martes, 1 de mayo de 2007

La muerte por última vez

la muerte se muere de risa pero la vida
se muere de llanto pero la muerte pero la vida
pero nada nada nada
Alejandra Pizarnik
Desde que Alejandra Pizarnik murió en septiembre de 1972, muchos de sus versos cobraron para los lectores un sonido diferente; y es que ya no se les vio solamente como los buenos versos de una buena poeta, sino también como los versos anunciadores de su muerte.
La ingesta de cincuenta pastillas de seconal nos dice que se trató de un suicidio; pero ¿en una poeta como Alejandra Pizarnik, grande entre las grandes, acaso importa más la forma de su muerte que el hecho de la muerte misma? Al acercarnos con atención a la poesía de Alejandra nos encontramos con la escritura de alguien inmerso en la experiencia mortuoria.
Así como Vallejo, anunciando su muerte en París, con aguacero, o como Rimbaud, pasando por ese proceso de desorganización de los sentidos, vemos a Alejandra Pizarnik, con una pasión demencial, diluyendo su propia certeza de la muerte en tantos versos: "…pero ahora/ por qué te busco, noche,/ por qué duermo con tus muertos". Alejandra parece invitarnos en cada poema a seguirla en este camino suyo, en este andar infatigable hacia una muerte deseada y misteriosa.
"No quiero ir nada más que hasta el fondo", dejó escrito en el pizarrón de su cuarto de trabajo la noche en que se fue para siempre. Pero ya antes, muchas veces antes, había dado Alejandra nombre a la muerte. El suicidio no sería más que la versión definitiva de esa permanente obsesión suya.
Para Camus “morir voluntariamente supone que hemos reconocido, aunque sea instintivamente, el carácter ridículo de esta costumbre, la ausencia de toda razón profunda para vivir, el carácter insensato de esa agitación cotidiana y la inutilidad del sufrimiento”. Camus niega en el suicida cualquier posibilidad de nexo satisfactorio con la vida, y el acto mismo de darse muerte representa el afán por desprenderse completamente de ella.
Otros piensan que en el borde mismo del abismo un suicida no es alguien que se niegue a la voluntad de vivir, sino que, por el contrario, en el momento previo a la muerte, confirma categóricamente esa voluntad. En este sentido, el suicidio no es una negación de la voluntad de vivir, sino una fuerte afirmación de amor a la vida. La persona que se da muerte sólo estaría descontenta de las circunstancias de su vida y si éstas llegaran a cambiar se aferraría a ellas con todas sus fuerzas.
Pero la complejidad de la vida y la poesía de Alejandra Pizarnik nos tienta a considerar otra posibilidad, la de una vocación genuina, casi inconciente, a la exploración de la muerte; es decir, un afán por el conocimiento de la muerte, ya fuera físico o metafísico, pero un afán al fin y al cabo, sin que hubiera una razón particular que lo motivara: “He de partir/ no más inercia bajo el sol/ no más sangre anonadada/ no más formar fila para morir”.
Si revisamos algunos datos concernientes a la infancia y la juventud de Alejandra, nos encontraremos con esta presencia permanente de la muerte en la vida de la poeta: lo primero es que gran parte de su familia –sólo habría que exceptuar, además de sus padres, al hermano del padre, radicado en París, y a la hermana de la madre, que vivía en Avellaneda desde poco antes de la llegada de los padres de Alejandra- pereció en el holocausto, lo que para la niña debió significar un contacto temprano con los efectos de la muerte.
El ambiente en el que creció, sintiéndose quizá extranjera en esa tierra que no era la que había visto el nacimiento de sus padres, y la manera pesimista de verse a sí misma también dan fe de una Alejandra introvertida y sumida en su propio mundo. Alejandra creció con los conflictos típicos de la adolescencia: complejos por su fealdad, por su escasa estatura, su tartamudez, su gordura, su acné, su inadaptación, su asma. Con toda esta evidente carga emocional, el padre no pondría reparos no sólo en mantenerla sin que trabajara, sino también en pagar la edición de su primer libro y probablemente la de los dos siguientes, y pagar las clases de pintura, el psicoanálisis, y a la larga, con reticencias, un viaje a Europa.
Aunque con el tiempo, después de los primeros años de juventud, llegaría a preocuparse por su independencia económica (que nunca logró), jamás se resignó a buscar un empleo o prepararse para hacerlo. Los padres debieron de ser complacientes, o más o menos indiferentes, en ese aspecto. Esta situación de dependencia familiar pudo haber propiciado en ella la exploración de mundos más propios, más íntimos, y quizá más interesantes.
