de Gustavo se fue al concierto de su hermana, Darío se perdió después de la Lectura de Don Quijote y el pendejo de Nelson se hizo humo. Aquí termina este asunto…
Y ustedes no pueden pasar un día si no es en calma.
Tomado del blog Poetas del Grado Cero: http://www.poetasdelgradocero.blogspot.com/

viernes, 25 de abril de 2008

Apuntes/ Notes/ Notes/ Notizen

Ilustración: Despedida, Remedios Varo

Apuntes/ Notes/Notes/ Notizen Errancias/ Wanderings/ Errances/ Wandlungen por/ by/ par/ von Horacio Castellanos Moya

No poseo nada: ni casa, ni auto, ni habitación, ni una cama. Vivo de paso y de prestado. I own nothing: no house, no car, no room, not even a bed. I wander from place to place and live from hand to mouth. Je ne possède rien : ni maison, ni voiture, ni chambre ni même un lit. Je vis de l’air du temps et de ce qu’on me prête. Ich besitze nichts: kein Haus, kein Auto, kein Zimmer, nicht einmal ein Bett. Ich lebe von Tag auf den anderen Tag und bin auf milde Gaben angewiesen. *
Pasan los años y padezco las mismas indecisiones. Cualquier pregunta sobre mi futuro carece de respuesta. The years go by and I suffer the same doubts. Any question about my future lacks an answer. Les années passent et je suis accablé par les mêmes indécisions. Toute question sur mon avenir est sans réponse. Die Jahre vergehen und immer noch leide ich unter der gleichen Ungewissheit. Jegliche Fragen über meine Zukunft entbehren einer Antwort. *
Las ataduras endebles, la ausencia de posesiones, me conceden esta libertad de la que ahora me quejo. The flimsy bonds, the absence of belongings: I now complain about the freedom they grant me. Les attaches fragiles, l’absence de biens, me concèdent cette liberté dont à présent je me plains. Ungewisse Beziehungen, das Fehlen von irdischen Gütern, sie schenken mir jene Freiheit, über die ich mich nun beklage. *
Busco a ciegas, tan a ciegas que olvido lo que busco y el hecho de estar buscando. I seek blindly, so blindly I forget what I seek and even that I seek. Je cherche à l’aveuglette, si à l’aveuglette que j’oublie ce que je cherche et que je suis en train de chercher. Blindlings suche ich, so blindlings, dass ich das, was ich suche, ja sogar das Suchen selbst vergesse. *
Pienso: estoy lejos de mi mundo. Siento: estoy lejos de mi mundo. Descubro: no tengo más mundo que éste. I think: I am far from my world. I feel: I am far from my world. I discover: I have no world but this one. Je pense : je suis loin de mon monde. Je sens : je suis loin de mon monde. Je découvre : je n’ai pas d’autre monde que celui-ci. Ich meine: Weit bin ich von meiner Welt entfernt. Ich spüre: Weit bin ich von meiner Welt entfernt. Ich entdecke: Ich habe keine andere Welt mehr als diese. *
Extraña mi vida de ahora: una vez que comienzo a acostumbrarme a un espacio, a una luz, a una atmósfera, a un sofá y a una mesa, debo volver a partir. My current life, so strange: once I get used to a space, a light, an atmosphere, a couch, and a table, again I must leave. Ma vie actuelle est étrange : dès que je commence à m’habituer à un espace, une lumière, une atmosphère, un canapé et une table, je dois repartir. Seltsam mein jetziges Leben: Ich beginne mich an einen Ort, an ein Licht, an eine Atmosphäre, an ein Sofa und an einen Tisch zu gewöhnen; ich muss wieder fort. *
Un hombre que deambula a la deriva y llama a eso libertad. A man wanders off course and calls it freedom. Un homme qui déambule à la dérive et appelle cela la liberté. Ein Mann wandert auf Irrwegen – das nennt er Freiheit. *
El sentido de la pertenencia: la tontería indispensable. The meaning of belonging: the requisite stupidity. Le sens de l’appartenance : la sottise indispensable. Das Verlangen dazu zu gehören: eine bittere Torheit. *
En todas partes, lejos; en cada sitio, ajeno. Everywhere, far away; in each place, a stranger. Loin partout ; étranger en chaque lieu. Überall – Ferne; jeder Raum – fremd. *
Desolación: viajar tanto para encontrar lo mismo. Desolation: so much traveling only to find the same. Désolation : voyager autant pour retrouver la même chose. Trostlosigkeit: viel reisen, stets das gleiche vorfinden. *
