domingo, 2 de noviembre de 2014

¿El experimento salió mal?





I

Una obra experimental, sí, se entiende, pero ¿cuáles son los resultados de ese experimento? ¿Tiene derecho un artista a mostrarle al público una obra experimental inacabada? ¿Qué es lo que demuestra que es una obra acabada o inacabada, en todo caso?
Veamos. La palabra “experimental” atribuida a una obra artística implica que el artista, buscando unos resultados específicos, decidió probar con el uso de ciertas técnicas distintas a las habituales, con la aplicación de un método distinto, con el desarrollo de un discurso no convencional, pero el hecho de haber “probado” no le garantiza resultados favorables o definitivos. ¿O sí?
Por ejemplo, un novelista. Un novelista experimental. Con una novela experimental. ¿Qué la hace merecer la etiqueta de “experimental”? Lo que mencioné antes, quizá. Y quizá mucho más. Pero bueno, experimental al fin y al cabo. ¿El valor de esta novela es mayor o menor en función de la experimentación de su autor o acaso depende solamente de que el resultado de la experimentación novelística sea una obra, además de experimental y arriesgada, innovadora, desafiante, sugestiva y agradable de leer?


II

¿Que una novela experimental sufra, en términos generales, un rechazo de público, qué información nos ofrece? Nos dice, en primer lugar, que el experimento no ha calado en los lectores. Nos dice, en segundo lugar, que el autor no fue capaz de prever este rechazo al decidir publicarla. Y en tercer lugar, nos dice que existe la posibilidad de que quienes la rechazan están equivocados al hacerlo. Porque esa posibilidad existe, definitivamente.
Pero, ¿cuánta importancia deberá prestar un escritor a sus lectores? Y aún antes: ¿qué tanto debe pensar un escritor en sus futuros lectores al momento de escribir su obra? Está bien, un artista (en este caso un novelista) no debería tomar a sus futuros lectores como modelo a partir del cual iniciar la construcción de su obra, sobre todo si lo que se propone es que su obra sea experimental. Pero llega un momento, que podría ubicarse entre el momento en que el experimento ya se llevó a cabo y el momento en que decide publicar la obra, en el que el novelista sí debería pensar en sus futuros lectores. En ese momento el novelista deberá preguntarse acerca de los objetivos de su experimento, deberá preguntarse si a esas alturas esos objetivos tienen vigencia o si deberían replantearse. Porque, ¿a cuenta de qué habría de plantearse inicialmente unos objetivos si finalmente opta por desestimarlos?


III

¿Inclinar el oído a las observaciones de los lectores y considerarlas pertinentes es ceder a situaciones externas y a la posibilidad de que la obra sea afectada por estas observaciones? Sí, pero sólo si el artista está dispuesto a modificar su obra en función de esas observaciones. No debería, por tanto, el artista, ceder a situaciones externas como ésta. Pero eso en el caso de ver su obra ya publicada. ¿Y en el caso de que la publicación no se haya producido, debería el novelista (es la situación que nos ocupa) escribir su novela bajo la influencia de las demandas de su futuro público? No, por supuesto. Esto supone una situación ideal en la que el novelista, consciente de su talento y su capacidad creadora, se propone construir una obra "de ruptura", una obra que, por su condición de “experimental” quizá presente al lector dificultades para su lectura y que, como consecuencia, podría generar rechazo.
            ¿Consistirá, entonces, la creación de una novela experimental en la generación de dificultades para el lector, un lector que habrá de verse obligado a sustituir el placer por el sacrificio en la lectura? Otra vez no, por supuesto que no. En una novela experimental no debe, necesariamente, ser inherente la dificultad de su lectura o la dificultad de su comprensión. Una novela puede ser experimental sin ser difícil de leer o de comprender; no perderá su condición de “experimental” por el sólo hecho de ser comprensible o fácil de leer. Es éste el caso en el que el experimento sí ha funcionado.


IV

¿Se puede considerar buena una novela por el solo hecho de ser experimental? ¿Es el experimento en sí mismo una propuesta de obra literaria acabada? ¿O para ser considerada como tal hay que determinar que el experimento ha salido bien?
            ¿Cómo determinar, en todo caso, que el experimento ha funcionado?

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3 comentarios:

Anónimo dijo...

Este es una crónica experimental sobre un ensayo experimental que linda entre el huevo y la gallina, la chicha y la limonada. Si vas a decir algo, simplemente dilo.

Dennis dijo...

El autor también podría preguntarse "¿de dónde saco el pisto para publicar esta vaina?".

Dennis dijo...

"¿Se puede considerar buena una novela por el solo hecho de ser experimental? ¿Es el experimento en sí mismo una propuesta de obra literaria acabada?".

Muy buena pregunta, pero primero sería interesante conocer las características de una novela experimental. Si vamos un poco más lejos, podemos comparar las ventajas de la experimental y de la no experimental y decidir cuál es más valiosa... ¿Es más satisfactoria Tristam Shandy que Papá Goriot?

Me parece que la experimentación, la curiosidad, la búsqueda son necesarias para que todo avance, no solo la novela, pero sospecho que los experimentos novelísticos son de muchas clases, no solo de estructura. Puede haber también experimentación sicológica, descriptiva o simbólica oculta en una novela de estructura tradicional.

Podría decirse que en medio de novelas de nula experimentación, aunque tal vez eficazmente redactadas, aparecen algunas, no necesariamente construidas para deslumbrar ni sobresalientemente escritas, en las que podemos descubrir señales de experimentación en el dibujo de los personajes, en la plástica de las descripciones, en las situaciones y en el uso de los símbolos.

Los buenos lectores deberían ser capaces de descubrir todas las variedades de la experimentación novelística.