miércoles, 14 de enero de 2009

La casi inexistente patria

"Pero no a la tierra en general sino a aquel ínfimo pedazo (tan querido, tan añorado) en que transcurrió nuestra infancia”. Fuente: mimalapalabra.

Por Giovanni Rodríguez

Haber nacido en el “Primer Mundo” no equivale necesariamente a pertenecer al “Primer Mundo”. El sentido de pertenencia a un lugar no depende de la condición de existencia en ese lugar sino más bien del grado de arraigo que ahí tenga. Y depende también de lo que se logra aprehender de ese lugar. Porque un individuo es tercermundista o no según su capacidad para captar e interpretar el mundo en que le toca vivir.
Hay gente nacida en Europa que no necesita tanta Europa para vivir; gente como el personaje de El Innombrable de Beckett, que se arrastra y se restriega en las paredes de su miserable habitación mental, su “Tercer Mundo” particular, en donde sólo existen las posibilidades de lo obvio y de lo inmediato, en donde reina el tópico y se cultivan las artes de la ignorancia y la pedantería. De igual manera, hay gente llegada a Europa que no logra desprenderse nunca de cierta absurda dependencia “patriótica”, que no aprende, por ejemplo, a disfrutar de la dieta mediterránea porque su estómago no tolera más que frijoles, plátano y tortilla de maíz.
Bolaño decía que su única patria era la literatura probablemente porque no encontraba en ningún otro lugar –físico o no- el necesario grado de arraigo que sí encontraba en los libros que leía. Y cosas como la literatura, la familia o los amigos son las que determinan en el individuo –al menos en un individuo como yo- que ahí hay una patria; no en la bandera ni en el nombre de un país ni en un aburrido himno perfectamente sustituible por la canción del equipo nacional de fútbol sino en cosas simples como esas tres que mencioné.
Dice Ernest Jünger que “cuando hemos perdido el sentido de la patria, buscamos los mundos lejanos que nos ofrece la aventura”. Pero, ¿cuándo empezamos a sentir que hemos perdido el sentido de la patria? ¿Y será también que dejamos de pertenecer a nuestro mundo de tercera en la medida en que vamos perdiendo este sentido?
En nuestros países latinoamericanos, sumergidos en la mierda cotidiana de la pobreza, la corrupción y la falta de educación, hay suficientes motivos para que un individuo, a cierta edad, llegue a comprender que aquello que en la escuela le obligaron a entender y asumir como “patria” no es más que una entelequia, y entonces no le queda otra que emigrar o renegar.
Pero renegar de algo no es odiarlo. Uno reniega de aquello en lo que alguna vez cifró sus esperanzas, uno critica con más fuerza aquello en lo que una vez creyó firmemente y ahora no lo ve más que como utopía. Porque criticar es amar desde el lado contrario derivado del amor, que es el desamor.
En un ensayo del libro Apologías y rechazos, Ernesto Sabato dice que Leonardo da Vinci, cerca de su muerte, buscó un lugar especial para tomar su último descanso, y reflexiona así: “Pues a medida que nos acercamos a la muerte, también nos acercamos a la tierra, pero no a la tierra en general sino a aquel ínfimo pedazo (tan querido, tan añorado) en que transcurrió nuestra infancia”. Ese pedazo de tierra que Leonardo buscaba es probablemente el que consideraba su patria, o por lo menos la parte más representativa de ésta.
Imagino a Leonardo, débil y resignado, buscando con afán ese lugarcito, y me imagino a mí mismo un día viendo hacia atrás, con ganas de desandar el camino y regresar en busca de la patria perdida. Pero falta tiempo para eso y mientras tanto, sigo aquí, renegando y criticando a la patria que casi no existe, a ese pedazo de tierra de un mundo de tercera lejano y añorado, y refugiándome cada vez más en la diaria aventura de esta otra patria, la única patria, para mí, posible y verdadera: la literatura.
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2 comentarios:

DarkRider dijo...

Porque esta patria puede elevarnos a realizar nuestros mas anhelados sueños o puede ser cruel y matar las ilusiones, puede presentarse oscura y sombria o llena de colores de atardecer y arcoiris infinitos. Todo segun lo prefiera el lapiz guiado de la mano de quien escribe. Por todo eso... Q viva la literatura patria. (descubierta mientras buscaba donde vivir)
Danny C

mesoletras dijo...

Es curioso como algunos seres encontramos una patria en una panacea como la literatura. Es más difícil aún creer que en ella mejoremos en alguna medida nuestro destino, aunque nos imaginemos que la "aventura" sea la búsqueda, la utopía o el anhelo de la realización de un "sueño". También es curioso como en una frase podríamos querer hacer valer nuestras tesis, por ejemplo: "Bolaño decía que su única patria era la literatura probablemente porque no encontraba en ningún otro lugar" Y encontrar después que ese mismo hombre marcado por distintas correrías, a veces necesarias y otras por decisión propia diga esto: "En cualquier caso, lo cierto es que el escritor trabaja donde esté”.
En esa dicotomía yacen muchos escritores que salieron de sus países o muchos otros que se quedaron a respirar difícilmente y con apretujados dientes la realidad de un pueblo.
Creo que el itinerario que un hombre traza es sin duda el que está en su idea de concebir el destino, y que no hay diferencia entre ir a Europa o quedarse en un hoyo de la Mesoamérica, no hay diferencia entre ser un bedel despojado de entelequias y vivir presurosamente entre edificios modernos a quedarse a trabajar “decentemente” en un pueblo disfrazado de ciudad donde aún los verduleros empujan sus carretas y citan con particular voz la nómina de verduras, mientras uno da clases. La muerte nos alcanza, como a Leonardo, a unos más lenta en medio de las heces cotidianas del país donde vivamos, tercermundistas sobretodo, pero también la muerte destila su frío más voraz y más rápidamente sobre adornadas ciudades donde “las bestias no suenan sus cascos sobres las calles” y la vida pasa rápida entre miradas terribles y la xenofobia.
Pienso en Bajtín, en Onetti, en Rulfo, en Arenas hablando mal de Cortázar y de Gabo, En Piñera, En Lezama, pienso es su terrible estadía (forzada en alguno de ellos) y sus taimados recatos para haber soportado tanto. Y aunque Bolaño diga que todos estamos condenados al olvido, que algún día Shakespeare desaparecerá, esos escritores que se quedaron o esos que emigraron, la posteridad les ha sido prometida, pero como dice el poeta Giovanni, ya parafraseado:
“ falta tiempo para eso y mientras tanto, sigo aquí…”