No me resigno a aceptar que pertenezco a una tierra grosera, imbécil, bestial. Mi única salida es lo imposible: ser otro. I have not resigned myself to accepting that I belong to a gross, idiotic, savage land. The only way out is impossible: to be somebody else. Je ne me résigne pas à accepter d’appartenir à une terre grossière, sotte, bestiale. Ma seule issue est l’impossibilité d’être un autre. Nie werde ich mich damit abfinden, dass ich zu einer brutalen, schrecklichen und wüsten Erde gehöre. Mein einziger Ausweg ist das Unmögliche: anders sein. *
Mi patria es un escalofrío. My homeland is a shudder. Ma patrie est un frisson. Meine Heimat ist ein Schüttelfrost. *
Deambulo, de ciudad en ciudad, como zombi. I wander, from city to city, like a zombie. Je déambule de ville en ville, comme un zombi. Gleich einem Untoten wandere ich von einer Stadt zur anderen. *
Voy ligero de equipaje, pero pesado de ambiciones. My luggage is light, my ambitions heavy. Mes bagages ne pèsent guère, contrairement à mes ambitions. Ich gehe leicht an Gepäck, aber schwer an Ehrgeiz *
Harto estoy de ser fugitivo, de huirme. I’m sick of being a fugitive, of fleeing from myself. J’en ai assez d’être un fugitif, de me fuir. Ich habe es satt, ein Flüchtling zu sein, der vor sich selbst flieht. *
El avión del retorno partió sin mí. Preferí la incertidumbre a la vieja pesadilla. The return flight took off without me. I preferred uncertainty to the same old nightmare. L’avion du retour est parti sans moi. J’ai préféré l’incertitude au vieux cauchemar. Das Flugzeug startete ohne mich. Die Ungewissheit habe ich dem Albtraum vorgezogen. *
En ningún lugar el sosiego, ni el hogar, ni el futuro. Siempre la huida como único horizonte. No repose, no home, no future, nowhere. Always escape as the only horizon. Nulle part la tranquillité, le foyer, l’avenir. Toujours la fuite comme seul horizon. An keinem Ort finde ich Ruhe, auch nicht Heim und Zukunft. Immer ist Flucht die einzige Möglichkeit. *
La libertad, el libre albedrío. Vaya alucinación. ¿Y si el planeta se hartara? Freedeom, free will. What an illusion. And what if the planet gets fed up? La liberté, le libre arbitre. Belle hallucination! Et si la planète s’en lassait ? Freiheit, freier Wille. Was für Hirngespinste. Und wenn der Planet davon genug haben wird? *
Perder el último asidero, soltarse como nene que no sabe nadar en la honda piscina. To let go of the last handle like a child who can’t swim in a deep pool. Perdre la dernière occasion, se laisser couler comme un bébé qui ne sait pas nager dans la piscine profonde. Den letzten Halt verlieren und loslassen gleich einem Kleinkind, das in dem tiefen Becken nicht zu schwimmen vermag. *
Arrancarse el país como se extrae un tumor maligno, sin contemplaciones, extirpando hasta la última ramificación. Extracting one’s country as if it were a malignant tumor, without ceremony, eradicating even the ultimate ramification. S’arracher le pays comme on extrait une tumeur maligne, sans atermoiements, extirpant jusqu’à la dernière ramification. Das Vaterland aus sich herausreißen, wie man einen Tumor, ganz ohne Rücksicht, bis in die letzte Verästelung entfernen. *
Siempre la angustia del siguiente mes: dónde estaré, de qué viviré, cómo haré para regresar donde ella. He hecho del desastre un destino. Always that anguish about next month: where will I be, what will I live off, how will I get back to her. I’ve made a destiny out of disaster. Toujours l’angoisse du mois suivant : où serai-je, de quoi vivrai-je, comment ferai-je pour retourner auprès d’elle? J’ai fait du désastre un destin. Stets die Angst vor dem kommenden Monat: Wo werde ich sein, wovon werde ich leben, was werde ich machen, um die Rückkehr in die Heimat zu schaffen. Ich habe die Katastrophe zum Schicksal gemacht. Translated from Spanish to English by Katherine Silver. Traduit de l’espagnol en français par André Gabastou. Aus dem Spanischen von Sonia Solarte und Helmuth A. Niederle.
Tomado de la web del PEN World Voices Festival

