lunes, 4 de enero de 2010

La maldición de Babel



"Babel revisited", de Julee Holcombe. Fuente: mocoloco.com
Malas noticias para el tomesiano. Según esta nota de publico.es, lo más probable es que no logre consolidarse como alternativa a nuestra aspiración de convertirla en lengua universal. La razón: "Es imposible convencer a una comunidad para que adopte un idioma que no le apetece hablar".
El filósofo George Steiner considera que Babel fue "la catástrofe primaria" que provocó "una sordera mutua" entre los habitantes de este mundo: una auténtica maldición que sigue pesando sobre la humanidad. Desde que la multiplicación de los idiomas consiguió dinamitar la construcción de la torre, el deseo de inventar una lengua única y común, entendida y hablada por todos, ha sido permanente. A lo largo de los siglos, mentes iluminadas han invertido horas en esa quimera imposible: inventar un nuevo idioma. La mayoría de estos creadores de códigos, decididamente ilusos, quisieron contribuir a que el mundo fuera un lugar un poco mejor gracias a ese extraño invento llamado lengua. Todos esos lunáticos inventores fracasaron. "Cuando muere un idioma, fallece con él un enfoque de la vida, de la realidad y de la conciencia", dejó dicho el mismo Steiner al ganar el Príncipe de Asturias de 2001.

Una lingüista estadounidense, Arika Okrent, lleva años investigando sobre los más de 900 idiomas inventados a lo largo de los últimos nueve siglos. Okrent acaba de publicar en su país un apasionante ensayo titulado In the Land of Invented Languages donde analiza estos códigos desconocidos y determina por qué ninguno de ellos logró imponerse. "La razón es muy sencilla: nunca hablaremos lenguas perfectas porque nosotros tampoco lo somos", sintetiza Okrent. "La evolución humana es imperfecta y la lengua no es un instrumento ajeno a la propia evolución. Igual que no podemos respirar bajo el agua o correr a la velocidad de un guepardo, tampoco podemos hablar una lengua ajena a nuestras imperfecciones", analiza. En otras palabras, tenemos la lengua que nos merecemos.

En la universidad, Okrent descubrió un oscuro rincón poco frecuentado de la biblioteca: una estantería donde reposaban libros llenos de polvo sobre estos misteriosos idiomas inventados. Allí encontró el célebre esperanto, pero también el misterioso loglan, y otras lenguas creadas para libros y películas. Por ejemplo, las élficas con las que J.R.R. Tolkien ilustró sus libros; o el klingon, idioma hablado por la raza de humanoides del mismo nombre en la interminable saga Star Trek.

Okrent ha invertido diez años en concluir su investigación: la mayoría de idiomas inventados se hundieron por sí mismos, al no calar en hablantes dispuestos a aprenderlos. "La lengua no es una simple herramienta, sino que forma parte de la conducta humana. Es un instrumento de socialización. No es una lavadora o un instrumento que se pueda manipular de forma técnica", cuenta Okrent. "Es como si regaras una planta de plástico. ¿Crees que crecerá por mucha agua que viertas sobre ella?".

¿Por qué fracasó el esperanto, que en su momento parecía destinado a cambiar el mundo? "Es imposible convencer a una comunidad para que adopte un idioma que no le apetece hablar. Y todavía menos cuando se utiliza la propaganda política para convencerles", analiza Okrent, que habla esperanto con fluidez, así como húngaro supuestamente, una de las lenguas más difíciles de aprender de todo el mundo, junto al vasco y el finés y otra media docena de idiomas.

