miércoles, 4 de junio de 2008

Lectores nada comunes

Ilustración: Golconde, R. Magritte, 1953.
Por Giovanni Rodríguez
Cada vez que se toma desprevenido a un político y se le pregunta cuál es su libro favorito, el político ofrece una respuesta automática: “La Biblia”. Pero esta respuesta, por ser instintiva y rápida, no necesariamente es verdadera. ¿Cuántos de nuestros políticos habrán leído más de dos o tres libros en toda su vida? ¿Y cuántas posibilidades hay de que entre esos supuestos libros leídos figure La Biblia?
Es sabido que para ser político no basta con ser inteligente o audaz, aunque, por paradójico que parezca, en la mayoría de los casos esto tampoco es en absoluto indispensable. Lo verdaderamente indispensable para un político será su capacidad para el engaño, la puesta a prueba permanente de su vocación al teatro y la mentira. En este sentido, los políticos son unos eficaces urdidores de ficciones.
Si a la edad en que deberían jubilarse, los políticos se dedicaran a escribir, o mejor dicho a contar a un escritor sus memorias antes que a seguir con su manía de titiriteros de la gente ignorante o necesitada, la literatura se vería favorecida considerablemente pues ya no sólo estarían los narradores enfrentándose a diario a la página en blanco para crear sus ficciones sino que también estarían ellos: los más aptos, al fin y al cabo, para este tipo de trabajo.
Hace poco la editorial Anagrama publicó Una lectora nada común, una novela en la que su autor, el inglés Alan Bennett, imagina a la reina Isabel II de Inglaterra como una lectora compulsiva que se deja llevar por el placer de los libros y se desentiende poco a poco de sus deberes monárquicos.
¿Habrá fantasía más deliciosa que imaginar a una reina o a Britney Spears o Hillary Clinton o a Barack Obama convertidos de pronto en maniáticos lectores? Pero, ¿quién asegura que a esta hora, mientras nos dedicamos a observar, divertidos, sus últimos movimientos, no estará disfrutando la reina Isabel II de la novela de Bennett en la que aparece como un personaje idealizado? ¿O acaso no es posible que la convulsa vida de esa niña superpop a partir de su primer embarazo se deba precisamente a que, por causa de haberse convertido en una apasionada lectora de literatura, ahora ya no es capaz de concentrarse adecuadamente en la gestión de su imagen y de su fama? De la mujer del ex presidente gringo que juega con becarias en su tiempo libre no diré nada; tampoco del otro con apellido casi terrorista; muy concentrados se les ve en sus respectivas campañas políticas en Estados Unidos y sus aldeas latinoamericanas como para imaginar que puedan tener la voluntad de leer por ejemplo Los detectives salvajes, esa novela de Bolaño que, desde su traducción al inglés, ha revuelto increíblemente a los lectores norteamericanos.
Decido mejor no seguir imaginando absurdamente que el camello pasa por el ojo de la aguja y me concentro en mis propias –y reales- lecturas. Aprovechando el fin de mes, acabo de comprar La carretera, de Cormac McCarthy. Sus críticas en todo el mundo han sido buenas y hablan de un paisaje posapocalíptico en donde ya no queda mucho sobre la faz de la tierra, apenas unos cuantos sobrevivientes. Espero que ninguno de ellos sea uno de esos personajes lectores nada comunes que en la vida real, aunque quisieran, no podrían aspirar a entrar al reino de los cielos de la lectura. Después de todo, como ya ha sido dicho muchas veces, el caviar no es para los cerdos.
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9 comentarios:

Anónimo dijo...

La política está contaminada,y no hay alguien que se siente mal cuando escucha esa palabra. Vos has dicho algo muy cierto, lo politicos son actores y mentirosos compulsivos, pero también se han olvidado de aquella grandiosa herencia grecoromana: la oratoria. En la historia de la política hubo grandes lectores e incluso escritores. Wiston Churchill fuen uno de ellos. Por cierto, me sentí aliviado de que Barack Obama fuese el representante de los demócratas, sabes por qué, porque hace algunas semanas buscando en los anaqueles de los libros en inglés de la Universidad de San Carlos me hallé un libro que él publicó hace ya algún tiempo, era algo así como las memorias que le heredó su padre, es bueno saber que posiblemente haya un nuevo rumbo en Norteamerica(y sobretodo que llegue al poder personas sensibles) que aunque no lo creamos define en gran medida y de cierta forma el destino del itsmo centroamericano. Por cierto tienes un E-mail? Mandamelo, me gustaría hacerte una preguntas, son para un estudio sobre tu libro "Las horas bajas".

