Fotografía de una de las páginas del cómic de Nocilla Lab con los personajes AFMallo y EVila-Matas.
I
Hace más de dos años, cuando leí Nocilla Dream, apunté en este blog cosas como éstas:
“Me gustó, como quizá podría gustarme una muchacha desconocida a la que viera por un instante doblar la esquina y desaparecer para siempre. Me quedaría la sensación agradable de haberla visto pero también la certeza de que al no volver a verla, la vida seguirá transcurriendo con normalidad”.
“Una lectura estimulante. Quizá no demasiado memorable, pero sí estimulante”.
Trataba de explicar en esos otros apuntes que posiblemente mi percepción, tras la primera lectura de Nocilla Dream, se debiera a su estructura fragmentaria, que obliga a una lectura casi inaprensible y que recurre a eso que se ha dado en llamar "zapping literario", lo cual consiste en leer simultáneamente muchas historias con otros tantos personajes sin que nos quedemos con ninguna. Y por esa estructura es que la novela me parecía estimulante.
Un año después leí Nocilla Experience, sin esperar demasiada novedad en su escritura pues había leído hasta la saciedad en periódicos, revistas y blogs de qué iba el rollo del tal Proyecto Nocilla, y tal como supuse, así venía la segunda entrega novelística de AFMallo. La estructura era similar a la de Nocilla Dream; ahí seguía funcionando el mundo por el azar del parchís antes que por las mecánicas leyes del ajedrez, y sin embargo, fue ahí en donde empecé yo a entender cómo era eso de que el mundo se rige por el azar del parchís y no por las leyes del ajedrez. Entonces operó el cambio en mi perspectiva como lector. Porque si bien Nocilla Experience ponía a funcionar (aunque a mayor velocidad y con mayores revoluciones) la misma máquina narrativa que ya había visto encenderse en Nocilla Dream, fue con esa segunda novela de la trilogía que empecé a, por lo menos, imaginar la magnitud del Proyecto.
Imaginé entonces una suerte de aleph de Agustín Fernández Mallo, en donde podían caber, enumeradas y representadas, todas sus obsesiones, un aleph aparentemente pequeño pero que a través de la explosión en múltiples direcciones de cada una de sus historias se convierte el algo inmenso, inaprensible e infinitamente metafórico.
Pero no lo había imaginado ni total ni suficientemente…
II
Y entonces leí Nocilla Lab. Y ahí, en esa culminación de la primera aventura de Agustín Fernández Mallo, es el propio autor el narrador que refiere en primera persona cómo es que un día entró con su “compañía femenina” a un bar-pizzería en el pueblo de una isla al sur de la isla de Cerdeña tan sólo con la intención de “tomar algo, ver pasar los barcos, ver rodar los papeles entre los coches aparcados en el muelle”, y ahí, en ese momento, el autor-narrador empieza a mencionar el “Proyecto”, el que debían llevar a cabo cuando encontraran el lugar ideal para llevarlo a cabo, y a partir del momento en que la pareja entra a ese bar-pizzería, el autor-narrador empieza a soltarnos la película de su vida en un monólogo de 78 páginas que resume perfectamente el origen de la onda nocillesca y que no nos deja respirar pero que promete (y le creemos) una merecida bocanada de aire al llegar al punto final.
En esta primera parte de la novela el dichoso Proyecto, contenido en una funda de guitarra que en determinado momento de la narración es lanzada al mar, es mencionado en múltiples ocasiones y aunque nunca nos es revelado explícitamente en qué consiste, acabamos sintiendo que ahora sí sabemos algo más acerca de él. Acabamos sintiendo al menos que el Proyecto está ahí, a punto de ejecutarse, o que quizá en ese momento, en el de nuestra lectura, está ejecutándose sin que nos demos perfecta cuenta.
En la segunda parte, compuesta por 44 fragmentos en los que Fernández Mallo ahora sí nos ofrece de vez en cuando el punto y aparte, el autor-narrador nos habla de los días de la pareja, primero en un camping y después en una especie de motel que en el pasado había sido una prisión o quizá un monasterio. Es ahí en donde el Proyecto vuelve a cobrar una importancia vital para los protagonistas ya que el hombre que regenta el lugar, un estudioso de textos antiguos, encuentra en la playa la funda de la guitarra con todo lo necesario para la ejecución del Proyecto, y acaba asumiendo el compromiso de esa ejecución, lo que derivará en el problema de la suplantación de la identidad del autor-narrador por parte del propietario del motel, una situación bastante confusa pero inteligentemente planteada por el autor de la novela.
El desenlace de toda esta historia nocillesca quedará, por obvias razones, sin revelar en estos apuntes. Lo que no dejaré de mencionar es la parte final de la novela, constituida parcialmente por un cómic en el que Fernández Mallo comparte protagonismo con Enrique Vila-Matas, y se me ocurre que este feliz encuentro de los dos escritores en un cómic no tiene nada de azaroso pues ambos son, a mi parecer, miembros del selecto grupo de últimos renovadores de la literatura española.
Con esta novela el Proyecto Nocilla entra en la última etapa de su ejecución, y lo hace, como ya dije, de manera firme en el panorama de la narrativa en español. Los días que vienen seguramente traerán consigo una nueva oleada de buenas críticas; el Proyecto permanecerá en ejecución durante mucho tiempo, o durante todo el tiempo, pues tiene las credenciales para convertirse en un clásico posmoderno; pero donde calará hondo será en los lectores capaces de no sorprenderse con poca cosa, en esos lectores que saben, o al menos intuyen, que lo verdaderamente bueno y novedoso puede venir hasta en un tarrito de cacao con pasta de avellana.
2 comentarios:
No he leído ninguno de los libros del Proyecto Nocilla; sí leí hace pocas semanas otro trabajo del autor, "Postpoesía. Hacia un nuevo paradigma". Lo que me sugirió es que el autor es un hombre inteligente, pero se trataba de hablar de cómo debía ser la poesía del presente y del futuro sin hacer un solo verso. Hubiera sido más sugerente escribir un libro de poemas que fuera, verdaderamente, nuevo. Voy a leer los libros del Proyecto Nocilla, desde luego. Aunque tengo la tentación de empezar por este último (no se si comenzar al revés será contravenir alguna regla en éste particular mundo narrativo...)
Hola, José María. AFMallo ha publicado también algunos libros de poesía en los que, supongo(porque no los he leído), responde a tu inquietud. Y con relación al orden de lectura de las tres Nocillas, yo te recomendaría seguir el orden en que fue apareciendo cada una; así podrás disfrutarlas in crescendo, tanto por su estilo como por las historias que cuenta, que desembocan en la última entrega de la trilogía.
Saludos.
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