Una Alejandra demasiado preocupada consigo misma no podía, definitivamente, resultar autora de una poesía afianzada en el compromiso político de su generación. Los versos de Alejandra nacen de la más absoluta introspección ante una vida que le llevaba siempre la delantera. La soledad y el silencio son referencias constantes en su obra: “Noche que te vas/ dame la mano/ obra de ángel bullente/ los día se suicidan/ ¿por qué?/ noche que te vas/ buenas noches”.
La obra cumbre de Pizarnik son sus dos últimos libros: Extracción de la piedra de la locura (1968) y El infierno musical (1971); sin duda los dos títulos indican ya la peligrosa relación de la autora con la desazón vital y el sufrimiento.
Pero Alejandra creyó siempre en la terapia del lenguaje como única forma de ayudarse a superar el tedio de la vida: "Sin saber cómo ni cuando, he aquí que me analizo. Esa necesidad de abrirse y ver. Presentar con palabras. Las palabras como conductoras, como bisturíes. Tan sólo con las palabras. ¿Es esto posible? Usar el lenguaje para que diga lo que impide vivir. Conferir a las palabras la función principal. Ellas abren, ellas presentan. Lo que no diga será examinado. El silencio es la piel, el silencio cubre y cobija la enfermedad".
Aunque esta terapia pudo haber mitigado un poco su incuestionable vocación a la muerte, no logró apaciguarla por completo. La poesía, ese lenguaje cifrado, con sus posibilidades de revelar secretos inefables, le propició quizá un mayor acercamiento a la muerte; de modo que mientras escribía para decir “lo que impide vivir”, iba sintiendo cada vez más de cerca la sospechada experiencia de la muerte, la que llegó a concebir como un descanso ante el cansancio de la vida: “Cansada por fin de las muertes de turno/ a la espera de la hermana mayor/ la otra la gran muerte/ dulce morada para tanto cansancio”.
Para Alejandra Pizarnik el acto final de darse muerte no representó sino una especie de nueva visita, aunque ésta sería la definitiva, a unos paisajes que desde mucho antes le eran familiares: los paisajes tantas veces nombrados de la muerte.
Pensemos en Dante y su paso por el infierno, pensemos en todas esa imágenes claras de la muerte que sus versos nos revelan; tanta nitidez en esas visiones suyas nos hacen sentir que de verdad él estuvo en el infierno; en este sentido Dante pudo haber obtenido, antes de su propio deceso, la experiencia de la muerte.
Pero, ¿cabe suponer que de la propia muerte haya experiencia? He aquí una posibilidad que sólo en la poesía y en los poetas cobra fuerza. Alejandra nombró tantas veces a la muerte que su poesía nos remite a unos paisajes y a unas sensaciones específicas, aquellos que probablemente sólo en la muerte son posibles: “pero no quiero hablar/ de la muerte/ ni de sus extrañas manos”.
Alejandra Pizarnik, entonces, ferviente admiradora de la muerte, la nombra y vuelve a nombrarla, hasta que ese nombre adquiere no la dimensión de un lugar lejano, inalcanzable, sino más bien de un sitio de descanso, seguro, confortable. La muerte, a fuerza de nombrarla tantas veces, habría de revelársele a través de la poesía, al grado de que ella misma haya podido estar ahí en esos momentos de ansiedad por el vacío.
Así, Alejandra, aquel 25 de septiembre de 1972 no estaba conociendo la muerte, estaba visitándola de nuevo, por última vez. Por última vez la muerte en ella y ella en la muerte. Tantas veces lo dijeron sus versos que algún día tenía que quedarse, como una forma de confirmarse a sí misma y confirmarnos a nosotros, sus lectores, esa fascinación suya. Hasta esa hora de la noche en que tomó la decisión, la muerte no era absolutamente cierta todavía.
Votar esta anotación en Bitácoras.com

3 comentarios:

Anónimo dijo...

muchas veses cuando en la vida se tiene otras formas de vivir y sentir la vida tenemos el gozo de vivirla solo por la obligacion de respirar que persona seria tan iluza para no ponerse a razonar que el hecho de tener miedo ala muerte tansolo te ase sentirte que estas a corto tiempo de ella siempre e pensado que el morir en realidad es comensar a vivir que la vida es una etapa tansistorea en la cual al morir es como un tranquilo desperatar sin miedo a pensar que a esa etapa no querias llegar

Anónimo dijo...

