por Julio Escoto
Honduras, 14.07.09
Cuando estas letras aparezcan habrán ocurrido vivencias excepcionales en Honduras, pues se cumplió ya el plazo dictado por la OEA y naciones del orbe para restaurar la normalidad gubernativa.
Y mejor que así sea pues mi cerebro gusta de forensiar al suceso, no de vaticinarlo -si bien por veces me atrevo-, y obtener conclusiones válidas para conocer del hombre su conducta y procesos.
Por ello mismo es de mi interés el movimiento mental, sea simple o elevado, más que las acciones materiales. No me llama la atención ahora, verbigracia, comentar la acción bélica que condujo al apresamiento y destierro del presidente Manuel Zelaya, típica de esa clase de rebeliones, pero en cambio me atrae y admira la vasta operación de ocultamiento, distorsión y desinformación que se procuró de inmediato para encubrir lo que realmente había acontecido.
De pronto y como concertados, locutores de Radio América y HRN -supuestas competidoras por lo objetivo- empezaron a emplear idéntico lenguaje en su redacción de la noticia: hoy se dio una “sucesión presidencial”, declamaban, “relevo institucional” y no golpe de Estado, mientras parodiaban a otro torpe político que metaforizó al suceso como simple “cambio de un gerente por otro”... Crudamente deshonestos, veteranos comunicadores como E. Tercero y J. B. Vásquez (quien hace años confesó al micrófono que su día más feliz fue cuando le regalaron un uniforme del ejército, que desde luego vistió), por no citar a otros más perversos, mintieron al país afirmando que en la Constitución republicana vigente se prevé mecanismos legales de sustitución, lo cual es falso.
Me interrogaba: ¿por que engañan, qué necesidad?... Hasta que identifiqué pronta la causa de argumentación, cual es el hondo irrespeto que este lumpen de profesionales tiene hacia su público.
Pues acostumbrados como están a no participar en debates críticos ni aceptar retroalimentación del oyente, lo que en el fondo les da su encierro de cabina y su aislamiento de lo real es una errónea sensación de perfectibilidad, de que no se equivocan ni pueden equivocarse.
Cosa que en síntesis equivale a subestimar a la audiencia, considerarla inferior en inteligencia y capacidad.
Igual de sorprendido me dejaron otras intervenciones previas y posteriores al suceso militar y que lúcidamente me enseñaron que cuando devienen conflictos de raíz ideológica los hombres saltan barreras y prevenciones sociales, y que inventan y desinforman con extremo descaro ya que el fin justifica a los medios.
Este fenómeno que Adorno registra como rompimiento y por tanto recomposición personal de cánones morales (más allá de éticas e incluso de la realidad), y que Kristeva analiza como recurso discursivo de intoxicación (hacer creer una verdad que no existe), tumbó por tierra a la imagen idónea que guardaba de valiosísimos amigos.
Escuchar por ejemplo a Jorge Yllescas, experimentado revolucionario y con quien, creo, fundamos junto a Paz Barnica en San José un efímero Frente Patriótico contra la dictadura milica de la década de 1980; escucharlo decir que el gobierno liberal pretendía quitar la patria potestad de los infantes y recluirlos en campamentos de indoctrinación política, fue como si rompieran al suelo al Cristo de Esquipulas... Ver al inteligentísimo y brillante abogado Germán Leitzelar devanarse probando que el coup d’Etat no fue tal sino “transición democrática”, y que el usurpador era “constitucional”, mostró que nunca consideró en debida estatura al pueblo pues no vaciló en insultarle la inteligencia.
Y luego, dolor íntimo, captar desde pantalla que mi apreciado Ramón Custodio, temple ético, proponía torpe truco de validación de la dictadura mediante plebiscito capcioso, a fin de ganar tiempo y legitimar lo ilegitimable, me devolvió a mundos crueles.
Finalmente, contemplar a un descendiente de Villeda Morales respaldando a ejecutores golpistas fue puñalada histórica, por mucha explicación que él proveyera en artículo personal.
Los hombres envejecen y cambian, se diluyen en cansancio y decepción.
Bajo situaciones críticas la mente desprecia lo aprendido y asume valores opuestos, tal su plasticidad. Abandona los principios y eleva al interés como motivo rector. Bien se dice que la historia es sabia maestra.
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