ATTE. Malvino Cayo

G.Rodríguez dijo...

Aquí está: doroig@gmail.com

Anónimo dijo...

Si me olvido de sus prejuicios árabes(gracias a los cuales usted lee en español -y también yo), debo celebrar sus opiniones respecto a que los políticos no leen porque prefieren el ejercicio de la mentira. Tampoco creo que sean capaces de urdir buenas historias. Recuerde que el arte, el buen arte no es demagogia.

hz45 dijo...

Nada más cierto que esto que escribiste. Nuestros politicos y personajes famosos en general tienen una gran deficiencia de cultura en general (no solo lectura) lamentablemente conozco también a personas con la capacidad intelectual y el bagaje cultural como para hacer un cambio real y que sin embargo prefieren absorberse en el mundo de los libros. Siempre es necesario un balance digo yo, que algún buen lector salga al mundo real y que algún politico "ignorante" entre al mundo de las letras.
Me ha gustado el sitio,felicidades

G.Rodríguez dijo...

Gracias, Ariel, pero creo que tampoco hay que ser tan radicales. En estos tiempos globalizados de orígenes diversos y culturas híbridas lo único que le queda al ser humano es su individualidad, y si en ese derecho a la individualidad un escritor decide sólo "sumergirse" en los libros, entonces habrá que respetar su decisión. Nadie está obligado a solidarizarse públicamente con ninguna causa en la vida. Esa premisa de identificación y participación social es la que ha jodido tanto a la literatura de nuestros países en los últimos tiempos.

Anónimo dijo...

Geovanny, perfecto tu comentario. Pero necesito una aclaración: ¿La esposa del ex presidente gringo jugaba conlas becarias?

G.Rodríguez dijo...

A la gramática, Cándido, no le bastan las reglas; el sentido común es indispensable.
(Todavía no puedo creer que exista alguien que no sepa que Monica Lewinsky le practicaba felices felaciones a Bill Clinton).
De todos modos gracias, Cándido, por la esquela.

Anónimo dijo...

Debo decir que el comentario de los políticos está más que trillado y el de que los escritores podrían generar un cambio si se introdujeran en el mundo de la política lo veo un bonito sueño. Es curioso leer que cuando se habla de los políticos la personalización hasta el punto del hartazgo no duda en hacer gala, recordemos que los políticos son un subproducto generado por nosotros mismos, hay de aquel político que se le ocurra decir la verdad, ¿alguien le votaría a aquel que anunciara en su campaña una subida de impuestos para mejorar cualquier servicio público?, me atrevo a apostar por un no, las agendas políticas al fin y al cabo son el resultado de las demandas generadas por la población, lo que los politólogos llaman inputs.
El político, no olvidemos que es como dije antes un producto, y cualquiera, fuese o no un estupendo o maravilloso lector, acabaría por ser un producto más, por desgracia vemos a los políticos de manera individual, cuando lo que nos debería de importar es el partido como institución que define las ideas de ese político, que al fin y al cabo lo que haga esta determinado en gran medida por la orientación de su partido, seguiría pero…

Anónimo dijo...

En estos tiempos globalizados de orígenes diversos y culturas híbridas lo único que le queda al ser humano es su individualidad, y si en ese derecho a la individualidad un escritor decide sólo "sumergirse" en los libros, entonces habrá que respetar su decisión.
Después de leer este trozo, qué sentido tiene esta otra parte.
Esa premisa de identificación y participación social es la que ha jodido tanto a la literatura de nuestros países en los últimos.
Como bien ha dicho el editor, al igual que se respeta la decisión de sumergimiento ídem para la participación social.
Respecto a la individualidad que comenta el editor debo decir que es una idea muy bien mercadeada, nada más contradictorio pero no por eso deja de estar presente en la sociedad, que la idea de individualidad, que lo único que genera como resultado es la cada vez más acusada decadencia humana, por qué idea contradictoria, la sociedad o mejor dicho la vida en sociedad es la suma de todas las individualidades, si tanto quisiéramos la individualidad por qué vivir en sociedad, somos animales sociales, negarlo no tiene sentido, la individualidad que nos han vendido solo es manifiesta a la hora de responsabilizarse de los propios actos porque no estás solo y lo que hagas afecta directamente o indirectamente al resto.
En las sociedades desarrolladas, la sombra del estado planea en todo, la esfera privada es cada vez más reducida por no decir inexistente, por lo que la individualidad es más bien un acto reflejo a ese acoso solicitado por los mismos individuos que constantemente reclaman más intervención estatal, pero solo eso, ya que al fin y al cabo cada individuo necesita sentirse parte de algo y solo expresa su individualidad una vez servido.