martes, 22 de abril de 2008

La levedad, la vida y la muerte

Por Giovanni Rodríguez
Llegué al mediodía a la casa de Salvador Domingo Felipe Jacinto Dalí i Domènech, mejor conocido como Salvador Dalí. Había bajado del autobús en Cadaqués, el pueblo más oriental de la Costa Brava en España, a las diez de la mañana, después de un agradable viaje desde Figueres, la ciudad natal del pintor, a través de montañas rocosas elevadas a orillas del Mediterráneo. El día anterior había visitado el Museo Dalí y ahora que estaba frente a la que fue su casa en la bahía de Port Lligat, a un kilómetro del centro de Cadaqués, no podía evitar sentir una especie de levedad, no sólo física sino también espiritual.
Levedad es la palabra que mejor define la sensación que experimento al estar de visita por primera vez en algún lugar. La sospecha de no estar del todo ahí confundida con la certeza de no estar tampoco en el lugar de donde vengo. Algo de eso me ocurrió durante mi primer viaje al extranjero. Tenía apenas trece años y había cruzado solamente la frontera de Honduras con Guatemala, pero una vez fuera del territorio que me era conocido, el cuerpo empezó a perder peso y mis sentidos se agudizaron de tal modo que hoy, quince años después, recuerdo perfectamente el llanto de un niño invisible al bajar del autobús en alguna estación de Ciudad de Guatemala.
El caso es que esta vez me disponía a entrar a la casa –ahora convertida en museo- de uno de los surrealistas más importantes de la historia. Mientras esperaba que un guía abriera la puerta, entretuve la mirada a mi izquierda, en donde a pocos metros las olas del mar azotaban un muro de rocas para acabar debilitándose en la playa.
Luego desvié mi atención a una anécdota referida en los breves datos biográficos de Dalí que aparecían en el impreso junto con la guía para el recorrido. Ahí decía que a los cinco años, sus padres llevaron al futuro artista a la tumba de su hermano y le contaron que él era su reencarnación, algo que, según parece, llegó a creer pues alguna vez comentó: “Yo he vivido la muerte antes de vivir la vida”. Muy original, como todo lo que hizo.
Después fue la entrada al laberinto, como si de pronto me encontrara en uno de esos dibujos de Escher en donde los personajes pueden subir y bajar escaleras sin obedecer las leyes de la física, porque la casa está formada por una serie de barracas de pescadores que Dalí y Gala, su mujer, fueron acondicionando según sus ocurrencias, con pasillos aquí y allá, puertas y más puertas que conducen a espacios insólitos quizá habitados todavía por los fantasmas de sus últimos propietarios, de modo que para un visitante primerizo como yo, y además con la agradable sensación de levedad todavía en el cuerpo, resultaba demasiado fácil extraviarse.
Por fortuna alcancé a orientarme a tiempo para cobrar consciencia de dónde estaba y empezar a disfrutar mi visita de una manera más “objetiva”. Vi entonces el estudio en el que Dalí dejó dos obras inacabadas, la habitación circular en la que Gala recibía a sus amistades, la pequeña y acogedora biblioteca, la habitación matrimonial, y por último la azotea y el jardín, con sus enormes huevos abiertos, desde donde me sentí por un instante capaz de abarcar el mar, el cielo, el mundo, la vida entera con la mirada y desde donde volví a sentirme leve y feliz. Deseé entonces que la levedad jamás me abandonara, y pensé: “hoy, definitivamente, estoy viviendo la vida antes de vivir la muerte”.

lunes, 21 de abril de 2008

Bolaño, Vila-Matas, Villoro y Mutis

Imágenes: Bolaño y Vila-Matas vistos por Loredano (El País)
Buscándole nuevas virtudes a este formato del blog, descubrí dos interesantes (una mucho más que la otra): la posibilidad de incluir videos de escritores y también la de incorporar noticias de la actualidad cultural, literaria o de nuestro hundido país. Así es como ahora, ya incorporados estos saludables cambios al blog mimalapalabra (en la columna de la derecha), les invito a que pasen y les echen un ojo, no sin antes anticiparles algo de su contenido para que sepan que no van a perder el tiempo sino todo lo contrario.
Primero está el trailer del documental Café con Shandy (una conversación entre Enrique Vila-Matas y Juan Villoro en el café Bauma de Barcelona), que ya ha sido presentado en Honduras por la Dirección Regional de Cultura en la UNAH-VS y en el Museo de Antropología e historia. Luego aparecen entrevistas a Roberto Bolaño (de cuya obra, por cierto, acaba de salir la primera edición crítica en España preparada por Edmundo Paz Soldán y Juan Villoro, que contiene datos nuevos e interesantes como el anuncio de la existencia de otra novela inédita del escritor chileno, titulada Los sinsabores de la verdadera policía, y que incluye además la película Bolaño Cercano, dirigida por el holandés Erik Haasnoot, y en donde aparecen, junto a su mujer y sus hijos, algunos de sus íntimos amigos, entre ellos Antoni García Porta, coautor de Consejos de un discípulo de Morrison a un fanático de Joyce, Enrique Vila-Matas, Rodrigo Fresán y Juan Villoro). Después viene Vila-Matas con una serie de cortos y entrevistas, en uno de los cuales el escritor catalán muestra su faceta menos sospechada (ya le conocemos de sobra su ironía y sentido del humor): la de un hombre sentimental (parodiando el título de Javier Marías) al escuchar un fado demasiado melancólico como para reprimir una lágrima. Vemos entonces al autor de Exploradores del abismo asomado a su propio abismo, manifestando su negativa a llorar nunca y sin embargo traicionado por una sola lágrima que le impide también hablar con fluidez. Por último podremos seguir una breve secuencia de palabras entre (otra vez) Juan Villoro y el gran escritor colombiano Álvaro Mutis, en donde el segundo habla sobre la conversación frente a frente, la que incluye gestos y miradas además de palabras, en contra del chat y otras pequeñas imbecilidades posmodernas.

sábado, 19 de abril de 2008

Una ficción sobre algunos placeres y un infinito dolor

Imagen de Fernando Vicente (El País)