El Neurobiólogo Ranulfo Romo nos comenta que cada acto racional que realizamos es a la vez irracional, una paradoja, ¿cómo es esto?, según Arnulfo Romo, el cerebro esta en todo momento analizando todo. Aquellas decisiones que se convierten en racionales son el resultado del previo análisis del cerebro, esa decisión racional es simplemente un aumento en la intensidad del impulso eléctrico que produce nuestro cerebro y es eso lo precisamente capta nuestra atención y es cuando tomamos nuestra decisión. Cuándo nuestro cerebro esta eligiendo solo tiene tres posibilidades las cuales nunca cambian, si, no, o quizás. ¿Por qué todo esto?, cuando hablamos del suicidio, estaríamos hablando de un acto irracional, en el caso de Alejandra, podríamos decir que su fascinación por la muerte no es en ningún momento lo que la lleva a suicidarse.

Del suicidio se ha dicho mucho, pero hasta ahora no tenemos a ningún suicida al cual preguntarle que motivos le empujaron a cometer suicidio.

¿Pero los que intentaron suicidarse y no lo consiguieron?, ¿pueden ser una fuente de información?, aunque es muy tentador decir que si, esto cambiaria todo, ya no hablaríamos de suicidas si no de personas que intentaron suicidarse con lo que quedaríamos en el mismo punto(sin tener un suicida), quizás parezca una cuestión de semántica, pero no es así, por ejemplo: tenemos dos individuos que van al mismo sitio, uno de ellos se va y el otro hace el intento, a la hora de preguntar a uno y a otro nos daremos cuenta que el que se fue tiene mucha más información que el que hizo el intento, el cual solo podría en este caso darnos información sensorial, aquello que sintió al no poder ir, pero solo eso.

Respecto al comentario de kency, ella se refiere a dos elementos, la vida y la muerte, aparentemente estos dos elementos parecen contrapuestos, pero no es así, la muerte es la culminación de un ciclo, el ciclo natural de la vida, la muerte no es un elemento externo, es un elemento intrínseco a la vida, pero qué pasa cuando ese ciclo se acorta, es ahí cuando aparece el miedo, casuísticamente; si cogemos un anciano(70 años) y a una persona amenazada a muerte(amenaza de cualquier tipo), la primera no tendrá miedo pero la segunda si, con lo que realmente no tenemos miedo a la muerte si no a la amenaza que elementos externos nos infringen, evidentemente el resultado sería la muerte. Resumendo, no le tenemos miedo a la muerte en si sino a lo previó a esta.

Anónimo dijo...

Hansy...
Cuando el equilibrio de nuestra realidad es alterado, se crean nuevas formas de vida o realidades, esto es porque la naturaleza necesita de las diferencias para seguir existiendo!!

Y un sonido se elevó de innumerables melodías alternadas, entretejidas en una armonia que iba más allá del oido hasta las profundidades y las alturas y al fin la música y el eco de la música se desbordaron volcándose en el vacío, y ya no hubo vacío.
J.R.R. Tolkien

Alejandra Pizarnik, es una de las grandes poetas Argentinas del siglo XX y una de las voces más inquietantes de poesía contemporanea en castellano.

Ella misma dice: Este modo complejo de sentir el lenguaje me induce a creer que el lenguaje no puede expresar la realidad; que solamente podemos hablar de lo obvio. De allí mis deseos de hacer poemas terriblemente exactos a pesar de mi surrealismo innato y de trabajar con las sombras interiores.

Cuando nuestra vida es excitada por las mismas ideas creadas, tendemos a la destrucción o al equilibrio dentro del caos!!