jueves, 4 de septiembre de 2008

Identificar a los tontos

Por Giovanni Rodríguez
¿Por qué me parece que una de las maneras más eficaces para determinar si una persona es tonta o no consiste en preguntarle si le gusta leer? No quiero decir que si la respuesta es no, yo decido que la persona es tonta, o lo contrario. Tiene que ver con los argumentos que suelen esgrimir a la par de la respuesta negativa. Veamos algunos: “No. No pierdo el tiempo con eso”. “No. Eso es para los aburridos, para los que no saben cómo divertirse”. “No. No quiero quedar loco”. “¡¡¡¿Qué? ¿Leer?!!!”
En cualquiera de estos casos lo único que uno puede –o debe- hacer es guardar silencio y emprender la retirada. Porque si cometemos el terrible error de replicar con un “¿por qué?” a ese tipo de inocentes majaderías, lo que conseguiremos es invitar a quien las dice a abrumarnos con ese clásico discursito imbécil propio de quienes sin saber nada creen saberlo todo.
No voy a hacer hoy una apología de la lectura; soy muy conciente de la inutilidad de ese placer, como de casi todos los placeres en la vida. Porque leer –leer bien y apasionadamente- es un placer reservado solamente a los que, por la carambola de haber crecido entre los libros de alguna modesta biblioteca familiar cuyos lomos atrajeron su mirada desde pequeños, o por una afortunada buena inducción de sus profesores en la escuela, el colegio o la universidad, o quizá sólo por las justas coordenadas de un azar misterioso (es éste mi caso), llegaron a entender que la vida no vale mucho sin los libros, que ésta no puede ser digerida satisfactoriamente si no es a través de la literatura.
No contestarles, pues, a esos pobres diablos, y dejarlos saborear la supuesta efímera gloria que les procura su estupidez.
(De igual manera actuar ante esos curiosos imbéciles que se consideran –y no desaprovechan ocasión para manifestarlo- los salvadores del mundo de las letras, esos diletantes que fundamentan su supuesta capacidad artística o intelectual nada más que en su súper-ego y que cada vez que abren la boca no hacen más que poner en evidencia su ignorancia. Nuestros países están saturados de esta clase de individuos, parásitos de la ignorancia local, explotadores de su propio mito, fantoches apenas maquillados de inteligencia, inmejorables ejemplos del tuerto reinante en un territorio eminentemente poblado de ciegos, de donde los únicos capaces de ver han huido despavoridos, prefiriendo el exilio al diario convivio con la mediocridad, o han cerrado sus puertas y sus oídos a las palabras de los necios eternos.)
Yo, al menos, detesto tener que convivir a diario con ese tipo de personas, gente a la que, además de parecerle la lectura una actividad propia de aburridos, no le importa el tipo de música que escucha (“Me gusta de todo, desde ranchera hasta reguetón”), que puede pasar una hora o más rumiando la misma trivialidad (normalmente el tema es el fútbol y la Selección Nacional que reemprende su esperanzador camino al próximo Mundial) o que no sabe iniciar una conversación si no es con una observación meteorológica (“¿¡Qué calor, verdad!?”).
Lo mejor es dejarlos hablando solos, pero confieso que cuando me ocurre lo contrario, cuando se me aparece uno de ellos preguntándome si me gusta leer, le respondo, con cara de indignación, que por supuesto que no, que leer es lo más aburrido del mundo y además una pérdida de tiempo, que por favor no vuelva a preguntarme tonterías, que yo soy una persona normal, y emprendo la retirada antes de que empiece a sentir que somos amigos y me invite a tomar una cerveza para seguir hablando de fútbol, de rancheras o quizá tan sólo del clima, del terrible calor que hace ese día.
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2 comentarios:

David Cotos dijo...

Gracias. Buenisimo el artículo.

Anónimo dijo...

Me gusto mucho tu articulo… la verdad que hace mucho tiempo que deje de preocuparme por los “tontos”… mi único interés es redimirme a mi mismo a través de la literatura (si es que hay redención en ella)… y no me interesa ser profeta de la misma… halla ellos si son felices en su mundo de oscuridad, que se mueran y pudran en su sabia ignorancia… yo mientra tanto me quedo con Rimbaud, Lautréamont y Milton….

Saludos…