Por J. E. Ayala-Dip

Vicente Verdú ha creído necesario reaccionar ante el estado actual de la novela. En Reglas para la supervivencia de la novela se explicitan algunas de las enfermedades que la aquejan. Son diez, algunas de la cuales proscriben conceptos tan irrefutables como la intriga, la fantasía y el uso de la narración en tercera persona, pecado éste del que parece que no logra zafarse el novelista de nuestros días. Y de paso, supongo que también el lector (tan granítico para Verdú como el concepto de novela que confusamente rechaza e igualmente postula). Ahora bien, ¿nos da Verdú algún argumento que nos garantice que por leer una novela en "avión o metro", ésta será peor que otra leída en otro sitio más estable? ¿Soy un lector "vetusto" y "burdo" por leer y disfrutar, por ejemplo, con una novela como Expiación, de McEwan, que tiene argumento, intriga y está escrita en tercera persona? ¿Tiene la culpa el bueno de McEwan de que su novela haya sido llevada al cine, peligro capital este que acecha a los malos productos literarios, según Verdú?
Veamos esta cuestión, la que atañe a la voz omnisciente (y su propugnación de la voz en primera persona) y la fabulación novelística, a la luz de las propias palabras de Verdú: "El autor habla mucho mejor de lo que conoce personalmente y peor de lo que maquina deliberadamente". A mí me parece que Vicente Verdú equivoca su diagnóstico porque confunde comunicación con representación. O mejor dicho, para el autor de El planeta americano la novela es fundamentalmente comunicación. Un trato directo que ninguna intromisión de la imaginación literaria debería osar interrumpir. Para Verdú la ficción aleja al lector de la verdad vital. Sólo la escritura (como si la escritura no fuera un dispositivo inevitable de la maquinaria novelística, incluso en algunas épocas o tendencias la maquinaria misma) y el relato predominante del yo aseguran (y atesoran) la nobleza artística (y humana) de la novela. Para este crítico la novela es representación, mundo paralelo, y el uso de la tercera persona o la primera (o la segunda, como hizo brillantemente Michel Butor en La modificación) son elecciones técnicas (como son elecciones los géneros) que dependen de la naturaleza humana, colectiva o individual, que se ponga a tiro del novelista. Es ello y nunca un apriorismo narratológico. Vicente Verdú ha expuesto su filosofía de la composición. Y eso es bueno para la buena salud de la narrativa y el debate teórico.
A la luz de estas consideraciones, se hace muy interesante leer y reseñar el nuevo libro del autor de Elche, No ficción. No es, evidentemente, un título inocente. Lleva el sello de una voluntad programática. Ya lo deslicé más arriba, Verdú desconfía de la ficción. Es frágil, un océano de inverosimilitud. Y desconfía de ella porque no la concibe como partícipe de un proceso de representación sino de alejamiento de la sinceridad y la autenticidad humanas. La ficción no comunica (y parece que la representación o la desconoce o la desprecia). Sólo lo que vive como escritura del yo tiene rango literario. Sobre todo, como escritura. No ficción es un libro autobiográfico. No lo cruza ni el menor atisbo de "fantaseo", como considera su autor a la ficción.
¿Pero qué garantías se tiene de que este libro no es ficción? ¿No hay un hilo narrativo? ¿No hay una trama, excepto que se desconozca qué es una trama? Hay un narrador, se llama Vicente Verdú y escribe los libros que escribe el autor de Reglas para la supervivencia de la novela. Hay historias en este libro bastante novelescas, como esa accidentada historia de amor entre el narrador y Paula. O esa larga sesión de imposible seducción entre el narrador e Irena. Con ese humor autoconmiserativo que crea legiones de cómplices, con esa galería de personajes, Verdú, como quien no quiere la cosa, hace que su libro gravite sutilmente sobre la memoria de su esposa (la esposa del narrador). Es irónico (y logradísimo) el contraste entre las descripciones pormenorizadas de los males físicos del narrador y la callada enfermedad letal que se cierne sobre su mujer.
¿Pero se necesita en realidad tener alguna garantía que no sean la escritura y la certeza de que es muy difícil creerse que Verdú nos endilga una confesión personal y no una obra literaria de fuste? Independientemente de lo que quiera su autor que sea su libro, yo lo defenderé como una obra de ficción. Una ficción sobre algunos placeres y un infinito dolor. Las ficciones siguen siendo no sólo vigentes, sino más necesarias que nunca. Porque la ficción, aunque no lo crea Verdú, también sufre un desolador descrédito en nuestra sociedad. No es cierto, como reza la contraportada, que suframos un abuso de ficciones. Sufrimos un abuso de realidad. No ficción es un ejercicio de representación de un personaje de nuestros días. Metáfora de una forma de búsqueda de sí mismo y de crucial recuperación de la felicidad. La invención del yo, el único yo que ennoblece a la novela.

martes, 15 de abril de 2008

Nocilla Dream

LNocilla Dream. Me gustó, como quizá podría gustarme una muchacha desconocida a la que viera por un instante doblar la esquina y desaparecer para siempre. Me quedaría la sensación agradable de haberla visto pero también la certeza de que al no volver a verla, la vida seguirá transcurriendo con normalidad.
Pero probablemente esta percepción mía de la primera novela de Agustín Fernández Mallo (La Coruña, 1967) se deba a su estructura fragmentaria, que obliga a una lectura casi inaprehensible y que recurre a eso que se ha dado en llamar "zapping literario", lo cual consiste en leer simultáneamente muchas historias con otros tantos personajes sin que nos quedemos con ninguna, más o menos lo que ocurre cuando, armados con el control remoto, cambiamos y cambianos canales sin decidirnos a disfrutar de un programa en particular.

