Portada del libro de entrevistas de Robert Saladrigas publicado por Alfabia.
El escritor catalán Robert Saladrigas, que también es periodista, entrevistó a muchos de los miembros del irrepetible Boom latinoamericano y ahora la editorial Alfabia publica una compilación de esas entrevistas. Con motivo de la aparición de ese libro, Juan Cruz entrevista a Saladrigas en El País, quien le comenta algo que Juan Rulfo le contó a él alguna vez:
"Cuando Rulfo me cuenta el origen de Comala me dice que aquel era su pueblo, del que se marchó, y que cuando volvió estaba deshabitado y que de aquella calle surgieron fantasmas. Me sonaba a magia. Para él era pura realidad. Descubrimos que nosotros no podríamos hacer lo mismo en Europa por más que quisiéramos… Europa no tiene leyenda, aquí impera el racionalismo, nunca impera la leyenda".
Cuando quien escuchó por primera vez estas palabras nos las refiere a nosotros, de alguna manera sentimos que somos parte de ese instante en que fueron escuchadas de los labios del autor de Pedro Páramo. Y si no, leamos este párrafo:
"En realidad, los personajes de mi obra no son sino almas en pena, fruto de la mezcla de catolicismo y de concepciones aborígenes, que dan por resultado una especie de sincretismo inidentificable. Bueno, pues la clave que con tanto afán buscaba me salió al paso cuando, treinta años después de haber salido del pueblo, regresé a él en busca de mi infancia perdida allá y lo encontré abandonado, totalmente abandonado, las calles desiertas, las viviendas deshabitadas, invadido todo por el polvo y la soledad más espantosa. A alguien se le había ocurrido la peregrina idea del sembrar en las calles una especie de árboles que se llaman casoaricas. Yo pasé una noche allí, solo, temblando. Las casoaricas son muy parecidas a los pinos, solo que sus ramas son más largas y las hojitas muy compactas no sisean con el susurro tan característico del pino, sino que gimen cuando sopla el ventarrón. Escuchar aquellos gemidos lastimeros en la soledad de lo que había sido mi pueblo, un pueblo que dejé próspero y recuperé gimiente, como si fuesen las piedras, las calles, las almas de los habitantes enterrados o huidos quienes expresaran su dolor en sollozos, me impresionó tanto, que de aquella estancia mía imborrable nació Pedro Páramo".
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