Sun and moon, de Escher.
Hace un par de años escribí un texto corto para prologar un libro. Se trataba (el libro) de Nociones para habitar un país difícil, de Julio Cesar Antúnez (La Lima 1982), que apareció, creo, en agosto de 2008. Como no he vuelto a H desde principios de ese año, no he estado muy al corriente de las noticias de este buen poeta y lector limeño, pero hoy, por casualidad, dí, en mi cuenta de correo electrónico, con el texto que escribí para su libro, y decidí ponerlo aquí, más unos cuantos poemas:
A menudo
los textos que pretenden hablar sobre la poesía de alguien son más
crípticos que la poesía misma. Siempre me ha parecido que sobre poesía
no hay que intentar hablar demasiado pues existe el riesgo de decir sólo
estupideces. La poesía misma que lo diga todo.
Nociones para habitar
un país difícil es el título que Julio César
Antúnez escogió para su primer libro de poemas. Y
no fue en vano que así lo decidiera: es el nuestro un
país difícil, no sólo para quien pretende llevar una vida normal entre
familia, trabajo, amigos y noticias diarias, sino para
quien, quizá cargado de excesivo valor, se dedica al oficio de
escribir. El nuestro es un país
profundo y ningún poeta sale ileso del fondo de esta certeza.
Hay en la
poesía de Julio César Antúnez una voluntad temática y estética que nace
de esta certeza y también de la imposibilidad de aferrarse absolutamente
a ninguna causa. Aquí están los ecos de la memoria, el color de la
sangre, los viejos latidos del amor, la pulsión existencial, el rastro
de las lecturas, pero nada de eso determina el impulso definitivo de su
voz, que apunta más bien a esa poética del desencanto tan característica
de las nuevas generaciones. Porque después de la muerte de Dios, de las
guerras de aquí y de allá, después del "amor y paz", de la música de
los setentas y ochentas, de la fundación del terrorismo casi como
política de Estado, ¿qué otra cosa podría ser más auténtica para un poeta que la pérdida
de la esperanza? Nuevamente la poesía surge no como posibilidad de
salvar algo, como arma de redención, sino como testimonio de la
individualidad del poeta y de su compromiso con esa individualidad.
Antúnez
sabe que "las palabras que no dijimos/ crecen en el vientre de las
piedras", y que por eso es urgente decirlas ahora; sabe que "de vez en
cuando/ uno sufre o muere/ por llevar una piedra debajo de la lengua",
que el silencio no es buena opción en los países difíciles; y quizá sea
esa la razón por la que escribe.
"Con las
palabras vueltas un filo", Antúnez asume en este
libro su condición de ser en el mundo, su condición de poeta, testigo
único de su propia circunstancia. Otros libros vendrán con los años, y
con ellos nuevas certezas, nuevos compromisos, nuevos encuentros y
desencuentros consigo mismo. Por ahora, estas Nociones
representan su primera mirada concluyente a un país difícil y a un mundo difícil.
Jaculatoria por Ernest HeminwayUno no puede merecer una muerte tan así,
muerte accidental,
muerte color cañón
muerte blanca,
teñida de rojo.
Pulir un verso y reventarse la cabeza,
cortarse la muñecas
y preservarlas en alcohol.
Ofender al que ofende
y quedarse de pie sin saber la palabra fuga
para verle los ojos al miedo
y decir este cuerpo es mío.
También las palabras,
las que se sufren,
las tímidas,
las que se dicen sólo en días de lluvia,
las que son capaces de fusionar el día y la noche
para inventar un tiempo diferente.
O amenazarse de muerte uno mismo
para evitar la tentación de escalarle siete muros
a la vida que hoy amaneció.
La sedDe vez en cuando
uno sufre o muere
por llevar una piedra debajo de la lengua.
Nociones para habitar un país difícilAquí los lobos se hastiaron
de las niñas prematuras.
Tendrás que arrastrarte entre ciegos con navajas,
no desparramar ni una gota de ruido
para preservarte ileso.
Pedirás el vino sellado
por aquello de vino nuevo en odres viejos
y viceversa.
Comprarás un cuchillito
por si toca cortar una cadena,
gafas negras para no volverte estatua de sal.
Esperarás a que el reloj se haga pedazos
en el dorso del día
y verás cómo nos gusta desentrañar perros
y secarlos al sol
o atormentar a las muchachas con las viboritas
que guardamos en el centro de los ojos.
Más tarde
cuando el crepúsculo hiere la piel
verás que los últimos pájaros se apagan
en ese abrevadero de pesares que llaman parque
y a contraluz se viene ese follaje de neón
con sus mil malditas obscenidades negadoras de poesía.
Te guardarás de palabras un tanto peligrosas
como libro, idea, libertad, porqué;
acuérdate de los poetas inmolados.
Evitarás las esquinas
porque ahí los profetas sin horario
fundaron el recuento de las manos extendidas
y del amor que sucumbió
por no seguir las reglas del manual.
Sabrás que la muerte ronda,
se traga las lámparas públicas
para alimentarse de sombra-sangre.
Olvidarás desde ya el trago amargo
para sanar la estocada de amor;
aquí todo es a cierta altura sobre el nivel del mar,
todo va de mal en silencio;
tendrás que comprarte una conciencia.
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