El hilo argumental de Nocilla Dream es débil, casi invisible, sin que esto represente tampoco una carencia. De hecho, es precisamente esa la intención de su autor, quien en una entrevista define así su novela: "Una novela que no parecía una novela, porque en el texto había aplicado casi todos los presupuestos que aplico al lenguaje poético, como la mezcla de temas diferentes y los apropiacionismos de otros campos. Se me ocurrió entonces que la novela que había escrito era como un collage sin pegamento, o mejor dicho un collage que se ofrecía al lector para que éste pegara sus diferentes partes".

Pero a pesar de su multiplicidad de temas, de situaciones y de personajes, así como en la monumental novela 2666 de Roberto Bolaño el punto de convergencia es la ciudad ficticia de Santa Teresa, en Nocilla Dream ese punto de convergencia lo encontramos en una carretera del desierto de Nevada en donde hay un viejo olmo del que cuelgan montones de zapatos. En la imagen de esa carretera y de ese árbol asoma el escaso argumento de la novela. En la fortuita existencia de ese olmo en medio del desierto, y de sus frutos extraordinarios, se encuentran las leves correspondencias entre algunos de los personajes.

En este libro de pequeñas historias superpuestas coinciden prostitutas de la periferia aburridas y cansadas, un coleccionista de fotos "encontradas", ancianos surfistas chinos que ganan campeonatos mundiales, un lector de revistas que hace con ellas bolas de papel para tirarlas al desierto, un ex boxeador norteamericano con la idea fija de invertir el viaje de Cristóbal Colón, un argentino que vive en Las Vegas y construye un monumento insólito a Borges, un hombre sin patria anclado en un aeropuerto, un diseñador de alcantarillas que inventa la historia de los zapatos colgantes… Y así sucesiva y simultáneamente. Una lectura estimulante. Quizá no demasiado memorable, pero sí estimulante.

DOS FRAGMENTOS DE NOCILLA DREAM 5 Es lógico, en un burdel hay chicas de todas las clases, y más aquí, en el desierto de Nevada, cuya monotonía, la más árida del Medio-Oeste Americano, hay que paliar con determinados exotismos. A Sherry la están maquillando en el backstage improvisado en la parte de atrás, junto al antiguo pozo ahora seco. No se fía del gran espejo enmarcado en bombillas que le han puesto y, como cuando llega algún cliente por sorpresa, echa mano del retrovisor de un Mustang ya casi hecho chatarra. El sol y la nieve lo han ido comiendo desde que allí lo dejó un hombre al que jamás volvió a ver. Se llamaba Pat, Pat Garret. Llegó una tarde de noviembre, con la última temperatura moderada, pidió una chica, la más joven, y Sherry se presentó. Pat tenía una afición: coleccionar fotografías encontradas; toda valía con tal de que salieran figuras humanas y fuera encontrada; viajaba con una maleta llena. Tumbados en la cama, mientras miraba un punto fijo de la pared, le contó que después de haber trabajado en un banco en L. A., había heredado inesperadamente, así que dejó el trabajo. Su afición por las fotografías le venía del banco, por culpa de ver tanta gente; siempre imaginaba cómo serían sus caras, sus cuerpos, en otro contexto, más allá de la ventanilla, que también era como el marco de una fotografía. Pero tras haber cobrado la herencia, su otra afición, el juego, lo había llevado a perderla casi en su totalidad. Ahora se dirigía al Este, a New York, en busca de más fotografías, Aquí, en el Oeste, siempre andamos a vueltas con los paisajes, le dijo, Pero allí todo son retratos. Sherry no supo qué decir. Él abrió la maleta y le fue dando las fotos. Barajada en uno de los tacos encontró el inequívoco rostro de su madre. Sonreía agarrada a un hombre que, entendió, era el padre que nunca había llegado a conocer. Cayó sobre el pecho de Pat y lo abrazó fuertemente. A partir de ahí, él se quedó muchos días más, ella ya no le cobraba, le preparaba la comida y no salían de la habitación. La noche en que Pat se fue el Mustang no le arrancó, pero consiguió parar a un camión que iba hacia Kansas. Por la mañana, tras descartar que se hubiera caído al pozo, o que hubiera ido a Ely a por tabaco, ella se puso a esperarlo hasta que anocheció con la vista fija en el último punto divisable de la US50. Cuando ya no pudo más, sentada en el capó del Mustang se echó a llorar. Se repasa los labios en el retrovisor y la maquilladora le avisa, ¡Salimos al aire en 1 minuto! Nevada TV hace el especial Prostitución en Carretera. Acercan el micro y le preguntan, ¿De qué cosa te sientes más orgullosa, Sherry? El amor es un trabajo difícil, contesta, amar es lo más difícil que he hecho en toda mi vida. 74 En su imparable obsesión por la experimentación en la grabación de ruidos y su posterior procesado para darles una forma sinfónica, el joven Sokolov ya sólo se dedica a registrar en su grabadora las entrañas de las casas que, como él ha descubierto, están recorridas a cada instante por un canal ramificado de sonidos únicamente audibles con aparatos creados en su mayoría por él a tal efecto. Después de estudiar detenidamente las zonas de la ciudad que le convienen según las características constructivas, pide que le cedan una habitación en un edificio en la que instalarse durante un par de días. Atrás quedó su interés por registrar el sonido de las calles de Chicago, de los coches que pasan, de los grafiteros, y de todo aquello. Su abuela piensa que esa obsesión por los edificios le viene del accidente que a los 10 años le había sepultado en el sótano de su casa en Polonia, matando a sus padres, pero él sabe que no, que en realidad todo se gestó cuando aún era un feto, momento en el que el sentido más desarrollado es el auditivo. Su siguiente objetivo es el World Trade Center, Nueva York. En las oficinas de la BP, piso 77, le han permitido montar su laboratorio sonoro. Pretende recoger todos los sonidos que, en ese piso totalmente aislado del exterior, jamás llegan a oírse: el vuelo de un pájaro a ras de la ventana, el paso de un helicóptero, el silbido de un limpiacristales o del viento, así como los ruidos imperceptibles de las cañerías, las vibraciones de la estructura, el cimbreo de las antenas, las cisternas de los 100 pisos circundantes, el zumbido parásito que emiten los cables de electricidad, el rodar de las ruedas de los coches del parking del sótano, el ring de las cajas registradoras de las tiendas de las plantas bajas, etc. Coloca micrófonos garza exteriores, micrófonos tipo membrana pegados a los cristales y bajo la moqueta, otros hidrófugos en los desagües, en el interior de los enchufes, y como cuando por capilaridad el café sube por el azucarillo si mojamos sólo la punta, o como cuando la sabia de un árbol sube de las raíces a las hojas impulsada por una fuerza sólo explicable mediante arquetipos vectoriales, todo el sonido oculto del edificio sube también hasta sus auriculares; escucha los latidos de lo inerte, vive una experiencia íntima con el edificio, devuelve a la habitación los sonidos que le son suyos. Respecto al origen de su obsesión por los sonidos de los edificios, ha pensado que quizá tenga que darle la razón a su abuela, porque hoy le ha parecido distinguir entre la maraña de ruidos del World Trade Center las últimas voces de sus padres.

