Es probable que si un día llego a asegurarme de que una confesión así, salida de mi boca, resultaría simpática antes que peligrosa, contaré unas cuantas anécdotas relacionadas con el robo de libros en bibliotecas y librerías. Por ahora, mientras dudo sobre si fue o no José Martí quien dijo eso de que "robar libros no es robar", me conformo con escuchar o leer las anécdotas de los demás, como éstas que reúne Fernando Soriano en un artículo aparecido recientemente en clarin.com:
De aquellos simpáticos ladrones de una pieza, románticos y sigilosos, subversivos del mercado editorial y su lista de precios, apenas ha quedado alguna huella, cierta reaparición intempestiva en nombre del (supuesto) amor a la literatura. Todo ha cambiado ahora; el robo de libros se alejó bastante de la rebeldía antisistema y terminó por acercarse en sus formas al "crimen organizado", para fomentar la gran oferta en parques y plazas, pero sobre todo en las páginas de la estrella de este siglo: Internet. De una u otra manera, el robo de libros no perdió su intensidad en estos años y sigue siendo el problema de las librerías. Foucault, Borges, Galeano, Cortázar y Bolaño -ladrón confeso-, entre varios de la elite literaria. "Dejá 15 minutos Vigilar y castigar, de Foucault, a la vista y no lo viste más", dice Matías, vendedor en una de las librerías de la avenida Callao, como ejemplo del extraño fervor por "llevarse" la obra del gran filósofo francés ("el más robado de la historia"). "Foucault, como muchos otros, son los más buscados por los lectores y, como consecuencia, por los ladrones, así que nosotros preferimos tenerlos bajo llave", explica el empleado de una librería de Corrientes, y detalla: "Con seguridad y todo, roban mucho. No es tanto en los números finales, pero es más de lo que parece". Según los números de esa misma librería hay un libro robado por cada 99 vendidos. Pero otras, confiesan off the record, han tenido hasta un 25% de error en los cierres. Igual, no existen cifras oficiales: en la Cámara Argentina del Libro carecen de datos al respecto. Robos hay de todo tipo: aleatorios y apurados, eruditos (como ejemplo, un librero no sabe explicar cómo alguien se llevó la obra completa de Borges de una vez), a pedido del cliente y en equipo: "Viene uno, lo marca y le saca la alarma y otro se lo lleva", detalla Eduardo, otro vendedor. En verano, pero sobre todo en invierno. "Cuanta más ropa llevan puesta, más bolsillos y lugar tienen para esconderlos. Hay situaciones insólitas también. Por ejemplo, una chica una vez entró con un sobretodo en verano, era obvio que vino a robar, así que la enganchamos con ocho libros en la parte de adentro del abrigo", ríe Sebastián, de Losada. "Aunque los ladrones son generalmente amables. Piden disculpas, devuelven el botín y prometen no volver", cuenta Nahuel. Aunque quizá sea tan simple como creía el chileno Bolaño: "Lo bueno de robar libros (y no cajas fuertes) es que uno puede examinar con detenimiento su contenido antes de perpetrar el delito".
O estas otras recopiladas por Gabriela García para lanacion.cl:
Sebastián, ladrón intelectual hace siete años, es además periodista. Para él, la diferencia entre quienes roban para lucrar y los que lo hacen para leer, dice relación con que “un amante de la literatura no se va a robar nunca un libro de Paulo Coelho o de Isabel Allende. Vas a la casa de alguien que lee y te dice: ‘me acabo de robar la segunda edición de El Innombrable de Samuel Beckett de la Editorial Sur’, que es justamente el libro que no está pirateado a dos mil pesos en la calle, y que es una joyita”. Muchos de estos personajes sienten que “no hay nada más adrenalínico que robar el libro que quieres leer. Verlo en tu estantería y saber que pudo haberte costado la vida”, dice a carcajadas Sebastián, quien orgulloso observa como su biblioteca ya bordea los 700 ejemplares, de los cuales la mitad son libros robados.
Los ladrones de libros admiten que las medidas de seguridad -si bien no los han intimidado del todo- han provocado más de algún temor a su “trabajo”. “Cada vez se roba menos en librerías. Ahora la mano está en los café literarios y las bibliotecas porque apuestan a la confianza y, además, tienen súper buenas cosas”. Sebastián, experimentado especialista en el tema tiene 25 años. Y tira las manos sobre ejemplares que lo enloquecen desde los 18. En el ambiente hay muchos como él. “Tengo un amigo que todos los días vacía su mochila cargada de decenas de libros y me dice: ‘Café literario auspicia’, y se caga de la risa”.
El compinche de Sebastián, Rodrigo, dice que hay librerías a las que simplemente sólo entran para comprar, por el respeto que se le tiene a sus libreros. “Por ejemplo, la de Sergio Parra es intocable, porque él es buena onda y siempre baja los precios, no hay pa que”. Otro de los códigos de honor que existe en el rubro de los roba libros es que conociéndose o no, el delatarse es cosa imperdonable. Se reconocen, pero el secreto va a la tumba, incluso cuando hay un ladrón que le hace la competencia al otro. “Me quería robar un libro de Enrique Lihn, y había otro tipo que caché que también se lo quería llevar. El hueón fue habiloso: en un dos por tres lo hizo desaparecer. Después, descaradamente se puso a conversar con el dueño sobre los precios, y cuando se fue, nos quedamos mirando, son gajes del oficio, ¿o no?”. Lo cierto es que los “chupadores” de libros circulan, observan y más que atacar, atracan anaqueles todos los días. La pupila dilatada del guardia que vigila, aumenta el vértigo que el ladrón parece usar a su favor. Parsimoniosos aguardan el momento oportuno. Conversan con el dueño hasta ser parte de la casa, para luego, a vista y paciencia, tenerlos de caseros.
3 comentarios:
Yo escribí un relato fabulando, más o menos esto que comentas, espero que les guste. Los puedes leer en el siguiente enlace: http://elpatiodeloscangrejos.blogspot.com/2009/02/el-atracador-de-la-crisis.html
Yo he empezado hace algunos meses a robar libros y la verdad es que es emocionante y te llena de satisfacción. Sin embargo tengo el cuidado de no robar libros de autores que aún estén vivos. Porque si bien no estoy de acuerdo con los altos precios que le ponen a éstos (veansé los precios de los libros de Saramago por ejemplo), entiendo que a mi no me gustaría que me robaran...
Las medidas de seguridad de las librerías son escasas o, en la mayoría de los casos, nulas; a lo sumo se tiene que sacar una alarma...
Y al que me critica por esto le digo: ¿Por qué un aficionado a la lectura que posee dinero puede leer lo que quiera sin ninguna molestia y otro aficionado que no posee tanto dinero no puede?
Por favor, no usar a José Martí como escudo, lo que hacen no está bien. En realidad José Martí no escribió la mencionada frace así "...robar libro no es robar..." lo que escribio fue "...robar a libro no es robar..." que es algo completamente diferente.
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