Patrick Modiano.
Más allá de que no lo haya recibido (otra vez) Philip Roth, me alegré de saber que este año el Nobel de Literatura se lo dieron a Patrick Modiano, porque es un autor al que he leído y disfrutado y del que tengo la sensación de que no defraudará nunca a nadie. El crítico español J. Ernesto Ayala-Dip dijo esto ayer tras la concesión del premio:
No recuerdo haberme alegrado nunca tanto como ayer, cuando supe que el Nobel de Literatura le fue otorgado a Patrick Modiano. Un alegría inmensa, en contraste con la decepción que me invadió cuando hace unos año, el mismo premio le fue dado a otro autor francés, Jean-Marie Gustave Le Clézio. Aquel día me pregunté, sin despreciar la labor literaria del autor de El africano, para cuándo el Nobel a un clásico contemporáneo de la talla de Modiano, no solo de la literatura gala sino también universal.
La casualidad quiso que leyendo una novela de George Simenon, me viniera a la memoria un personaje de Modiano. En la historia de Simenon, Los Mahé, hay un hombre de treinta y cinco años que se pregunta por el futuro de su existencia. La angustia de ese hombre me recordó al Louis de Una juventud de Modiano, de la misma manera que el policía final de La hierbas de la noche me recordó tanto la resignada serenidad del comisario Maigret. Nada tienen que ver Modiano y Simenon, salvo que ambos tienen un sonido inimitable, de la misma manera que hay sonido Mozart o un sonido Ravel. También hay un sonido Modiano. Lo hay cuando registra la vergüenza colectiva de una ciudad colaboracionista. O el sonido entre desesperanzado y canallesco de la ciudad martirizada por el hambre y la necesidad de supervivencia.
Si hay alguien que nunca hubiera leído nada del flamante premio Nobel y quisiera empezar hoy mismo con su lectura, me atrevería a sugerirle cinco libros. Empezaría con La trilogía de la ocupación (El lugar de la estrella, 1968, La ronda nocturna, 1969, y Los paseos de circunvalación, 1972), excelente idea de Anagrama al juntar en un volumen las tres grandes novelas ambientadas en el París ocupado. No dejaré de recomendar Una juventud (1980), texto esencial para entender el funcionamiento psicológico y moral de sus habituales supervivientes.
Un libro que suele pasarse por alto pero que es un ejemplo de literatura de investigación y a la vez de pronunciamiento ético sin explicitarlo (las famosas elipsis modiananas), sobre la redada de judíos ejecutadas por las autoridades policiales de París en el verano de 1942: me refiero a Dora Bruder. También Un pedigrí (2007): texto cumbre de la literatura autobiográfica: no se trata de ninguna confesión, se trata de un ejercicio de memoria individual vinculada a la memoria colectiva. La escritura de Modiano al servicio de las verdades personales, sin ira, sin resentimiento: la intachable búsqueda (o crónica interior) de unos progenitores condenados a sobrevivir al filo de lo delictivo y la vergüenza. Y por último, La hierba de las noches (2012): libro paradigmático de la literatura de las turbiedades. Una historia de amor escondida entre seres que son sombras, mediaspalabras, seres tan reales como conjeturales.
La Academia sueca se premia a sí misma premiando a quien ha escrito siempre el mismo libro (como dice el propio Modiano). El mismo libro imposible de no escribir y de no imaginar, dado lo que se vivió en una tristísima Europa hace solo un poco más de medio siglo. Y con esa prosa de quirúrgico lirismo. Así es el sonido Modiano, en medio del ruido del mundo.
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