jueves, 10 de abril de 2008

Novelas anacrónicas

Por Vicente Verdú

Cuesta explicar cómo los novelistas más celebrados siguen siendo aquellos que continúan componiendo sus obras como si nada hubiera ocurrido en las técnicas y medios narrativos. La pintura se dio perfectamente por enterada del daguerrotipo, la fotografía, el cine, el vídeo, la televisión, la visión desde el avión o el Photoshop pero los novelistas a la violeta siguen con el ojo amoratado, ciegos o cortos de vista. Construyen novelas al modo del siglo XVIII o XIX, cuentan historias donde se describen paisajes y perfiles personales como si la posible información sobre la imagen no se ofreciera o abundara por todas partes, con mayor precisión y eficacia comunicadora. Se entiende que Flaubert dedicara treinta páginas a exponer la boda de Madame Bovary o que Giuseppe Tomasi de Lampedussa hiciera otro tanto con su ceremonia nupcial pero tanto una como otra visión la solventa hoy el cine o el vídeo con algunos planos o incluso Visconti con un solo traveling proporciona cien veces mayor cantidad de información.
No se tratará de impedir que algunos o muchos sigan pintando cuadros prerafelistas o impresionistas pero quien se consagre a esta clase de menester resultará insoportablemente anacrónico, estrafalariamente al margen de su tiempo.
¿Cómo no reciben la misma consideración los novelistas actuales que trabajan como sus colegas de hace dos siglos? ¿Cómo los lectores y el público en general pueden asumir esos productos vetustos recosidos o recocidos para servirlos hoy en día? Sencillamente, creo yo, porque han dejado de ser actualizados lectores de literatura. Quienes se creen, en general, conspicuos lectores de literatura, lectores de literatura de toda la vida, son lectores que sobreviven a bordo de la inercia (¿inertes?).
Hay lectores que devoran los Harry Potter y Código Da Vinci pero no son actualizados lectores de literatura. Leen los libros como los comics, noticias de sucesos o sudokus. Si hay una creación fosilizada es la creación literaria. A su lado, la pintura sería, por contraste, el cuerpo elástico de un atleta en forma para aspirar a las metas de su tiempo.

sábado, 5 de abril de 2008

“La verdad ofende, aunque sea en ficción”

Fotografía de Iván Giménez, Tusquets Editores

Por Giovanni Rodríguez

Con el desenfado que le caracteriza, Horacio Castellanos Moya responde a estas preguntas de mimalapalabra que ahora entregamos en su edición 37. Al leer sus respuestas llegamos a entender por qué a este escritor honduro-salvadoreño se le percibe en las fotografías como a un hombre duro, mordaz y casi pendenciero. Su narrativa se manifiesta de manera parecida: es provocadora, obliga a los lectores a comerse con los ojos la violencia, a embarrarse en todo lo que les provoca asco y a tragarse su mojigatería. A Castellanos Moya no se le ve por ningún lado la intención de caerle bien a nadie, pero tampoco el afán ridículo de convertirse en dios. Por eso responde así, como si nada importara, como si, al igual que Kafka, le aburriera todo lo que no es literatura, incluso las conversaciones sobre literatura.

mimalapalabra: Usted nació y trabajó un tiempo en Honduras, creció en El Salvador y ha vivido, entre otros países, en México, Alemania y Canadá. ¿Se considera un apátrida, un expatriado o dueño de más de una patria?

