miércoles, 14 de mayo de 2008

Bob-Dylan-Thomas

Por Giovanni Rodríguez

Siempre he tenido problemas con los nombres y los rostros de algunas personas. Los confundo y eso me saca de mis casillas. Similar a lo que le ocurría a Roberto Bolaño con Colombia y Venezuela, países cuyas capitales intercambiaba por la simple circunstancia de que Caracas inicia con “c”, igual que Colombia, y Bogotá inicia con “b”, casi igual que Venezuela. Me sucede con Robert de Niro y Al Pacino, al grado de no saber cuál de los dos es Vito Corleone en El Padrino, aunque por fortuna, si me empleo a fondo, logro diferenciar ahora a Jack Nicholson de Anthony Hopkins por la memorable escena del primero con el hacha en El Resplandor.
Con respecto a Bob Dylan y Dylan Thomas, creía que eran la misma persona, y al creer esto, no sabía cuál de esos dos nombres era el verdadero. Tampoco estaba seguro de si Bob-Dylan-Thomas era músico o poeta, o tal vez pintor, o incluso un hombre de política. Había escuchado o leído los nombres en varias ocasiones, pero no recordaba cuándo ni dónde. Mi ignorancia era terrible. El caso es que un día –cuando por fin me cansé de convivir con esa duda- entré a un café internet, tecleé el nombrecito híbrido en la barrita de Google y todo empezó a tener sentido.
Bob Dylan era uno y Dylan Thomas era otro. El primero era músico (y todavía lo es). El segundo era poeta y murió hace más de cincuenta años. Decidí, quizá por respeto a su memoria, empezar por el muerto; ya me concedería el vivo más tiempo en otra oportunidad. Y entonces leí estos versos traducidos del inglés: “En mi oficio o mi arte sombrío/ ejercido en la noche silenciosa/ cuando sólo la luna se enfurece/ y los amantes yacen en el lecho/ con todas sus tristezas en los brazos,/ junto a la luz que canta yo trabajo/ no por ambición ni por el pan/ ni por ostentación ni por el tráfico de encantos/ en escenarios de marfil,/ sino por ese mínimo salario/ de sus más escondidos corazones”.
Fue lo primero que leí de ese gran poeta galés, unos versos que curiosamente se relacionan con lo que hago en este Café Kubista. Busqué más poemas en la red y, sin darme cuenta, consumí la hora de la que disponía en la computadora sin que me acordara del otro Dylan, Bob, el músico, con quien acababa de contraer una deuda moral al olvidarlo por completo durante una hora de poesía. Tenía que volver mañana a buscarlo en la barrita de Google.
Así que ahí estaba yo el siguiente día, dispuesto a investigar la vida y la obra de Bob Dylan, y por supuesto, a escuchar un par de sus canciones. Me sorprendió saber que también se le consideraba poeta, que la canción Knockin´on Heaven´s Door, que hicieran famosa los Guns N' Roses, fue escrita por él en 1973 y que un osado Allen Ginsberg había dicho alguna vez que bien podría otorgársele el premio Nobel de Literatura, pero lo que más me sorprendió fue descubrir que su verdadero nombre no era Bob Dylan sino Robert Allen Zimmerman y que el seudónimo lo había adoptado en honor al poeta Dylan Thomas.
Después de todo, mi problemilla con este par estaba justificado de alguna manera. Ahora ya podía imaginarlos por separado. Al músico tocando las puertas del cielo con esa voz que a Bruce Springsteen emociona y asusta a la vez, y al poeta apagando su sed en un bar londinense para irse más tarde a escribir el poema de su vida. El poeta jamás pensó que su nombre tendría música más allá de sus versos. Fue el músico quien lo pensó por él, e hizo música, estupenda música, y lo sigue haciendo todavía.
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5 comentarios:

david santos dijo...

Hola, mimalapabra!
Muy buena postagene! Muchas gracias por compartirla con nosostros.

Uva 1 dijo...

Siempre me ha quedado a mí la duda de si en verdad se puso así por el mencionado poeta. En internet siempre sale ese dato en sus biografias, pero también tiene una famosa frase: "Si yo hubiera sido un fan de Dylan Thomas me habría llamado Bob Thomas y cantaría sus poemas". A saber entonces...

Por cierto que Ginsberg aparece disfrazado de cura o algo así en el video de Subterranean homesick blues.

Saludos.

Anónimo dijo...

DYLAN THOMAS

DO NOT GO GENTLE INTO THAT GOOD NIGHT...

Do not go gentle into that good night
Old age should burn and rave at close of day;
Rage, rage against the dying of the light.

Though wise men at their end know dark is right,
Because their words had forked no lightning they
Do not go gentle into that good night.

Good men, the last wave by, crying how bright
Their frail deeds might have danced in a green bay,
Rage, rage against the dying of the light.

Wild men who caught and sang the sun in flight,
And learn, too late, they grieved it on its way,
Do not go gentle into that good night.

Grave men, near death, who see with blinding sight
Blind eyes could blaze like meteors and be gay,
Rage, rage against the dying of the light.

And you, my father, there on the sad height,
Curse, bless, me now with your fierce tears, I pray.
Do not go gentle into that good night.
Rage, rage against the dying of the light.

Anónimo dijo...

NO ENTRES DÓCILMENTE EN ESA BUENA NOCHE...

No entres dócilmente en esa buena noche,
Que al final del día debería la vejez arder y delirar;
Enfurécete, enfurécete ante la muerte de la luz.

Aunque los sabios entienden al final que la oscuridad es lo correcto,
Como a su verbo ningún rayo ha confiado vigor,
No entran dócilmente en esa buena noche.

Llorando los hombres buenos, al llegar la última ola
Por el brillo con que sus frágiles obras pudieron haber danzado en una verde bahía,
Se enfurecen, se enfurecen ante la muerte de la luz.

Y los locos, que al sol cogieron al vuelo en sus cantares,
Y advierten, demasiado tarde, la ofensa que le hacían,
No entran dócilmente en esa buena noche.

Y los hombres graves, que cerca de la muerte con la vista que se apaga
Ven que esos ojos ciegos pudieron brillar como meteoros y ser alegres,
Se enfurecen, se enfurecen ante la muerte de la luz.

Y tú, padre mio, allá en tu cima triste,
Maldíceme o bendíceme con tus fieras lágrimas, lo ruego.
No entres dócilmente en esa buena noche.
Enfurécete, enfurécete ante la muerte de la luz.

Anónimo dijo...

Me agrada mucho este pqueño artículo sobre Bob D., y Dylan T., es fresco y evidencia una sentida expriencia personal, lo cual siempre es auténtico.
En cuanto a Bob D., me ha ocurrido lo mismo que con Serrat, S. Rodríguez y los otros miembros del club de cantautores.. han pasado su momento. Sus palabras y su música son imperecederas pero no frescas, hoy en día se pueden decir las cosas con diferentes melodías.
Definitivamente este no es el caso de D. Thomas, y ya le gustaría a Bob D. escribir como él.