Los padres de Samuel Riba, el
protagonista de Dublinesca, de
Enrique Vila-Matas, se parecen mucho a esos lectores que no conciben un relato
sin acción.
“Y es que no les puede explicar nada de su paso por esa ciudad (Lyon), porque allí estuvo tan desligado del mundo y su viaje fue tan salvajemente cerebral que no dispone de una sola anécdota mínimamente humana”. (Pág. 14)
Opuesto a ese lector con talento
al que aspira Vila-Matas: “un lector lo suficientemente abierto como para
comprar un libro y permitir en su mente el dibujo de una conciencia
radicalmente diferente a la suya”, es el lector común, como la madre de Riba,
que espera que llegue por fin la anécdota y que su hijo acabe con las
divagaciones:
“-Así que has estado en Lyon”, le dice, esperando el relato del viaje.
“Pero ¿qué puede decirles de su estancia en esa ciudad? No va a ponerse a hablar de la teoría general de la novela que fue capaz de fabricar él solo, ahí en el hotel lionés. No les interesaría nada la historia de cómo elaboró esa teoría, y, además, no cree que sepan muy bien qué es una teoría literaria. Y, suponiendo que lo supieran, está seguro de que les aburriría profundamente el tema”. (Pág. 14)
Así, en la figura de los padres
del protagonista de su novela, se despacha Vila-Matas a los lectores sin
talento. Los padres de Riba, como los lectores comunes, acabarían aburriéndose
con su teoría general de la novela.
Y el eco de este lector sin
talento volvemos a encontrarlo en la otra pregunta recurrente de los padres de
Riba:
“-¿Y ahora qué planes tienes?”
Porque los lectores sin talento
esperan siempre ansiosos lo que sigue en el relato que leen, quieren que llegue
a develarse el misterio, que se conozcan los rostros que se mantenían ocultos,
que alguien les confíe el final de la historia. Pero en novelas como Dublinesca les toca joderse, porque si
quieren llegar a saber de qué va la historia, primero tienen que estar
dispuestos a acompañar al narrador y al personaje Riba en los viajes mentales
de éste, que son muchos y a veces tienen incluso más peso que los viajes
reales.
Pero, ¿cuál teoría general de la
novela es esa de la que tanto se habla? Samuel Riba la escribió en Lyon, la
ciudad adonde lo habían invitado a dictar una conferencia sobre la crisis en la
edición literaria en Europa, onferencia que no llegó a producirse pues
sus despistadísimos organizadores no fueron a recibirlo al aeropuerto ni a
buscarlo al hotel, por lo que decidió quedarse en su habitación y ponerse a
escribir la tal teoría.
El narrador la resume así:
“Esos elementos que consideraba esenciales (para la novela del futuro) eran: intertextualidad; conexiones con la alta poesía; conciencia de un paisaje moral en ruinas; ligera superioridad del estilo sobre la trama; la escritura vista como un reloj que avanza”. (Pág. 15)
Pero para que no creamos que en
esta novela Vila-Matas ha perdido la gracia y que ahora se dedica a pontificar
sobre lo que considera debería ser la novela del futuro, viene el narrador -cuando podíamos haber empezado a asumir la gravedad a que nos iba obligando un
asunto tan serio como lo es la exposición de una teoría general de la novela- y
nos informa muy pronto, en la página 16, que una vez escrita la dichosa teoría,
a Riba le dio por tirarla a la basura:
“Pero cuando hubo terminado su duro trabajo, se acordó del “sagrado instinto de no tener teorías” del que hablaba Pessoa (…). Se acordó de ese instinto y pensó en lo muy tontos que a veces eran los novelistas, y se acordó de varios escritores españoles a los que les había publicado historias que eran el producto ingenuo de educadas e ingenuas teorías. Qué pérdida de tiempo más grande, pensó Riba, hacerse con una teoría para escribir una novela”. (Págs. 15 y 16)
Y más adelante dice:
“Su teoría seguiría siendo lo que era, lúcida y osada, pero iba a destruirla tirándola a la papelera de su cuarto”.
Un resumen de lo que le sucedió a
Riba en Lyon podemos encontrarlo en este comentario sobre el
libro Perdre des
theoríes (que, según la página web de Vila-Matas, apareció
en marzo en Francia y se publicará en septiembre en España), basado en una
experiencia de “un doble” del escritor en Lyon:
Invitado en Lyon a un simposio internacional sobre la novela, un doble del escritor Vila-Matas es dejado por un taxi en su hotel, sin que allí nadie le dé la bienvenida. En su soledad sale a pasear por la ciudad y se compra un ejemplar de la revista Le Magazine Litteraire, donde encuentra un artículo dedicado a El mar de las Sirtes escrito por él mismo para esa revista. Leerlo o, mejor dicho, releerlo, le lleva a desarrollar y escribir en su cuarto de hotel una teoría general de la novela, incidiendo especialmente en la modernidad absoluta de Gracq, el autor de El mar de las Sirtes. Mientras escribe su teoría, la organización que le ha invitado a Lyon sigue sin ponerse en contacto con él. De regreso ya a Barcelona, le parece descubrir la futilidad de toda teoría literaria y de todo viaje y quizás la futilidad de todo y comienza a perder países y a perder teorías, a perderlas todas.
1 comentario:
Si la novela es la mitad de buena que esta reseña...
Un saludo.
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