HCM: Decía Cioran en un aforismo: “Un hombre que se respeta a sí mismo no tiene patria. La patria es una cosa pegajosa”. A veces, me considero un apátrida; pero, en otras ocasiones, percibo con claridad cómo los lugares donde nací, me crié y me ha tocado vivir forman parte de lo que soy y en buena medida me definen.

Esto es algo que interesa muchísimo a ciertos escritores en nuestro país: ¿Se siente más hondureño o salvadoreño?

La preocupación de esos colegas es absurda: ninguna nacionalidad los hará mejores escritores. Y yo carezco de esa intensa sensación de nacionalidad que tiene la mayoría de la gente. Ciertamente el universo de mi obra es más salvadoreño y luego mexicano (país donde viví 13 años determinantes de mi vida), pero mi novela más traducida hasta ahora sucede en Guatemala, país en el que también he vivido largas temporadas.

Su nombre fue mencionado el año anterior entre los candidatos al Premio Nacional de Literatura de Honduras. ¿Qué opinión le merece esta nominación?

Me asombra y agradezco que haya personas con interés en mi obra, dada la circunstancia de que yo he vivido tan lejos de Honduras y seguramente no es fácil conseguir mis libros.

Independientemente de su nacionalidad, como bien señala Hernán Antonio Bermúdez, su literatura le abre las fronteras de modo decidido a la narrativa hondureña. ¿Qué importancia tiene el escenario de Honduras en su narrativa?

El territorio de mi narrativa es el territorio de mi memoria y de mi imaginación. Honduras ha aparecido muy poco como escenario en mi obra; mis recuerdos se remontan a mi tierna infancia y luego a la intensa relación con mis abuelos maternos, con su casa en El Hatillo y con el mundo que los rodeaba.

En nuestros países la gente se ofende si se critica a la patria, y por eso surgen tantos aduladores de nuestra supuesta identidad. Bajo esta premisa, a usted se le considera un hombre ofensivo. ¿Su naturaleza humana o su ADN literario responden a la intención de "ofender" o simplemente a su sentido crítico?

Seguramente a mi sentido crítico. Se dice que la verdad ofende, aunque sea puesta en ficción. Siempre me ha sorprendido cómo la susceptibilidad crece en la medida en que el hombre es más mentiroso, soberbio e ignorante. ¿Ha visto a esos criminales patólogicos, acusados de perpetrar matanzas, que de pronto se declaran convertidos a la palabra de Dios, a fin de reciclarse como políticos? Tienen la susceptibilidad de una señorita ofendida si alguien les recuerda sus crímenes.

¿Cree que nuestros países centroamericanos tienen una cultura provinciana?

El concepto de cultura es maleable, pero no me gusta hablar de cultura provinciana. Yo creo que la cultura de los países centroamericanos es expresión de una historia de opresión, ignorancia y saqueo; es la cultura de pueblos sistemáticamente apaleados y hambreados.

Roberto Bolaño dijo que el humor ácido de El asco amenaza la estabilidad hormonal de los imbéciles. ¿Se propuso algo parecido cuando escribió esta novela?

Cuando escribo me propongo sacar lo que tengo adentro, lo que me quema, lo que me corroe; cuando escribo no pienso en la reacción de nadie, pues me paralizaría. Es hasta después, hasta que la obra está terminada cuando empiezo a pensar en las posibles reacciones.

Nosotros dijimos alguna vez que el monólogo de Edgardo Vega podría estar dedicado también a estas honduras y sus hundidos. ¿Calculó alguna vez la trascendencia de su "ofensa" fuera de las fronteras salvadoreñas?

Me parece que usted le asigna al escritor unas virtudes de las que por lo general el escritor carece. Un escritor que está preocupado por calcular la trascendencia de su obra sólo hará el ridículo, porque la futurología no es una de sus virtudes, y por estar dedicado a hacer esos cálculos no le quedará tiempo ni energía para escribir una obra que valga la pena.

Si bien dice, en la nota del autor de la más reciente edición de El asco en Tusquets, que se divirtió mucho en el ejercicio de estilo que representó la escritura de esa novela, no se percibe en el resto de su narrativa que usted sea un escritor que se divierte escribiendo. ¿Es esto así?

Tiene usted razón. A veces escribir es duro, tortuoso; avanzo con dificultad, a ciegas, entre caídas. Lo que no puede ser es aburrido: si alguien se aburre escribiendo y sólo lo hace para ver si gana fama y cómo reaccionan los otros, más le vale que cambie de oficio.

En sus novelas se nota su preferencia por el monólogo interior antes que por un tipo de narración omnisciente. ¿Responde esto enteramente a esa voluntad de estilo a la que se refería Bolaño?

