Yo y mi sonrisa a punto de volar porque el compa accedió a que nos tomaran esta foto.
Ahora que acabo de leer el último libro de Vila-Matas, Exploradores del abismo (Anagrama, 2007) y después de conocer personalmente a este escritor magnífico y de verlo frente a un micrófono representar tan bien el mismo papel que representa en sus novelas o cuentos autobiográficos, confirmo que, definitivamente, Enrique Vila-Matas está, como su personaje de El mal de Montano, enfermo de literatura. En uno de los relatos que componen Exploradores del abismo se narra la vida de una mujer francesa a quien, en su niñez, una adivina le predice que habrá de morir un dos de febrero lluvioso, vestida de negro, bailando y con mucha sed. La niña crece y llega a ser periodista, y se casa con un joven teólogo al que después abandona para irse a México a trabajar como corresponsal de la televisión de su país. Durante todos los años antes de este viaje, cada dos de febrero evita vestirse de negro, se pone nerviosa si el cielo amenaza con lluvia y bajo ninguna circunstancia acepta una invitación a bailar. Pero ahora resulta que llega a México precisamente un dos de febrero y ese mismo día debutará como corresponsal de televisión cubriendo la noticia del huracán Dolores. Entonces una casualidad se va juntando con la otra hasta que ahí, frente a la cámara, transmitiendo en vivo para toda Francia, se cumple casi en su totalidad la predicción de la adivina. Y digo casi en su totalidad porque lo único que le hace falta a este episodio es precisamente su final, es decir, la muerte de la mujer.
El texto que ahora escribo no será una reseña de este estupendo libro de Vila-Matas; quise mostrar la historia de este relato, titulado “El día señalado”, sólo para compararlo con la que contó Vila-Matas la noche del lunes uno de octubre en Caixa Forum, porque existe una relación curiosa entre ambas; de hecho, la que contó para los quinientos asistentes al evento es el germen de lo que narraría después a través del personaje de Isabelle Dumarchey en “El día señalado”. Lo curioso del asunto –y aquí por fin caigo al punto central de mi comentario- es que ante la pregunta que le hiciera Emilio Manzano acerca de cómo fue su primer encuentro con México, Vila-Matas respondiera –aunque no iba a informarle de esto a nadie, por supuesto- casi completamente a través de uno de los cuentos de su último libro; es decir, Isabelle Dumarchey era en realidad Enrique Vila-Matas, y éste representaba el papel de escritor que asiste a México a un congreso de literatura, en lugar del de periodista que llega ahí para cubrir la noticia de un huracán.
Hablaré ahora un poco sobre otro relato de Exploradores del abismo: “Porque ella no lo pidió”, que servirá para ampliar la idea que me queda de Vila-Matas después de la lectura del libro y de haberlo conocido personalmente. Una mujer, Sophie Calle, a quien Vila-Matas admira muchísimo, lo llama un día por teléfono para plantearle un reto: que él escriba un relato sobre ella, con todos los matices y acontecimientos que se le ocurran, que invente una historia para ella de la manera que le venga en gana, y ella le corresponderá viviendo todo lo que esté escrito en el relato, es decir, llevando la ficción a la realidad. El escritor acepta el reto y escribe el relato, pero se producen una serie de circunstancias que retrasan cada vez más el término del acuerdo, que consiste en que ella empiece a vivir lo narrado. Hasta que el escritor se cansa y opta por ser él el protagonista de un relato; y este relato no será otro que el que empieza el día de la llamada de Sophie Calle para proponerle un trato. Si Sophie no está dispuesta a cumplir su promesa de hacer realidad la ficción que ha creado para ella, será entonces él quien viva como personaje de su propio relato, sólo que esta vez no repetirá los episodios nacidos de su relación con esta mujer, o al menos no los repetirá fielmente, sino que –ahora que es creador y objeto de la creación al mismo tiempo- los corregirá, los conducirá por el camino que él decida.
Este relato confuso de Vila-Matas que he tratado de pintar rápidamente propone una relación inversa entre realidad y ficción y entre autor y personaje. Aquí no es la ficción la que se hace a partir de la realidad sino lo contrario: la realidad es producto de la ficción. Los personajes buscan vivir lo que su creador ha escrito.
Volvamos entonces a la noche del uno de octubre en Caixa Forum, cuando Vila-Matas ha contestado a la pregunta de Emilio Manzano acerca de su primer encuentro con México. ¿El escritor se ha valido de su propia ficción para contestar la pregunta, ha robado el argumento de uno de sus cuentos para trasladarlo al público que asistía al diálogo sobre la ficción que sostenía con Álvaro Enrigue, o en realidad es lo contrario, lo lógico: que su cuento está escrito a partir de esas vivencias personales? En todo caso, no es eso lo importante. Lo que importa es ese siempre afortunado empeño vilamatiano de confundir la realidad con la ficción, de dejarnos preguntándonos siempre si lo que leímos fue verdad o mentira. Y esa noche Vila-Matas sutilmente nos mostró que la respuesta a esa pregunta siempre será lo menos relevante en sus libros, porque lo verdaderamente relevante será la pregunta misma, la confusión misma. ¿Es verdad o es mentira? Bah! A quién le importa. Tampoco importa que Vila-Matas esté enfermo de literatura.
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