La nota pone ejemplos de estas lenguas inventadas, algunas de ellas con el objetivo de universalizar el entendimiento entre los seres humanos, y otras tan sólo como herramientas o como juegos literarios. El caso de Tolkien es bastante conocido:
En otra división juegan las lenguas creadas para libros y películas, que en algunos casos han logrado trascender los límites de la obra para la que fueron ideadas y alcanzar una notoriedad sin precedentes. El klingon es la más conocida de todas ellas. Inventada de forma inconsciente por un actor secundario de la serie televisiva que dio origen a la franquicia galáctica, logró un éxito inesperado. "Lo más curioso es que la única lengua inventada que ha conseguido tener cierto éxito no tiene ningún objetivo práctico", opina Okrent, que decidió sacarse el certificado de hablante mientras investigaba para su libro. Como recompensa por aprobar el examen, fue galardonada con una de las insignias plateadas que lucen los tripulantes de la nave Enterprise.

Considera que el klingon es "prácticamente imposible de aprender". Contiene los elementos irracionales que caracterizan a las lenguas naturales, pero esta vez elevados a la máxima potencia. Desde su creación a mediados de los sesenta, el klingon se ha convertido en la lengua oficial del poderoso imperio geek, ese submundo marginal y relacionado con la tecnología que tanto dinero mueve en el sector del ocio. Hoy incluso se han traducido obras de Shakespeare a este idioma de ficción. A principios de este año, Google decidió poner en marcha una versión en klingon y el idioma acaba de ser parodiado en un episodio de Los Simpson, reconocimiento oficial de su estatus de culto.

J.R.R. Tolkien también fue un apasionado de estas lenguas inventadas e incluso decidió dejar su grano de arena para la posteridad. Fascinado por la sonoridad del galés, el escritor se inventó una lengua llamada sindarin, que daría origen a todo su imaginario élfico junto al qenya, otra de las lenguas del mundo de Arda, libremente inspirada en el finés, que intrigaba a Tolkien por su carácter indescifrable.

En la misma categoría se encuentran el liliputiense de Jonathan Swift, la neolengua que creó George Orwell para 1984, el argot callejero que Anthony Burgess introdujo en La naranja mecánica o el más reciente navi, cuya creación James Cameron encargó a un lingüista para su película Avatar. Pero pocos tienen la constancia de un experimento tan peculiar como el láadan. Fue creado a mediados de los ochenta por la escritora estadounidense Suzette Haden Elgin, que prentedía inventar una lengua que fuera fiel al universo femenino de sus personajes. Igual que los esquimales tienen varias palabras para designar la nieve, Elgin se inventó diez términos para el embarazo o la menopausia.

Desde que publicó su libro, Okrent no ha dejado de recibir cartas de creadores de lenguas que le piden un hueco en su inventario. Por ejemplo, un anciano lector canadiense, que durante los cincuenta se inventó una lengua llamada nordlinn junto con su mejor amigo para poder hablar de chicas sin que sus progenitores se enteraran del tema. "¿Quién dijo que las lenguas artificiales eran inútiles?", concluye Okrent.
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4 comentarios:

Gabriel Meraz-Arriola dijo...

Muy interesante entrada, desconocía el libro de esta lingüista. Habría que recordar también la fantasía borgesiana "El idioma analítico de John Wilkins", o la máquina de pensar de Lulio, pues el asunto de los lenguajes artificiales conduce a los del pensamiento artificial y la clavis universalis de la memoria artificial. Recomiendo también un excelente libro de Umberto Eco: "La búsqueda de la lengua perfecta".

Manuel dijo...

Saludos y feliz año nuevo. Sólo quería anunciar que mi blog "El castillo de if" cambió de nombre y dirección. Nos seguimos leyendo en:

http://ellibrode-manuel.blogspot.com/

MGM dijo...

Esperemos a que pronto, más pronto de lo que esperamos y en razón de lo que plantea el presente artículo, desaparezca de la faz de la tierra ese dialecto del español que mastican en la península ibérica. Sí, me refiero al dialecto balbuceado a diario por hablantes que a discreción utilizan esa palabreja detestable: "apetece", para después agregar que "irán a por unas cañas".

Gustavo dijo...

El libro del lingüista Tomé?