Es probable. O quizá se deba a mi oído o a esa idea de Canetti que dice que el escritor debe ser “un custodio de las metamorfosis”. Me gusta convertirme en los personajes que desarrollo y contar el mundo desde su punto de vista.

A través de sus diferentes libros reencontramos una serie de personajes y situaciones que, vistos en retrospectiva, podríamos juntar en un solo espacio para considerarlo su mundo literario propio. ¿En cada nueva obra que escribe, llega a sentir algo de nostalgia por un personaje o situación de una obra anterior que lo obliga a incorporarlo nuevamente?

A veces siento nostalgia por los personajes, pero ninguna obra me obliga a nada. Si un antiguo personaje irrumpe en una nueva obra es porque él o la trama lo pide. Sucede, pues. Casi siempre para mí es un descubrimiento estimulante y en algunas circunstancias hasta mágico.

¿Qué cree que sea lo que más llama la atención de su narrativa a sus lectores de otras lenguas: su cruda visión de la sociedad centroamericana, su "estética del cinismo", como la llama Beatriz Cortez, o su oralidad que favorece lo auditivo, como usted mismo ha asegurado?

Me gustaría creer que lo que más llama la atención de mis libros es que están escritos con la suficiente fuerza para meter al lector en un mundo del que no pueda salir hasta que termine la última página. Pero no le sabría decir con certeza. Hace un par de años, mientras hacía promoción de mi novela La diabla en el espejo (traducida como La mort d’Olga María) entre estudiantes de bachillerato de la región Provence-Alpes-Cote d’Azur, al sur de Francia, una chica en la ciudad de Carpentras me dijo que ella no solía leer libros, sino sólo ver televisión, pero que había leído con fascinación mi novela de una sola sentada. Pocas veces me he sentido tan gratificado.

¿Es usted de los desencantados o de los que aún tienen esperanza?

Depende en qué. Puedo ser desencantado al mediodía y esperanzado en la noche, o al revés. Me gustaría más bien que me contaran en la fila de los despiertos, pero no he hecho méritos suficientes.

¿Es para usted la literatura una manera de saldar cuentas?

Muchas veces es así. Pero si sólo se tratara de saldar cuentas cualquier pistolero podría ser escritor.

¿A quiénes lee de los escritores latinoamericanos actuales?

A muchos. Mencionaré a dos viejos, aún vivos, que me deslumbran: Rubem Fonseca y Andrés Rivera. Y mi muerto favorito sigue siendo Juan Carlos Onetti.

¿Y de los hondureños actuales?

En su momento leí con entusiasmo la poesía de Roberto Sosa, Rigoberto Paredes y José Luis Quesada; algunos cuentos de Bahr, Carías y Escoto, y por supuesto la obra de mi amigo Roberto Castillo. Hace poco, un escritor radicado en Chicago, León Leiva Gallardo, me hizo llegar una novela interesante, titulada Guadalajara de noche, publicada por Tusquets en México. Pero en general estoy desconectado de lo nuevo.

¿Cómo es la vida ahora en Pittsburgh después del éxito editorial y después de las amenazas de muerte recibidas en El Salvador por la publicación de El asco?

Vine a Pittsburgh luego de vivir dos años en Frankfurt, Alemania. Cambiar de paisaje, cultura y rutina es nutritivo para el escritor. Ambas ciudades están marcadas por los ríos que las cruzan: el Main en Frankfurt; el Allegheny, el Monongahela y el Ohio en Pittsburgh. He tenido la suerte de vivir cerca de los ríos. Pero acá hace más frío que allá. Ahora espero con alegría la inminente llegada de la primavera.

Obra literaria de Horacio Castellanos Moya

Novelas: 1988: La diáspora. San Salvador: UCA Editores. 1996: Baile con serpientes. San Salvador: Dirección de Publicaciones e Impresos, Colección Ficciones. 1997: El asco. Thomas Bernhard en San Salvador. San Salvador: Editorial Arcoiris. 2000: La diabla en el espejo. Madrid: Ediciones Linteo. 2001: El arma en el hombre. México: TusQuets. 2002: Baile con serpientes. 2ª ed. México: TusQuets. 2003: La diáspora. 2ª ed. San Salvador: Dirección de Publicaciones e Impresos, Colección Ficciones. 2003: Donde no estén ustedes. México: TusQuets. 2004: Insensatez. Madrid: TusQuets. 2006: Desmoronamiento. Madrid: TusQuets. 2007: El asco. 2ª ed. Madrid: TusQuets.
Colecciones de cuentos: 1981: ¿Qué signo es usted, niña Berta? Tegucigalpa: Editorial Guaymuras. 1987: Perfil de prófugo. México: Claves Latinoamericanas. 1993: El gran masturbador. San Salvador: Ediciones Arcoiris. 1995: Con la congoja de la pasada tormenta. San Salvador: Ediciones Tendencias. 2004: Indolencia. Guatemala: Ediciones del Pensativo.
Ensayos: En coautoría con Gabriela Yanes, 1985: Mirrors of War: literature and revolution in El Salvador. Transl. Keith Ellis. New York: Monthly Review. 1993: Recuento de incertidumbres. Cultura y transición en El Salvador. San Salvador: Ediciones Tendencias.