Hace casi tres décadas, en los años 80`s, Hernán Antonio Bermúdez escribió que la obra de Roberto Sosa (Yoro, 1930) “constituye dentro de la poesía hondureña de hoy el conjunto de mayor aliento, lucidez y rigor” (Retahíla, 1980). No obstante, tal apreciación 27 años después ameritaba su replanteamiento (hablaré de ello más adelante). En mi experiencia personal como lector disentí de tal juicio -que conocí hasta el 2002- .Y a su vez concordé. Los términos “Aliento, lucidez y rigor” se me antojaron correctos, apropiados, y a ese grupo había que agregarle otro: “importancia” –en relación a utilidad-. Década de los 80’s: década de responsabilidad y militancia.
También leí y releí hace algunos años Itinerario poético de Roberto Sosa de Sara Rolla. Me esforcé en comprender la admiración de la ensayista por la obra del poeta, pero jamás tuve éxito. En lugar de acrecentar mi admiración por la obra de Sosa quedé admirado del ingenio, pulcritud y claridad de la prosa de la ensayista.
Reconozco que no soy afín a su propuesta estética, que no me causa ningún deleite artístico su fórmula de adjetivar, ni su modo “de emplear el superlativo en su producción poética” (Véase Afinidades de H. A. B.), así como sus versos a manera de refranes.
Insisto que me es imposible sintonizar con su obra a pesar de mi esfuerzo desmedido por acercarme a su poesía, son testigos de ello mis amigos.
Confieso que hace algunos años dije que Sosa era el Campoamor de la poesía hondureña, lo confieso porque hoy no me parece tan justa esa opinión. Aunque sólo Cronos otorga gracia.
Tomando en cuenta la opinión de Bermúdez, pienso en el mérito del poeta y me digo que no puede deberse a su prolífica producción, que en realidad no es mucha, claro, comparada a la de otros escritores latinoamericanos o europeos. Otros grandes nombres de la poesía han escrito muy poco, pero sus obras han sido intensas. ¿Han sido lúcidos? Puede ser. Me pregunto entonces si la lucidez de la obra de Sosa responde a su capacidad de respuesta estética ante los problemas que aquejan a la sociedad. Y pienso su obra “correcta” y “solidaria”. Entonces se me ocurre que el mercado estaba propicio para contraer nupcias con su obra poética.
En el año 2007 apareció publicado el libro Afinidades, de Bermúdez, en donde se reúnen notas y ensayos publicados en distintas revistas y periódicos locales y extranjeros entre los años 1991 y 2006. En él el autor aborda nuevamente la poesía de Sosa, pero ahora con justicia –aquí retomamos lo anunciado en el primer párrafo acerca de un replanteamiento por parte del crítico-: “no significa que toda la poesía reconcentrada en este libro –se refiere a la Obra Completa del poeta- esté dotada de la misma tensión interna o tenga un parejo nivel de excelencia. Sin embargo, mal puede uno exigirle al poeta que mutile fragmentos de su andamiaje de creador.”
Más adelante, en un ensayo sobre la poesía de José Luis Quesada (1948), Bermúdez confiesa: “casi todos, por lo demás, pagamos ese inesquivable tributo de la época”, y es aquí donde celebro, por una parte, la madurez crítica y el distanciamiento de este autor en relación a una obra de cualquier artista, la evolución en la visión de su pensamiento ya no condicionada, sino más global, justa y objetiva pocas veces vista en los estudiosos de la literatura nacional –o de cualquier país-, muchas veces temerosos de retractarse de alguna opinión emitida o de la confrontación escrita o verbal con los sensibles y temperamentales espíritus de los autores. Y no es que se retracte, sino más bien parte de su juicio anterior y lo replantea, con propiedad, pera ya ajeno a esa realidad de hace tres décadas. Por otra parte valoro parte de la obra de Roberto Sosa, algunos poemas de Un mundo para todos dividido y de Máscara suelta.
Hay dos en especial que me provocan el mismo deleite que un poema de Plath. Otros me impresionan por su densidad y brevedad.
Antes de concluir quiero traer a colación el significado, los pro y los contra de los premios literarios. Suele sobrevalorarse una obra cuando ésta es galardonada. Hay una propensión a creer ciegamente, cual ovejas inocentes, en las actas de jurado, y en el jurado. Se respeta un nombre, ese nombra de algún jurado que elige la obra, quien tiene en apariencia una trayectoria respetable, pero debemos recordar que esa obra galardonada fue elegida por la visión particular de un elector, quien comparte la propuesta o cree que la obra premiada se acata a sus gustos y normas de jurado. ¿Qué vio el jurado en la obra premiada? Sólo ellos pueden responder y los demás ceñirse a sus criterios. No hay juicios objetivos, pero pueden acercárseles. No hay quien escape de la política, incluso los premios.
Algunas obras del autor: Los pobres, Premio Adonais de Poesía en España (1968); Un mundo para todos dividido, Premio Casa de las Américas (1971); Máscara Suelta y El llanto de las cosas, entre otros.
Su obra ha sido traducida al inglés, francés, chino, alemán, ruso, italiano, japonés.
En esta cuarta semana “Torre trunca” publica el siguiente poema de Roberto Sosa perteneciente a Un mundo para todos dividido:
Esta Luz que suscribo
Esto que escribo
nace
de mis viajes a las inmovilidades del pasado. De la seducción
que me causa la ondulación del fuego
igual
que a los primeros hombres que lo vieron y lo sometieron
a la mansedumbre de una lámpara. De la fuente
en donde la muerte encontró el secreto de su eterna juventud.
De conmoverme
por los cortísimos gritos decapitados
que emiten los animales endebles a medio morir.
Del amor consumado.
Desde la misma lástima, me viene.
Del hielo que circula por las oscuridades
que ciertas personas echan por la boca sobre mi nombre. Del centro
del escarnio y de la indignación. Desde la circunstancia
de mi gran compromiso, vive como es posible
esta luz que suscribo.
(Foto de Modotti)